sábado, 29 de abril de 2023

El imperialismo desvencijado

 

Llegó un día en que Washington se vistió de república bananera. Desquiciado por la derrota, al más puro estilo de las estrategias intervencionistas en nuestros países, Donald, no el pato de Disney, sino Trump, el truhán millonario arropado por los republicanos,  aceptó que había que contratar especialistas en destrozos para asaltar el Capitolio cuando la victoria electoral de Joe Biden era irreversible y no quedaba otra que aducir fraude, por no decir demencia.

Deberíamos desternillarnos de carcajadas vengativas: Despúes de cinco décadas de producir cine neocolonial en el que latinoamericanos, asiáticos, árabes y africanos, éramos estereotipados como categoría de salvajes pintorescos,  ingobernables y corruptibles, llegó al poder un neoyorkino de origen alemán y estilo folklórico que a punta de negociaciones e indemnizaciones perpetradas en los garajes de sus towers sofocó rencores femeninos producto del acoso, el abuso y una dominación sexual abyecta y abominable practicada durante toda su vida de empresario todopoderoso e imbatible. Todo un portento fálico hipernacionalista que soñaba con reponer algo así como un Muro de Berlín, muy racista y antimigratorio para que mexicanos y todo tipo de sudacas la pensaran dos veces si pretendían convertirse en indocumentados en busca del “sueño americano”.

Los Estados Unidos de Norte América es puertas para adentro, un interesantísimo país de contrastes culturales e identitarios muy plurales. El problema surge luego del triunfo en la Segunda Guerra Mundial cuando se ingresaba de lleno en la Guerra Fría, y las elites políticas, empresariales y militares deciden que había que controlar, dominar, penetrar y si fuera necesario saquear otras tierras y otros pueblos cuanto se necesitara de ellas a partir de esa vocación extraterritorial que ha tenido como respuesta la conformación de colectivos de resistencia en los cinco continentes que comúnmente se conoce como antiimperialismo, palabra que las izquierdas social demócratas ya no pronuncian, porque en el siglo XXI parece más prudente no utilizar el lenguaje de los años 60 cuando la URSS y su satélite Cuba amenazaban la democracia, la paz y la libertad entendida e impuesta desde la Casa Blanca.

La URSS se desintegró, Rusia se reinventó con desideologización pragmática y el Partido Comunista se convirtió en un viejo recuerdo dejado por Lenin, Stalin, Kruschev, Brézhnev gracias a la Perestroika de Gorbachov , mientras la China no dejó de ser comunista en el control político del sistema, pero se hizo más capitalista y liberal transnacional que la propia Estados Unidos. Superada la hegemonía bipolar de mediados del siglo XX, resulta que ahora tenemos un mundo en que la disputa por riquezas y mercados tiene como mandamases al ochentón Joe Biden, representante de la gerontocracia del bipartidismo gringo, a Xi Jinping, que concentra el manejo político como Secretario General del Partido Comunista, el poder militar y la expansión económica mundial asiática y a Vladimir Putin, un experto en inteligencia y espionaje que no ha dudado medio segundo en plantarle una guerra a Ucrania y a toda la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), manejada por Estados Unidos.

En este nuevo contexto internacional, el imperialismo norteamericano quiere recuperar su vigor debilitado por la nueva correlación geopolítica planetaria, utilizando la vieja fórmula: Gravitación económica a través de sus resortes crediticios, penetración política militar y recuperación de la iniciativa para volver a hacerse del control de nuestros recursos naturales que hoy consisten, fundamentalmente, en petróleo, agua, litio y ese pulmón biodiverso cada vez más amenazado llamado Amazonía.

Estados Unidos quiero volver a hacer de las suyas en nuestra América morena, pero se va encontrando con líderes respondones que le hacen muy pedregosa e infranqueable esta nueva incursión que tiene a personajes como la Generala Laura Richardon, cabecilla del Comando Sur y a Mark Wells el Secretario para Brasil y Sudamérica del Departamento de Estado en una estrategia combinada de ataque y tanteo. La una recordándonos nuestra condición irreversible de patio trasero y el otro justificándola por “descontextualización”, utilizando viejas recetas, argumento perfecto para desplegar nuevamente nuestras banderas antiimperialistas.

Desvencijado, pero no muerto, el imperialismo norteamericano compite hoy con China y Rusia en desigualdad de condiciones, debido a que a dichas potencias no les interesa imponer ministros, comandantes militares y menos agentes y activistas anticomunistas, porque el mundo ha cambiado. Lo que a chinos y rusos les interesa es hacer negocios, invertir para ganar, sin meterse con las soberanías y las autodeterminaciones nacionales, fórmula sencilla que evidencia cuan actualizada es la lectura del mundo de unos, frente a la anacrónica política estadounidense porfiada en imponer recetas que no encajarán más en los tiempos que corren. Por eso, seguimos siendo antiimperialistas y en esa conviccion a quienes más debemos combatir es a sus obedientes agentes locales.



Originalmente publicado en la columna Contragolpe de La Razón el 22 de abril


domingo, 9 de abril de 2023

El MAS como el MNR

 

El caudillismo pazestenssorista condujo a fragmentar el proyecto de la revolución de 1952. Incubo a los emenerres respondones que desdoblaron al partido en variaciones que terminaron engendrando a las dictaduras militares de los 60-70. Con el propósito de retener y prorrogarse en el poder, la alianza de clases fue activada con la patraña de la conversión del indígena a campesino, no en un genuino reconocimiento a su existencia e identidad libertaria, sino para funcionalizarlo como ciudadano a fin de que una burocracia heredera de señoritos, usufructuara del poder, primero con los doce años de “período revolucionario” (1952 – 1964), luego con los dieciocho años de dictaduras militares (1964 – 1982) y a continuación con veinte años de neoliberalismo (1985 – 2005) precedidos de una accidentada coalición como la UDP (1982 -1985) que con social demócratas y comunistas de la órbita soviética queriendo cogobernar, anunciaba un fracaso de partida que terminó con hiperinflación y la sustitución de esta con el recetario surgido del Consenso de Washington.

Vistas las cosas en tiempo presente, el Movimiento al Socialismo (MAS) que parecía inscribirse en el “socialismo del siglo XXI”, terminó jugando al “capitalismo andino”, utilizando el  transformador expediente de la inclusión social, en un dispositivo que a estas alturas se caracteriza por haberse posicionado como funcionalizador del supuesto sujeto histórico, a la manera del MNR, con el que surgía un auténtico nuevo paradigma en la política boliviana.

La sórdida disputa por el liderazgo electoral en el MAS está confirmando que para muchos entusiastas y muy militantes defensores y activistas del Proceso de Cambio, el sujeto histórico queda circunscrito a la figura de un jefe y de nadie más, cuando el manual del buen revolucionario dice que el sujeto histórico de un proceso transformador es un colectivo multifacetico con características sociales y económicas, y en el muy particular caso de Bolivia, de una variopinta identidad étnica y territorial. Resulta hasta caricaturesco: el sujeto histórico había tenido nombres y apellidos personales registrados en un documento que puede guardarse en una billetera, y no había sido el resultado de los procesos encarados por soberanía y autodeterminación, por indígenas convertidos en campesinos, por campesinos que van del mundo rural hacia las ciudades para convertirse en obreros y en obreros que conforman una vanguardia minera que ha luchado poniendo el cuerpo, la sangre y los muertos contra el imperialismo que saquea y despoja, que consagra el orden establecido para que los niños bien sigan convencidos que por derecho hereditario son dueños de vidas, de haciendas, del estaño, del oro, del petróleo y hasta del agua.

Los formadores ideológicos, los capacitadores en militancia partidaria parecen no haber hecho su trabajo desde 2006. Porque de lo que se trataba era de explicar y empezar a practicar lo que Jorge Sanjinés nos enseñó con su primer cine y que pasa por la construcción colectiva y comunitaria de un proceso político con cadenas humanas solidarias enfocadas hacia el mismo horizonte. Cuando nos enteramos que un entorno de poder llega a la conclusión que al jefe máximo no hay quién lo sustituya, retrocedo mi mirada y recuerdo las actuaciones de Paz Estenssoro, Siles Zuazo, Guevara Arce, Bedregal Gutiérrez y hasta el mismísimo Gral. Barrientos Ortuño. Con semejante escenografía el Movimiento al Socialismo (MAS) se está pareciendo cada vez más al MNR burocratizado en que una rosca partidaria terminó sustituyendo a la rosca minera de Patiño, Hotschild y Aramayo.

Con este cuadro histórico político, no tiene que alarmarnos las cada vez más destempladas actuaciones de Carlos Romero denostando al que fuera su compañero de gabinete ministerial, ahora presidente del país.  Juega a una ironía desangelada llamándole políglota porque “está callado en siete idiomas” en alusión a presuntos actos de corrupción de su gestión gubernamental. En este sentido, Romero ha terminado actuando a la manera en que lo hacía el movimientismo de estilo opositor triturador e inconsecuente, tan funcional a los intereses de la derecha más reaccionaria y con esto ha quedado claro que su práctica política ha consistido en formar parte de una rutina política que lo ha hecho  tóxico y hasta perverso, conducta desconcertante si se tienen en cuenta sus antecedentes de activista defensor de derechos de pueblos indígenas de tierras bajas del país.

Hoy día el MAS-IPSP se perfila como una entidad con dos cabezas y hasta tres en la que el horizonte de una estrategia transformadora en la correlación de fuerzas de la sociedad boliviana está comenzando a perderse. Y en ese sentido, la nacional popular puede terminar convirtiéndose en el artefacto que acabe con su existencia como sucedió con el movimientismo empoderado en los 50 que parió una revolución tutelada e inconclusa.




Originalmente publicado en la columna Contragolpe de La Razón el 08 de abril.

Futbolero perfecto

 

Jugar. Competir. Ganar. Persistir. No desistir. Sufrir. Ser feliz. Luchar. Fracasar. Perder. Volver a empezar. Diganme si el fútbol no se asemeja a la vida misma por fuera del verde césped, sólo que sin la ilusión del partido del próximo domingo, sin la posibilidad de la revancha en el próximo lance. Hemos aprendido a caminar con vitalidad y pasión en todos los territorios de este mundo, gracias a este invento inglés con raíces ancestrales de nuestros pueblos indígenas de la América indígena.

Desde 1977-78 supe que el fútbol podía ser una narrativa. Un cuento. Un poema. Una fotografía del entrenador apoyado en una pared fumando tabaco y cavilando acerca del próximo desafío. Ese entrenador se llama Cesar Luis Menotti y cuando leía las notas de Juvenal y Eduardo Verona en El Gráfico, esa revista que con sus textos y fotografías me condujo hasta la final Argentina – Holanda, supe que el fútbol era en primer lugar un discurso de palabra bien dicha, de coherencia entre el hacer y el decir, de lucidez y potencia persuasiva.

Años más tarde aprendí también que el fútbol puede ser esa emboscada de cederle el balón al rival para intentar ganarle a partir de sus errores y no de las virtudes propias. El catenaccio italiano me dijo un día, esta manera de interpretar y ejecutar el juego no es para ti. Dicho y hecho, me aferré a la idea de que el fútbol es tener el balón desde el que se gestan mil y una fantasías, algunos goles memorables, pero sobre todo, esa posibilidad humana de dialogar con el otro, y con el de más allá, y en tanto sea posible con todo el equipo a partir de un interminable número de pases que conducen inevitablemente, si esa práctica es ejecutada con perfección de engaño y de terminación de la jugada, a trasponer la puerta contraria.

Ganar, qué sensación especial, pero cuan más valiosa si ganar ha sido producto del genio personal en asociación, de esa magia que conjuga talento individual y equipo que es capaz de gestarse desde los botines de una buena gente que recibe y entrega balones con la felicidad inexplicable e incomparable que esto produce, o de la atajada imposible que paraliza por milesímas de segundo corazones al borde del paroxismo.

Con Brasil 70, Holanda 1974, y Argentina 78 comencé mi búsqueda del juego perfecto que me permitiera alcanzar el estatus de futbolero perfecto.  Tres décadas más tarde sucedió: Lionel Messi, Xavi Hernández y Andrés Iniesta nos avisaron desde el Barcelona que la santísima trinidad ocupaba todos los espacios del Camp Nou. Que Messi era el hijo de Dios y había llegado para salvarnos del tedio de fin de semana, que Xavi era el padre que jugaba a hacer jugar a los demás con una perfección que fabricó legiones de seres que quedábamos boquiabiertos con su sabiduría de campo abierto y exactitud para jugar el balón, e Iniesta era el Espíritu Santo porque parecía invisible pero con una de sus apariciones fantasmales, por ejemplo, hizo campeón del mundo a España en Sudáfrica en 2010.

Me ufano de sentirme futbolero perfecto porque es el juego el que me ha convencido, que está primero que la competencia. Si se juega bien las posibilidades de ganar son siempre mucho mayores, aunque perder también sea parte de la esencia, como me lo recuerda siempre el genio de genios de la táctica  que se llama Johan Cruyff y que jamás pudo ser campeón mundial con la naranja de Holanda. Ganar – perder es parte del artefacto mundano del capitalismo. Jugar es inherente a la esencia humana en toda su profundidad.

¡Salud a Marcas de La Razón en los treinta años de su vigencia periodística!

 (*) Julio Peñaloza Bretel fue jefe de prensa de la Selección Boliviana de Fútbol en la Copa del Mundo de Estados Unidos 1994, tiene publicados cuatro libros de fútbol y ha escrito para Marcas de La Razón en ediciones ordinarias de lunes y en ediciones especiales sobre copas del mundo y copas América.

 



Originalmente publicado en Marcas de La Razón el 26 de marzo

La alternancia dentro de un mismo partido

 

Cuatro mandatos consecutivos le han permitido a Angela Merkel gobernar durante 16 años contínuos como Canciller de Alemania, primera autoridad política del país según su constitución. Esto significa que Merkel optó a tres reelecciones y nadie se mosqueó respecto de un supuesto prorroguismo o eso que metafóricamente se llama en nuestras pampas caudillistas, eternización en el poder. Cuando las cuentas son tan claras como el chocolate espeso, no hay margen para equivocaciones. En México hay un sexenio presidencial sin posibilidades de reelección. Andrés Manuel López Obrador será presidente una sola vez hasta 2024. Joe Biden tiene derecho a una reelección según lo señala la constitución estadounidense y luego debe producirse la retirada, sin traumas ni derechos a pataleo alguno.

La alternancia en los períodos constitucionales de países dependientes, atrasados y primario extractivistas como el nuestro puede leerse desde dos prospectivas. La primera señala que para la buena salud de la democracia es fundamental el pluralismo que permita que tiendas políticas de distintos perfiles ideológicos y programáticos tengan la oportunidad de conducir los destinos nacionales. La segunda dice que debido a nuestra condición tercer mundista, lo ideal es buscar la continuidad gubernamental, cosa que en gran medida sucedió con los mandatos de Evo Morales que le permitieron gobernar Bolivia durante casi quince años ininterrumpidos y le facilitaron encarar profundas transformaciones estatales con repercusiones directas en la vida de la sociedad.

Con lo que no habíamos contado en nuestra historia es que la posibilidad de la alternancia y la continuidad se convirtieran en el núcleo del conflicto dentro un solo partido político. Esto es, alternancia no en la visión ideológica y programática de Estado, sino en la pugna por el liderazgo que franquee el paso hacia la candidatura presidencial de las próximas elecciones a celebrarse en octubre de 2025. En suma, alternancia dentro una misma organización política, debido a que en el horizonte no se divisa un proyecto diferente al que viene ejecutando el Movimiento al Socialismo (MAS) desde 2006, con la interrupción del proceso democrático, producto, precisamente, de una impugnación ciudadana expresada por la clase media urbana que sintió el escamoteo de su voto en el referéndum de 2016 y que compró el relato del fraude presuntamente ideado y ejecutado por Evo Morales en las elecciones de 2019, con el propósito de consolidar su proyecto prorroguista.

La alternancia en el ejercicio del poder reduce las posibilidades de tentaciones golpistas de distintos tamaños e intensidades. El querer continuar a toda costa en el mando presidencial, pisoteando legitimidad y reglas de juego, nos llevó a que un puñado de angurrientos politiqueros sin escrúpulos asaltaran el poder en noviembre de 2019, lo que devino en un gobierno represivo, corrupto e ineficiente. Si Morales hubiera aceptado la derrota del 21F inhibiéndose del subterfugio del “derecho humano a ser candidato”, años después desbaratado  por la Corte Interamericana del Derechos Humanos, el MAS se hubiera visto obligado a presentar un candidato distinto a su caudillo, lo que hubiera evitado que los Mesa, Camacho, Ortíz y otros autores, jugaran sin disimulo a un golpe de Estado que finalmente se impuso e instaló un gobierno de facto hasta noviembre de 2020.

El estilo decisionista de Evo Morales de hacer política imponiendo a rajatabla una candidatura que constitucionalmente ya no le correspondía, fue el gérmen de su derrocamiento y por la tanto de la llegada inconstitucional de Jeanine Áñez a la presidencia, lección que nos costó como país, dos masacres y 38 muertos. El voluntarismo de un líder con vocación de predestinado no debe volver a empujar al país al borde de la cornisa para terminar en el abismo. La continuidad gubernamental señala en Bolivia una elección y una posible reelección en diez años contínuos de gestión presidencial. En ese contexto, Luis Arce Catacora está legalmente habilitado para buscar un segundo mandato, decisión que debería ser tomada por el MAS de manera orgánica, ordenada y sin estridencias, pero claro, no estamos en Alemania, y lo que se ha desatado es un enfrentamiento entre partidarios que hasta hace unos años se abrazaban como hermanos y compañeros.

Encontrar las dosis exactas de alternancia y continuidad que permitan una combinación exitosa de cada administración gubernamental, pasa por estructurar organizaciones políticas con cuadros en condiciones para el relevo contínuo. En buenas cuentas lo que se debe buscar es la alternancia en los actores políticos y la continuidad en la programación y ejecución de las políticas públicas. En este sentido el paso de Evo Morales hacia Luis Arce en la presidencia debiera ser la síntesis argumental suficiente para saber de qué se trata la reproducción en el poder, tanto mejor si fuera sin pugnas por cada uno de sus espacios, pero ya sabemos, la tentación del regreso puede ser más poderosa que el sentido común en construcción.



Originalmente publicado en la columna Contragolpe de La Razón el 25 de marzo

El difìcil retorno del MAS al camino del equilibrio

 El Movimiento al Socialismo (MAS) está sumergido en una crisis que amenaza con su desintegración.

A 16 años de iniciado el Proceso de Cambio, con la interrupción de la democracia entre 2019 y 2020, el MAS  pudo demostrarse a si mismo que la posibilidad de un triunfo electoral sin Evo Morales en la candidatura, era posible.

El poder institucional por una parte y la estructura partidaria por la otra, hacen cada vez más profundas y evidentes, grietas que podrían dar lugar a una irremediable división.

Evo Morales es el líder histórico del MAS y el jefe del partido, pero ya sin el ejercicio de poder que le permitía la presidencia del Estado. Su casi único objetivo es volver a ser candidato en 2025. Durante los dos años del gobierno de Arce, no le ha puesto énfasis a la discusión ideológica y programática, y lo que mas bien despliega es un rol cuasi opositor, de cuestionamiento permanente al gobierno de su propio partido que “habría pactado con la derecha” y que tiene dos ministros que no le responden al MAS (Eduardo Del Castillo de Gobierno e Iván Lima de Justicia).

Luis Arce como presidente del Estado es el responsable de la administración y control del aparato gubernamental, pero no cuenta con bases de organizaciones sociales integradas al MAS que le respondan directamente. Se le reprocha una conducta sectaria con muchos de sus compañeros y compañeras, alineados a Evo Morales, varios de los cuales trabajaron entusiastamente para que su candidatura en 2020 tuviera éxito.

A casi dos años de su ejercicio presidencial, Arce se ha empoderado como primer mandatario sobre todo por su gestión en materia económica, y la Constitución lo habilita para ser candidato en las elecciones de 2025. He aquí la madre de la crisis: Evo quiere tener la seguridad de que Lucho (Arce) no se lanzará a la reelección, y de esa manera tener el camino allanado en la próxima contienda electoral.

David Choquehuanca como Vicepresidente es la cabeza de la Asamblea Legislativa Plurinacional. La bancada del MAS, a diferencia del pasado evista, ya no actúa sobre la base de la unidad monolítica. Se advierten brotes de tendencias que se alinean con Evo por una parte, con Arce por otra y también con asambleístas afines a Choquehuanca que, se debe recordar, resignó la candidatura a la Presidencia en 2020, a pesar de contar con un significativo respaldo de organizaciones sociales, indígenas y campesinas, considerando que la unidad del MAS estaba por encima de todos los factores.

 El mismo Vicepresidente cerró filas elogiando a Arce en el acto de recordación de los dos años del triunfo electoral (18 de octubre de 2020) del nuevo binomio masista que ha completado dos años de gobierno el pasado 8 de noviembre. Dice el  lugar común  que “binomio ganador no se toca”.

La unidad partidaria, en los hechos, está rota, y ese rompimiento es la punta de lanza mediática con la que el aparato comunicacional de la derecha se encuentra en la tarea de estimular las discrepancias entre Evo y Arce, y una “pelea entre indígenas” –Evo Morales versus David Choquehuanca—que apunta a un objetivo estratégico: La desarticulación y desmontaje del Estado Plurinacional a objeto de quitar base de sustentación político ideológica al campo popular.

Las contiendas internas en el MAS se han convertido en el principal espectáculo político diario. En la  televisión, en las redes sociales y en los principales diarios nacionales de sello opositor se maximizan los cruces entre voceros de una y otra ala que por supuesto no son las alas izquierda y derecha del cóndor para conseguir el equilibrio en el vuelo, a las que se refirió Choquehuanca cuando asumió la Vicepresidencia en 2020.

Los estilos son marcadamente diferentes: Evo va al choque sin atacar al Presidente, pero estrellándose contra sus principales ministros, el de Gobierno y el de Justicia, sobre todo, que sacan cara por la gestión gubernamental y que le evitan la incomodidad al propio presidente Arce de ingresar explícitamente en el palabreo de las discrepancias.

Al mismo tiempo, el Vicepresidente Choquehuanca no ingresa en ese juego que nutre de noticias a los medios y a las redes sociales, debido a que sus intervenciones públicas contienen siempre mensajes concientizadores que pasan por la Visión del Vivir Bien y en ese contexto a la necesidad del retorno al Camino del Equilibrio dictado por su identidad aymara ancestral, ese equilibrio hoy pulverizado dentro del MAS.

Se trata de una gran confrontación interna. Lo grave del asunto es la pérdida del horizonte político e ideológico. La prescindencia del “afuera” del MAS, que en buenas cuentas es el  mismísimo país con sus ciudadanos. Con aquellos que votaron por Lucho (Arce) y David (Choquehuanca) para generar el triunfo de 2020, y por quienes, gran parte de ellos, que votaron por opciones opositoras, imbuidas todas por un profundo sentimiento anti Evo Morales.

La fortaleza de Evo se circunscribe hoy a su jefatura en el MAS. La fortaleza de Arce es mostrar resultados coherentes en la gestión gubernamental que lo sitúan en los primeros lugares de los estudios de opinión (encuestas).La fortaleza de Choquehuanca consiste en su capacidad de convocatoria en las zonas rurales del occidente del país. Los “evistas” lo sindican de ser el principal propulsor de la división a título de una renovación de cuadros partidaria.

La debilidad de Evo está en haber generado una fuerte corriente “anti” que todavía tiene marcada el no acatamiento a los resultados del referéndum del 21 de febrero de 2016 (no repostulación presidencial) que condujo al país a elecciones con su candidatura impuesta como un “derecho  humano”, argumento que transcurrido el tiempo fue invalidado por la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

La debilidad de Luis Arce consiste en no constituirse en dirigente histórico del MAS y carecer de bases en los movimientos sociales, aunque desde el martes 18 de noviembre de 2022 cuente de manera explícita e indiscutible con el respaldo del Vicepresidente Choquehuanca .

El retorno al camino del equilibrio consiste en la reconfiguración de la unidad del MAS, y para ello, Evo quiere a dos ministros de Arce fuera del gabinete como señal coyuntural, pero en términos de profundidad estratégica espera que Arce diga explícitamente que no será candidato en 2025.

Mientras tanto, Arce quiere gobernar con la mayor fluidez posible, con la dificultad de tener un frente interno complejo que pasa por la descomposición del MAS y el frente externo liderizado  por la dirigencia cívica cruceña que a punta de ultimátums  y un paro de 36 días pretendió imponer la realización del Censo Nacional de Población y Vivienda para el año 2023, y no para 2024 como finalmente quedó materializado a partir de un decreto primero, y una ley después, desenlace que vistas las cosas en limpio es simple y llanamente la propuesta inicial que hiciera el gobierno de Arce a través del Instituto Nacional de Estadísticas (INE).

Mientras tanto, los evistas, luchistas y choquehuanquistas de a pie, esperan señales de madurez y desprendimiento de sus líderes. No quisieran ver a la derecha retornar al poder para echar abajo el Estado Plurinacional, producto de la división masista.

En ámbitos académicos se ha discutido la idea de un relanzamiento auténticamente renovador. Sin Evo, Arce y Choquehuanca a la cabeza. Con nuevas figuras, en lo posible mujeres e indígenas capaces de aceptar el desafío de un programa de fortalecimiento a partir de una lectura de horizonte estratégico conceptualmente renovada en lo ideológico y político, guardando fidelidad con los orígenes y la esencia del Proceso de Cambio y de la Revolución Democrática y Cultural, en suma, al redimensionamiento del Movimiento al Socialismo – Instrumento Político para la Soberanía de los Pueblos (MAS-IPSP).

Esa idea de renovación absoluta choca, sin embargo, con la realidad. Un caudillo que ha gobernado 14 años contínuos el país, y quienes fueran los ministros con mayor tiempo de permanencia en el gabinete del propio Evo, hoy presidente y vicepresidente, se encuentran a la cabeza de la nave del Estado y del poder, y está absolutamente demostrado que los tres piensan que su vigencia en la política y en la gestión pública todavía tiene cuerda para rato.

Conseguir el retorno al camino del equilibrio pasa por una negociación que según el manual elemental dice que todas las partes deben ceder en busca de una coincidencia medular que permita el relanzamiento político que el MAS está necesitando a gritos, cuando todavía Arce y Choquehuanca no han llegado a cumplir ni la mitad de sus mandatos.



Originalmente publicado el Noticias de América Latina y el Caribe (NODAL) el 20 de diciembre de 2022

Litio boliviano: El Encargado de Negocios de EE.UU. contradice a la jefa del Comando Sur

 

Como si se tratara de una vieja película en blanco y negro de los años 60 correspondiente a la Guerra Fría, la Generala Laura Richardson, jefa del Comando Sur con sede en Miami, Florida, se estrelló hace algunas semanas contra China, advirtiendo intereses puestos del gigante asiático en el triángulo del litio que conforman Bolivia, Chile y Argentina.

En aquellos tiempos de la disputa por la hegemonía entre EE.UU. y la desaparecida Unión Soviética, se llegó a normalizar la injerencia de las embajadas con la bandera de barras y estrellas en los países de América Latina. Desde dichos recintos con formas arquitectónicas de bunker, se contaba con el mapa de los recursos naturales de cada país y también con las aprobaciones o vetos a nombramientos de ministros y jefes militares de nuestras fuerzas armadas, que en realidad eran  monitoreadas y tuteladas desde el Pentágono y desde comandos como el Sur y la Escuela de las Américas donde por décadas se entrenó oficiales para combatir al comunismo internacionalizado por la URSS y operativizado por Cuba, y cuando este cayó en desgracia, para luchar contra las mafias narcotraficantes y de esta manera retener el control político que desde Washington se ordena con el acompañamiento de instrumentos multilalterales como la Organización de Estados Americanos (OEA).

La Generala Richardson dio a entender que los únicos con derecho a saquear riquezas como las del litio sudamericano son los Estados Unidos a través de sus inversionitas transnacionales en el esquema de llevarse la parte más grande de la torta, para dejar por estas tierras las migajas de tiempos en los que a nombre de la modernidad tecnológica de se justificaba una correlación de fuerzas en las que los yanquis mandaban sobre nuestros países, siempre facilitados por los históricos cipayos o agentes locales que rendían pleitecía a la injerencia, al sometimiento político y al saqueo de nuestros recursos naturales a través de esas venas abiertas sobre las que escribiera Eduardo Galeano en 1971. 

Desde que en Bolivia se nacionalizaron los hidrocarburos el 1 de mayo de 2006. durante el primer gobierno de Evo Morales, las reglas de juego para la inversión extranjera cambiaron radicalmente, en tanto, ahora, las empresas de afuera se han visto obligadas a ceder ante las políticas soberanas del Estado boliviano que por ejemplo, en el caso del litio, acaba de decidir trabajar con la empresa china CATL BRUNP & CMOC (CBC) con la cual Yacimientos del Litio Boliviano (YLB) firmó un convenio el pasado 20 de enero para la construcción de dos complejos industriales con la tecnología de Extracción Directa de Litio (EDL) en los salares de los departamentos de Potosí y Oruro.

De manera rotunda y frontal, el ministro de Hidrocarburos de Bolivia, Franklin Molina, le respondió a la jefa del Comando Sur, afirmando que “el país es libre y soberano para decidir trabajar con los países y empresas que nos ofrezcan mejores condiciones” y realizando una durísima crítica en sentido de que la generala Richardson pone en evidencia una falta de lectura actualizada sobre lo que sucede en el mundo y una desesperación  --voracidad habría que añadir—porque los Estados Unidos pudieran hacerse del control del litio boliviano.

Hay que decir entre paréntesis que ninguno de los homólogos del ministro Molina que forman parte de los gobiernos de Gabriel Boric de Chile y Alberto Fernández de Argentina, se han manifestado al respecto. El twit completo del ministro Molina dice lo siguiente: “La declaración de la Sra. Richardson, Jefa del Comando Sur de #EEUU, utilizando términos tan agresivos como patio trasero para referirse a #Latinoamérica, muestra un total desconocimiento a la importancia de nuestra región en el desarrollo a nivel mundial.”

El Encargado de Negocios de EE.UU. en Bolivia, Jarahn Hillsman salió al paso contra las declaraciones de ministro de hidrocarburos Boliviano, pero en realidad lo que terminó haciendo con su comunicación oficial, fue desautorizar las declaraciones de la Jefa del Comando Sur, en una llamativa contradicción si consideramos la coherencia y los monolíticos mensajes con los que se manejan los aparatos informativos y mediáticos del imperio: “A través de un comunicado, Estados Unidos rechazó denuncias de supuesto intervencionismo en el proyecto de explotación e industrialización de recursos naturales, entre ellos el litio, en Bolivia./ Estados Unidos respeta plenamente la soberanía de los países y su derecho a desarrollar sus recursos naturales y rechaza rotundamente las infundadas aseveraciones de intervención” (diario La Razón de La Paz, 16 de marzo).

Mientras la Generala Richardson exhala aires imperiales de viejo tiempo, al Encargado de Negocios en La Paz, Hillsman, no le ha quedado otro camino que fijar una posición políticamente correcta. Entre líneas habrá que decir que entre la brusca frontalidad militar y el proverbial doble estándar de la diplomacia estadounidense se ha producido un choque y una incongruencia inusuales.

La intervención del Ministro de Hidrocarburos, Franklin Molina no podía ser más oportuna. Acostumbrado a la sumisión y al silencio cómplice de sus agentes locales, el Comando Sur no calculó que un país como Bolivia que ahora defiende sus recursos naturales con el cuchillo entre los dientes, podía salirle respondón. Al punto que el Encargado de Negocios estadounidense --no hay embajadores en La Paz y Washington desde que Evo Morales expulsara a Philip Goldberg en 2008 acusado de conspiración-- no tuvo otra que ponerle paños fríos a las destempladas declaraciones de Richardson.




Originalmente publicado en Noticias de América Latina y el Caribe (NODAL) el 21 de marzo

Sacaba y Senkata en la memoria: Un libro que Luis Fernando Camacho debería leer

 Dos frases definen el golpe de Estado de noviembre de 2019 y al gobierno de facto, producto de la sucesión inconstitucional que llevó a la presidencia a Jeanine Áñez: “Iban a hacer volar la planta de Senkata” y “se dispararon entre ellos” (puente Huayllani, Sacaba).

La mentira es la base de sustentación ideológica de los especialistas en la construcción de narrativas que fundamentalmente circulan por las redes sociales, con el propósito de penetrarlas y posicionarlas en el imaginario colectivo. Así fue que se decidió “defender” la planta de YPFB y criminalizar a esos salvajes que se disparaban por la espalda con el propósito de convertir en culpables a policías y militares. Así fue que intentaron salvar responsabilidades. Al final de cuentas, los asesinos quedaron al descubierto y en plena evidencia.

¿Quiénes iban a hacer volar la planta de Senkata? Respuesta concluyente e indiscutible: las hordas salvajes. ¿Quiénes se dispararon entre ellos, como dijo el ministro de la Muerte, Arturo Murillo? Respuesta concluyente e indiscutible: Las hordas masistas.

Salvajes y masistas. De esta manera comienza el ataque inmisericorde contra los cuerpos y las cabezas de quiénes salieron a oponerse a la renuncia-derrocamiento de Evo Morales. No son personas, no son seres humanos, son como señala cualquier diccionario un “grupo de gente que obra sin disciplina y con violencia”. Digamos un rebaño que camina por donde el pastor las guía. El expresidente del Comité Pro Santa Cruz, Rómulo Calvo sabe mucho de este lenguaje. A no olvidar que para el, todos esos “masistas de mierda” no son otra cosa que “bestias humanas”.

La publicación de “Sacaba y Senkata: Noviembre en la memoria (Letras e imágenes de nuevo tiempo” a cargo de la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia no podía ser más oportuna como punto de inflexión para que quede contundentemente transparentado quiénes fueron en realidad los que dispararon, qué ordenes recibieron y de qué manera están convencidos de haber “pacificado el país” con la promulgación de un decreto (4078) que se constituía en la carta blanca para abrir fuego contra la población civil armada de wiphalas, palos y piedras y cuál era el tono gubernamental de Áñez y sus secuaces para generar un disciplinamiento, so pretexo de combate al coronavirus, con tropas militares patrullando las calles en carros blindados.  Desde que se acabara el gobierno de facto (noviembre de 2020) ya no circulan por mi zona camionetas con efectivos ataviados con uniformes de camuflaje que con su amenzante presencia me devolvieron a mi infancia de los años 70 cuando el Gral. Banzer mandaba y perseguía a subversivos del Ejército de Liberación Nacional  (ELN) para hacerlos desaparecer bajo el paraguas del Plan Cóndor.

“Sacaba y Senkata: Noviembre en la memoria” es un libro de 600 páginas que contiene materiales generados a partir de convocatorias a concursos. Es un libro de libros. Figuran en el, los trabajos que obtuvieron los primer y segundo lugares en las categorías de ensayo, cuento, poesía, dramaturgia, fotografía testimonial y fotografía artística. Sus autoras y autores escriben con el fuego de la indignación y la palabra precisa en cada género. En formato grande (tamaño carta), papel ahuesado y para las fotografías, en couché blanco, es la primera gran publicación acerca de una constante en nuestra historia colonial y republicana, la de la desaparición forzada o la eliminación física de quienes se atrevieron a salir a las calles para reafirmar y defender un ideario de vida, y en ese intento se les fue la existencia misma, producto de una despiadada represión por aire y tierra, ordenada y coordinada logísticamente por el entonces Comandante de la Fuerza Aérea, Gonzalo Terceros y varios de sus colegas del Alto Mando Militar del Ejército. Golpistas y como si no fuera suficiente, carniceros, masacradores del pueblo.

Paloma Gutiérrez (segundo lugar en poesía sobre Senkata) resume perfectamente lo acontecido: “Informes de un día/ de un martes de muerte/Informan que fueron 9/ 9 hombres menores de 39/ Autopsias confirman/ la causa de muerte/ Los 9 por bala/ Masacre que espanta/ Informes de un día/se huele la muerte/ Ni el gas lo impedía/ Senkata lo siente/ Ministros que mienten / ocultan la muerte/ Sus balas mataban/ de frente y con saña/ Informes de un día/ informes de muerte/ Golpismo fascista/ racismo candente.”

Escrito por hacedores de la palabra de generaciones jóvenes, se encuentran textos que van desde las lecto escrituras de ese momento político de crisis estatal, el recuento crítico de los daños y las tragedias familiares (ensayos) como consecuencia de las masacres, hasta las formas creativas del cuento, la dramaturgia, la poesía y un conjunto de fotografías que registran las convicciones, el dolor, la lucha, y la violencia institucional, que nuevamente ponen de manifiesto, como ha sucedido a a lo largo de nuestra historia, quiénes son los masacradores y bajo las ordenes de quiénes actúan. En este contexto, sería bueno hacerle llegar un ejemplar hasta Chonchocoro a Luis Fernando Camacho, el que obtuvo la ayuda de papá, para que los militares se cuadraran en contra del poder constituído violentando las leyes y los cuerpos y almas de esas hordas masistas y salvajes por las que hoy continúan llorando desconsolados, padres, madres, abuelos, abuelas, hijos e hijas. Ahora que está alojando en una pequeña habitación que no se parece en nada a una celda carcelaria, Camacho podría comenzar con este libro, a conocer la historia de Bolivia, ese país al que desconoce y en el fondo desprecia, desde esas ínfulas de karayana que lo definen. Si hay una condena de la que no hay escapatoria es la de la palabra que se transforma en historia y en memoria popular.



Originalmente publicado en Escape de La Razón el 19 de marzo


¿Peor que en dictadura?

 

La nueva presidenta de la Asociación de Periodistas de Bolivia, Zulema Alanes, ha inaugurado su gestión con una frase de campanillas: Estamos “peor que en dictadura” dijo con respecto del ejercicio del trabajo periodístico y la libertad de expresión. De esta manera, Alanes se suma al escuadrón de opinadores antimasistas que han hecho de su “anti”, una razón de vida.

La última columna, o más precisamente el último discurso de odio perpetrado por Humberto Vacaflor Ganam, desmiente olímpicamente a Alanes. Para evitar sospechas de sesgo, transcribo a continuación los dos mil noventa y ocho caracteres en los que el opinador de algunos diarios conservadores del país y de la muy reaccionaria Infobae de Argentina, que con el título “Tiempo de partir” (El Deber, 6 de marzo), demuestra por escándalo que en Bolivia la libertad de expresión tiene espacio para admitir,  sin restricción alguna, incluso libelos infamatorios fabricados en alguna cocina de la frustración y la impotencia:

El jefe del MAS es un corrupto, según lo dicen quienes siguen al subjefe del MAS, que es señalado como corrupto por los seguidores del primero.

El uno ha hecho negociados con todo, pero ahora se habla del litio, que manejó su canciller Huanacuni, para entregarlo a los chinos por debajo de la mesa, según dicen los del número dos.

El segundo es un corrupto de vértigo, porque hace negociados con YPFB cuando la empresa está herida de muerte por los negocios sucios anteriores, todos del MAS, de cuando él era ministro.

Han invertido los dos, mil millones de dólares en el proyecto de explotación de litio por evaporación, que ahora el propio MAS admite que es un fracaso.

Se han robado $us 55.000 millones que llegaron al país cuando ellos, sin saber leer ni escribir, literal, gobernaban el país. Han destruido las instituciones y han llevado al país al borde de ser declarado “Estado fallido”.

Los ahorros de los nuevos ricos del MAS figuran en bancos extranjeros, con cuentas cifradas, como las del vicepresidente del N 1 º, ahora dedicado a administrar sus fortunas en el exterior.

El número uno denuncia la existencia de los “guerreros digitales” sin recordar que él mismo reclutó ese batallón de falsarios dedicados a desprestigiar a los que no estaban de acuerdo con el festín de la corrupción.

Mandó matar a Marco Antonio Aramayo porque denunció la corrupción del Fondo Indígena. Mandó matar a los esposos Andrade porque iban a informar de la dictadura narco de Chapare.

Y el Nº 2 aprobó, en 2006, que se construya un museo en homenaje al lugar donde nació el Nº1, que costó $us 7 millones, y ahora parece un chiquero.

Ahora es presidente cuando en Santa Cruz hay 8 hospitales que no funcionan porque no tienen personal, mientras el dengue mata a decenas de niños.

El país está cansado de estos ladrones disfrazados de políticos. Los bolivianos los han despedido en un referéndum de 2016 y en una elección de 2019.

También los han despedido en 2020, pero el fraude ocultó las cifras verdaderas.

Para estos sátrapas ha llegado el momento de partir. Tendrán que elegir el mejor pretexto, pero deben irse.

Resumen de la columna de Vacaflor: Corruptos. Autores de negociados. Ladrones disfrazados de políticos. Destructores de instituciones. Fabricantes de un “estado fallido”. Nuevos ricos. Vicepresidente del número uno que ahora administra sus fortunas en el exterior. Asesinos (mandaron a matar a Marco Antonio Aramayo y a los esposos Andrade). Sátrapas. Deben irse.

En los breves párrafos cometidos por Vacaflor no hay un solo elemento respaldatorio de semejantes afirmaciones. En una indisimulable subestimación de quienes lo leen, da por sentado que lo que dice es palabra santa, irrebatible e indiscutible. Me pregunto quién pudo haber sido el valiente que en tiempos de dictaduras militares escribiera de esta manera contra los generales Barrientos, Banzer o García Meza.

Evo Morales es el presidente más agraviado y discriminado por opinadores y operadores mediáticos disfrazados de periodistas de la historia de Bolivia. No lo es menos el que fuera su Vicepresidente, Alvaro García Linera, al que el mismo Vacaflor aludió alguna vez con entusiasmo homofóbico sobre sus supuestas preferencias sexuales. Se trata del mismo Vaclafor que tuvo que pedir disculpas por haber acusado a Morales de instruir la muerte de los esposos Andrade, disculpas que Morales aceptó en octubre de 2016.

Una cosa son los abusos callejeros, producto de excesos policiales, pero eso, de ninguna manera tiene que ver con el ejercicio de la libertad de expresión, sino con incidentes aislados que no tipifican cuadros de situación. En Bolivia se puede pulverizar con creces el uso irrestricto de la libertad de expresión donde el agravio, la calumnia y la bajeza para decir las cosas, se ha convertido en moneda corriente. Vacaflor lo demuestra cada vez que redacta sus artículos por lo que no ha recibido ni siquiera una crítica. Se lo asume como de quién viene.  



Originalmente publicado en la columna Contragolpe de La Razón el 11 de marzo

Los votantes del MAS no se merecen esto

 

Recuerdo con nostalgia los días en que con un aguayo sobre sus espaldas, Evo Morales era uno más de los marchistas indígenas, uno más de los bloqueadores de carreteras, uno entre todos, confundido en abrazos y vigilias, transcurriendo noches de cielos estrellados, de dormir a la intemperie. Hoy día, Evo Morales llega en avión alquilado para presenciar la entrada del carnaval de Oruro. Entre el cielo y el suelo hay demasiadas diferencias de espacio, de tiempo, pero sobre todo de actitud.

Los votantes del Movimiento al Socialismo – Instrumento Político para la Soberanía de los Pueblos (MAS – IPSP) no se merecen –no nos merecemos- el castigo cotidiano y mediático al que estamos siendo sometidos debido a unas pugnas desatadas desde la añoranza por la silla presidencial. Votar por el MAS desde las elecciones de 2002 se convirtió en el mecanismo que inició el derribamiento del neoliberalismo secante, indolente, individualista y represivo que ha terminado por fracasar en gran parte de nuestros países de América Latina, al extremo que ni empresarios como Doria Medina estarían dispuestos hoy a aplicar las recetas ochenteras enviadas desde el FMI, el Banco Mundial y el archivo del Consenso de Washington. Han terminado aceptando, por la fuerza de los acontecimientos históricos, políticos y sociales,  que es necesario un modelo económico mixto en el que el emprendedurismo capitalista debe armonizar con el soberanismo nacional popular.

Evistas. Arcistas. Choquehuanquistas. En estas parcelas se mueven hoy las facciones masistas que cuentan con unos operadores y portavoces de vergüenza. El diputado Héctor Arce es el mandado a comparecer ante cámaras y micrófonos para defender a capa y espada la legitimidad histórica del jefe de su partido. Su discurso no admite que las pretensiones renovadoras dentro una tienda política, forman parte del sano ejercicio de la alternancia interna en la que nuevos cuadros deberán prepararse para tomar la posta. En esas lógica, los ex compañeros llamados renovadores han sido reducidos a la categoría de traidores y en ese trayecto dominan los insultos, las calumnias, las descalificaciones de todos los tamaños sin dejarle ni el mínimo espacio al debate programático con horizonte de mediano y largo plazo.

En la vereda de enfrente, Rolando Cuellar, tan impresentable como Arce, se la pasa insultando y descalificando el presente de Evo y sus responsabilidades en la crisis de 2019. Desde su cuadrilátero fustiga a diario a los llamados radicales convencidos de que la vida comienza y termina con Evo. Están mandando a la mierda algo que no construyeron sólo ellos, sino, fundamentalmente aquellos que desde la ciudadanía de a pie le depositaron su confianza para que se diseñara y empezara a ejecutar la edificación de un país más igualitario, con equidad, redistribución de la riqueza, privilegiando el mercado interno, pero en primer lugar , incorporando al escenario político y social a cientos de miles de bolivianos que desde 2006 sintieron que Bolivia también había sido su país, haciendo flamear tricolores y wiphalas.

En este escenario, el presidente Arce no dice nada al respecto, dedicado a dirigir su gestión gubernamental, Choquehuanca, lejísimos del insulto y de la guerra verbal, invoca permanentemente a la unidad y a la preservación del proyecto político que tiene al MAS gobernando Bolivia desde 2006, con el execrable interregno determinado por la llegada de una presidenta ilegitima, inepta, violenta y víctima propiciatoria del apetito y codicia machistas que caracterizaron a su gobierno.

En los reductos más obsecuentes, Evo es inamovible y se persiste en la subconciencia de su eternidad en la política y en el ejercicio de poder, y ya sabemos con detalle cómo puede terminar esa idea de predestinación en la que queda fuera toda discusión acerca de pluralidad, de organicidad partidaria, de convenir quienes quedarán en mejores condiciones para reproducir el poder de acuerdo a lo señalado a la coyuntura cercana a nuevos comicios presidenciales.

Mientras tanto, el patético show de masistas sacándose los ojos entre unos y otros no tiene pausa. Y para ello las carpas del circo mediático bien instaladas por la derecha son amplias y cómodas para admitir a todas las audiencias, las propias y extañas, en el convencimiento de que no hay para qué presentarle pelea al partido de gobierno, si el principal opositor a la gestión presidencial vigente es el mismísimo jefe de ese partido de gobierno que tiene entre ceja y ceja la candidatura de 2025.

Fidel Castro dijo que sin unidad el proyecto político emancipador del continente puede muy probablemente terminar fracasando. Sería interesante que Evo comprendiera que hoy en Cuba, el presidente es Díaz Canel, escucha a la voz de la experiencia, Raúl Castro, que sigue siendo un factor de poder en la isla caribeña, sin necesidad de pensar en cargo alguno. Este modelo de relación sano y constructivo pudo haber sido adoptado por Evo en Bolivia. Está claro que el ímpetu evista no admite otra cosa que su propia figura ejerciendo el poder.  



Originalmente publicado en la columna Contragolpe de La Razón el 25 de febrero

 

El preso 181

 

Ya no es Camacho, es la libertad y la justicia. Ya no vale discutir si cometió delitos o no y por ello se determinó su detención preventiva, sino la forma en que habría sido apresado con una narrativa que quiere imponer la versión de un secuestro violento. Esto significa que Camacho es el preso político 181, no uno de los violentadores del orden constitucional en octubre-noviembre de 2019. Como el gobernador de Santa Cruz – no el golpista de 2019—es prisionero por una lucha de supremos ideales, hay que victimizarlo y para ello la información casi diaria dice que no le permiten recibir visitas, le introducen una cámara en su dormitorio para espiarlo con aviezas intenciones proctológicas, porque de celda de recinto penitenciario, el hábitat del individuo en Chonchocoro tiene nada, en tanto se le ha otorgado un espacio con características de estrellas hoteleras, precisamente para intentar neutralizar más instalaciones mediáticas relacionadas con violaciones a sus derechos ciudadanos.

En esta incesante guerra política boliviana, la batalla cotidiana por demostrar quién ostenta y defiende valores humanos y libertades ciudadanas, la estrategia es clara: Camacho no es un golpista, es un defensor de la democracia que encabezó la movilización ciudadana contra un tirano que quería atornillarse en el poder para siempre, y por lo tanto, no es un ciudadano con presuntos delitos en su haber, sino un perseguido –y capturado-- político, víctima del autoritarismo, de la dictadura masista, del terror judicial activado por el partido azul, el partido con un presidente del Estado que vive recibiendo el embate diario del mismísimo jefe histórico defenestrado al que no le entra en la cabeza que la repostulación es una opción posible y legítima para quién ejerce mandato por primera vez.

Libertad. Justicia. Democracia. Dicen que por todo esto lucha el sacrificado gobernador de Santa Cruz y en ese transcurrir de titulares tendenciosos y mal intencionados, y gigantesca manipulación informativa, al gobierno y a su instrumento político partidario le está faltando proactividad y creatividad para recordarnos sobre qué otros valores humanos se comenzó a gestar el que se llama proceso de cambio: Democracia sí, pero con inclusión social como nunca antes a partir de un cambio en la matriz del funcionamiento del Estado. Procesos electorales sí, pero con ampliación de lo representativo a lo participativo con un significativo ensanchamiento del espacio para la incorporación de nuevos actores sociales y étnicos para la toma de decisiones. Libertad económica sí, pero con la inserción del fundamental concepto de equidad para que la redistribución alcance a sectores a los que nunca les llegó casi nada en la historia republicana. Desarrollo productivo sí, pero con preceptos soberanistas innegociables que hoy han reducido los márgenes del saqueo perpetrado con la inversión extranjera y sus agentes locales. Es decir, más democracia, por su ampliación en materia de derechos individuales y colectivos, y en sus mecanismos de participación, políticas económicas con prioridad en el potenciamiento del mercado interno y por lo tanto, democracia más plural que en cualquier otro momento de nuestra historia, pero paradojicamente, combatiendo débilmente el empeño de los fabricantes de mentiras desde las oposiciones, en sus expresiones parlamentarias, mediáticas, empresariales e institucionales.

En la utilización de un conjunto de técnicas de direccionamiento informativo, la maestría y el doctorado en Mentira Sistemática significa graduarse en la cancha de la pelea, y para ello, los reinvindicadores de la democracia y la libertad contra la dictadura y el autoritarismo, utilizan artefactos como los comités cívicos y ese esperpento llamado CONADE para justificar el golpismo, las violaciones a los derechos humanos y las masacres nada menos que en una audiencia virtual con la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). Se trata de organizaciones de cultura logiera en que unas cuantas roscas se eligen y reeligen permanentemente para saltar al escenario público y atribuirse la representatividad del “pueblo boliviano”, otra patraña fácilmente desmontable, eso sí, con estrategia, convicción y acciones sistemáticas diarias que por ahora no se vislumbran.

Luis Fernando Camacho, Jeanine Áñez y su hija Carolina, Rómulo Calvo y otros autores del mismo riñón ideológico, son los cultores de la violencia política verbal que contradice sus supuestas convicciones democráticas. Persiguieron, judicializaron, criminalizaron, y masacraron al masismo, esa categoría de bestias humanas que no se merecen una vida digna y respetable. De eso están hechos estos demócratas y libertarios, de un racismo inocultable y de una auténtica vocación por el exterminio de lo plebeyo. El 181 es un preso político, no un golpista con entrañas fascistas. Lo dicen con toda arrogancia y cinismo, los mandamases de la mentira organizada.



Originalmente publicado en la columna Contragolpe de La Razón el 11 de febrero

La mentira antimasista

 

La deshonestidad intelectual es hoy día una especialidad de la política boliviana. Es deshonesto intelectualmente quién afirma algo que no es cierto y lo hace con la intención de hacerles creer a los demás cosas imposibles de demostrar y para que esa tarea haya adquirido potencia, circula entre las clases medias urbanas una credencial indispensable que es la del antimasismo. Hay que ser antimasista para aspirar a la licencitatura, la maestría y  el doctorado en eso que se llama mentira organizada.

El día en que llegaron a romperle los platos de la cena de gala a la clase dominante, el día en que indios de distintos orígenes étnicos empezaron a ocupar cargos en el aparato estatal, el día en que supieron que “el indiecito” no iba a a caerse en los seis meses pronosticados desde el paternalismo colonial y la subestimación racista, ese día, se instaló el antimasismo y para ser antimasista hay que saber mentir, hay que manejar algunas técnicas de cómo se manipula la información y a continuación, con esas armas, intentar instalar como verdades históricas, estruendosos disparates desmentidos por los hechos, esto es, por las violaciones a los derechos humanos, las transgresiones a la ley de distintos tamaños y por el ocultamiento de la información que beneficia política y electoralmente, precisamente, al  masismo.

Para ser masista hay que repetir con convicción robotica: “No fue golpe, fue fraude”. Una idiotez pronunciada por todos los autores intelectuales, materiales, encubridores y operadores de la sucesión anticonsitucional que llevó a la presidencia a Jeanine Áñez. La consigna es de gelatina porque en el supuesto demostrable de que para las elecciones de 2019 se hubiera producido un fraude electoral, la forma en que se combatió ese supuesto fraude estuvo plagada de violaciones a la constitución, a las leyes y a los reglamentos legislativos que dicen expresamente cómo y en que orden jerárquico debe producirse la elección de un nuevo presidente del Estado con la participación y el voto de representantes nacionales de la Asamblea Legislativa Plurinacional. No se ha constatado, hasta ahora, que se hubiera producido efectivamente un fraude electoral y eso que el gobierno de facto tuvo casi un año para investigar y hasta para “montar” una versión sobre el asunto. Sí se tiene constatado, en cambio, que la sucesión fue inconstitucional, y que por lo tanto sí hubo un golpe de Estado que por añadidura tuvo características violentas y desembocó en masacres respaldadas por un decreto firmado por la presidenta y sus ministros. Con tan graves motivos, Jeanine Áñez tiene una condena de diez años de reclusión y Luis Fernando Camacho ha sido detenido preventivamente acusado por su actuación decisiva en el golpe de Estado.

Otra mentira que se viene arrastrando desde que el MAS gobierna Bolivia es la de la “persecución” y los “presos políticos”. En la actualidad se dice que hay como 180 personas encarceladas en el país por “pensar distinto”. Se trata de otra genialidad que no resiste un debate de cinco minutos: Todos a quienes se victimiza como presos políticos en nombre de la “justicia y la libertad” están siendo procesados por la comisión de delitos que consiste en violaciones a los derechos humanos, gran parte de ellos policías y militares que participaron en las masacres de Sacaba y Senkata, así como la quema de la sede de Adepcoca. Una segunda tongada la conforman los investigados por casos de corrupción, incluido Rubén Costas al que le inició un proceso el mismísimo Luis Fernando Camacho, y en un tercer grupo se encuentran quienes tienen acusaciones menores pero igualmente delictivas. Sigo buscando y no encuentro a alguno de estos supuestos presos políticos que haya sido privado de libertad por ese supuesto “pensar distinto” que dicho sea de paso, hasta ahora se circunscribe a militar en el antimasismo con tufo de plegaria evangélica. Todos, absolutalmente todos estos ciudadanos y ciudadanas, están sometidos a la justicia por hechos relacionados con distintos grados de violaciones al ordenamiento jurídico boliviano.

El listado de mentiras convertidas en eslogan callejero y en consigna política tiene otras perlas como esa de que vivimos en dictadura y nos encaminamos a ser como Cuba y Venezuela, afirmación que se vocifera desde las escuálidas concentraciones de la calle 21 de la Zona Sur conformadas por señoritas y señoritos que no quieren saber de aprendizajes sobre la historia de Bolivia. Y para ponerle caviar con fecha vencida al tema, se ha publicado el 1 de diciembre del pasado año lo siguiente: “No hemos tenido en la historia otro  presidente así: Evo Morales primero hizo que perdiéramos el mar y ahora que perdiéramos las aguas del Silala #JuicioDeReponsabilidades.” Quién firma este histórico twit es nada menos que un presidente de asociación de periodistas, de esas en las que se arman cursos financiados por agencias norteamericanas para instruir a sus asistentes, acerca de mentiras del tamaño del sistema solar y que ya provocan vergüenza ajena. Que quede claro: Estos técnicos de la mentira y  la manipulación informativa no admiten pausas.



Originalmente publicada en la columna Contragolpe de La Razón el 28 de enero 

Operadores mediáticos ad nauseam

 

Hasta que llegó el día en que unos indios insolentes ondeando whipalas irrumpieron en el gobierno y luego en el poder, momento en el que la vajilla de porcelana de la abuela se hizo añicos y hasta ahora, con todos los pedazos esparcidos por el comedor, las delirantes bandas de opinadores, “analistas”, tiktokeros, trols y demás fauna reaccionaria, continúan tratando de reconstruir el rompecabezas como si la restauración conservadora consistiera en uno de esos puzles de cinco mil piezas que se van armando con mucha cabeza y paciencia, cosa que no está sucediendo porque lo que falta precisamente es pienso y tomarse en serio al país.

Se trataba de una antigua vajilla a la que tenían acceso unos comensales privilegiados que desde su gran mesa hicieron y deshicieron la Bolivia excluyente y racista, corrupta y clientelista, arrastrada desde la revolución de 1952, revolución que se hizo golpista y que conviritió a los “emenerristas” en socios históricos del militarismo autoritario y fascista de las dictaduras que dominaron Sudamérica entre los 60 y 80.

Todo estaba bajo control hasta que, destrozados los platos hondos, planos y platillos, los indios y los campesinos se sentaron a la mesa y sin ningún pudor comenzaron a tomar sultana con marraqueta en jarros de peltre, ese sustituto de la plata inadmisible para el abolengo y el buen apellido. A partir de ese momento (2006), los bolivianos que soportaban sobre sus hombros, todas las veces que fuera imperativo, gasolinazos, impuestazos y demás medidas ajustadas desde los organismos crediticios internacionales, decidieron que podían gobernar nuestro país al que convirtieron de República a Estado Plurinacional y al que se metieron a fuerza de victorias electorales aplastantes.

Un verdadero horror. Una desfachatez. Un sindicalista bloqueador de carreteras y productor de hoja de coca provocó la ira de blancos y blancoides, quienes lo tipificaron como la personalización demoniaca del populismo, el autoritarismo, la deformación de la democracia representativa y decente. A partir de entonces unos que eran, o por lo menos parecían periodistas, se transformaron en operadores mediáticos, esto es, activistas políticos financiados por agencias norteamericanas de penetración e injerencia, que deben su origen y existencia a las razones anticomunistas de la guerra fría de control y dominación sobre América Latina como puede comprobarse con la misma revolución del 52 en la que metieron mano y hasta el fondo, las administraciones gringas de Kennedy y Johnson.

Con la detención preventiva de Luis Fernando Camacho, gobernador de Santa Cruz de la Sierra, principal activista y materializador de la sucesión inconsitucional que llevó a la señora Jeanine Áñez a la presidencia, los operadores mediáticos, guarecidos bajo el paraguas de instituciones decadentes como la Asociación Nacional de la Prensa (ANP)  y la Asociación de Periodistas de La Paz, han salido indignados a protestar por agresiones de las que fueron víctimas “sus” periodistas en medio de los desmanes, el vandalismo, los incendios, y demás destrozos ocasionados por militantes de la Unión Juvenil Cruceñista a la que por supuesto jamás calificarán como hordas, ya que las hordas en Bolivia solo pueden estar conformadas por masistas –militantes, afines o simpatizantes del Movimiento al Socialismo (MAS)-- según su obsesivo y enfermiza mirada.

Busco y no encuentro. La ANP y la asociación paceña de esos periodistas, tan gremiales como mediocres tantos de ellos, ¿dijeron algo cuando se desataron los atropellos del gobierno de facto de Áñez, como por ejemplo la persecución sistemática desatada contra este diario, La Razón, gracias a iniciativas claramente represivas y atentatorias contra la libertad de expresión, pero fundamentalemente contra la verdad, inventando versiones de negocios “raros” y conexiones con otros medios que nunca existiteron? No podían hacerlo porque precisamente los persecutores mediáticos eran ellos mismos, con capacidad incluso, de acceder a información confidencial de la Unidad de Investigaciones Financieras (UIF), en clara conducta violatoria de la ley.

Estos dizque periodistas han sustituido la palabra esclarecedora y transparente por la mentira y la manipulación informativa sistemática, pero a diferencia de 2019, el masismo ha vuelto a las calles para demostrar otra vez que es mayoría y es con mayorías y minorías que se hace democracia en la cotidianidad, con la aceptación de que esas mayorías son las legitimadoras indiscutibles de la democracia, y las que fueron víctimas de la sañuda persecución, encarcelamiento y tortura sobre la que estos operadores mediáticos miraron para otro lado durante la gestión de Arturo Murillo, ministro cazador, ahora sentenciado y cumpliendo condena en Miami, el paraíso vacacional de muchísimos que hasta hace tres lustros se sentaban a comer en la reluciente, y ahora hecha añicos,  vajilla de la abuela.




Originalmente publicado en la columna Contragolpe de La Razón el 14 de enero

Un hombre sólo

 

La reina del papel couché, Isabel Preysler, acaba de romper con Mario Vargas Llosa. Ha decidido romper su noviazgo de revista del corazón –¡Hola!- para terminar ahuyentando las miles de hojas de papel ahuesado en las que descansan las soberbias novelas del escritor peruano. Como recién ha pasado  a formar parte del registro de los “ex” de Isabel, no se me ocurrió otra cosa que traer a la memoria una canción de Julio Iglesias, el primero de los cuatro célebres ex de esta señora filipina, reportera estrella de reinas, príncipes, casas reales y otros lugares de diseño en los que el lujo es más importante, por supuesto, que la fiesta de un chivo, donde se puede leer la historia ficcionada de un dictador centroamericano, narrada con la rigurosidad y la maestría del escritor arequipeño.

Julio Iglesias no sospechaba en 1987 cuando se publicó este su disco, que terminaría cantándonle “Un hombre solo” sin querer queriendo nada menos que al úlitmo novio de la madre de sus hijos, entre los que figura como primogenito otro cantamañanas igual que el, de nombre Enrique, y que ha hecho de la pseudopoética para señoras que juegan al bridge, la marca exitosa traducida en millones de copias vendidas por continentes y mares.

Julio Iglesias, entonces, le dedicaría “Un hombre solo” a Mario Vargas Llosa:

“Lo tengo todo/Completamente todo/Mil amigos y amores/Y el aplauso de la noche/Voy por la vida rodeado de gente/Que siento mía/Voy de abrazo en abrazo/De beso en risa/Me dan la mano/Cuando es precisa/ La loca suerte besa mi frente/Por donde voy/Pero cuando amanece/Y me quedo solo/Siento en el fondo/Un mar vacío/ Un seco río/Que grita y grita/Que solo soy/Un hombre solo.”

Lo tiene bien merecido Vargas Llosa, por arriesgarse a jugar a chico estupendo a los ochenta y pico años, con una señora de setenta y pico, pero que parece de cincuenta.

Dicen que habían celos de por medio. Dicen que eran incompatibles el vaporoso estilo de vida de Isabel, la reportera estrella de ¡Hola! con la disciplina literaria de Mario. Dicen , por lo tanto, que la vida del espectáculo público de alfombra roja es incompatible con la de la cultura, las ideas, los libros, la ficción, la novela. Falso. Vargas Llosa es tan egocéntrico que creía que todo cabía en un mismo sitio. Alrededor suyo. Que a su tercera edad, era suficiente con que las erecciones fueran novela, cuento o columna de opinión donde expone sus esquemáticas ideas neoliberales anticomunistas, bañadas de rencores contra su propio pasado como militante del boom literario latinoamericano de los 70-80.

Si de algo se ha salvado, finalmente, Vargas Llosa, es de haber dejado de ser padrastro temporal de Enrique Iglesias, ese joven casado con la relampagueante tenista rusa Ana Kournikova, que ha seguido por el insoportable camino paterno de la balada romántica y nos ha taladrado de manera inmisericorde durante por lo menos dos décadas cuando teníamos que escucharlo por culpa del taxista o el micrero de turno. Desconsolado, el coqueto escritor comentó alguna vez cuando se alojó en casa de su hijastro que “habían muchas canchas de tenis, pero ninguna habitación apta para poder escribir”.

 No sabemos si Vargas Llosa terminará como el hombre sólo de la canción. Fue un entusiasta militante de la revolución cubana para pasar a converso rabioso neoliberal. Estuvo casado con una tía. Estuvo casado con una prima. Tiene dos hijos, una hija y media docena de nietos. Es Premio Nobel de Literatura. Recientemente le ha abierto las puertas la academia francesa. Fue candidato a la presidencia y perdió contra un outsider (Alberto Fujimori) de origen cholo japonés, es decir que como político fracasó y cada vez que lo recuerda seguramente sufre de tormentos, y ahora que su última pareja le dijo adiós, tiene que saber, de manera definitiva, que en la vida no todas son victorias del ego, sino que a veces se imponen motivos sentimentales por fuera del control del oficio para escribir, todos los días, en los mismos horarios, con disciplina jesuita.

Hay, sin embargo, un motivo para seguir creyendo en el novelista peruano y para ello hay que leer su última novela “Tiempos recios” (2019) que recrea la Guatemala de los años 50 cuando los Estados Unidos usando a la omnipresente CIA auspició a Carlos Castillo Armas para derrocar al gobierno de Jacobo Arbenz. El neoliberal de las columnas de El País de España, queda aquí suspendido por el autor de ficción que se despacha sin concesiones en una descripción de los métodos intervencionistas y tutelares de los gringos en América Latina. Es que el subconciente colectivo es muy poderoso y con esto queda demostrada una afirmación rotunda de Juan Rulfo “La literatura es una mentira que sirve para decir la verdad” y que el propio Marito enfocaría a partir de su libro de ensayos “La verdad de las mentiras”. Vargas Llosa creyó que escribir dentro la burbuja que le preparó Isabel era posible. Ahora ya sabe porque la cursilería también puede ser literatura.



Originalmente publicado en la columna Contragolpe de La Razón el 31 de diciembre de 2022

El anverso del horror

  Ha sucedido en distintas latitudes que varios creadores audiovisuales fueron advertidos a través de preguntas formuladas por la crítica es...