domingo, 9 de abril de 2023

El preso 181

 

Ya no es Camacho, es la libertad y la justicia. Ya no vale discutir si cometió delitos o no y por ello se determinó su detención preventiva, sino la forma en que habría sido apresado con una narrativa que quiere imponer la versión de un secuestro violento. Esto significa que Camacho es el preso político 181, no uno de los violentadores del orden constitucional en octubre-noviembre de 2019. Como el gobernador de Santa Cruz – no el golpista de 2019—es prisionero por una lucha de supremos ideales, hay que victimizarlo y para ello la información casi diaria dice que no le permiten recibir visitas, le introducen una cámara en su dormitorio para espiarlo con aviezas intenciones proctológicas, porque de celda de recinto penitenciario, el hábitat del individuo en Chonchocoro tiene nada, en tanto se le ha otorgado un espacio con características de estrellas hoteleras, precisamente para intentar neutralizar más instalaciones mediáticas relacionadas con violaciones a sus derechos ciudadanos.

En esta incesante guerra política boliviana, la batalla cotidiana por demostrar quién ostenta y defiende valores humanos y libertades ciudadanas, la estrategia es clara: Camacho no es un golpista, es un defensor de la democracia que encabezó la movilización ciudadana contra un tirano que quería atornillarse en el poder para siempre, y por lo tanto, no es un ciudadano con presuntos delitos en su haber, sino un perseguido –y capturado-- político, víctima del autoritarismo, de la dictadura masista, del terror judicial activado por el partido azul, el partido con un presidente del Estado que vive recibiendo el embate diario del mismísimo jefe histórico defenestrado al que no le entra en la cabeza que la repostulación es una opción posible y legítima para quién ejerce mandato por primera vez.

Libertad. Justicia. Democracia. Dicen que por todo esto lucha el sacrificado gobernador de Santa Cruz y en ese transcurrir de titulares tendenciosos y mal intencionados, y gigantesca manipulación informativa, al gobierno y a su instrumento político partidario le está faltando proactividad y creatividad para recordarnos sobre qué otros valores humanos se comenzó a gestar el que se llama proceso de cambio: Democracia sí, pero con inclusión social como nunca antes a partir de un cambio en la matriz del funcionamiento del Estado. Procesos electorales sí, pero con ampliación de lo representativo a lo participativo con un significativo ensanchamiento del espacio para la incorporación de nuevos actores sociales y étnicos para la toma de decisiones. Libertad económica sí, pero con la inserción del fundamental concepto de equidad para que la redistribución alcance a sectores a los que nunca les llegó casi nada en la historia republicana. Desarrollo productivo sí, pero con preceptos soberanistas innegociables que hoy han reducido los márgenes del saqueo perpetrado con la inversión extranjera y sus agentes locales. Es decir, más democracia, por su ampliación en materia de derechos individuales y colectivos, y en sus mecanismos de participación, políticas económicas con prioridad en el potenciamiento del mercado interno y por lo tanto, democracia más plural que en cualquier otro momento de nuestra historia, pero paradojicamente, combatiendo débilmente el empeño de los fabricantes de mentiras desde las oposiciones, en sus expresiones parlamentarias, mediáticas, empresariales e institucionales.

En la utilización de un conjunto de técnicas de direccionamiento informativo, la maestría y el doctorado en Mentira Sistemática significa graduarse en la cancha de la pelea, y para ello, los reinvindicadores de la democracia y la libertad contra la dictadura y el autoritarismo, utilizan artefactos como los comités cívicos y ese esperpento llamado CONADE para justificar el golpismo, las violaciones a los derechos humanos y las masacres nada menos que en una audiencia virtual con la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). Se trata de organizaciones de cultura logiera en que unas cuantas roscas se eligen y reeligen permanentemente para saltar al escenario público y atribuirse la representatividad del “pueblo boliviano”, otra patraña fácilmente desmontable, eso sí, con estrategia, convicción y acciones sistemáticas diarias que por ahora no se vislumbran.

Luis Fernando Camacho, Jeanine Áñez y su hija Carolina, Rómulo Calvo y otros autores del mismo riñón ideológico, son los cultores de la violencia política verbal que contradice sus supuestas convicciones democráticas. Persiguieron, judicializaron, criminalizaron, y masacraron al masismo, esa categoría de bestias humanas que no se merecen una vida digna y respetable. De eso están hechos estos demócratas y libertarios, de un racismo inocultable y de una auténtica vocación por el exterminio de lo plebeyo. El 181 es un preso político, no un golpista con entrañas fascistas. Lo dicen con toda arrogancia y cinismo, los mandamases de la mentira organizada.



Originalmente publicado en la columna Contragolpe de La Razón el 11 de febrero

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