Koatravel es un blog en el que se
pueden encontrar textos relacionados con asuntos de la vida pública de Bolivia, perdidos con el
transcurso del tiempo. El responsable y autor de este interesantísimo espacio, Freddy Céspedes Espinoza, es un especialista
en turismo y luego graduado en comunicación de la Universidad Mayor de San
Andrés (UMSA). En el referido blog a su cargo figura, incluso, un testimonio
del que fuera chofer de Victor Paz Estenssoro en los años 50, Luis Sánchez
Vargas.
Luego de leer su relato acerca de
la céntrica casa en la que se encontraba el Control Político dirigido por Claudio San Román, fuí en su búsqueda
para que me autorizara publicarlo, con ajustes de edición para esta serie de
artículos sobre la persecución política . En nuestra conversación, Céspedes me
refirió que en esa transformadora y turbulenta época para Bolivia, se quemaban
libros que no eran del agrado del régimen movimientista, y que con los años,
logró organizar una pequeña biblioteca referida a la persecución y a la
violencia política. Él está convencido que los bolivianos dedicados a la
política se pasan la vida persiguiéndosé unos a otros, ajustando cuentas,
echando mano de algo así como un catálogo del rencor y la revancha.
La tenebrosa casona de Claudio San Román
Cae la noche y un constante
aguacero detiene mi marcha por la Calle Potosí y Yanacocha en La Paz, allí
sigue en pie una maciza casona republicana, con ventanales opacos de principios
del siglo XX y vetustos balcones que cuelgan peligrosamente hacia la calle. Pareciera
que este edificio, nunca hubiera tenido color, que nadie sintió apego ni atracción
por ella. Siempre lució igual, desprovista de nobles sentimientos.
Ingreso a la casona y continúa la lluvia con
un viento que me estremece por los fuertes truenos que sacuden la cordillera y se amplifican en la profundidad de la ciudad. Cada rayo ilumina
La Paz, menos a esta casa, hermeticamente
cerrada por sus cuatro lados, prisionera de los gritos internos.
Me deslizo por un zaguán que conecta
al patio casi cuadrado; observo
las habitaciones de la planta baja y levanto la cabeza con temor hacia el
primer y segundo pisos que
mantienen sus corredores y balcones de hierro forjado que permanecen fríos,
sólidos y apáticos ante mi presencia.
Estoy en la casa más abominable
del pasado movimientista, imagino en cada espacio un murmullo inusual de
gente que corre por sus escaleras, escucho los disparos aislados de la
lejanía y duele imaginar a tanta gente asustada que ingresa
a ella por razones políticas. Han sido capturados.
Me doy un respiro profundo, cierro los ojos y los
vuelvo a abrir. Están enfrente mío, bien alineados, los agentes del Control Político del MNR que
tenía las ventanas cubiertas de madera para evitar que se escucharan los gritos
de los torturados. En medio del patio se encuentra un hombre muy moreno,
algunos lo tildan de Negro, cuello
grueso y robusto, casi calvo que con su voz estremece todo el ambiente y arenga
a sus subordinados con palabras durísimas de tinte cuarteril. Se encuentran
también, Luis Gayán Contador, antiguo mercenario chileno que sirvió en la
Guerra del Chaco y segundo en la jerarquía, y Ademar Menacho, ex falangista, obeso pero fuerte como un oso, y aburrido de
la arenga del jefe Claudio San Román. Luego observo a Jorge Orozco Lorenzety,
René Gallardo Sempértegui, Oscar Arano Peredo, Mario Zuleta, José Soria Galvarro, Raúl Gomez, Andres
Herbas Ramallo y otros que conformaban ese grupo de agentes y milicianos a las
órdenes de San Román.
Se trata del aparato de represión
mejor organizado en la Bolivia de los años 50-60, dejando muy atrás a otros que
existieron en nuestra historia, fueran
democráticos o dictatoriales, y que les permitió a varios presidentes
respirar por más tiempo en el poder.
El jefe es el ya citado Claudio
San Román, entrenado por el Federal
Bureau of Investigatión (FBI) de los Estados Unidos de América en técnicas de persecución humana, con
vocación para martirizar y castigar
con violencia extrema a los falangistas, enemigos políticos
del régimen. Fue el creador de la
policía política organizada en Bolivia y supo fusionar técnicas de tortura de la Cheka
rusa y la Gestapo alemana. Bajo su dirección se modernizaron los
sistemas de control de
archivos de seguimiento, ficheros para el manejo de la información precisa
de cada ciudadano, de asociaciones, sindicatos, empresarios,
comerciantes o cualquier militante del
partido (MNR) y de la oposición. Nadie
se salvaba. Todo estaba perfectamente registrado y con un presupuesto altísimo que
erogaba el Estado a través del ítem
“Gastos Reservados”.
San Román y el Control Político
recibían directamente fondos asignados en el presupuesto General de la Nación,
además de otras sumas extraordinarias que la Corporación Minera de Bolivia (COMIBOL)
debía entregar cuando se presentaba alguna emergencia .
Llenar de presos las cárceles
Para San Román tener las cárceles llenas era una
de sus mayores satisfacciones y solía enfadarse cuando no tenía carne para
torturar. Increpaba a sus esbirros, amenazándolos, para que cuando regresara de
sus “diligencias”, pudiera encontrar unos cuantos dientes esparcidos en el
piso.
A mayor cantidad de presos, mayor era el presupuesto. Las sumas
que manejaba San Román eran significativas. Basta anotar que en 1964 se
asignaron al capítulo de Gastos Reservados, 232 millones de bolivianos, --integramente
administrados por San Román—a los que hay que agregar 52 millones que recibía para pago de sueldos
mensuales a los milicianos, 3500 dólares mensuales de entonces que nunca tuvieron
explicación acerca de su destino y otros mil dólares más, también mensuales,
que se le entregaba directamente por orden expresa del Presidente de la
República.
Volvamos al patio de la Casona:
Todos los que estaban formados, habían recibido entrenamiento en violación de
correspondencia, escuchas telefónicas, seguimiento personalizado constante,
técnicas de tortura sofisticadas y
criollas con el único fin de proteger al
Estado del MNR. Además todos habían regresado de la guerra del Chaco y disfrutaban disparar armas de fuego,
cualquiera fuera el motivo.
La planta baja estaba
íntegramente destinada a las celdas para los presos, existiendo en una de ellas
un recinto subterráneo destinado al castigo de los detenidos que, por su estado
de salud, ya no podían soportar tormentos más violentos .
El segundo piso albergaba algunas
oficinas y algunas celdas, pero estaba principalmente destinado a las salas de
tortura, como la llamada cámara de gases en la que eran encerrados aquellos
elementos que se resistían a revelar sus presuntos secretos. Allí se utilizaban
gases lacrimógenos, gases fétidos, gases vomitivos, hasta gases que provocaban carcajadas
que destrozaban el sistema nervioso,
que desesperan y martirizan a la víctima, llegando inclusive
hasta a enfermarla gravemente.
En otra sala de regulares
proporciones, habían sido instalados varios aparatos destinados al castigo de
los detenidos rebeldes o reacios a contestar adecuadamente las preguntas que se
les hacían. El potro del tormento, por ejemplo, era una máquina conocida desde
el medioevo para atormentar a los presos; el
“chanchito”, cuyas horribles consecuencias eran heridas de vidrio roto
en el pecho y en la cara de la víctima; las “roldanas” que se aplicaban atando
al detenido de los pies y estirándolo mediante un fierro que era pasado por debajo de los brazos,
utilizando un sistema de cadenas. Con estos tres sistemas de tortura se
obtenían generalmente los resultados pretendidos, pues a cualquiera le resulta
en extremo difícil soportar por mucho tiempo los agudos dolores que su
aplicación provoca. Existía además un cuarto especial, conocido como el” Cuartito Azul”, que estaba revestido
de cemento, para “bañar” al preso que se desmayaba o que evidentemente no podía
soportar castigos peores, al que se baldeaba intermitentemente y se dejaba toda la noche desnudo o semidesnudo en
el cuartucho con agua hasta cierta
altura.
Finalmente, el tercer piso estaba
destinado a almacenar y revisar toda la correspondencia que se sustraía de
correos , así como todos los libros y folletos calificados como propaganda
comunista o falangista por el experto español Francisco Lluch Urbano. Las
cartas eran secuestradas en valijas de las dependencias postales. Había en este
piso, igualmente, un corredor que aparentemente servía para las prácticas de
tiro de los agentes del Control Político, pero que con mucha frecuencia era
ocupado para simular fusilamientos, causando en las víctimas, graves
alteraciones nerviosas y psíquicas.
El Control Político inició sus
actividades en 1953 con un total de 150 agentes, que paulatinamente fueron en
aumento hasta llegar en 1964 a 600 aproximadamente sólo en La Paz, y sin contar
confidentes, y soplones que no ganaban
sueldos, aunque sí recibían jugosas comisiones: prostitutas, peluqueros,
lustrabotas, taxistas y otros, por ser ellos, los escuchas
y delatores de potenciales
enemigos del gobierno.
“Señor Gayán, cayó un falangista” (Testimonio de Hernán Landívar
Flores)
“ A las 11 de aquel mismo día,
yo, Hernán Landivar Flores, fuí sacado de mi celda y llevado ante Gayán. Al ingresar a su oficina lo encontré sentado
detrás de su escritorio. Inmediatamente me di cuenta, con solo mirarlo, que la leyenda de terror que sobre él corría en el pueblo
boliviano era cierta. Al primer golpe de vista uno comprendía estar ante un
degenerado. Era sencillamente repulsivo. Con un ojo desviado, la mirada fría
que se fijaba en uno, lo hacía aparecer como un poseído. Al levantarse de su
asiento su figura me pareció grotesca.”
“ Hombre corpulento de más de un
metro con 80 centímetros y cien o más kilos de peso. Sus ojos tenían una
aureola roja de un habitual aficionado al alcohol. Su tufo era asqueroso y emanaba
de su cuerpo un olor repugnante. Tenía colgado del cuello un tirante especial
del cuál pendía una cachiporra de goma con la punta emplomada”.
“ El chileno Luis Gayán Contador
fue contratado por la llamada Revolución Nacional para torturar a los
bolivianos, con pésimos antecedentes,
fichado en su propia patria por robos y crímenes y dado de baja del Cuerpo de
Carabineros de su país”.
-“¿ Niega usted ser amigo del señor Unzaga?”
-“No, no niego, soy su amigo y lo
estimo muchísimo, pero no sé dónde se encuentra”.
“ Luego Gayán suavizó la voz , se
sentó y me dijo: El presidente Paz
Estenssoro es magnánimo y le promete que olvidará sus trajines subversivos si
usted nos indica dónde se encuentra el
señor Unzaga y Ambrosio García . Le daremos un cargo en el Consulado de Bolivia
en Buenos Aires y dos millones de bolivianos. ¿Acepta usted? No pierda esta
ocasión que es la única salvación que le queda. Piense en su mujer y sus hijos…Pueden
quedar sin padre!”
-“ Me es imposible indicarle el
domicilio del Señor Unzaga o el de García
porque no sé dónde viven. Nadie puede confesar lo que no sabe. Además
aun cuando lo supiera no se lo diría, pues no nací delator”.
“ Gayán saltó de su asiento y se
lanzó sobre mí . Caí al suelo por supuesto al recibir el impacto de semejante
mole. Traté de levantarme y no lo
conseguí. Me dio un pisotón en el estómago y quedé desmayado. Volví en mí al recibir un chorro de agua fría
en la cara. Cuando trataba de incorporarme, Gayán se echó sobre mí, puso sus
rodillas sobre mi vientre y con sus dos
manazas asquerosas me tomó de la cabeza
y comenzó a golpearla contra el suelo. Pensé que no resistiría un minuto más. Luego con una brutalidad
increíble introdujo sus dedos pulgares en mis ojos que iba oprimiendo lenta y
despiadadamente.”
“Yo no veía estrellas, veía venir
la muerte, sentía un sudor frío y un desvanecimiento que me iba anestesiando el alma. El dolor era
desesperante, el torturador no cesaba de preguntar “Dónde está el señor Unzaga,
Unzaga, Unzaga, dónde está? Y me arrojaba a las narices su hedor y su saliva.”
“Cuando me recupere del desmayo,
me encontraba completamente desnudo y con las manos atadas. Gayan estaba solo y
me contemplaba con mirada siniestra. Luego tomó unos aparatos que no alcancé a
precisar, pero que parecían castañuelas, me agarró con ellos los testículos y
me los fue oprimiendo poco a poco, brutalmente. Fue terrible aquello. Nunca
había sufrido dolor más grande. Me retorcía, me desmayaba, volvía a
recuperar el sentido para seguir
sufriendo la misma tortura y escuchar las mismas inquisiciones : “¿ Dónde está
Unzaga… Unzaga, y al final García…García?”.
“ Sus palabras ya no tenían
sentido para mí. Saciado ya de haberme torturado y sin haber conseguido la
delación que perseguía, Gayán volvió a
llamar a sus ayudantes y les ordenó: “ Llévenlo al Panóptico y si no habla
mátenlo” y dirigiéndose a su principal
secuaz Jorge Rioja, le dijo: “ Tú me respondes de este carajo”. Las torturas continuaron
en el Panóptico……
¿Quién fue Claudio San Román?
Nació en el Valle de Carasa, hoy
Santiváñez, en el departamento de Cochabamba.
Su niñez fue oscura y fue criado por un tío que de acuerdo a las fuentes, lo
ocupaba para hacer mandados y cargar pesados bultos del mercado. De una
infancia vacía de amor, ya joven, con la necesidad de independizarse
de su duro pasado, llegó a La Paz y se enroló
en la Escuela de Clases del Ejército, que entonces se encontraba en la
zona de San Jorge.
Partió como cabo al Chaco, volvió con el grado de sargento reenganchado en el Ejército. Nada
promisorio en su ascenso y como militar
de baja graduación, tuvo que dar
cumplimiento a los diferentes
destinos que le asignaron en Bolivia.
Durante el gobierno de Gualberto
Villarroel en 1943, su paisano José Escobar le ofreció un cargo en el Departamento de Investigación Especial.
Desde allí se le abrió un horizonte promisorio pese a ser semiletrado y comenzó a obrar con astucia y viajar becado a
los EE.UU, ya con el grado de teniente de Ejército. Allí afinaron sus atributos personales en el FBI. Aprendió
el arte de acosar al ser humano, darle caza, y sobre todo, los infalibles
métodos de tortura para hacer hablar y confesar. Era todo un profesional.
En 1946 Gualberto Villarroel fue
colgado en la Plaza Murillo y
quedaron el MNR y Razón de Patria
(RADEPA) desarticulados, pero lo peor
que le sucedió fue haber sido dado de baja del Ejército. San Román, solicitó
ser reincorporado y se lo negaron. También se dirigió a la Policía con su título del FBI y tampoco
lo aceptaron. Fue soplón del Departamento Segundo del Ejército, estuvo en el
panóptico de San Pedro como preso en 1949. Fue tildado de informante dentro la
cárcel y salió para desaparecer.
Al producirse el triunfo movimientista
en Abril de 1952, San Román fue uno de los primeros en aparecer mezclándose
entre los revolucionarios, y por supuesto demandando su cuota en la repartija
de situaciones. Logró que lo reincoporaran al Ejército, también restituir los
sueldos de los años perdidos por la baja, y así se encaramó de a poco en la
difícil lucha de ganarse loas del Ministro de Gobierno, Federico Fortún, a fuerza de brutalidad, inteligencia y
sagacidad.
“Curawara de Carangas palomita, testigo de mis
horrores, ciento por ciento me han de pagar”. Así coreaban los falangistas
torturados en la calle Potosí, luego
trasladados al panóptico y luego a los campos de concentración de Coro
Coro, Catavi, Uncía y los más peligrosos para el gobierno, precisamente a
Curawara de Carangas, cerca al nevado Sajama donde las temperaturas suelen
bajar hasta 25 grados bajo cero.
San Román fue el creador del
Control Político que durante doce años fue
una dependencia funesta y temida en la que se cometieron todos los
excesos y se violaron todos los derechos humanos bajo su dirección. Fue el alma y cerebro de
la organización persecutoria, represiva y violenta de los gobiernos del MNR.
Fuentes de Freddy Céspedes
Espinoza Koatravelnews.blogspot.com:
San Román,biografía de un verdugo
(Autor anónimo )
Infierno en Bolivia, Hernán
Landívar Flores, 1965.
Publicado en el suplemento Animal Político del diario La Razón el 04 de octubre