sábado, 20 de enero de 2018

Los operadores de la media verdad

Ese neologismo denominado posverdad, elevado a categoría de concepto fundamental, es una más de las estratagemas que le confiere un aire de sofisticación al uso de la media verdad que induce a la mentira y que se traduce en la utilización de la parte por el todo --el inciso en lugar del artículo completo para el caso del Código de Sistema Penal—, método con el que se van construyendo ideas-fuerza sustentadas en la desinformación y que promueven la exacerbación que hoy en Bolivia tiene un gran motor en el referéndum del 21 de febrero de 2016 en el que el No se impuso 51 contra 49 al Sí, cerrándole el paso a la modificación del artículo 168 de la Constitución Política del Estado que impide la reelección indefinida de un mismo mandatario-candidato. 
A partir de ese resultado, la Bolivia conservadora que no sabe bien qué país quiere, tiene fijado con obsesividad que el tiempo presidencial de Evo Morales debe concluir en 2019, y por lo tanto juega a combatir lo que no quiere en primer lugar, antes que a vislumbrar un destino comunitario y sostenible para esta nación de naciones con cualidades y derechos de igualación participativa y equidad en la distribución de los ingresos, que ya no podrá retornar al pasado inmediato a la irrupción del evismo y de los indígenas y originarios que ahora ingresan en las oficinas de la burocracia estatal y en los salones de los actos oficiales,  a poco más de una década en que eran expulsados a palos de las plazas principales de algunas de nuestras ciudades.
Planteado así el marco político actual, todo lo que la oposición pueda emplear para activar las minas antipersonales instaladas luego de producida la decisión del Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) que contradice al resultado del 21F, está siendo utilizado a todo vapor con el propósito de menoscabar la figura y la incidencia de Evo Morales en la vida nacional, a sabiendas que un puñado de magistrados sostenidos en el Pacto de San José (1978) perforaron la validez y vigencia de una consulta electoral, ejercicio democrático ininterrumpido en Bolivia desde 1982.
Con la reafirmación de la candidatura de Evo Morales para las elecciones del próximo año, saltaron las alarmas por casi una década desactivadas y una estrategia bien pensada condujo a instruir a los principales referentes de la oposición tradicional a permanecer en sus escritorios tuiteando cuanto quisieran, mintiendo o distorsionando lo que se les ocurriera, pero con la expresa restricción de no encabezar marchas y actos públicos callejeros, que de eso ahora se encargan las clasemedieras organizadas en promociones colegiales y fraternidades carnavaleras porque la legitimidad del reclamo al respeto del referéndum del 21F es un asunto que ya no deberían encarnar, por lo menos no en esta fase táctica, los políticos de viejo cuño, aquellos que se repartieron el poder entre 1985 – 2005, quienes persisten en querer convencer a la gente que son la alternancia por excelencia, aunque la realidad diga que los tiempos de tales exgobernantes que gestaron la democracia pactada debieron someterse, hace más de una década, a fecha de caducidad.
La mentira organizada y perfectamente dosificada por las medias verdades que conducen a distorsiones absolutas,  funciona desde las redes sociales y utiliza la penetración del miedo en las creencias de la gente: Presidente único, partido único, pánico a convertir al país en Venezuela y Cuba, te van a quitar tu casa, o se van a meter en ella para llevarte preso cuando se les antoje, persecución a los que profesen cierto tipo de fe religiosa, y un largo etcétera que podría encontrarse en ejemplos ilustrativos como el expuesto por Carlos Hugo Molina, el responsable de la participación popular en tiempos de Sanchez de Lozada atribuyendolé al vicepresidente García Linera en su cuenta twitter: “que las clases medias están en decadencia es una burla a sus propias palabras que el proceso ha sacado a varios millones de la pobreza”, cuando en realidad el vicepresidente, en un artículo publicado en un diario nacional, hizo una diferenciación entre esa clase media conservadora calificada como decadente y una nueva clase media popular creciente que en términos numéricos sumaría dos millones doscientos mil ciudadanos y que le ha arrebatado una significativa parcela del campo político social que ocupaba a la histórica, privilegiada y conservadora hasta hace poco clase media “única”.


La media verdad que desinforma se alimenta, además, de figuras penales como la difamación, la calumnia y la injuria que esconde, por otra parte , lo que se comenta y dialoga en las horas de bloqueos y marchas protagonizados por nostálgicos del bachillerato o saltarines de comparsa, esto es, el retorno de las expresiones racistas y discriminatorias que permanecieron bien guardadas durante una década en los cisternas del rencor de ciertos actores que hasta 2005 se consideraban propietarios monopólicos de un país que por entonces se diferenciaba entre visibles e invisibles, entre los que tenían derecho a todo y los que casi no existían.

Originalmente publicado el 16 de enero en la sección Opinión de la Agencia de Noticias Fides (ANF)

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