domingo, 24 de junio de 2007

En el torneo de la confusión

Nuestro país es cada vez más confuso y esto porque quienes están llamados al deber de la dilucidación teórica, de la información precisa y oportuna, de la aclaración contínua y didáctica no hacen o hacen mal su trabajo. El Vicepresidente cree que puede persuadirnos que con un par de alocuciones, palabra y realidad quedan empatadas parar tranquilidad del ciudadano de a pie.
Los políticos, a través de sus distintas plataformas --oficialistas y opositores-- contribuyen al maremagnum en el que las consignas han ocupado el espacio de la explicación y la fundamentación basada en algún diseño estratégico, en miradas que vayan más allá de los períodos gubernamentales.
Aplicados alumnos del mirismo fabricante de eslogans y talentosos para erigir los eufemismos en justificación irrrefutable, los masistas ya han aprendido como se va perfeccionando la maquinaria para el control absoluto del aparato estatal, pero lo que hasta ahora no quieren aprender, o les interesa un rábano saber alguna vez,es manejar por separado y con sentido de responsabilidad social, la gestión de políticas públicas --la gestión gubernamental-- y la avanzada irrrefrenable de copamiento absoluto de la estructura burocrática.
El MAS en lugar de sumar, resta para su rédito político. Tiene fisurado al país y ha logrado que se defina con claridad el campo opositor que ya no tiene más su epicentro en los partidos histórico tradicionales, sino en el Comité Cívico Pro Santa Cruz. Y lo peor de todo es que muchos oficialistas, incluído en algunos temas el propio Presidente de la República, están persuadidos que los procesos político- institucionales se pueden transplantar mecanicamente como creen que puede hacerse con el modelo chavista venezolano.
En Bolivia no se podrá cerrar UNITEL como se hizo con RCTV. No se podrá aprobar una nueva Constitución Política del Estado con la imposición de "lo plurinacional" o la superposición de otras autonomías que no sean las validadas por el referendum, las departamentales, es decir, Santa Cruz de la Sierra jamás será Caracas y Evo imposible que pueda transfigurarse en un autócrata de botas y charreteras.
Si se persiste en ese camino, la opción excluyente será la imposición y para que ella pueda triunfar será necesario el enfrentamiento en las calles, la persecución, el linchamiento, los disparos y finalmente la muerte, rasgo fundamental de nuestra cultura política de los cinco últimos años.
El MAS y la derecha han logrado perfeccionar la confusión. Discuten todo puertas adentro, pero al país no le explican casi nada. Elucubran tácticas para el funcionamiento de comisiones, para manipular las formas de votación, en el Palacio de gobierno tienen a J.R. que hace, pero para muchos des/hace, y así vamos por donde vamos, ajenos a cómo funciona la sociedad del conocimiento y la información.
Somos un Estado en indeterminación, una sociedad errática y hay quienes pretenden que se puede sustituir el mercado mundial por el comunitarismo originario. Con este panorama, como ciudadano y periodista, ejercito la memoria y la inteligencia para explicarles a mis hijos con la mayor claridad posible, porque los bolivianos nos hacemos cada vez más imposibles.

viernes, 15 de junio de 2007

Un gobierno hierático

Evo Morales disfruta su presidencia. La vive con intensidad y notoria capacidad para transmitir convicciones. Cuando fue a jugar al Sajama, luego del partido en que su equipo ganó por mínima diferencia, declaró sobre la compra de las refinerías a Petrobras y se le quebró la voz con auténtica emoción nacionalista.
Así como el presidente es capaz de llorar, cada que se presenta la oportunidad, lanza una broma, les habla a sus colegas de la Comunidad Andina de Naciones en plan distendido y cuando pasa al territorio de la queja, también deja notar su nervio lloriqueando, quejándose de los conspiradores, de los neoliberales y de los medios de comunicación que "no sé que tienen con el Evo Morales."
Los aymaras son económicos en gestualidad. Sabemos de su proverbial mirada pétrea, pero parece que las cosas en el Poder Ejecutivo van al revés: El único funcionario de gobierno expresivo y consistente a la hora de las alocuciones, además del presidente, se llama Alejandro Almaraz, Viceministro de Tierras, formado en la Jota Comunista también, parece, en los secretos de la oratoria.
El resto del gobierno es hierático. La inexpresividad para hablar comenzando por García Linera y terminando en Contreritas, el portavoz, es ciertamente lamentable. Y es tan lamentable que un señor tan serio como el ministro de Gobierno, Alfredo Rada, se expone a ponerse por demás en asuntos menores como el pedir la devolución de dos vagonetas todavía en manos de Tuto en su calidad de ex mandatario del país.
L@s ministr@s son unos tristes. Vari@s de ell@s parece que tuvieran estacas en lugar de tráqueas sobre todo cuando tienen que declarar a los medios. Hay una dureza y una omnipotencia en sus rostros como si estuvieran realizando los más grandes sacrificios de la vida. Qué espanto: Mientras el presidente, ríe, llora, lloriquea, recrimina, agradece y despliega una gama de expresiones que le han permitido pulverizar la solemnidad andina, los secretarios de Estado son un lamento boliviano. Incluído Juan Ramón que luego de quitarse los lentes, apenas metió la pata contra la Iglesia, incursionó en el asunto del fútbol con resultados deleznables para sus pretensiones vicepresidenciales, y ni modo, para retornar al púlpito de la sala de prensa del Palacio y defender al Jefe de Estado Mayor de Octubre Negro, Gral. César López, premiado como flamante Presidente de la Aduana Nacional.
Solemnes, sentenciosos y perdonavidas. Ministros: Miren al presidente y traten de contagiarse de su espíritu y su intensidad para gobernar.

sábado, 9 de junio de 2007

Bolivia no cambia aunque Evo cumpla

¿Cómo son/somos los bolivianos?
Aguerridos, luchadores, bloqueadores, huelguistas, concientes de nuestro espacio/tiempo históricos.
Complejos por su diversidad pluricultural, multilingue y ahora parece que plurinacional también.
Conflictivos, porque no es otra la vía que se elige invariablemente para encarar la búsqueda de soluciones a toda demanda e incorregibles porque allí donde parece autenticamente superado el conflicto siempre se advierte una búsqueda por hallar el "pero" siguiente, para que esa sea la palabra que mejor caracterice a nuestro ser nacional, sobre todo en el lado occidental del país.
El historiador José Luis Roca decía hace unas semanas en Santa Cruz de la Sierra cuando presentaba la tercera edición de su libro "Fisonomía del regionalismo boliviano" que la principal contradicción persistía y no se estaba encontrando la manera de superarla: Centralismo versus regiones. Sede de gobierno versus "el interior" de la República.
No hay cambio en Bolivia, si por cambio se entiende remoción de la estructura institucional. Lo que hay es la instalación de un gobierno popular que arrancó auspiciosamente modificando la relación del Estado con las empresas transnacionales de los hidrocarburos que hicieron lo que les vino en gana gracias a las facilidades regaladas por el neoliberalismo.
Ese ímpetu, sin embargo, comienza a frenarse porque cuando ya deben comenzar a notarse señales de modernización del edificio estatal, lo que se advierte son intenciones de copamiento y control absoluto del poder, de sustituir a los pícaros apadrinados por los regímenes anteriores en el Poder Judicial, por otros, igual de dóciles, sólo que ahora al servicio de Evo y el MAS.
A un año y medio de instalado el gobierno, el MAS se parece cada vez MAS al MNR, igual de nacionalista, igual de prebendal, igual de acaparador, igual de manipulador, igual de conducido por un caudillo rodeado por un entorno de adlateres que han encontrado el momento de ajustar cuentas con quienes los mantuvieron proscritos, excluídos, al margen del hecho político boliviano.
Bolivia no cambia, aunque Evo cumpla.
Bolivia podría cambiar si se dibuja un proyecto nacional de cincuenta años en el que la descolonización no sea uno más de los eslógans con las que la clase política ha atragantado a la sociedad civil en los últimos veinticinco años. Bolivia podría cambiar si los numerosos aymaras y quechuas van a dar encuentro a los minoritarios pueblos indígenas del oriente, apaleados por el racismo, el latifundio, la especulación financiera y el aplastamiento sistemático a los derechos originarios por una clase media compuesta por logieros, hijos de las migraciones europeas de las primeras décadas del siglo XX.
Evo cumple, tiene bríos, es poseedor de una gran intución política, pero está comenzando a cometer errores, y el primero, garrafal, que puede costarle muy caro al país es el haber plantado al Prefecto de Santa Cruz, Rubén Costas, y a todo el aparato corporativo que maneja con eficacia el Comité Cívico que ahora preside Branko Marincovic.
Hoy sábado 9 de junio, Evo Morales ha decidido desconocer la legitimidad del Cabildo del Millón, por más reaccionarias que sean sus matrices, igual que cuando se pronunciara por el "No" a las Autonomías en el último referendum nacional.
Si Evo quiere que Bolivia cambie, tiene que pactar con Santa Cruz y tiene que hacerlo con esos fascinerosos de la derecha si pretende evitar que el país se ensangrente.
No es Tuto el líder de la oposición, es el aparato agroindustrial, ganadero, importador, en términos generales, empresarial, afincado en la capital de la horriblemente llamada "Media Luna", Santa Cruz de la Sierra.
La Bolivia de Evo no puede desconocer a la Bolivia fashion que tiene derecho a una modernidad cosmopolita. Si persiste en el ninguneo, será el responsable de una masacre, de una persecución racista zañuda e incontrolable.

lunes, 4 de junio de 2007

¿El Mandela de los indígenas?

Si Evo hubiera decidido ser un indígena abanderado de las causas indoamericanas, si se hubiera reunido con Rigoberta Menchú expresándole su solidaridad por la candidatura a la presidencia de Guatemala, si hubiera edificado un gran encuentro de los indígenas de tierras bajas de Bolivia con los andinos, para reconocer que los verdaderos luchadores por las reivindicaciones de los originarios bolivianos nacieron en la Chiquitanía, en Moxos o en el Chaco desde hace diez años, seguramente tendríamos a un presidente auténticamente comprometido en la cotidianidad con sus hermanos de tiempo y espacios.
No ha sido así, porque a dieciséis meses de gobierno del MAS, ha preferido optar por el perfil dominante de caudillo republicano con referentes delirantes como el de Hugo Chávez. Evo debería estar preguntando por José Ignacio Muiba y por tantos más que fueron para el oriente de Bolivia tan importantes como para el occidente lo fueron Tupac Katari y Bartolina Sisa.
Si Evo hubiera optado por una militancia indígena y no por el perfil de un guerrillero por las luchas independentistas del Siglo XIX podría en este momento llevar su voz a los aproximadamente 350 millones de indígenas que habitan los cinco continentes del planeta. Ha preferido ser un presidente con exacerbado índice de presidencialismo, con un entorno idéntico a todos los malditos entornos que rodean presidentes y les cierran el gran angular para ver el paisaje y todos los territorios posibles.
Evo es presidente de Bolivia. De un país de aproximadamente doce millones de habitantes, incluyendo en ese conteo a los que viven en Buenos Aires, Washington y varias ciudades españolas. Pudo haber sido el líder de los indígenas de Argentina, Brasil, Chile, Paraguay, Ecuador, Perú, Colombia, México, otra vez: Guatemala. Pero no, prefiere ser aliado de Cuba y del chavismo, para remar en trío contra las muy fuertes y consolidadas corrientes mundiales.
Hubiera querido que el indio alzado siguiera en el plan de indio y en cuanto fuera necesario, también alzado. El sabrá por qué prefiere ser un político criollo que se deja absorver por las coyunturas, cosa contradictoria para un proyecto político que pretende llevar adelante a perpetuidad.

El anverso del horror

  Ha sucedido en distintas latitudes que varios creadores audiovisuales fueron advertidos a través de preguntas formuladas por la crítica es...