Esta es la primera parte de una serie de textos dedicados a
la revisión histórica de la persecución política en Bolivia. En las siguientes
entregas figuran la Revolución del 52 con sus campos de concentración, las
dictaduras militares, la puesta en vigencia del Estado Plurinacional y el
actual gobierno de transición como momentos referenciales significativos acerca
de esta controvertida temática referida a las violaciones de los derechos
humanos en nuestro país.
Las dos primeras décadas del
siglo XXI están marcadas por la rotunda imposición de las llamadas redes
sociales y la posverdad que es en realidad la mentira reelaborada desde las
sofisticadas técnicas de persuasión a través de la que se opera la introducción
de contenidos a escenarios mediáticos con el propósito de malversar la realidad
y la historia, y de configurar estructuras mentales congraciadas con un orden
establecido gestado desde los centros de influencia cultural occidental hasta
lo que se llaman periferias, allá donde los índices de pobreza e indicadores
económicos negativos manifiestan las grandes desigualdades que caracterizan al
mundo .
A las redes sociales se ha
trasladado el debate ciudadano de la diversidad temática que caracteriza la
condición y la actividad humana. La frontera entre la vida privada y la vida
pública ha dejado de existir y el respeto por la dignidad como valor
fundamental para la convivencia, ha sido
pulverizado por esa especie de judicialización ejercida en contenidos que
abarcan desde el vestuario que se elige a diario hasta las decisiones políticas
que cada ciudadan@ toma, sea en las urnas, en sus prácticas cotidianas, en su
compromiso o indiferencia con el prójimo, en su adhesión o rechazo a ciertos
preceptos y causas políticas, sociales, económicas, culturales y religiosas.
Cuando se produjo el Cerco de La
Paz en 1781, Facebook, Twitter, Instagram o Youtube estaban muy lejos de
existir y a tres siglos de perpetrado el sanguinario descuartizamiento de Tupac
Katari, el hecho está debilmente registrado en la actualidad a través de los
portales de internet --lo mismo que sucediera cuando todavía el libro era la
única fuente histórica formal--, como autoría de Francisco Tadeo Diez de
Medina, auditor de guerra español, oidor y alcalde de la ciudad en dos
oportunidades, que fuera dueño y señor de las dos casonas situadas, a media
cuadra del Palacio Quemado, en la calle Comercio entre Socabaya y Yanacocha de
la ciudad de La Paz, restauradas y acondicionadas para lo que hoy son el Museo
Nacional de Arte y la Villa de París. Diez de Medina fue quién sentenció en una
de sus grandes residencias, con la pena capital al líder indígena:
“Después de muerto, para público escarmiento, su cabeza fue enviada a
la ciudad de La Paz. Allí estuvo colgada durante tres días en el Alto de
K’illik’illi (hoy mirador de Villa Pabón). Y lo propio ocurrió con sus
extremidades: su brazo derecho fue enviado al pueblo de Achacachi; el
izquierdo, a Sicasica; la pierna derecha, a Caquiaviri; y la izquierda, a
Chulumani. Además, se ordenó que el tronco del cuerpo se mantuviese en la horca
y después fuese reducido a cenizas, las cuales fueron echadas al viento para
que no quede ninguna huella física de Julián Apaza. Toda esta ordenanza fue
cumplida a cabalidad.” (1)
Buena parte de la historia oficial -- por supuesto que
también insertada en internet y en las redes sociales-- tampoco se encarga de
reflejar lo siguiente:
“Se dice que la casona restaurada, ubicada en plena esquina de la plaza
de Peñas, pertenecía a Joseph de Santa Cruz Villavicencio, padre de Andrés de
Santa Cruz y Calaumana, impulsor de la Confederación Perú-Boliviana. Sabemos
que Julián Apaza y sus seguidores fueron traicionados por un antiguo aliado,
Tomás Inga Lipe, en cercanías a Peñas. Fue Joseph de Santa Cruz quien trasladó
a Túpac Katari y a sus compañeros a la ciudad de La Paz para que sean juzgados
por su rebelión contra la corona española.” (2)
Túpac Katari o Julián Apaza fue
el primer gran líder boliviano cuando Bolivia todavía se encontraba lejos de
ser fundada como República, al que se le arrebató la vida por defender derechos
humanos elementales como la libertad, la autodeterminación, la soberanía, o más
simple que eso, el derecho a existir sin yugos, opresión, controles políticos,
y esclavitud económica, con una extraordinaria conciencia sobre la persistente
afirmación de la identidad de los habitantes originarios de estas tierras brutalmente colonizadas con la cruz,
la espada y la Biblia durante casi cuatro siglos. Su impronta, gracias a los
enjuagues de historiadores conservadores, se exhibe en calidad de pieza
valiente de hora cívica, pero sin itinerario vital estudiado a fondo: Era un
indio al que mataron de la manera más brutal por los pecados de ser indio y rebelarse
ante los españoles.
La cruel manera en que le fue
quitada la vida a Katari es el primer antecedente fundamental que marcará, en
el discurrir histórico de nuestro país, a quienes se persiguió, encarceló,
torturó, desapareció y asesinó por razones de dominación política en Bolivia,
lo mismo que a su compañera de vida, Bartolina Sisa, quién también fue fisicamente
eliminada a través del ahorcamiento y sobre la que Servicios en Comunicación
Intercultural (SERVINDI) dice lo siguiente:
“Julián Apaza (Túpac Katari), que luego se convertiría en el esposo de
Bartolina Sisa, también fue parte del comercio de la coca, luego de estar dos
años en el trabajo forzado en la mita en las minas de Oruro. En uno de sus
tantos viajes y frecuentando los mismos lugares, se conoce con Bartolina Sisa.
Bartolina fue descrita por algunos historiadores como una mujer
aguerrida que dominaba el kurawa (onda) y el fusil. Sabía montar caballo, era
joven y de piel morena, atractiva, esbelta y de ojos negros, y muy inteligente.
Mientras que Julián
Apaza era un hombre de buenas condiciones físicas y una inteligencia notable.
En 1772, ya casados, tuvieron el primero de sus cuatro hijos (tres
varones y una niña). Según el historiador Alipio Valencia Vega, el primer hijo
fue capturado en Perú por el brigadier Sebastián Segurola, en 1783, y se cree
que posteriormente fue asesinado. Los otros llegaron a sobrevivir y cambiaron
de nombres y apellidos.” (3).
Esta es parte de la significativa
historia invisibilizada por el conservadurismo aliado a intereses foráneos que
pusieron los ojos, y muchas veces las balas, los cañones, los tanques y los
aviones de guerra, para penetrar la economía nacional a través de controles al
“pensamiento subversivo” de diversas características, que con el transcurrir de
la primera mitad del siglo XX se fueron sofisticando en métodos expresados en
el violentamiento de mentes y cuerpos de aquellos que siempre se situaron en la
vereda de la resistencia popular, de la autodeterminación como imperativo moral
y social, de la defensa de las riquezas del suelo propio como base material
destinada a la subsistencia, en síntesis, en el escenario de la vida digna de
quienes ya eran bolivianas y bolivianos, que ha trascendido de generación en
generación y que combatieron con sus convicciones ofrendando tantas veces sus vidas,
contra los aliados a intereses vinculados a los imperios mundiales y a las
transnacionales que son las que en buenas cuentas gobiernan el mundo: El
capital financiero, la industria armamentística, las industrias de los
alimentos, de los fármacos, de las
sustancias controladas, de los combustibles, hasta la industria del espectáculo
en sus variadísimas y numerosas expresiones. Vaciados de nuestros contenidos
históricos, reducidos a fugaces homenajes de plazuela, registrados en páginas
de textos escolares superficiales y esquemáticos, los que debieran ser héroes o
referentes de vida son simple y llanamente indios revoltosos que se resisitían
a vivir sometidos a la Mita (4) en el occidente minero de la plata y el estaño
del país, y al Habilito (5) en el oriente, en la zona Amazónica rica en goma y
castaña.
En consecuencia, la primera gran
violación, sostenida por décadas, a los derechos humanos en Bolivia, cuando el
concepto institucionalizado de esos
derechos era inexistente, está
relacionada con la conculcación al derecho que tienen los ciudadanos a estar
debidamente informados, en el amplio espectro que va desde las noticias
vehiculadas por los medios de comunicación hasta los contenidos escolares y
universitarios con los que las nuevas generaciones van construyendo su
imaginario social, en el que no caben las que podríamos llamar versiones
alternativas de los distinos hitos coloniales y republicanos que han
desembocado en el último tiempo en la fundación del Estado Plurinacional de
Bolivia que arrastra la herencia de la memoria a través del falseamiento de la
historia popular, del desdibujamiento de la importancia de los desmembramientos
de nuestra original extensión territorial, de las luchas, levantamientos, e
insurrecciones de “los de abajo”, de la culpabilización y criminalización de
las movilizaciones masivas en calles y carretereras, a los designios de “oscuras fuerzas” (lease,
campesinos, obreros, comunismo y socialismo) destinadas a intentar acabar con
la libertad y la democracia cuando el mundo, a mediados del siglo XX, arribaba a tiempos de la Guerra Fría y la
bipolaridad por el control del planeta tuvo enfrentados a los Estados Unidos de
América y a la Unión de la Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) librando
batallas por la penetración ideológica y territorial de tierras y territorios
en la periferie del cosmos, según lo señala la geopolítica: Asia, África y
América Latina.
Invasiones e imposiciones ideológicas, la
instalación de la Cortina de Hierro en el este europeo, la guerra en Vietnam,
las dictaduras militares controladas directamente por el poder político
imperial estadounidense, forman parte de esta historia en la que los contenidos
de una pretendida democracia única y perfecta se transmitieron a través de
todos los grandes dispositivos tecnológico- culturales de masaje cerebral en
niños y jóvenes de todas las latitudes,
a través del cine, la televisión, el deporte y todo cuanto pudiera ser
utilizado para ocupar el tiempo libre y recreativo de la “gente común” de las
ciudades, desinteresada por los asuntos nacionales de la política, y por
supuesto que ahora, desde hace aproximadamente una década con gran fuerza, a
través de las redes sociales que han empoderado la cotidianidad de las llamadas
clases medias que se expresan diariamente a partir de sus estructuras mentales
neocolonizadas.
No considerar el Sistema-Mundo
(6) para encarar las razones primigenias que en 1948 dieron lugar a la
aprobación de la Declaración Universal de los Derechos Humamos es no asumir
que, como dijera Hobbes en su Leviatan (7) “el hombre es el lobo para el
hombre”, que la humanidad ha caracterizado su existencia en la lucha por
dominadores y dominados, explotadores y oprimidos, burgueses y proletarios,
terratenientes y campesinos. La necesidad de la existencia de unos preceptos
relacionados con el respeto a la vida y a la dignidad, que se traducen en
derechos en distintos órdenes que la actividad humana ha confirmado, conforme
la ciencia, la tecnología y en general el progreso tal como lo conocemos en
este siglo XXI, se manifiestan en saltos cualitativos sorprendentes que han
complejizado el funcionamiento de un planeta al que además, en el último
tiempo, la devastación de la naturaleza, la depredación de la llamada Madre
Tierra en lo que deberíamos denominar agresión Norte-Sur, se añade como
problemática mundial, vinculada a los derechos que los hombres y las
mujeres tienen sobre las bondades que la
naturaleza les provee. Es en esta amplia
lógica de sistema que utilizo los ejemplos de Tupac Katari y Bartolina Sisa como
hito significativo de persecución-represión y violencia política en esta parte
del mundo, entonces organizada en el Alto y el Bajo Perú.
Hay aproximadamente entre doscientos
ochenta y trescientos términos y conceptos que conforman el universo conceptual
de los derechos humanos en el mundo. De todos ellos, una gran mayoría son
permanentemente violados en todos los contextos socio culturales de naciones y
continentes. Se trata de la paradójica contradicción de un mundo con una
inagotable capacidad para simplificar tiempos y espacios a través de la
electrónica y la transfronterización de datos, para hacernos la vida cotidiana
más sencilla y funcional, y al mismo
tiempo, con una misión articulada por los poderes económico-financieros,
políticos y religiosos para que nada cambie en términos de correlación de
fuerzas, esto es, que los ricos concentren cada vez más en esas pocas manos lo
que van produciendo a costa de los pobres condenados por los siglos de los
siglos a repartirse las migajas. Se trata del capitalismo transnacional regido
por un puñado de potencias que no llegan a la decena y han hecho del
monetarismo, el mecanismo que rige el sistema sobre el cual hemos sido
obligados a someternos a la acumulación desenfrenada de la riqueza material que
nos informa que el Dios planetario por antonomasia en tiempos de internet y
satélites que todo lo almacenan y vigilan, se llama Dinero y que la búsqueda de
amasar y amasar más de él, es la adicción más nociva y devastadora con los
valores humanos con los que nacieron hombre-mujer.
Es en este marco de comprensión
que debemos abordar los trayectos históricos de la Persecución y Represión
Política en Bolivia, asumiendo a nuestro país como una más de las naciones
dependientes y subdesarrolladas a a lo largo y ancho de casi toda su
existencia, que sometieron su identidad y destino con la facilitación de sus
agentes locales de turno –gobernantes, empresarios, banqueros-- a las
imposiciones del capitalismo que ha sabido introducir los tentáculos de la
injerencia política, condicionando todo lo que supuestamente pudiera
beneficiarnos desde los centros económicos poderosos, al sometimiento de la
República a la voracidad por la apropiación de nuestros recursos naturales
renovables y no renovables que significaron despojo y saqueo durante la segunda
mitad del siglo XIX con la presencia política de los conservadores en el gobierno
--Narciso Campero Leyes, Gregorio Pacheco Leyes, Aniceto Arce Ruiz,
Mariano Baptista Caserta, y Severo Fernández Alonso-- ; y todo el siglo XX, a
partir de la la llegada de los liberales a las esferas del poder
presidencial --José Manuel Pando,
Ismael Montes Gamboa, Eliodoro Villazón Montaño y José Gutiérrez Guerra--, con intereses económicos concretos que los
mantuvieron con los cordones umbilicales invariablemente conectados a Londres y
Washington.
Citas
(1) y (2)” La casa
donde se sentenció a Túpac Katari.” Esteban Ticona Alejo. Diaro La Razón de La
Paz, Bolivia, 16 de junio de 2018
(3) Servicios de
Intercomunicación Intercultural (SERVINDI). www.servindi.org. Lima, Perú, 2016
(4)y(5) La Mita en el
occidente y el Habilito en el oriente de Bolivia, fueron los sistemas
prevalecientes servidumbrales con los cuales los indígenas en tiempos de la
Colonia y las primeras décadas de la República fueron sometidos a la
explotación económica que se traducía en pagos miserables y en especies por
los trabajos desempeñados.
(6 )La perspectiva del
sistema-mundo, también conocida como economía-mundo, o teoría, enfoque o acercamiento analítico de los
sistemas-mundo (expresión original en inglés World-systems approach) es un
desarrollo de la crítica postmarxista que intenta explicar el funcionamiento de
las relaciones sociales, políticas y económicas a lo largo de la historia en el
planeta Tierra. Es una teoría historiográfica, geopolítica y geoeconómica con
gran vigencia y aplicación en las relaciones internacionales
(7) l Leviathan, en
inglés, o Leviatán, como se conoce popularmente, es seguramente la obra más
importante y trascendental del filósofo, político y pensador inglés del siglo
XVII, Thomas Hobbes. Haciendo referencia y escribiendo con espléndida maestría,
el autor hace referencia al monstruo bíblico más temido para explicar y
justificar la existencia de un Estado absolutista que subyuga a sus ciudadanos.
Escrito en el año 1651, su obra ha sido de gran inspiración en las ciencias
políticas y, paradójicamente, en la evolución del derecho social.
Originalmente publicado en el diario La Razón el 20 de septiembre de 2020