Se han apoderado de las redes
sociales versión boliviana, unos especímenes que ejercitan su empeño cotidiano
en hacer del nuestro, un país ridículo que apuesta a no tomarse en serio a si
mismo y que ha convertido la repostulación de Evo Morales en el principio y el
fin de la vida planetaria. Es para quedar impresionado y de tanto sin sentido
perpetrado de a 140 caracteres por minuto, será bueno tener claridad y cierta
experiencia para decidir si desternillarse de risa o ponerse a llorar con la
dignidad de quien sabe hacerlo sin buscar consuelo.
Bolivia es hoy, en términos
generales, una nación de naciones sin partidos políticos, y con candidatos
presidenciales que compraron o se prestaron siglas. Mesa se hizo del FRI. Cárdenas de UCS. Paz Zamora regresa a su
fuente primigenia --el PDC-- que le cierra espacio a una señora que vive en un
helicóptero creativo inventando bases venezolanas allí donde nunca las hubo ni
las habrá. El hijo del chapaco Gringo
Limón encabeza la candidatura de un MNR que ya no es un partido hace mucho,
sino una broma melancolica de un ayer que persiste en revalidarse durante un
siglo XXI signado por nuevas formas de percibir y aprender la vida.
Así tenemos a Mesa con la sigla del partido fundado por el Motete Zamora que
nació a la vida institucional como maoísta y acabó en los brazos de Paz
Estenssoro y Banzer. También figura Cárdenas, el otrora katarista palmoteandose
con unos reaccionarios e intolerantes evangélicos de Santa Cruz de la Sierra
que, juntos, lograron manotear la sigla del partido de Max, el cervecero, un
asistencialista que quiso ser presidente y encontró la muerte antes de tiempo, pero más vale que ahorremos más
descripciones allí donde lo que encontramos a cada paso son anécdotas, unas
debajo de otras, en forma de tweets. Los dos, Mesa y Cárdenas, hay que
recordarlo siempre, fueron vicepresidentes de Gonzalo Sánchez de Lozada y
Sánchez Bustamante.
Con la excepción del Movimiento
al Socialismo (MAS) que es una confluencia en que cohabita la multitud plebeya
con todas sus formas, colores y olores, desafiando la autosuficiencia letrada
de variados presuntuosos que leyeron mucho y comprendieron poco, y el centro
derechista Movimiento Demócrata Social (MDS) de Santa Cruz, en la
desintitucionalizada política boliviana hay siglas con personería jurídica
vaciadas de inteligencia, visión de mundo, visión de país, militantes,
instancias jerárquicas orgánicas o células barriales. En el primer caso, el candidato formalmente
ingresado en el escenario electoral –ese era su objetivo medular en estas
primeras primarias—es el tres veces electo con mayoría absoluta Evo Morales, y
en el segundo caso, encontramos a un Senador de nombre Oscar Ortíz que estoy casi
seguro, ni siquiera sabe como ejecutar el paso básico de la cumbia. El uno antiimperialista a más no poder, y el
otro, pro yanqui, como lo confirman sus distintas ligazones con partidos políticos
del circuito de la derecha latinoamericana alineada con Washington y con
fundaciones entrenadas en tratar de penetrar sin permiso nuestras dignidades
combatientes a tutelajes e injerencias como las que se ejercitan a diario
contra la muy lastimada Venezuela de Nicolás Maduro.
Ese el patético panorama que nos
encara hacia octubre de este recién nacido 2019: 1. Bolivia dijo no, pero
también dijo Sí. 2. El Vice desplegando su mejor esfuerzo para explicar los
impresionantes números de la nueva economía asentada en un modelo distinto al
mercantil neoliberal, pero seguramente, como él mismo dijera, preocupado porque
concurrieron a las urnas menos de la mitad de los militantes de su partido. 3. Samuel
al que por fin le demostraron que no siempre una candidatura es posible
solamente con una chequera rotunda y quedó fuera del ruedo sin siquiera haber
ingresado al vestuario para jugar. 4. La sarta de portavoces remunerados,
operadores disfrazados de analistas neutros que acuden a impartir
capacitaciones a Los Yungas, que cuando están en la ciudad, juegan agazapados
sobre sus teclados a escribir cuanta bazofia crean necesaria para hacer un
Alpacoma virtual, un relleno que de sanitario tiene nada, y de miseria humana
lo viene completando casi todo.
Y si de relleno sanitario las
redes sociales invadidas por la politiquería no muestran nada, como botadero de
desperdicios tóxicos cumplen todos los requisitos: Insultos, agravios,
calumnias, injurias, difamaciones, racismo, misoginia, homofobia, falsedades e
inexactitudes estadísticas, lo que significa que se han pasado trece años
indigestados con el “Indio Presidente” y nunca se detuvieron a planear un
proyecto genuinamente alternativo, capaz de remplazar la democracia pactada
(1985 – 2005) que cumplió su ciclo hecha añicos y conseguir, con ambición
inteligente, derribar el proyecto masista que a esta hora sigue siendo el único
con Introducción, Desarrollo y Desenlace, tal como ya se pusiera de manifiesto
en la Asamblea Constituyente en la que ganó el Sí frente a la negación, esa con la que persisten en
arrancar a Evo de la silla presidencial que ha pasado del piso dos del Palacio
Quemado, al veintitantos de su nueva oficina situada en un rascacielos que
lleva el nombre de Casa Grande del Pueblo, y en la que casi nunca está porque
sigue viajando a tres o cuatro zonas rurales por día.
Frente a tan desolador panorama
carente de creatividad, el pasado fin de semana fui a ver “La mula”, última
película del gigante y conservador Clint Eastwood que a sus 90 años sigue demostrándonos
que pueden existir ciudadanos de derecha dignos y coherentes, que si se atreven
a ingresar en el circuito del narcotráfico articulado por los carteles
mexicanos, saben que les espera la cárcel, declarándose culpables en los
estrados judiciales sin necesidad de que los abogados hagan su trabajo…aquí no,
los representantes del conservadurismo señorial y nostálgico no tienen nada que
ofrecerle al país hasta ahora y cuando cometen delitos cuelgan el cartel de
“persecución política”. Supongo que inventarán algo a título de “programas de gobierno” en los
próximos diez meses para justificar su travesía hacia las elecciones de
octubre. Como alguna vez dijo el ahora octogenario Jaime Paz Zamora: Qué
difícil es amar a Bolivia.
Originalmente publicado el 30 de enero en la sección Opinión de la Agencia de Noticias Fides (ANF)