No puede haber manera más estúpida de hacerle el juego al Imperialismo yanqui, que intentar justificar las conductas de autócratas excéntricos como Kadhafi. Lo ha hecho Fidel Castro desde La Habana hace 72 horas, mientras su amigo venezolano Hugo Chávez ha optado prudentemente por el silencio: Si alguien afín a tí se convierte en indenfendible, no pierdas la inmejorable oportunidad de permanecer callado. (Nota de edición: Chávez finalmente apoyó a Kadhafi afirmando que es su amigo y que Estados Unidos estaría preparado para una invasión).
Kadhafi es un cerdo. Kadhafi es un genocida, en algo se le parece Sánchez de Lozada, en eso, y en los negocios petroleros que hoy maneja desde Washington sonriendo desde una lejana cobardía ante los sueños ingenuos de quienes todavía creen que podrá ser extraditado a Bolivia.
Khadafi va a caer en Trípoli no sabemos si con las botas puestas o utilizando el artefacto preferido de los masacradores de sus propios pueblos, el helicoptero.
Leo "Orientalismo" de Edward Said que hace una puntillosa y abarcante interpretación de cómo occidente, sobre todo a partir de las visiones eurocéntricas y neocoloniales de ciertos intelectuales franceses e ingleses, decidió construír un imaginario tendencioso y sesgado sobre el mundo árabe, y llego a la conclusión de que estos, "los otros", percibidos a partir de esa construcción estigmatizadora, y en muchos casos caricaturesca --fanático, musulmán, suicida, desalmado, sanguinario según esas versiones-- van en camino de empoderarse para desalojar a los militares de opereta, reyezuelos enterrados en fortunas y demás sátrapas.
Ha sucedido felizmente en Egipto, está pasando en Libia, Yemén, Túnez, Barheim, Argelia, Marruecos y por eso Netanyhau declara preocupado desde Israel: a los sionistas se les está moviendo el piso.
Parece increíble, pero es cada vez más cierto que la unipolaridad armamentista y demencial de Bush está siendo contestada con hackers como Julián Assange, con multitudes populares que no quieren paternalismos de potencias que socapan a dictadores, sino simplemente democracia, libertad y pluralismo, y a este lado del charco, una cohesión sudamericana que obliga al señorito Obama a cuidar sus palabras cuando se trata de hablar de Bolivia, Venezuela, Ecuador, y en general de un subcontinente que por fin está entendiendo que hay que actuar en bloque para reducir los riesgos de quedar aplastados como hormigas, sea en defensa de nuestros recursos naturales o en las políticas correctivas e intervencionistas de las luchas antidrogas.
Castro se fue antes del poder porque su inteligencia privilegiada le hace vislumbrar una necesaria remoción de estructuras en Cuba. Por eso tiene a su hermano sentado sobre la silla como muñeco de ventrílocuo. Y ojo, que aquí ya no juegan los putrefactos gusanos atrincherados en esa nauseabunda Fundación Cubano Americana liderizada en algún momento por Jorge Mascanosa. En otras palabras, lo que indigna es que Fidel, por su obsesiva personalidad antiestadounidense les de migas para alimentar a egos reaccionarios como los de Montaner, Vargas Llosa o Apuleyo Mendoza que seguramente estarán preparando la tercera edición, aumentada y corrregida del "Manual del Perfecto Idiota Latinoamericano."
Por razones que trascienden el culto a la personalidad y a la instalación de un pensamiento único, defendimos y defendemos Cuba ante ese Imperialismo yanqui que se empeña en no comprender que las coordenadas del planeta están cambiando. Esto no debe significar, sin embargo, obsecuencia o servilismo. Castro se ha equivocado de una manera horrible, y nuestra honestidad intelectual nos obliga a decirlo. Hacer silencio significaría complicidad y una absoluta falta de ética y solidaridad, por ejemplo, con los ciudadanos libios que están muriendo por recuperar a su país al territorio de la dignidad y la democracia.