El chiste de la democracia
pactada decía que Leopoldo Fernández era tan pobre que apenas tenía un solo
departamento…el departamento de Pando. Prefecto y Cacique, el preclaro líder
territorial del entonces más pobre y aislado territorio del país, manejaba vidas
y haciendas para unos en el mejor sentido y luego para otros con el desenlace
producido con las muertes de campesinos emboscados en una zanja en la zona de
El Porvenir el año 2008.
En cambio, el departamento de
propiedad horizontal del matrimonio Teresa Gisbert Carbonell-José de Mesa
Figueroa, situado en el edificio Brasilia, calle Juan José Pérez esquina 6 de
agosto, no cuesta ni a bala 30 mil, 19 mil o 55 mil dólares según pudiera
establecerse a partir de un convencional avalúo comercial practicado por una
entidad bancaria, porque sencillamente el metro cuadrado en zona tan céntrica,
diagonal al monoblock central de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA),
está por encima de los mil dólares, ahora y también hace una década cuando fue
adquirido por una señora de apellidos Hinojosa Imanareco. Si esa propiedad
horizontal cuenta con una extensión de ciento veinte metros cuadrados, está
claro que el precio es incluso mayor a los ciento dos mil dólares en que más
adelante la misma ex pareja del Coronel Gonzalo Medina, lo habría revendido con rotundo éxito.
No tengo la menor idea de los
precios de los departamentos, -- mientras el hijo de José de Mesa se
desgañitaba tratando de explicar y complicándose gratuitamente con el depósito
que le hicieran a una de sus cuentas personales --, que Evo Morales comenzaba a entregar a
familias damnificadas por el deslizamiento de un apreciable número de viviendas
en una deleznable zona de la ciudad, como lo son el 60 por ciento de las mismas
en toda La Paz, según el mismísimo alcalde Luis Revilla. Es decir que esto me
hizo notar que Mesa hijo no refirió una sola palabra de solidaridad con las
familias caídas en desgracia que por ahora duermen en carpas en la cancha
Fígaro, lo que lleva a suponer que calculó no decir ni pío en un asunto en el
que el Gobierno Municipal de La Paz deberá dar explicaciones estructurales,
superada la crisis, cuando al final de cuentas, los departamentos de los que
dispone el gobierno nacional terminen cobijando a la gran mayoría de esas casi dos
centenas de familias que lo perdieron todo por las inclemencias del cambio
climático, las urgencias que no permiten elegir donde vivir y las
irregularidades para autorizar construcciones donde sea y como sea.
Este lío sobre departamentos debe
llevarnos inevitablemente a comparar las dimensiones simbólicas del
departamento de Leopoldo Fernández, del departamento de los Mesa Gisbert y los
departamentos del plan de vivienda gubernamental, felizmente deshabitados, para
que pasaran a ocuparlos unas familias a las que jamás se les pasó por la cabeza
ni por un segundo, que los sueños de la casita propia se les harían trizas en
un abrir y cerrar de ojos. El
departamento de Leopoldo ha sido democratizado a lo largo y ancho, han dejado
de mandar caciques de distintos tamaños y los pandinos ahora son más bolivianos
que hace aproximadamente dos décadas. El departamento de los papás del ex vice
y ex presidente, ha levantado dudas razonables acerca de cómo se vende y compra
en Bolivia, de cómo se hacen transacciones inmobiliarias a través de,
seguramente, escrituras públicas en las que figuran unas cifras y contratos
privados en que aparecen los montos reales y completos.
Para redondear mi panorama sobre
la propiedad horizontal, decidí examinar el archivo y me encontré con “El
apartamento” (1960), película de Billy Wilder en la que el protagonista (Jack
Lemmon) cedía el suyo a los jefes de su empresa, para que se convirtiera en
refugio de amoríos clandestinos de los que participaba como amante la chica de
la que se enamora (Shirley MacLaine). La crítica de distintas épocas considera
esta sencilla película una obra maestra por su claridad argumental, la
sencillez de su trama y el oficio de sus intérpretes, capaces de exponer los
matices del comportamiento humano a partir de sus pulsiones, así que entre los
distintos departamentos aquí abordados prefiero en primer lugar los de la
solidaridad con los caídos en desgracia y el cinematográfico de Wilder que se
refiere a la doble vida de tantos seres humanos, que en casa tienen una
cotidianidad y en el departamento otra escondida, esa que no admite pruebas de
su existencia.
Originalmente publicado en la sección Opinión de la Agencia de Noticias Fides (ANF) el 08 de mayo