jueves, 23 de mayo de 2019

El departamento


El chiste de la democracia pactada decía que Leopoldo Fernández era tan pobre que apenas tenía un solo departamento…el departamento de Pando. Prefecto y Cacique, el preclaro líder territorial del entonces más pobre y aislado territorio del país, manejaba vidas y haciendas para unos en el mejor sentido y luego para otros con el desenlace producido con las muertes de campesinos emboscados en una zanja en la zona de El Porvenir el año 2008.
En cambio, el departamento de propiedad horizontal del matrimonio Teresa Gisbert Carbonell-José de Mesa Figueroa, situado en el edificio Brasilia, calle Juan José Pérez esquina 6 de agosto, no cuesta ni a bala 30 mil, 19 mil o 55 mil dólares según pudiera establecerse a partir de un convencional avalúo comercial practicado por una entidad bancaria, porque sencillamente el metro cuadrado en zona tan céntrica, diagonal al monoblock central de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), está por encima de los mil dólares, ahora y también hace una década cuando fue adquirido por una señora de apellidos Hinojosa Imanareco. Si esa propiedad horizontal cuenta con una extensión de ciento veinte metros cuadrados, está claro que el precio es incluso mayor a los ciento dos mil dólares en que más adelante la misma ex pareja del Coronel Gonzalo Medina, lo habría  revendido con rotundo éxito.
No tengo la menor idea de los precios de los departamentos, -- mientras el hijo de José de Mesa se desgañitaba tratando de explicar y complicándose gratuitamente con el depósito que le hicieran a una de sus cuentas personales --,  que Evo Morales comenzaba a entregar a familias damnificadas por el deslizamiento de un apreciable número de viviendas en una deleznable zona de la ciudad, como lo son el 60 por ciento de las mismas en toda La Paz, según el mismísimo alcalde Luis Revilla. Es decir que esto me hizo notar que Mesa hijo no refirió una sola palabra de solidaridad con las familias caídas en desgracia que por ahora duermen en carpas en la cancha Fígaro, lo que lleva a suponer que calculó no decir ni pío en un asunto en el que el Gobierno Municipal de La Paz deberá dar explicaciones estructurales, superada la crisis, cuando al final de cuentas, los departamentos de los que dispone el gobierno nacional terminen cobijando a la gran mayoría de esas casi dos centenas de familias que lo perdieron todo por las inclemencias del cambio climático, las urgencias que no permiten elegir donde vivir y las irregularidades para autorizar construcciones donde sea y como sea.
Este lío sobre departamentos debe llevarnos inevitablemente a comparar las dimensiones simbólicas del departamento de Leopoldo Fernández, del departamento de los Mesa Gisbert y los departamentos del plan de vivienda gubernamental, felizmente deshabitados, para que pasaran a ocuparlos unas familias a las que jamás se les pasó por la cabeza ni por un segundo, que los sueños de la casita propia se les harían trizas en un abrir y cerrar de ojos.  El departamento de Leopoldo ha sido democratizado a lo largo y ancho, han dejado de mandar caciques de distintos tamaños y los pandinos ahora son más bolivianos que hace aproximadamente dos décadas. El departamento de los papás del ex vice y ex presidente, ha levantado dudas razonables acerca de cómo se vende y compra en Bolivia, de cómo se hacen transacciones inmobiliarias a través de, seguramente, escrituras públicas en las que figuran unas cifras y contratos privados en que aparecen los montos reales y completos.
Para redondear mi panorama sobre la propiedad horizontal, decidí examinar el archivo y me encontré con “El apartamento” (1960), película de Billy Wilder en la que el protagonista (Jack Lemmon) cedía el suyo a los jefes de su empresa, para que se convirtiera en refugio de amoríos clandestinos de los que participaba como amante la chica de la que se enamora (Shirley MacLaine). La crítica de distintas épocas considera esta sencilla película una obra maestra por su claridad argumental, la sencillez de su trama y el oficio de sus intérpretes, capaces de exponer los matices del comportamiento humano a partir de sus pulsiones, así que entre los distintos departamentos aquí abordados prefiero en primer lugar los de la solidaridad con los caídos en desgracia y el cinematográfico de Wilder que se refiere a la doble vida de tantos seres humanos, que en casa tienen una cotidianidad y en el departamento otra escondida, esa que no admite pruebas de su existencia.


Originalmente publicado en la sección Opinión de la Agencia de Noticias Fides (ANF) el 08 de mayo

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