sábado, 27 de junio de 2020

Las dos Bolivias


La pretensión de imponer una narrativa acerca de los “malditos catorce años” es un obsesivo intento por negar política y mediaticamente algo que para la historia del país parecía imposible hasta 2005: Que los indígenas originarios y campesinos pudieran demostrar que había otra manera de comprender y escribir Bolivia, que más allá de la excesiva concentración de reflectores en la figura de Evo Morales que amenaza con elevarse a la categoría de mito, el país estaba hecho de demasiados pedazos inconexos e invisibilizados, de realidades cotidianas diversas y soslayadas por los señoritos de las zonas residenciales que jamás figuraron en sus cotidianidades de barrio confortable, porque la vida de los nadies no tiene porqué importunar el apoltronamiento y la mirada de la clase media-alta del occidente globalizado.

En ese contexto asoma el miedo al regreso del MAS al poder, ese mismo miedo de tanto cuento chino que busca querer convencer a los convencidos conservadores que ya conocemos, que el culto a la personalidad practicado por un entorno al que en algún momento le exigiremos una contabilidad de sus actos y sus malos consejos, no es suficiente argumento para querer esconder que la Bolivia de hoy pone en el mapa de la vida real a tod@s y ya no más a unos cuantos, que la Constitución que abre las compuertas al Estado Plurinacional es un instrumento que exige perfeccionamiento y profundización, que la inclusión social no es una condescendencia, sino mas bien el resultado de dolorosas luchas,  de varias marchas indígenas por la tierra y el territorio, y masacres  producidas desde principios del siglo XX y un despido masivo (1985) de mineros y trabajadores de las zonas rurales y las ciudades.

El Sí por la repostulación de Evo en el referéndum del 21 de febrero de 2016 estaba fundado en la necesidad de completar un ciclo estatal hasta 2025 a fin de evitar, otra vez, innecesarias y traumáticas transiciones que nos llevan intempestivamente, de un extremo al otro, en este caso,  de un programa de gobierno inconcluso a un gobierno bisagra sin preparación para comprender la misión que le exige su tiempo y espacio, consistente en restituírle al país su derecho a votar para elegir. Y aunque ese Sí obtuvo casi el 49 por ciento de la votación, porcentaje idéntico al obtenido en la anulada elección presidencial del 20 de octubre del pasado año por presunto fraude, las cartas estaban hechadas desde el día en que Morales decidió convertirse en un mal perdedor, alimentando durante los tres años siguientes la animadversión de quienes habían ganado con su No en las urnas, al extremo de haber tenido que salir por la ventana, golpeado por milicos, polis, embajadores y curas con vocación injerencista, gracias a la decisión tomada por ese puñado de opositores que ahora, otra vez, se sacan los ojos entre ellos debido a su falta de musculatura política, y en los casos de Mesa y Quiroga, además, a sospechosos comportamientos reñidos con la honradez y la transparencia en el manejo de la cosa pública.

La Bolivia represiva, negadora de las contradicciones como método para comprender la historia, por desconocimiento o por elección ideológica, se enfrenta nuevamente a la Bolivia del ultimátum obrero por la autodeterminación y mientras entre esas dos Bolivias no se produzca un auténtico pacto social, ni partidario, ni circunstancial, no dejaremos de ser un país de quienes miran con nostalgia el retorno al pasado republicano y quienes comprenden las cosas desde la lógica de la diversidad étnica y las prácticas organizativas con contenido social, con todos los matices que pudieran considerarse, desde la auténtica lucha de los más pobres por mejores días, hasta las maniobras de intereses corporativos que, camuflados en “el pueblo”, apuestan por el capitalismo empedernido, lo mismo que cualquier banquero de Wall Street (lease mineros cooperativistas por ejemplo).

La conjugación de las dos Bolivias fue un intentó del MNR del 52 con la Alianza de Clases y a su manera, a través de una combinación de lo nacional popular con los sectores “privilegiados” quiso hacerla el MAS. En los dos casos, Paz Estenssoro y Evo Morales, fueron defenestrados con el mejor argumento-pretexto que podría encontrarse en cada una de esas coyunturas: Prorroguismo o eternización en el poder. En ambos intentos –1964 y 2019—la Embajada de los Estados Unidos de América jugó un papel determinante y así tuvimos dieciocho años de dictaduras militares inauguradas por el Gral. Barrientos y ahora tenemos una transición gubernamental atorada por una pandemia que sacude al planeta.

Mientras tanto, Bolivia siguen siendo dos, y navega en la contradicción de la restauración del viejo canon republicano o la consolidación de un país con un Estado fuerte, capaz de generar los equilibrios y contrapesos entre nostálgicos, reaccionarios y progresistas, en una actualidad sin liderazgo, sin esa conducción necesaria para encarar tan gigantesca tarea, con posibilidades de superar las profundas diferencias que desembocan en muerte por razones políticas como sucedió en noviembre de 2019, en Pedregal, Sacaba y Senkata.

Bolivia tiene abierta una enorme interrogación acerca de su futuro democrático y con los jugadores que se desplazan en la cancha electoral, no asoma la mínima certidumbre de hacia donde se dirige. Las señales indican que el período de la improvisación se prolongará, seguramente hasta el día en que emerja una nueva agenda a cargo de un equipo que debería estar preparado para comprender el signo de los tiempos, ese que nos está diciendo con claridad que en el núcleo de los acontecimientos deberá intervenir una nueva generación que con mas de conocimiento y experticia, y menos de prejuicios y fantasmas, deberá intentar, otra vez, la monumental tarea de acercar las dos Bolivias para convertirlas en una sola.




Originalmente publicado en el diario La Razón el 27 de junio de 2020


viernes, 19 de junio de 2020

No hay peor enemigo que el de tu oficio


Observo con cuidado y serenidad los distintos movimientos y gestos públicos del periodismo, algunos periodistas y varios opinadores en estos tiempos de gobierno de transición con una presidenta que quiere pasar de accidental a electa, merced a su autohabiitación como candidata para las elecciones que deben realizarse, sí o sí, éste 2020, y llego a constatar que hay unos que pelean consigo mismos por autoconvencerse que lo que se produjo hace seis meses no fue un golpe de Estado, otros que se han desmarcado con el silencio de su abierta simpatía por lo que fue el gobierno de Evo Morales, y algunos más que chapalean sus grises teclados para decir obviedades en plan maniqueo y aburrido.

Mientras sucede todo esto, me encuentro en la antesala de la publicación de un libro que con el título “Reportaje a la democracia, Bolivia 1969 – 2019” estuvo listo para salir a las calles el 10 de noviembre, pero que pititas, militares y policías estaban ocupando, y nos vimos obligados a posponer la distribución de esta edición que incluye veinticuatro entrevistas con personajes de nuestra política –desde Antonio Aranibar Quiroga, pasando por Banzer y Goni, hasta Luis Arce Catacora—y que consigna una prehistoria democrática con menciones a dictaduras y presidencias atípicas y dignas como la de Luis Adolfo Siles Salinas. Por si acaso, en este libro de 175 páginas y formato grande, no se encontrará una sola palabra con respecto de las elecciones del 20 de octubre y la posterior caída del masismo, debido a que la experiencia enseña que las muy calientes coyunturas son los peores momentos para evaluar hechos que se proyectarán con inevitable trascendencia histórica.

En esas andaba, escribiendo y editando, cuando la temperatura electoral se hacía inaguantable y un 8 de noviembre tuve que dar por cerrado mi “Ácido y sulfúrico” en radio, y dedicarme a asuntos familiares dadas las amenazas, los ultimátums y las persecuciones de fotógrafos aficionados que me registraban con sus celulares y se encargaban de publicar o amplificar colegas a los que alguna vez les abrí  las puertas laborales en un diario y en la televisión estatal. Me preguntaba cuál sería el motivo de sus inmanejables resentimientos, cuando años atrás habíamos compartido tareas y llegué a la penosísima conclusión que se instaló en Bolivia una trauma que padecen estos enfermos de importancia,  exclusivamente avocados a escribir contra Evo y su gobierno, clausurando la multifacética territorialidad del periodismo.

Los ajetreos que nos tenían enfrascados en lo urgente me impidieron saber que la ex Zarina contra la corrupción del gobierno de Carlos Mesa, Lupe Cajías de la Vega, en una columna suya publicada, entre otros sitios, en la Agencia de Noticias Fides (ANF) me atribuye tareas “político mediáticas” en Abya Yala Televisión y que, según ella, estaba dedicado a manejar  “un equipo para hacerle guerra sucia a Comunidad Ciudadana”. Fue entonces que recordé que su señor padre, que fuera presidente de la Corte Nacional Electoral (CNE) y mi profesor de Ética periodística, jamás habría incurrido en afirmaciones sin verificación previa. Huáscar Cajías era una persona seria.

Así de alocado es ese periodismo boliviano al que se le atribuye madera para el oficio y experiencia, y esto porque el antievismo ha convertido ciertos espacios de publicación en lugares para decir cualquier cosa, como las afirmadas por Cajías de la Vega que no se enteró que fueron una ex ministra y un ex ministro masistas obsesionados con retornar al gabinete los que me hecharon de manera infundada de dicha estación televisiva en marzo de 2017, y que jamás trabajé en ningún equipo político de campaña, pues apenas soy periodista y editor, sin calificación ni talante para guerras electorales, y menos para trabajar en equipos anónimos cuando a esas alturas ya había impugnado a Carlos Mesa en mis distintos espacios, de acuerdo a mi estilo, a cara descubierta.

Me provoca una tremenda incomodidad la autorreferencia a la que me he visto obligado a acudir para dejar establecido que a pesar de haber sido injustamente maltratado por varios personeros de las administraciones gubernamentales de Evo, --las tres—nunca, hasta ahora, me había referido a estos hechos, porque más allá de mi situación laboral y personal, creí y sigo creyendo que entre 2006 y 2019 se han producido cambios estructurales trascendentes para la vida de Bolivia, lo que significa que me obligué a diferenciar los asuntos que me afectaban en lo personal con los acontecimientos que hicieron del país un Estado Plurinacional en construcción.

El refranero popular dice que el peor enemigo es el que ejerce nuestro mismo oficio, y lamentablemente “así nomas había sido” como decía el Tano Llobet. Los años me han enseñado a tomar ciertas actitudes, irresponsables y mentirosas, con liviandad. Algún día, cuando la calma visite a estos afiebrados articulistas, llegarán a la conclusión que su sello es el de la bronca y la animadversión personal nada más por el hecho, como ellos mismos repiten, de  “pensar distinto”. El postevismo se ha convertido en un asunto de diván.



Originalmente publicado en el diario La Razón el 29 de mayo de 2020


jueves, 18 de junio de 2020

El mal cálculo golpista


Si las encuestas posteriores a la caída de Evo Morales ubican al nuevo  candidato masista, Luis Arce Catacora, primero en todas ellas, y si se acepta que hubo fraude como difusamente lo insinúa la OEA en su informe, esto significa que la tendencia no ha cambiado y que efectivamente el MAS ganó los comicios anulados del pasado 20 de octubre, aunque no hubiera sido con el necesario diez por ciento de diferencia que le permitiera materializar el triunfo para la nueva reelección de su entonces candidato único, aquél que en su obcecación personalista, instruyó renunciar a Adriana Salvatierra a la presidencia del Senado, probablemente calculando que sucedería lo que en Venezuela en 2002 con Hugo Chávez: el golpe no se sostendría y Evo volvería en hombros a la Casa Grande del Pueblo.

Evo calculó mal –el amotinamiento policial era irreversible-- , se empecinó en la re-reelección, y el tiempo, a través de encuestas de distintos calibre, ya se encarga de demostrar que el MAS podía haber triunfando con otro candidato, dejando de lado ese empecinamiento consistente en desconocer la voluntad ciudadana expresada en las urnas el 21F16. Pero si Evo apostó al todo o nada, al yo o el desastre, los promotores del derrocamiento del gobierno al que apenas le faltaban dos meses y diez días para expirar constitucionalmente, calcularon peor subestimando a Jeanine Añez como la designada para conducir la transición hacia nuevas elecciones: El patriarcado político suele subestimar a las mujeres en todos los órdenes, y no es excepción aquél relacionado con la búsqueda del poder.

Carlos Mesa inició la asonada civil, luego policial y militar, en conjugación espacio temporal con la comisión de observadores de la OEA, después del disparatado manejo del conteo rápido interrumpido abrupta e inexplicablemente por el TSE presidido por María Eugenia Choque, y repuesto, del mismo modo, veintiséis horas después, pretexto suficiente para confundir el conteo preliminar no oficial con el oficial y válido que se iba desarrollando con la previsible lentitud que derivaría en un resultado que había sido desconocido a priori por los operadores de la desestabilización con Luis Fernando Camacho, articulando a niveles, cívico, policial y militar, y Tuto Quiroga, siempre bien conectado con la embajada de los Estados Unidos y la derecha latinoamericana, que en reuniones desarrolladas en la Universidad Católica y con la presencia de los embajadores de Brasil, la Unión Europea y un representante de la Conferencia Episcopal, terminaron de cocinar la asunción de Jeanine Añez, que según la anarquista María Galindo se encontraba bailando zumba en Trinidad, y a decir de Leonardo Roca, amigo personal de Camacho, se encontraba afanada haciendo masaco en su casa, cuando la sorprendieron para informarle que ya estaba todo  listo  para que un avión de la Fuerza Aérea la recogiera para llegar a posesionarse a la Asamblea Legislativa Plurinacional, con coreografía militar de combate, las charreteras de los comandantes y sin el quorum correspondiente en la Asamblea Legislativa Plurinacional. 

Mesa, Tuto y Camacho, no consideraron que el partido de Añez, el Movimiento Demócrata Social (MDS) jefaturizado por el gobernador de Santa Cruz, Rubén Costas, era el único con ejercicio parlamentario opositor real frente a los dos tercios del MAS en diputados y senadores, y que a pesar de haber fracasado con apenas el 4 por ciento de la votación en las elecciones anuladas, --eso era todo lo que podía lograr el entonces candidato presidencial Oscar Ortíz--, contaba con operadores capaces de actuar rápidamente para convertir al inicial gobierno de transición, en uno dominado por esta tienda política, cuando el acuerdo original, según el cercano a Camacho, Leonardo Roca, en entrevistas ofrecidas a medios cruceños, consistía en conformar una administración gubernamental de ciudadanos, sin militantes partidarios. Pamplinas, porque Mesa fue subordinado por el liderazgo de Camacho y el movimiento cívico cruceño para convertirse en el macho alfa de la conspiración exigiendo la renuncia de Evo, y Tuto Quiroga, que el sábado 9 de noviembre ya daba vueltas por la Plaza Murillo en plan gallo ganador, se convertiría en el embajador encargado de convencer a la comunidad internacional de la necesidad del derrocamiento de Evo que terminó saliendo del país, resignado a su derrota.

Un par de encuestas a través de las que se medía la proyección de Jeanine Añez en caso de que se lanzara al ruedo electoral dió lugar a la creación de la Alianza Juntos, a la reaparición de Samuel Doria Medina como vicepresidenciable y con la presidenta accidental convertida en candidata, que liquidó el plan inicial de la transición con Mesa confundido e indigesto por  tener que aceptar una nueva adversaria que disputa su mismo potencial electorado, Tuto Quiroga renunciando a la embajada itinerante cuando podía haberse convertido en candidato de la unidad contra el MAS, y Luis Fernando Camacho, el corajudo cívico capaz de reunir todas las noches a orar a miles de cruceños en el Cristo Redentor para conseguir la renuncia de Evo, a la que fue prácticamente conminado por el comandante de las Fuerzas Armadas, Williams Kaliman.

Con los crespos hechos, Mesa que jamás admitirá haber conseguido el segundo lugar el 20 de octubre, aparece ahora con proyecciones mermadas y con una oposición al MAS nuevamente fragmentada, ahora en cuatro, mientras el campo popular conformado por las organizaciones sociales campesinas y trabajadora de las ciudades continúa siendo dominado por el partido de Evo Morales. Así las cosas, Jeanine que vislumbraba su retiro de la política es hoy presidenta y candidata, y si hay algún partido al que para nada le conviene que se baje de la contienda es al MAS, a pesar de los cada vez más insistentes pedidos en ese sentido, debido a la muy cuestionada manera en que se encara el combate contra el corona virus, dominado por militares y policías, antes que por médicos y enfermeras.


Originalmente publicado el 12 de junio en la edición impresa 
y el 14 de junio de 2020 en la edición digital del diario La Razón.


¿A siete meses del golpe, quién respalda al gobierno boliviano?

El gobierno de Jeanine Añez ha perdido en las últimas cuatro semanas, la disminuída simpatía que ya generaba desde que decidiera a principios de año, convertirse en candidata para unas elecciones que debían realizarse el pasado 3 de mayo, y que finalmente, si la pandemia lo permite, se celebrarán el 6 de septiembre, gracias a la presión combinada que ejercieron el Movimiento al Socialismo (MAS) de Evo Morales, los principales candidatos de la derecha que gestaron y concretaron el golpe –Carlos Mesa, Jorge “Tuto”Quiroga--, la Asamblea Legislativa Plurinacional y el mismo Tribunal Supremo Electoral que logró flexibilizar la posición parlamentaria mayoritariamente masista, que había sancionado una ley para que el acontecimiento electoral se produjera el 2 de agosto.  Todo esto, a pesar de la reticencia de la alianza que encabeza Añez y el también golpista Luis Fernando Camacho, candidato de la fórmula Creemos, que se ha convertido en uno de los más virulentos detractores del gobierno de transición.

A casi tres meses de la irrupción del coronavirus en el continente, Bolivia es el único paí de la región que enfrenta la crisis sanitaria con un gobierno que nadie eligió, y que al haber generado la doble condición de Añez como presidenta transitoria-candidata, empezó a atravesar  un camino plagado de decisiones equivocadas, corrupción y un fuerte acento en tareas represivas, policial y militar, al extremo de que el ministro de Defensa, Luis Fernando López, luego de un altercado con un ciudadano en el departamento del Beni, tuvo que disculparse ante el país después de afirmar que él no permitía que se irrespetara a un uniformado porque “podría hacerlo desaparecer en diez segundos”, afirmación que desató una ola de enardecidas críticas en las redes sociales con la utilización de “Los dinosaurios”, emblemática canción de Charly García que alude a las dictaduras militares de los 70 y 80 en América Latina.

Entre los escandaletes por compras estatales con presuntos sobreprecios (respiradores para combatir la pandemia y gases lacrimógenos para reprimir a los enemigos políticos), utilización de aviones oficiales para trasladar amigos a la fiesta cumpleañera de la hija de la Presidenta, la supresión de los ministerios de Culturas, Deportes y Comunicación a título de ahorro en el erario nacional, y simultaneamente la creación de una fuerza especial (policial) para brindar seguridad exclusiva a la propia presidenta accidental y a sus ministros,  los pagos de bonos extraordinarios para mitigar la crisis generada por la cuarentena y las detenciones practicadas por las fiscalías departamentales a dirigentes afines al partido de Evo Morales, y el nombramiento de un embajador de Ciencia, Tecnología e Innovación de Bolivia…ante el gobierno de Bolivia (?) Jeanine Añez cuenta objetivamente hoy con el apoyo de las Fuerzas Armadas y la Policía Boliviana, y en el plano internacional, de manera explícita, nada más que con la aprobación de los gobiernos de Estados Unidos y Brasil, país al que el avión presidencial  se habría dirigido en veinticinco oportunidades, sin que se haya dado cuenta oficial, ni dejado registro, del carácter de los vuelos realizados.

A  tal extremo llega la endeblez gubernamental que en términos de representación internacional, figuran apenas tres embajadores, Oscar Serrate ante Naciones Unidas, Jaime Aparicio representante en la OEA y el recientemente nombrado Wilfredo Rojo como “Ministro de Primera”  en la representación diplomática en Brasil. El resto de los representantes son Encargados de Negocios o Ministros Consejeros, y como para que la débil presencia internacional del país quede en mayor evidencia, se han suspendido, de facto,  relaciones con los gobiernos de Cuba, Venezuela y en los últimos días con Nicaragua e Irán.  En este contexto, Erick Foronda, uno de los principales asesores presidenciales, ligado a la embajada de los Estados Unidos en La Paz por más de dos décadas, dicho sea de paso, sindicado como agente de la CIA, ejercerá ahora el cargo de asesor de relaciones internacionales en materia de cooperación, mientras que el vicecanciller, Manuel Suárez Ávila, se convertirá en el asesor principal de la Presidenta, con incidencia en tareas de campaña a través de encuestas, materia de su especialidad como cientista político, y que tiene como antecedente los trabajos que realiza para Samuel Doria Medina, el empresario candidato a Vicepresidente que conforma binomio con Jeanine Añez por la Alianza Juntos.

Luego de un sostenido tira y afloje entre el gobierno de Añez y los partidos y coaliciones con candidatos presidenciales, se ha oficializado la decisión de promulgar la ley de convocatoria a elecciones para el 6 de septiembre “sin asumir la responsabilidad de lo que pueda sucederle al país por las consecuencias que pueda traer el coronavirus a la ciudadanía” según se ha encargado de enfatizar el ministro de la Presidencia, Yerko Nuñez, que se ha adelantado a culpar a Evo Morales si las elecciones se llevan a cabo mezcladas con el incremento de los contagios por coronavirus.

¿Quién respalda al gobierno de Jeanine Añez en la actualidad boliviana? De manera práctica y efectiva, solamente los militares y los policías, los militantes de su partido –Movimiento Social Demócrata--, la embajada de los Estados Unidos que camina con pies de plomo y que llamativamente no se ha apurado en generar la reposición de embajadores para vigorizar la relación bilateral. Han pasado a la vereda opositora quienes la entronizaron y ya se manifiesta el descontento de distintos gremios y sectores laborales, incluídos los empresariales de alto vuelo que guardan un silencio expresivo y seguramente esperan, de una buena vez, que el país cuente con un presidente surgido de las urnas a fin de generar la indispensable normalización democrática en la que se deberán corregir una serie de desatinadas decisiones estructurales que competen a gobiernos electos y de ninguna manera a administraciones gubernamentales transitorias surgidas de pedidos de renuncia a mandatarios antecesores en clave de ultimátum y motines policiales.



Originalmente publicado en Noticias para América Latina (NODAL) el 14 de junio de 2020

Bolivia: ¿Coronavirus o elecciones?


Con un elemental sentido de simple observación un compañero periodista se preguntaba en La Paz hace algunos días: ¿Si podemos hacer inacabables filas para acudir a los bancos a cobrar bonos, por qué no podemos hacer las mismas filas para votar?  Muy probablemente esa pregunta se hará más repetitiva ahora que se ha desatado un indignante hecho de corrupción presuntamente a la cabeza de Marcelo Navajas, destituido como Ministro de Salud, que habría instruído la compra de unos respiradores –por si fuera poco inservibles para combatir adecudadamente el coronavirus—con un sobreprecio de aproximadamente 3.3 millones de dólares y que involucra a media docena de funcionarios a los cuáles se apresó por serios indicios de estar involucrados en este hecho de corrupción.

La Asamblea Legislativa Plurinacional determinó hace un par de semanas la realización de elecciones en el lapso de noventa días, es decir como máximo hasta el 3 de agosto a través de una ley que habilita la continuación del gobierno de transición, ya que de no haberlo hecho era irremediable la generación de un vacío de poder para la desvencijada constitucionalidad boliviana .

El gobierno y los principales candidatos opositores no tardaron en reaccionar afirmando que ésta era una movida operada desde Buenos Aires en tanto en el Senado como en Diputados, prevalece la mayoría del Movimiento al Socialismo (MAS) que dirige a control remoto Evo Morales a quien se acusa de anteponer la urgencia política para la realización de elecciones al estado de emergencia sanitaria.

Al Tribunal Supremo Electoral (TSE), presidido por el experto Salvador Romero Ballivián, no le quedó más remedio que acatar la decisión del Legislativo, casi a regañadientes, afirmando que se acatan las decisiones parlamentarias que se toman y que en consecuencia comenzaría a ajustarse el calendario en función de los nuevos plazos. Algunos temerarios, proclives a la fabricación de rumores, llegaron incluso a sugerir que el gobierno respondería con el cierre de la Asamblea, con el respaldo de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional, versión rotundamente desmentida por un alto personero gubernamental que afirmo que “una cosa así jamás sucedería.”

Así de incierto es el cuadro de situación de un país que de vivir en una sostenida estabilidad económica durante más de una década hasta noviembre del año pasado, se debate hoy en el “qué pasará mañana”, abriéndose las compuertas para conjeturas y rumores en el contexto de un alargamiento de la cuarentena rígida en las capitales de departamento y una cada vez mayor presión de los sectores que claman por su flexibilización debido a que la economía popular predominantemente informal vive del día a día, es decir del “si no trabajo hoy no como”. 

La presidenta-candidata Jeanine Añez está soportando que hasta los mismos medios de comunicación que alentaron su llegada al poder “con tal de que Evo se fuera”, hayan comenzado a cuestionarla por una serie de hechos desatados desde su gobierno en la lógica de que el sol no puede taparse con un dedo tal como lo apunta el diario de la derecha, Página Siete: pagos indebidos de finiquitos a ejecutivos de la empresa estatal de comunicaciones (ENTEL), sobreprecios en la compra de combustibles, alimentos y adjudicación directa de servicios de seguros en la estatal petrolera (YPFB), vuelos de naves militares para la hija de la primera mandataria, la amiga de un ministro, y el hijo de una diputada so pretexto de humanitarios por razones de salud, trato diferenciado y discriminatorio para autoridades que violan la cuarentena, según el peso específico de cada personaje, uso de bondis para fines de campaña electoral cuando se supone que hay una pausa política debido a la gravedad que supone la pandemia, venta de cargos públicos en los sectores de minería y educación, y todo esto sin contar los nombramientos de parientes en altos cargos y el tráfico de influencias de ministros que ya dejaron el equipo gubernamental y algunos otros que pisan muy fuerte dentro el gabinete.

Bolivia enfrenta el coronavirus con un gobierno que aparte de las irregularidades que ponen en entredicho la transparencia de sus acciones, sigue debatiéndose entre el control político con el aparato represivo militar y policial por delante, dada su falta de legitimidad, y las políticas de salud que no terminan de sincronizarse desde el Ministerio de Salud a nivel nacional y los gobiernos departamentales que confrontan enormes dificultades en materia de infraestructura hospitalaria, personal especializado y equipamiento ideal para enfrentar los contagios.

Al confuso panorama hay que añadirle, para completar el diagrama, decisiones de contratación de deuda externa a través del Fondo Monetario Internacional (FMI) por trescientos millones de dólares, práctica abolida durante los catorce años de gobierno de Evo Morales que decidió prescindir de servicios financieros transnacionales de esas características.

Un gobierno que debería ser solamente una correa de transmisión hacia otro democráticamente elegido por el voto popular, toma decisiones estructurales que no encajan en una estrategia de política económica de mediano y largo plazo, a no ser que la audacia de la presidenta Añez y los suyos, consista en pensar que está transición deberá prolongarse lo más que se pueda, aprovechando la gigantesca y planetaria coartada que dice que la peste del siglo XXI obliga a tomar decisiones hasta hace tres meses impensables, pero de todas maneras indeseables para un país que necesita volver a la senda de la auténtica democracia con autoridades surgidas de las urnas.


Originalmente publicado en Noticias para América Latina (NODAL) el 21 de mayo de 2020

Retreta militar contra el coronavirus


El domingo 3 de mayo, día en que debían realizarse elecciones nacionales, pospuetas debido a esta pandemia que nos tiene a maltraer, las Fuerzas Armadas de nuestro Estado Plurinacional decidieron que sus bandas musicales salieran de frente con compás mar por calles y plazas de las ciudades, con la orden de “levantar el ánimo a la población en el combate contra el coronavirus”. Ese mismo día, por la noche, un noticiero televisivo difundió una breve entrevista con un oficial que explicaba que “la música levanta la moral e infunde patriotismo en la ciudadanía” y que ese fue el motivo para que se decidiera tan cívica y patriótica acción.

La escena era entre surreal y pintoresca debido a que los trompetistas y trombonistas de las bandas marchaban impedidos de usar barbijos, en tanto la protección es incompatible con soplar los instrumentos que hacían sonar “Viva Santa Cruz” o “Viva mi patria Bolivia”. Los tamboreros, en cambio, sÍ llevaban los protectores tal como lo ordena el protocolo dictado por la desportillada Organización Mundial de la Salud (OMS), lo que significa que hay más probabilidades de que los vientistas de la banda puedan contraer la enfermedad, mientras los percusionistas, bien provistos, además, de guantes quirúrgicos de látex, seguramente sintieron que el paso de parada no resultaba una gran amenaza para sus integridades físicas.

Unos marchaban con barbijo, los otros no, pero todos irrespetaban de manera estruendosa, como la música que interpretaban, la denominada distancia social, debido a que el codo a codo entre camaradas ataviados de uniformes y cascos de camuflaje es inevitable en incursiones callejeras marciales como esta. Las banderas rojo, amarillo y verde ondeaban y los aplausos desde ventanales y balcones se dejaban sentir, como testimonio de gratitud de los espectadores, emocionados con el espectáculo militar musical, que reconocían la valentía de los uniformados que por imbuír de espíritu a los confinados, fueron capaces de salir a riesgo de terminar contagiados, en terapia intensiva y en algún caso, coqueteando con la muerte.   

Los grandes músicos populares del planeta, los que consagran sus vidas a componer, tocar y cantar a diario, han venido programando tareas sin tufo nacionalista y con sonido universal, desde las salas y estudios de grabación de sus casas, desde la pulcritud y la sobriedad de acatar las cuarentenas que  rigen en sus ciudades y países, haciendo uso de la tecnología para armar propuestas interconectadas por Whatsapp, Zoom o Jitsi Meet. Que hasta ahora sepamos, a ninguna banda rockera o jazzera se le ocurrió romper el confinamiento en el afán de salir a combatir estados de ánimo y de salud que se extienden desde la resignación hasta el miedo, pasando por la depresión, la histeria, la paranoia y la somnolencia.

Los de mi generación, los que tuvimos infancia-adolescencia bajo regímenes dictatoriales militares, no experimentamos la vibración que mujeres y hombres de nuevas generaciones supieron expresar este último domingo, sencillamente porque las bandas de oficiales y soldados del Ejército nos recuerdan a las cadenas informativas obligatorias instruídas por el dictador García Meza que se transmitían desde radio Illimani, “la emisora del Estado”.

Combatir el coronavirus con Biblia, plegarias, vigilancias militar y policial en primer lugar, y con la ciencia y la infraestructura médicas por detrás, me recordó que las ciudadanas y los ciudadanos de nuestro país tenemos la necesidad de contar con un gobierno elegido en las urnas, para que las fases de mediano y largo plazo de lucha contra esta compleja pandemia puedan producirse en el marco de la orientación y concientización en lugar de la vigilancia y el ultimátum. La legitimidad es uno de los bienes más preciados para la salud democrática de un país.


Originalmente publicado en el diario La Razón el 07 de mayo de 2020


Bolivia: El combate contra el coronavirus es militar y policial


El Estado boliviano atraviesa una severa crisis de legitimidad instalada el 12 de noviembre del pasado año con el irregular ascenso de Jeanine Añez a la presidencia, luego de logrado el objetivo de forzar la renuncia de Evo Morales, acusado de propiciar un fraude electoral que le habría permitido un triunfo en primera vuelta, victoria agilmente desmontada con una operación multilateral y mediática encabezada por el reelecto Secretario General de la OEA, Luis Almagro: Hasta el día de hoy no han aparecido los números concretos y precisos de las “irregularidades” y todo indica que nunca aparecerán. Ya no hay necesidad de demostrar el fraude: Evo dejó el gobierno y el país hace más de cien días.

Esa crisis de legitimidad es producto de la instalación de un gobierno facilitado por los aparatos militar y policial con el respaldo de una multipartidaria golpista y  la embajada de los Estados Unidos, instituciones armadas que han vuelto a cobrar protagonismo con la declaratoria de cuarentena, días después nombrada como Emergencia Sanitaria,  que debería servir para evitar la propagación masiva del corona virus en todo el territorio nacional, contexto en el que el discurso oficial ha estado centrado en las advertencias amenazantes de emprender acciones penales contra todo el que ose romper el confinamiento que serviría para evitar calamidades de grandes proporciones como las que se soportan en Italia, España, Francia y Estados Unidos.

Al privilegiar el orden y el ultimatum como principales contenidos del encaramiento de la crisis, el gobierno transitorio con presidenta-candidata para las próximas elecciones con fecha ahora pospuesta e indeterminada (debían realizarse el 3 de mayo), se había logrado hasta el domingo 29 de marzo desplegar una cortina lo necesariamente gruesa para que la ciudadanía no lograra visualizar que en el país, el discurso preventivo y sanitario resultaría insuficiente dada la precariedad del sistema de salud pública como bien lo ha reconocido el Alcalde de La Paz, Luis Revilla, socio político de Añez, para las próximas presidenciales.

Tuvo que llegar la desgracia y la negligencia a la familia del ejecutivo de una telefónica con sede en La Paz, para que finalmente saltaran las alarmas. En efecto, el ciudadano Richard Sandoval, gerente de la empresa AXS había retornado de Nueva York y empezó a sentir que su organismo avisaba sobre la necesidad de acudir a un centro de salud. Lo atendieron en una clínica privada y lo derivaron a un centro municipal situado en una zona periférica, teóricamente señalado para atender el corona virus, en el que lo recibieron con las manos vacías, luego de llegar en una ambulancia sin camilla: No había ni equipamiento, ni médico intensivista que pudiera atenderlo. Ingresado en fase crítica, Sandoval fue reenviado a otro hospital, situado éste en la ciudad de El Alto, al que llegó sin signos vitales, fallecido por una neumonía. 

En dos días, Bolivia ya contabiliza siete personas muertas, y más de cien casos detectados y confirmados, de los cuales, más del 50 por ciento se encuentran en el departamento de Santa Cruz, en el que ha cundido el desorden y la desobediencia a las disposiciones gubernamentales que insisten a diario con que se acate la cuarentena sin que pudieran mediar argumentos o atenuantes.  El Secretario de Salud de la Gobernación de ese departamento, Oscar Urenda, ha insistido de que “debemos estar preparados y asustados”, debido a que se viene una crisis en la que toda la infraestructura hospitalaria y de personal, serán insuficientes en el momento en que se ingrese en la llamada “transmisión comunitaria sostenida” de la propagación del virus.

El corona virus afectará severamente la economía popular, considerando su carácter predominantemente informal y las consecuencias se advertirán de manera nítida con posterioridad a la superación de la pandemia que amenaza con tener al país prácticamente paralizado por los próximos tres meses con la única certidumbre de que el partido de Evo Morales, el Movimiento al Socialismo (MAS) ganará nuevamente las elecciones, por ahora duplicando en las preferencias a sus inmediatos perseguidores, la presidenta Añez y Carlos Mesa, 32 contra 18 y 17 por ciento, restando saber si lo logrará en primera vuelta o se deberá acudir a una segunda .

De haberse posicionado como primera economía en crecimiento de la región durante por lo menos tres años consecutivos, Bolivia ha retrocedido a tiempos en que se caracterizaba por su inestabilidad política y económica, ahora agravada por el azote planetario de una pandemia que ha interrumpido la normalidad cotidiana y que obliga a repensar los códigos de convivencia fuertemente deteriorados, dicho sea de paso, al haberse prohibido el regreso de ciudadanos bolivianos a través de la frontera con Chile debido a la vigencia de un decreto que obliga a que nadie ingrese o salga del país, aunque hace unos días se hayan autorizado vuelos para repatriar ciudadanos norteamericanos y europeos a sus países, lo que le está significando al gobierno de Añez una condena generalizada, incluso a cargo personalidades públicas que en su momento propiciaron su  llegada al poder.


Originalmente publicado en Noticias para América Latina (NODAL) el 03 de abril de 2020




Bolivia: Del Estado de Derecho al Estado de derecha


Lejanos y borrosos quedaron los días en que Eduardo Rodriguez Veltzé condujo la transición boliviana de 2005 en que se impuso una sobria agenda conducente hacia las elecciones generales del 18 de diciembre, en la que ninguna tentación para el oportunismo pudo seducir al que llegaba al palacio de gobierno como presidente de la Corte Suprema de Justicia.

A Rodríguez ni se le pasó por la cabeza maquinar alguna burda maniobra de prorroga en el cargo, y menos concebir una candidatura desde su presidencia, producto del sentido de la sucesión constitucional que pasaba por devolverle al país la normalidad democrática con el propósito de facilitar elecciones libres de contaminaciones tendenciosas, una vez el entonces presidente de la República, Carlos Mesa y los presidentes del Senado, Hormando Vaca Diez  y de Diputados, Mario Cossío, renunciaron a sus cargos, producto de una crisis político institucional arrastrada desde el gobierno del más neoliberal de los presidentes bolivianos, Gonzalo Sánchez de Lozada.

A diferencia de aquél tiempo, Bolivia está experimentando una sinuosa transición hacia nuevas elecciones, plagada de incidentes diplomáticos de violación a las reglas del juego sobre el refugio político, y órdenes de detención contra militantes del partido de Evo Morales y ex autoridades, que caracterizan al régimen policiaco de Jeanine Anez, promovida a la presidencia por agentes protagonistas de una conspiración que logró la renuncia de Evo Morales, ahora convertidos en candidatos presidenciales –Mesa, Camacho, Quiroga-- encargados de borrar la reglamentaria sucesión constitucional en base a un cuidadoso plan que comenzó por trasladar a Añez en un helicóptero militar desde Santa Cruz de la Sierra hasta La Paz, el lunes 11 de noviembre (2019), para que jurara al día siguiente, mientras se intentaba asegurar previamente la renuncia de Adriana Salvatierra a la presidencia del Senado, a fin de evitar que se produjera la continuidad del MAS en el gobierno, por lo menos hasta el 22 de enero de 2020, fecha de expiración del mandato de Evo: Para los golpistas, Añez ya era presidenta antes de que se produjera la renuncia de Morales.

Consumada la dimisión de Evo, inducida por el Gral.William Kalimán, Comandante de las Fuerzas Armadas, Añez comenzó a gobernar en sociedad con Luis Fernando Camacho, entonces presidente del Comité Cívico de Santa  Cruz, quién con la puesta en escena de cabildos, organización de un paro indefinido y su decidida marcha hacia La Paz para con Biblia en mano, pedir a través de una carta la renuncia de Evo, se posiciónó como el principal operador del derrocamiento, acción que hoy le permite erigirse en candidato presidencial junto a Marco Pumari, otro dirigente cívico, presidente del Comité del departamento de Potosí, y que bajo la sigla CREEMOS, aspira a  situarse como la nueva opción generacional de la derecha boliviana. 

El supuesto proceso fraudulento auditado por una comisión de la OEA, enviada por su Secretario General, Luis Almagro, que habría justificado el pedido de renuncia a Evo, se refirió a irregularidades y en ninguna parte del informe final alude explícitamente a un fraude que habría modificado dramáticamente el resultado final de las elecciones del 20 de octubre, en sentido de que no existían los diez puntos de diferencia exigidos por la ley electoral para obtener el triunfo en primera vuelta.

Producidos los acontecimientos, comenzaron a decantarse los ímpetus electorales y excluyentes de todos quienes colaboraron en distintos de grados de participación con la caída de Evo, que a diferencia de Nicolás Maduro que preserva como oro su estructura político-militar, había perdido, sin que lo advirtiera, la lealtad y la subordinación policial y de las Fuerzas Armadas que fueron decisivas a la hora de consumar los hechos.

Hoy gobierna Bolivia un partido de derecha (Movimiento Demócrata Social MDS) no elegido en las urnas y que ha impuesto un modelo  represivo de persecuciones político juidiciales, con el agravante de una candidatura que juega con ventaja sobre las demás, debido a que Jeanine Anez ejerce la presidencia  como juez y parte, exactamente igual que como lo hiciera Evo.

Lo más grave, sin embargo,  es la alarmante inexistencia de una deliberación basada en visiones de país y programas de gobierno como para que no haya duda que el trauma provocado por catorce  años  de Evo, mantiene anquilosados a quienes aspiran a sucederlo en el cargo y que no son capaces, hasta ahora, de explicar un modelo alternativo al del MAS que le ha otorgado al país en los últimos catorce anos, una estabilidad y una coherencia económica de la que se está beneficiando el gobierno transitorio que quiere a Jeanine presidenta entre 2020 y 2025.



Originalmente publicado en Noticias para América Latina (NODAL) el 16 de febrero de 2020

La desmadrada transición boliviana


Hasta mediados de octubre de 2019, Bolivia era el referente modélico de la economía de la región con niveles de crecimiento por encima del cuatro por ciento que lo situaba en el primer lugar de Sudamérica en estabilidad, reducción de la pobreza, significativa incorporación de ciudadanos urbanos y rurales  –aproximadamente un millón de personas en el último lustro—a la clase media y un insignificante nivel de inflación anual por debajo del dos por ciento admirado por propios y envidiado por extraños, populistas y neoliberales.

La repostulación de Evo Morales para las elecciones del 20 de octubre terminaría trastocandolo casi todo: Una precipitada valoración de la contienda electoral (lunes 21) por parte del equipo de observadores de la OEA, indicaba que se había producido un cambio abrupto y sospechoso en la tendencia de la votación y a esa lectura tendenciosa y precipitada contribuiría el Tribunal Supremo Electoral con la suspensión intempestiva e inexplicable de un sistema de conteo rápido de votos sin validez jurídica, pero con un alto grado de impacto psicológico colectivo que sirvió de pretexto para que el principal candidato opositor, ex vicepresidente de Gonzalo Sánchez de Lozada, el ex periodista Carlos Mesa, convocara a la ciudadanía a volcarse a las calles con dirección a las oficinas departamentales electorales para reclamar por su voto, bajo la convicción de un supuesto “monumental” fraude. La convocatoria derivó en incendios, y a partir de ese momento la violencia iría creciendo en espiral.

De ahí en más, veinte días de agitación callejera a través de paros cívicos en las principales ciudades, bloqueos y movilizaciones en distintos grados de intensidad, desembocaron el domingo 10 de noviembre en la renuncia de Evo Morales a la presidencia,  y de toda la línea sucesoria que garantizaría la permanencia del Movimiento al Socialismo (MAS) en el poder, por lo menos hasta el 22 de enero, fecha formal de finalización del mandato presidencial: La obstinación por retener el poder, aunque fuera a través de una forzada interpretación del Pacto de San José, en sentido de que repostularse es un derecho humano, se convertiría en una enormísima factura que el país empezaría a pagar en cuotas inimaginables comenzando por la captura de la presidencia por parte de la segunda vicepresidenta del Senado, Jeanine Añez del Movimiento Demócrata Social (MDS) que en la “fraudulenta” elección había alcanzado apenas el cuatro por ciento de la votación nacional. Golpe de Estado se dijo desde México, Argentina y otros países que constataron que se había obligado a Evo a renunciar y a escapar del país ante la amenaza de que su vida corría peligro en territorio nacional.
Añez juró sin quorum parlamentario y con presencia de generales y coroneles que le otorgaron su bendición para ejercer una primera magistratura transitoria, con el casi exclusivo propósito de una nueva convocatoria a elecciones en el plazo más breve posible con una nueva composición del Tribunal Supremo Electoral, lo que daría lugar a un gobierno de trámite reglamentario para evitar un temido vacío estatal, hasta que a algunos personeros de su entorno se les ocurrió preguntar a través de encuestas “¿Y si fuera ella?” en alusión a la probabilidad de pasarla de presidenta transitoria a presidenta candidata como “única” opción de unidad frente al riesgo de que el MAS, el partido de Evo que conformó binomio con Luis Arce y David Choquehuanca, ex ministros de Economía y Relaciones Exteriores durante doce años consecutivos, pudiera volver a ganar en la contienda que se realizará el próximo 3 de mayo.

En efecto, Jeanine es ahora candidata y presidenta transitoria con el respaldo de su propio partido y las agrupaciones ciudadanas de los alcaldes de La Paz y Tarija, Luis Revilla y Adrián Oliva, que decidieron romper sus alianzas con la Comunidad Ciudadana (CC) de Carlos Mesa que fue segundo en las anuladas elecciones pasadas y continúa persuadido de que esta vez puede ganarla en tanto Evo ya no podrá estar en la papeleta electoral.

En aproximadamente setenta días de ejercicio gubernamental, la administración de Jeanine Añez ha tomado decisiones estructurales que casi nada tienen que ver con un gobierno bisagra con un solo elemento central de agenda que consiste en llamar a nuevas elecciones: Liberó de la obligación de visas para ciudadanos estadounidenses e israelíes, suspendió relaciones con Cuba, reconoció a Guaido como gobernante de Venezuela, se envolvió en incidentes diplomáticos con la embajada de México en la que se encuentran asilados varios ex colaboradores de Evo Morales, y también con la embajada de España ante un supuesto intento de sacar clandestinamente a ex personeros acusados de terrorismo y sedición como el entonces Ministro de la Presidencia, Juan Ramón Quintana, acusando a Podemos de Pablo Iglesias de encontrarse detrás de esta supuesta trama.

Y no sólo eso, porque las órdenes de detención a presuntos corruptos del gobierno de Evo se han convertido en la moneda corriente boliviana, y también la vigilancia a medios de comunicación a los que se tacha de sediciosos y casi cómplices de supuestas aventuras terroristas. En este contexto se han cerrado una apreciable cantidad de radioemisoras comunitarias en las últimas semanas y la activista María Galindo, líder de la agrupación Mujeres Creando ha sufrido la censura de una última columna de opinión que publica regularmente en el diario Página Siete, en la que denuncia una reunión efectuada días previos al golpe, en instalaciones de la Universidad Católica Boliviana (UCB) con la participación, entre varios,  del embajador del Brasil en La Paz,, el político Jorge Tuto Quiroga, ex vicepresidente de Banzer y al que sindica de agente de la CIA, como factores determinantes para el derrocamiento de Evo.

Jeanine Añez ha tenido que soportar la renuncia de su ministra de Comunicación, Roxana Lizarraga y esto le ha servido para solicitar renuncia colectiva y cambiar a tres de su inicial equipo. Dice que hará campaña en horarios fuera de oficina, sin utilizar el aparato estatal en beneficio de su candidatura. Los presidenciables de filiación ideológica parecida –Mesa, Quiroga, Camacho—que coincidieron en señalar a la hasta entonces senadora, como sucesora de Evo, afirman que esto es romper las reglas de juego y que la señora presidenta está actuando tal como lo hacía el prorroguista Evo. Con este panorama, el desconcierto y las sorpresas de giros, idas y venidas en la política boliviana están plenamente garantizadas, por lo menos en los siguientes tres meses, hasta cuando llegue la fecha de concurrir nuevamente a las urnas.


Originalmente publicado en Noticias para América Latina (NODAL) el 02 de febrero de 2020




Hasta aquí llegamos Evo


La mañana del 21 de octubre de 2019 se sabía que el gobierno de los Estados Unidos y la Organización de Estados Americanos (OEA) ya tenían cuadrada la salida de Evo Morales del poder luego de catorce años de haberlo sufrido y soportado hasta el extremo de la expulsión del embajador Philip Goldberg en 2008. En aquella oportunidad, el gobierno boliviano había acusado a la Embajada norteamericana de financiar a los gobernadores de los departamentos opositores al Movimiento al Socialismo (MAS), al que luego no podrían desestabilizar por más de una década hasta el extremo de una segunda reelección en 2014. Esta nueva victoria electoral ya había desquiciado a enemigos internos y operadores externos, afanados de que el “castro chavismo” cayera de una buena vez en las preferencias electorales de nuestros países.

El Secretario para Asuntos Hemisféricos de Occidente, Michael Kozak, hacía dúo con el Secretario General de la OEA, Luis Almagro, para propagar que en los comicios del 20 de octubre, se había producido un fraude electoral, precipitada y calculadamente advertido por la misión de observadores del organismo interamericano, y amplificado por el principal candidato opositor, Carlos Mesa, que animaba a los votantes a acudir a los tribunales departamentales electorales para defender su voto. Esta fue la acusación que desembocó en vandalismo e incendios que se transformaron en un paro indefinido propiciado por el Comité Cívico Pro Santa Cruz, encabezado por el disciplinado operador Luis Fernando Camacho, quien a través de un video publicado el viernes 27 de diciembre, explicó la manera en que se operó la coordinación con militares y policías para “evitar” una represión que no tuviera un desenlace desgraciado. De todas maneras, el recuento de los daños informa 31 muertos, de los cuales se habla menos que de los 69 producidos en 2003, con la decisiva participación de Carlos Sánchez Berzaín, ministro de Defensa de Gonzalo Sánchez de Lozada en la llamada “Guerra del Gas” el hito en que la noche neoliberal llegó a su fin en Bolivia.

Evo tenía que irse sí o sí, y a 45 días de su caída resultaría ocioso persistir en la lloradera sobre la leche derramada abundando en detalles sobre el golpe de Estado al clásico estilo de uniformados pidiendo la renuncia de su Capitán General antes de que fenezca reglamentariamente su mandato. Evo fue defenestrado porque las clases medias tradicionales de las ciudades bolivianas compraron la narrativa del fraude como se adquiere en un mercado de pulgas un libro usado de autoayuda, porque sintieron que era la segunda vez que les tocaban el voto, como ya había sucedido el 21 de febrero de 2016 cuando en un referéndum gestado por el propio gobierno, el No a una tercera repostulación se impuso 51 contra 49. A partir de entonces, el entorno más cercano y complaciente al líder cocalero se afánó en encontrar la piedra filosofal constitucional que de todas maneras lo habilitara, tal como sucedió efectivamente el 28 de noviembre de 2017 en que se disponía que, de acuerdo al Pacto de San José, Evo podía volver a ser candidato haciendo uso de un inalienable derecho humano.

Evo no imitó las lecciones de sus amigos del vecindario: Lula tenía a Dilma, Néstor a Cristina, Mujica aguardaba tranquilamente el regreso de Tabaré Vásquez, Correa se jugó por el que luego lo traicionaría, Lenín Moreno, y hasta Hugo Chávez se había pronunciado por un sucesor. Evo no. Evo tenía a Evo y los lambiscones de siempre, los encaramados en la ola del exitismo y engañoso triunfalismo, asintieron que no había figura posible, masculina o femenina, capaz de encarnar el proceso histórico que lideraba con bolivianas y bolivianos que hasta su llegada al poder no estaban incorporados a la vida ciudadana. Hasta aquí habíamos comprendido que el sujeto histórico boliviano era el corporizado por las organizaciones sociales bolivianas de indígenas, campesinos y trabajadores urbanos, pero desde el momento en que prevaleció la lógica de líder carismático irremplazable, los anticuerpos contra Evo fueron centuplicándose hasta extremos obsesivos en los que algunos fracasados conversos de la izquierda boliviana de los 70, terminaron haciendo coro con los más conspicuos representantes de la derecha cavernaria y del neoliberalismo que dominó el país entre 1985 y 2005.

Las tres semanas de paro indefinido, bloqueos callejeros, alteración del orden público, acoso y quemas de viviendas de personajes públicos de uno y otro bando, motines policiales escalonados en las ciudades y la final intervención de las Fuerzas Armadas pidiendo la renuncia del presidente pueden leerse como un plan desestabilizador exitoso facilitado por los groseros errores cometidos por el hasta ese momento poder hegemónico ejercido con la mayoría parlamentaria de dos tercios de votos con los que el MAS fue una aplanadora que doblegó opositores ligados más al pasado político boliviano, que a un proyecto alternativo de futuro. La lección es inequívoca y didáctica: si el imperio es tan poderoso, repleto de recursos estratégicos y materiales, no le entregues la cartografía de la recuperación del control de un país revoltoso a cargo de su Embajada, otra vez reinando en las decisiones internas que toma un gobierno de transición que debería circunscribirse casi exclusivamente a convocar nuevas elecciones presidenciales para reestablecer plenamente el orden constitucional.

Bolivia, con una envidiable y persistente estabilidad económica desde 2006, ha ingresado en una atípica crisis, no dictaminada esta vez por indicadores económicos, sino por la puesta en entredicho de los valores democráticos y las libertades ciudadanas. El gobierno presidido por Jeanine Áñez, perteneciente al Movimiento Demócrata Social (MDS) que con su candidato Oscar Ortíz obtuvo apenas un cuatro por ciento de los votos, es el que se ha encargado de invertir los roles de la noche a la mañana, practicando lo que ellos llamaron persecución política a cargo de jueces y fiscales que buscaban congraciarse con el poderoso aparato de poder construido por el Movimiento al Socialismo (MAS). Esta situación llego a un riesgoso extremo, como el de ingresar en el terreno de los incidentes diplomáticos con la embajada de México, país que históricamente ha hecho del refugio político un ejemplo planetario de la salvaguarda de los derechos humanos.

Evo y el MAS han cometido gravísimas equivocaciones que la historia se encargará de explicar con la serenidad que permite el transcurso del tiempo: no es justo para un país que un tribunal electoral detenga un recuento preliminar de votos por más que éste no se encuentre en la normativa que determina los resultados finales. Es una chambonada con la que comenzó la caída de un presidente que, sin duda alguna, ha cambiado las matrices del funcionamiento del Estado en que el concepto de equidad se aplicó en la vida diaria de los bolivianos como nunca había sucedido en su desangrado derrotero de país saqueado y despojado de sus riquezas naturales. Esas que tanta codicia desatan en el capital transnacional.


Originalmente publicado el 28 de diciembre de 2019 en Debates indígenas

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