Lejanos y borrosos
quedaron los días en que Eduardo Rodriguez Veltzé condujo la transición
boliviana de 2005 en que se impuso una sobria agenda conducente hacia las
elecciones generales del 18 de diciembre, en la que ninguna tentación para el
oportunismo pudo seducir al que llegaba al palacio de gobierno como presidente
de la Corte Suprema de Justicia.
A Rodríguez ni se
le pasó por la cabeza maquinar alguna burda maniobra de prorroga en el cargo, y
menos concebir una candidatura desde su presidencia, producto del sentido de la
sucesión constitucional que pasaba por devolverle al país la normalidad
democrática con el propósito de facilitar elecciones libres de contaminaciones
tendenciosas, una vez el entonces presidente de la República, Carlos Mesa y los
presidentes del Senado, Hormando Vaca Diez
y de Diputados, Mario Cossío, renunciaron a sus cargos, producto de una
crisis político institucional arrastrada desde el gobierno del más neoliberal
de los presidentes bolivianos, Gonzalo Sánchez de Lozada.
A diferencia de
aquél tiempo, Bolivia está experimentando una sinuosa transición hacia nuevas
elecciones, plagada de incidentes diplomáticos de violación a las reglas del
juego sobre el refugio político, y órdenes de detención contra militantes del
partido de Evo Morales y ex autoridades, que caracterizan al régimen policiaco
de Jeanine Anez, promovida a la presidencia por agentes protagonistas de una
conspiración que logró la renuncia de Evo Morales, ahora convertidos en
candidatos presidenciales –Mesa, Camacho, Quiroga-- encargados de borrar la
reglamentaria sucesión constitucional en base a un cuidadoso plan que comenzó
por trasladar a Añez en un helicóptero militar desde Santa Cruz de la Sierra
hasta La Paz, el lunes 11 de noviembre (2019), para que jurara al día
siguiente, mientras se intentaba asegurar previamente la renuncia de Adriana
Salvatierra a la presidencia del Senado, a fin de evitar que se produjera la continuidad
del MAS en el gobierno, por lo menos hasta el 22 de enero de 2020, fecha de
expiración del mandato de Evo: Para los golpistas, Añez ya era presidenta antes
de que se produjera la renuncia de Morales.
Consumada la
dimisión de Evo, inducida por el Gral.William Kalimán, Comandante de las
Fuerzas Armadas, Añez comenzó a gobernar en sociedad con Luis Fernando Camacho,
entonces presidente del Comité Cívico de Santa
Cruz, quién con la puesta en escena de cabildos, organización de un paro
indefinido y su decidida marcha hacia La Paz para con Biblia en mano, pedir a
través de una carta la renuncia de Evo, se posiciónó como el principal operador
del derrocamiento, acción que hoy le permite erigirse en candidato presidencial
junto a Marco Pumari, otro dirigente cívico, presidente del Comité del
departamento de Potosí, y que bajo la sigla CREEMOS, aspira a situarse como la nueva opción generacional de
la derecha boliviana.
El supuesto proceso
fraudulento auditado por una comisión de la OEA, enviada por su Secretario
General, Luis Almagro, que habría justificado el pedido de renuncia a Evo, se
refirió a irregularidades y en ninguna parte del informe final alude
explícitamente a un fraude que habría modificado dramáticamente el resultado
final de las elecciones del 20 de octubre, en sentido de que no existían los
diez puntos de diferencia exigidos por la ley electoral para obtener el triunfo
en primera vuelta.
Producidos los
acontecimientos, comenzaron a decantarse los ímpetus electorales y excluyentes
de todos quienes colaboraron en distintos de grados de participación con la
caída de Evo, que a diferencia de Nicolás Maduro que preserva como oro su
estructura político-militar, había perdido, sin que lo advirtiera, la lealtad y
la subordinación policial y de las Fuerzas Armadas que fueron decisivas a la
hora de consumar los hechos.
Hoy gobierna
Bolivia un partido de derecha (Movimiento Demócrata Social MDS) no elegido en
las urnas y que ha impuesto un modelo
represivo de persecuciones político juidiciales, con el agravante de una
candidatura que juega con ventaja sobre las demás, debido a que Jeanine Anez
ejerce la presidencia como juez y parte,
exactamente igual que como lo hiciera Evo.
Lo más grave, sin embargo, es la alarmante inexistencia de una deliberación
basada en visiones de país y programas de gobierno como para que no haya duda
que el trauma provocado por catorce años
de Evo, mantiene anquilosados a quienes aspiran
a sucederlo en el cargo y que no son capaces, hasta ahora, de explicar un modelo
alternativo al del MAS que le ha otorgado al país en los últimos catorce anos,
una estabilidad y una coherencia económica de la que se está beneficiando el
gobierno transitorio que quiere a Jeanine presidenta entre 2020 y 2025.
Originalmente publicado en Noticias para América Latina (NODAL) el 16 de febrero de 2020
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