En una más de tantas
declaraciones forzadas, el candidato
ilustrado dijo que Evo Morales no tiene calle porque se la pasa viajando en
helicóptero. El mismo sujeto ya se había equivocado atribuyéndole al Ministro
de Comunicación, una declaración que hizo su propio escudero vicepresidencial
el 31 de enero en entrevista concedida al diario que alienta su candidatura, en
sentido de que a su propio binomio le faltaba calle, esto es, contacto con la
gente de a pie, esa mayoría anónima que decide el destino democrático del país
cada cinco años.
Diego Armando Maradona dijo de
Mauricio Macri en tiempos en que conducía los destinos del club Boca Juniors,
que tenía menos calle que Venecia, una más de esas metafóricas frases que
grafican cómo se percibe a esos arquetípicos multimillonarios , y me parece que
con bisoña sinceridad, Gustavo Pedraza se ha atrevido a reconocer que él y Carlos Diego De Mesa Gisbert, carecen de lo
mismo que según Maradona carece Macri, el mandamás bonaerense que se ha
entregado con las manos “atados” al Fondo Monetario Internacional, cautivado
por 50 mil millones de dólares y al carisma de su jefa, la longilínea Cristhine
Lagarde.
Carlos D. dejó atrás esas
aptitudes hipercríticas televisivas con las que defendía la capitalización
pensada por Goni, al haber decidido
situarse en el barro de la politiquería de baja estofa con fuertes dosis de
olvido e imprecisión, y cómo no, una insultante falta de autoexamen sobre su desempeño
como sujeto de perfil público.
Si de honestidad intelectual se
tratara, además, el candidato de CC debería obligarse a escribirle una carta de agradecimiento al
presidente del Estado Plurinacional que al nombrarlo portavoz de la causa
marítima para el juicio ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) lo
rescató de la intrascendencia con la que bajó de perfil en la última década
impartiendo charlas a audiencias de universitarios desprevenidos y escribiendo
sentencias en modo columna para diarios de derecha antimasistas en distinta
gradación. Es a partir de Morales que Mesa decide labrar su candidatura y salir
al paso ahora para acusarlo de “no tener calle” es cuando menos desagradecido.
Desde esta lectura, Carlos D. es
el segundo candidato del MAS para las elecciones de octubre de este 2019, porque
de no haber sido Evo, no se habrían
generado las condiciones para que el segundo vicepresidente de Goni --quien se pasó por el forro el “ni olvido ni
perdón” para reparar justicieramente la masacre de Octubre de 2003 producida en
El Alto--, esté hoy nuevamente pontificando como sólo él sabe hacerlo en un
contexto en el que sale ampliamente desfavorecido con esos insípidos encuentros
de plaza principal que como bien ha dicho el Ministro Canelas saben a paquete
turístico.
Y si de espacios públicos hablamos
para intentar determinar quién conoce mejor estos, si Carlos D. o Evo Morales
en un recuento de sus trayectorias, es necesario en primera instancia definir que la carretera es la expresión
rural de la calle urbana y la cancha de
fútbol del pueblo el equivalente a la
plaza del barrio, márgenes en los que nadie podrá desconocer –ni el propio
Mesa, vecino acomodado del club de Golf de Mallasilla, La Paz—que Evo Morales
ha sabido hacer de ese conocimiento y experiencia a cielo abierto, un
instrumento de lucha que ha bloqueado muchísimas veces al partidismo
MNR-MIR-ADN para defender la hoja de coca y los cocales, y para abrirse paso
por esas mismas rutas, hacia la toma del poder como nunca antes había sucedido
en Bolivia con un proyecto campesino de reivindicación de lo indígena, bajo los
códigos del sindicalismo disciplinado al que la democracia meramente
representativa no le era suficiente para buscar destino y luego empoderamiento
en pleno arranque del siglo XXI, derrotando, entre otros, al mismísimo Mesa, el
último de los presidentes neoliberales que dominaron nuestra escena entre 1985
y 2005 .
De calle le conocemos a Mesa que
va al Megacenter de Irpavi para asistir al cine, generalmente acompañado por
una amiga íntima, en su momento socia empresarial y mas tarde jefa de gabinete
cuando ocupó el Palacio Quemado. Mesa no tiene calle o la tiene igual que Macri
y tendrá que jalarle las orejas a Gustavo Pedraza por habernos removido la
memoria. Como ejemplo demostrativo de esta afirmación, hay que recordar que
huyó del Hernando Siles de un encuentro por copa Libertadores en el medio
tiempo porque Bolívar perdía 1-5 contra el Atlético Paranaense (2002) y en la
segunda etapa logró la proeza de lograr el 5-5 en un partidazo de esos que se
recuerdan siempre.
Los que tenemos calle y nos
conocemos al dedillo las arterias de nuestra La Paz, los que no negociamos los códigos
de lealtad en la gradería futbolera, no nos movimos a pesar de la momentánea
catástrofe, mientras él abandonaba la cómoda y exclusiva butaca numerada que tiene
reservada invariablemente. Los goles de la academia los anotaron Miguel
Mercado, Horacio Chiorazzo en dos oportunidades, Martin Lígori y Julio César
Ferreyra y por supuesto que el opinador televisivo de entonces tuvo que
resignarse a verlos en los reprises televisivos nocturnos.
El helicóptero que utiliza Evo
Morales le sirve para bajar a la realidad de las provincias, aquellas, la gran
mayoría, a las que ningún presidente en ejercicio jamás llegó. Mesa puede
pretender hacerles creer a muchos lo que no es. Los que lo conocemos hace
cuatro décadas, desde cuando trepaba con inequívoca prepotencia a sus púlpitos de orador sentencioso, nos queda
claro que se trata solamente de una figura pública sin la espontaneidad
necesarias para el auténtico contacto callejero, tema sobre el que podría darle
variadísimas lecciones el ahora presidente del Concejo Municipal de La Paz,
Pedro Susz, con el que compartiera por muchos años la dirección de la
Cinemateca Boliviana.
Originalmente publicado el 14 de marzo en la sección Opinión de la Agencia de Noticias Fides (ANF)