sábado, 24 de febrero de 2024

El anverso del horror

 

Ha sucedido en distintas latitudes que varios creadores audiovisuales fueron advertidos a través de preguntas formuladas por la crítica especializada acerca de ciertas consecuencias perceptivas que no  habían considerado a la hora de escribir con la cámara. Me visita la sensación de que el director británico Jonathan Glazer todavía no sabe del tamaño de la incidencia de su película, la más lúcida y esclarecedora acerca del holocausto (La zona de interés, 2023) que hayamos podido visionar por lo menos en medio siglo y que ya se ha llevado los premios mayores en el Reino Unido (Bafta) y en Francia (Cannes).

Alguna vez, algún cineasta consagrado comentó que algo que un crítico le estaba preguntando y que había advertido en alguna de sus grandes obras, no lo había considerado, pero ya que lo mencionaba, efectivamente se podía leer de la manera en que el entrevistador se lo señalaba. Algo parecido tiene que suceder con Glazer en tanto su película multipremiada, inspirada en la novela del recientemente fallecido escritor, también inglés, Martin Amis (“su escritura es un triunfo de la inteligencia” dice el periodista Eduardo Lago), es una portentosa explicación acerca de la estructura mental del poderoso que ha alcanzado el macabro privilegio de decidir quién vive y quién debe morír, quién sobrevive y quién debe ser incinerado, a quién se somete –por más judía que sea la joven de turno—si lo que va a ocurrir es vaciar la necesidad fálica propia del mandato patriarcal: El racismo exterminador es lo de menos si lo que viene es el entretenimiento de cualquier macho depredador y para insinuar tal situación, Glazer sitúa al Comandante del campo de concentración de Auschwitz reclinado en su escritorio de ejecutivo de la muerte con las botas debidamente relucientes, mientras la chica en cuestión aparece en una silla con una falda larga, abriendo discretamente las piernas como abandonandosé descalza: la ley de cierre según la psicología de la Gestalt decide en cada cabeza de espectador cómo pudo haber evolucionado y culminado el momento sin necesidad de mostrar, exhibiendo sin exhibir.

Dicho esto, la crítica que apunta a destacar el fuera de campo o fuera de encuadre de “La zona de interés”, está diciendo que los ruídos de lo que sucede del otro lado de la confortable residencia del Comandante con algunas referencias fugaces de judíos que ayudan en las tareas domésticas de la casita perfecta habitada por su preciosa familia,   le dan sentido al discurso cinematográfico, cuando la auténtica y más profunda connotación reside en lo que muestra para develar todo un perfil humano caracterizado  por la más absoluta normalidad, la más encantadora de las cotidianidades, el más amoroso de los comportamientos con el jefe de familia leyéndoles a sus rubias niñas, cuentos cual si fueran canciones de cuna para que duerman placidamente y que son expuestos con imágenes en negativo como en la fotografía analógica, en las que se conservaban los registros en caso de necesitarse nuevas reproducciones en papel.

“La zona de interés” es en primer lugar lo que muestra, no lo que sugiere con los sonidos en off y si se lee así, estamos ante una normalidad que arropa a los psicópatas como palomas inofensivas en tanto consideran que su transcurrir por la vida les exige obligaciones funcionarias por las que no hay que alarmarse, y de ninguna manera sentir remordimiento si de lo que se trata es de limpiar el mundo de la escoria, de la bestialidad racial mal nacida, de la desventaja física, o las inventadas imperfecciones mentales del otro. Por ello los planos que en grandes tramos sugieren álbums fotográficos con cámara estática, nos dejan unas postales de esa gente que a la hora de la reunión ejecutiva están decidiendo el mejoramiento de la tecnología para la incineración y la cremación como si se tratara de la planimetría del  próxima condominio exclusivo para millonarios.

El horror no estará, por tanto, en los escombros de los exterminados que podríamos imaginar o haber visto en tantísimas películas, sino en la pulcra conducta familiar en que la señora de la casa recibe a la abuela de sus hijos y le va explicando cómo su jardín precioso y cuidado hasta el mínimo detalle es una pequeña huerta trabajada con amor, sin que se le mueva un pelo acerca de la barda color cemento que separa el verdor del campo aquél  del otro lado en el que para ella nunca pasa nada, salvo la estabilidad laboral de su señor esposo que por nada del mundo debiera ser transferido a otra misión porque es allí donde se ha construido la felicidad.

El comportamiento de los personajes de Amis-Glazer explica por qué nunca escucharemos un acto de contrición de estos fascistas felices conmovidos por la ternura de la tradición, la propiedad y  la familia donde la palabra perdón no cabe, simple y llanamente porque sienten que no hay motivo alguno por el cual arrepentirse. Se trata del lado A del horror, la cara de una normalidad en la que la eliminación del otro no es otra cosa que un asunto de eficiencia militar y gerencial.



Originalmente publicado en la columna Contragolpe de La Razón el 24 de febrero

 

 

 

El devaneo cruceñista

 “Santa Cruz toca la puerta” (La cuestión cruceña, FES, 2023) y quiere hacer política a partir de su clase media propietaria, liberal y republicana, en contrastación con el nacionalismo popular del MAS, dice Manuel Suárez, diputado del MNR y presidente de la Comisión de Ética que propició la expulsión de Evo Morales de la Cámara de Diputados (2002), Secretario Privado del presidente Gonzalo Sánchez de Lozada (2002 – 2003), Vicecanciller y responsable de estudios de opinión de la presidenta Jeanine Áñez (2019 – 2020). También asesor de Branko Marinkovic  alguna vez pensó que el gran acuerdo entre lo nacional popular y el inversionismo empresarial, ente occidente y oriente,  debía darse entre Evo y Branko, en su momento presidente del Comité Pro Santa Cruz, acusado de conspiración en el primer tramo gubernamental del Movimiento al Socialismo (MAS), lo que forzó el cruceño croata a refugiarse en el Brasil por casi una década para luego retornar como ministro de Economía del gobierno de Áñez.

Suárez escribe su lectura-propuesta acerca de una pretendida Santa Cruz de nuevo siglo desde la experiencia de la militancia partidaria y el asesoramiento a poderosos empresarios, por lo que pensar que nos encontramos con un texto resultante de una vocacional vida académica sería una inexactitud. En buenas cuentas se trata del texto de un operador político que ha formado parte de la estructura de la democracia de pactos en la que el jefe histórico del MNR, Victor Paz Estenssoro, se sometió a las condiciones puestas por el Gral. Hugo Banzer Suárez para cogobernar en dictadura primero (Frente Popular Nacionalista FPN) y luego recibir el apoyo del mismo Banzer con el Pacto por la Democracia (1985) a través de un incondicional apoyo de su partido fundando en 1979, Acción Democráctica Nacionalista (ADN), lo que permite concluir que estamos frente a un político de adscripción Paz Estenssorista-Banzerista y no otra cosa: Los hijos y nietos de los jerarcas de las dictaduras y el neoliberalismo provenientes del MNR, FSB y más tarde de ADN y el MIR, son predominantemente herederos de una cultura política basada en el supremacismo y el anticomunismo construido durante la Guerra Fría clasificando al colla y al indio como a “bestia humana” tal como lo afirmara en su momento Rómulo Calvo, el muy clasemediero y anterior presidente del Comité Pro Santa Cruz, lo que significa que intenta clasificar a una clase media sin olores ni colores ideológicos solamente como republicanas y liberales de la expansión inmobiliaria y agroexportadora, significa presentarlas como desprovistas de memoria con antecedentes históricos, político partidarios y orígenes hacendales y terratenientes.

Si no se examinan las rutas críticas de dos cruceños fundamentales de nuestra historia contemporánea como Banzer y Percy Fernández  (MNR), el hacedor de la Santa Cruz de la Sierra moderna (seis gestiones, quince años como Alcalde)  significa incurrir en una notoria omisión en el análisis riguroso de lo histórico político de la “locomotora de la economía boliviana” y eso es lo que precisamente hace con su texto Suárez, en el que cita muy al pasar a varios personajes de la vida pública, pero no ejercita una imprescindible mirada profunda acerca del banzerismo y el movimientismo Paz Estenssorista y el de varios de sus actores de última data, comenzando por Luis Fernando Camacho, al que algún lambiscón calificó en tiempos de campaña electoral como al “nuevo Banzer”, cuando a estas alturas se puede afirmar que el General es una figura de dimensión histórica participando e  influyendo en la política boliviana durante medio siglo, y Camacho es apenas un agitador de rotondas con una fijación de odio antimasista que manipuló astutamente con la Biblia en mano una movilización de esas clases medias propietarias y de “sus cambas” para manifestarse contra el prorroguismo evista. Suarez opone el republicanismo liberal al nacionalismo centralista, cuando en realidad Paz Estenssoro (Revolución del 52) y Banzer (Golpe de  Estado del 71) fueron nacionalistas de derecha en la política, y capitalistas de Estado y neoliberales privatizadores en la economía, en las distintas fases de sus carreras políticas.

Las categorizaciones de Suárez en su tocada de puerta para que las clases medias cruceñas ingresen a la política boliviana como si no estuvieran adentro, son esquemáticas y no contienen elementos informativos acerca de las mutaciones temporales de sus actores. La política se hace con políticos, con estructuras partidarias que contemplen, por ejemplo, esa Alianza de Clases propugnada por Guevara Arce en la tésis de Ayopaya (1946) que el autor cita, y fundamentalmente con liderazgos como el de Banzer o Percy Fernández. Santa Cruz necesita líderes  de carne y hueso con el necesario talento político y visión de mundo para armonizar la patria chica con la plurinación, como lo hiciera el General, padre espiritual del golpismo alentado por las clases medias republicanas y liberales de Santa Cruz en 2019, a las que seguramente Suárez considera pertenecer. 




Originalmente publicado en la columna Contragolpe de La Razón el 10 de febrero

 

Kalimán, el hombre increíble

 

Hasta el día en que asumió la comandancia de las Fuerzas Armadas de Bolivia, al único Kalimán que conocíamos era el de las coloridas aventuras radiofónicas e historietas mexicanas, descendiente de egipcios y formado en el Tibet con características de superhéroe y poderes sobrenaturales como los de entrar en hipnosis y simular muerte por suspensión de los latidos del corazón, o de ejercitar viajes astrales o desdoblamientos que le facilitaban la lucha contra las fuerzas del mal terrenales y extramundanas, todo ello con la compañía del pequeño Solín, un niño también salido de una familia real y que iba de la mano de este príncipe de la justica vestido todo de blanco desde el turbante hasta los pies portando una daga y bien entrenado en artes marciales. Kalimán luchaba por igual contra los nazis y los extraterrestres, y nos activaba la imaginación de lunes a viernes a través de la radio Nueva América de Raúl Salmón durante la década de los 70 dominada por la dictadura de Banzer.

Transcurridas varias décadas, los recuerdos sobre la fantástica radionovela se hicieron más vagos y difusos, hasta que nos enteramos que el presidente Evo Morales había nombrado a un general con  ese apellido –Kalimán había sido un apellido—como Comandante de unas Fuerzas Armadas en las que los jefes del ejército, fuerzas aérea y naval eran tratados por la administración gubernamental del MAS con deferencia y exagerados privilegios, política seguramente explicable por ese itinerario cultural vivido por el propio Evo en el que la prestación del servicio militar era el pasaje de ingreso a la ciudadanía boliviana. Los conscriptos de nuestro mundo rural consideran que servir a la patria a través de una pasantía por las instituciones de las armas, implica una catapulta de ascenso social.

De las esferas académicas de las ciencias sociales y políticas no ha surgido una investigación abarcante y sistemática que nos ayude a comprender el rol que jugaron los militares en Bolivia, especialmente entre 1964 y 1982, que gobernaron al país de facto con suspensión de libertades y derechos democráticos con personajes como los generales Barrientos, Banzer y García Meza. Williams Kalimán, especializado en las Escuela de las
Américas igual que Banzer, definió en 2018 los opositores al gobierno como antipatrias, lo que le signficó juicios en su contra, la simpatía presidencial y su nombramiento como Comandante el 24 de diciembre de 2018.

Quienes vivimos nuestra infancia adolescencia bajo el yugo de las dictaduras tenemos animadversión contra los militares. Recordamos chistes como ese de que el Gral. Celso Torrelio había sufrido un atentado terrorista debido a que le habían puesto un libro en el auto presidencial o ese otro que dice que los hombres de uniforme tenían un inexplicable y casi mágico problema geométrico debido a que se les arreglaban para ponerse gorras ovaladas en cabezas cuadradas. Los militares bolivianos fueron el brazo represivo y exterminador en defensa de los intereses de la oligarquía hasta que se recuperó la democracia para que terminaran sometiéndose, como lo mandan las leyes y la constitución, al poder civil democrático hasta que Williams Kalimán irrumpió en el crispado escenario de noviembre de 2019 y 37 años después de que un militar ocupara por última vez la presidencia de facto (Guido Vildoso, 1982) “sugieriera” al presidente Evo Morales renunciar al cargo incurriendo en una flagrante contravención a los dispuesto por la Ley Orgánica de las Fuerzas Armadas (LOPE) que dice expresamente que los militares no pueden emitir opiniones acerca de asuntos políticos y partidarios, debiendo subordinarse invariablemente al poder constituído en el ejercicio de sus funciones.

Recién ahora lo sabemos, el Gral. Kalimán en aquella oportunidad ataviado con traje de combate, rodeado por los miembros del Alto Mando de las tres fuerzas y los jefes de Estado Mayor, había entablado contacto vía celular días previos a la caída de Evo e incluso habría recibido en su despacho de la zona de Obrajes de La Paz, a Fernando López Julio, principal operador y nexo con los militares del esquema golpista timoneado por Luis Fernando Camacho desde el Comité Cívico Pro Santa Cruz. Días después, Jeanine Áñez posesionaba a López, ex militar de profesión, como Ministro de Defensa del gobierno transitorio inconstitucional.

El 10 de noviembre de 2019 me quedó claro que Williams Kalimán había sido tan increíble como el héroe de la radionovela y la historieta gráfica. Su exhortación, que olía a ultimátum camuflado, nos enseñaba que retirado el respaldo militar y policial al gobierno de Evo, el derrocamiento quedaba consumado. Si las Fuerzas Armadas y la Policía Boliviana no hubieran jugado a los pedidos de renuncia y a los motines antigubernamentales el golpe era inviable. Con la desobediencia al poder civil por delante y con el pedido a cargo del Comandante en Jefe, la renuncia de Evo se concretaría al final de la tarde gracias a Kalimán, el hombre increíble, hoy con paradero desconocido.



Originalmente publicado en la columna Contragolpe de La Razón el 27 de enero

 

La máquina de mirar

 

Las redes sociodigitales están triunfando sobre la memoria histórica y periodística. La están haciendo añicos con la proliferación a raudales de “contenidos” de mínima duración y máxima estupidez aplastando la importancia de evocar el pasado. Periodistas que autocontemplan su pretendido sentido crítico e incisivo y que pertenecen a generaciones anteriores se han colgado de X (twitter) Meta (Facebook), Instragram y Tik Tok, y han terminado devorados por la compulsividad de publicar todo el tiempo conforme las noticias en desarrollo cotidiano van apareciendo. Hay que publicar. Lo que sea. No importa. Al final de cuentas…”somos periodistas”.

En esta nueva realidad virtual mediática parece ya no caber la importancia de la memoria histórica y dentro de ella, la memoria periodística, y así se explica que se imponga una moledora de carne pseudoacadémica de la que surgen los mal llamados influencers que de influyentes sólo tienen la habilidad de acumular seguidores de lo estrambótico, lo intrascendente, lo anecdótico, lo cursi y lo absurdo mientras los que quieren jugar a serios apuestan por hacer de las fake news , su herramienta diaria de trabajo. En tan complejo e inmenso contexto, no faltarán, lo sabemos, honrosas excepciones.

Mario Vargas Rodríguez –Cucho—no pertenece, felizmente, a esta generación en la que el periodismo podría terminar siendo engullido por las redes y sus agentes a tiempo completo. Cucho fue un periodista de esos que no puede dejar de recordarse porque su talento como narrador de fútbol (“La verdad desde la cancha”) nos permite inscribirlo en nuestra memoria acústica como al heroico relator del Sudamericano del 63 cuando Bolivia fue campeón por única vez. Medio siglo después escribió y publicó uno de los libros de fútbol más importantes que se conozcan en nuestro país: “Campeones sudamericanos 1963, 50 años de la epopeya”.

Quiso el destino que hiciera mis primeras armas televisivas como crítico de cine en el programa “Enfoques –“Con el enfoque de Enfoques y la máquina de mirar”—en los años 80 y nos reencontraramos tres décadas después en el homenaje que la Federación Boliviana de Fútbol le hiciera a esos campeones (5 y 6 de abril de 2013) y que tuve el privilegio de organizar en Santa Cruz de la Sierra. En aquella histórica oportunidad nuestros futbolistas campeones recibieron el Cóndor de Oro, máxima distinción que confiere la entidad matriz de nuestro balompié y al día siguiente protagonizar una vuelta olímpica en el estadio Tahuichi Aguilera, previa al partido en que Brasil con Ronaldinho Gaucho y Neymar dirigidos por Luiz Felipe Scolari nos hicieron un olvidable 0-4, cuando Xabier Azkargorta dirigía en una nueva etapa al equipo verde simbolizado por Marcelo Martins.

Luego de la cena impecablemente servida en el club de Tenis Santa Cruz, terminé sentado conversando hasta las cuatro de la mañana en el comedor del hotel Yotaú con Cucho y el gran Wilfredo Camacho que me contaron lo que habían vivido 50 años atrás. Que día memorable. Que gran recuerdo y que capacidad de otro grande, Ramiro Blacut, con el que montamos los dos días de recordación y tributo sin que absolutamente nada fallara en tiempo y forma. Así se debiera siempre recordar a la gente que hace feliz a un país y y así lo hicimos hace ya casi once años, lo que me permite esta evocación a ese periodista que fue Cucho Vargas, recientemente fallecido a los 94 años y al que las asociaciones, las federaciones sindicales y ramas anexas de organizaciones de periodistas no le dedicaron una sola línea a su dilatada y versatil trayectoria.

Hay que agregar que Cucho Vargas no puede quedar esquematizado en la casilla del periodista deportivo, porque lo suyo fue más amplio en gráfica, radio y televisión. Dueño de un envidiable timbre de locutor con gran oficio tuvo que ver decisivamente con el lanzamiento de Carlos Palenque a la política con la fundación de Conciencia de Patria (CONDEPA) debido a la entrevista que en 1988 le hicieran a Roberto Suárez Gómez (Canal 4 y radio Metropolitana) al que Cucho le preguntó por teléfono quién era el rey de la cocaína recibiendo una respuesta rápida y tajante: “El imperio norteamericano es el rey y el gobierno de Bolivia (Paz Estenssoro) es el virrey”. Al día siguiente, el ministro de Transportes y Comunicaciones, Andres Petricevic, mandó a clausurar la radio y la televisión de Palenque por “apología del delito” y a partir de las movilizaciones reclamando por  su abusiva e ilegal clausura, nació el instrumento político del Compadre, con la reapertura de sus medios de comunicación por presión ciudadana.

Narró partidos de fútbol, dirigio y escribió en revistas y diarios (revistas Panorama y Enfoques, diarios Clarín y Hoy), e hizo televisión compartiendo un programa dominical de entretenimiento en el naciente canal 7 junto a Lalo Lafaye y Micky Jiménez. La vida de Cucho Vargas fue el periodismo a tiempo completo y forma parte de capítulos fundamentales de la historia del periodismo boliviano en la segunda mitad del siglo XX.



Originalmente publicado en la columna Contragolpe del diario La Razón el 13 de enero

 

 

Un cumpleaños pitita

 

El día en que algún investigador acucioso reveló que Ludwing Van Beethoven había nacido el 11 de diciembre de 1770 y no el 16 como hasta ese momento creíamos, sentí una contrariedad que me llevó a decidir que, se diga lo que se diga, el genio oriundo de Bonn, Alemania, nació el 16, fecha en la que llegué al mundo, y fecha en la que también vió la luz Cayetano Llobet Tavalora, un activista del Partido Socialista – 1, compañero cercano de Marcelo Quiroga Santa Cruz que con el transcurrir de los años se convirtió en uno de los protagónicos portavoces televisivos del neoliberalismo, y que tenía la deferencia de invitarme a sus noticieros nocturnos en P.A.T. (principios del siglo XXI) para hablar de fútbol. Aunque lo taché de converso –había pasado a la derecha con absoluta convicción—nunca se molestó conmigo por haberle dicho tal cosa, expresando su desacuerdo con la tranquilidad del hombre maduro, orgulloso de su amistad con el embajador de los Estados Unidos, Manuel Rocha.  

Las evocaciones a Beethoven me dicen que se puede componer la música más hermosa del mundo, imaginando y creando desde una sordera genial, sonidos y silencios que al final de cuentas son una misma cosa, y también se podía sostener diálogo animado y sincero con personas como el Tano Llobet (1939 – 2011) que quiso el destino que su hija María y mi hijo Sebastián trabaran amistad bailando hip hop con desparpajo y vocación acrobática hace seis – ocho años.

Mi hija Camila tuvo la idea de llevarme al teatro en que María y Sebastian exhibieron alguna vez sus habilidades danzísticas, justo en este último 16 de diciembre para ver y escuchar los taconeos de Milena Tejada, una bailaora boliviana que reside en Sevilla y llegó hasta La Paz, con un elenco (guitarrista, cantaora y cantaor), para demostrar que se puede  ir de los Andes hasta Sevilla y conquistar el potente embrujo del flamenco (Camarón de la Isla, Paco de Lucía, Sara Varas, Cristina Hoyos, Antonio Gades, Joaquín Cortéz).

Cuando llegamos al teatro Nuna, lo presentía, me sentí incómodo ante ciertas presencias de gente con la que hace más de dos décadas no tenía contacto. Algunas de ellas, pertenecientes al jailonerío paceño, otras al mundo empresarial tradicional, y lamentablemente casi todas, mujeres y varones de canas entre opacas, mal teñidas y algunas más platinadas y brillantes que por supuesto no compiten con las mías, habían sido convocadas en modo pitita, horrible palabra que se debe a un bautizo involuntario a cargo de Evo Morales que se quiso burlar de una capacidad bloqueadora fashion y que le significó el tiro por la culata: Los pititas fueron determinantes para que el golpe de Estado que le asestaron en noviembre de 2019 tuviera éxito.

En la antesala en la que aguardábamos el inicio del espectáculo, una gerente legal de banco me volcó la cara con gesto indigesto, se diría que  casi con altivo despecho, aunque nunca fueramos más que amigos de encuentros esporádicos. Vi lateralmente al dueño de una fábrica de chocolates con un llamativo audífono que tiene un hijo diputado que se la pasa persiguiendo e insultando a sus adversarios masistas. También apareció un reaccionario de armario que ha escrito puntualmente una apreciable cantidad de sandeces en forma de columna dominical con las ínfulas de las que se nutre el diletante culto. Por ese pasillo también pasó un burócrata de la Fundación Cultural del Banco Central del gobierno de Jeanine, y una pedagoga más o menos histérica que le chocó el auto a mi hijo mayor por estacionar indebidamente y a mí me llenó de insultos en una agencia de banco tratándome de “masista delincuente”, pero a gritos: no olvido que su hermana melliza me ayudó una vez en plena avenida 6 de agosto a incorporarme luego de ser levemente atropellado por un taxista ansioso.

Cuando estuve sentado en mi butaca, la última de la fila más alta de la gradería situada a la izquierda, pude constatar, con un solo golpe de vista, como en estas últimas dos décadas Bolivia había cambiado. Que el hijo y la hija del abogado que redactó el decreto 21060 sentados una fila debajo de la mía, habían estado tan sesentones como yo, y que lo último que me pasó con esta señora es que me insultó --con similar odio al expresado por la pedagoga--, y su jovencito hijo me amenazó en la puerta de un edificio de apartamentos de Achumani.

En medio dell brillo artificial pitita, hubo alguien que se portó con la sobriedad de siempre: Florencia Ballivián, esposa de Salvador y madre de Salvador (Romero), historiadora y creo que alguna vez directora del Archivo de La Paz. Y por supuesto que en ese territorio socio- cultural casi alienígena tenía que romper paisaje tan gris otra respetable historiadora, Magdalena Cajías, quién fue ministra de Educación y Cónsul General en Chile.

Cuando el show terminó, Camila, siempre tan cuidadosa y considerada conmigo me dijo: “Pa, la próxima vez pensaré mejor tu regalo de cumpleaños”, lo que me provocó una sonora carcajada. 




Originalmente publicado en la columna Contragolpe de La Razón el 30 de diciembre.

Un tribunal disparatado

 

Desde noviembre de 2017 tenemos atragantado el nombre del Tribunal Constitucional del Estado Plurinacional de Bolivia. La institución encargada de velar porque nuestra ley de leyes deba ser cumplida a rajatabla, sumió al país en una crisis política con consecuencias trágicas de persecuciones, encarcelamientos indebidos y masacres que terminaron con las vidas de 38 personas.  

Es de un insoportable contrasentido que los magistrados que deben encargarse de resguardar sin concesiones nuestra Constitución, --enfrentando presiones de todos los tamaños-- son mas bien los que la han perforado de la manera más irresponsable e impune, a sabiendas del sacrificio y el dolor que le ha significado al pueblo boliviano luchar para que fuera puesta en vigencia en febrero de 2009.

El 28 de noviembre de 2017 el Tribunal Constitucional determinó, dizque, respaldándose en el Pacto de San José, que la reelección indefinida es un derecho humano.  A partir de tan desatinada e inconsistente decisión que le otorgaba carta blanca a Evo Morales para repostularse a las presidenciales de 2019, contradiciendo el referéndum producido el 21 de febrero de 2016 en el que la mayoría votante le había dicho no a esa pretensión, se desató una crisis político institucional que derivó en el golpe de Estado perpetrado entre el 10 y el 12 de noviembre de 2019.

Cuatro años después de la descabellada decisión asumida por el Tribunal Constitucional (agosto, 2021), la Corte Interamericana de Derechos Humanos dictaminó que “La reelección presidencial indefinida no constituye un derecho autónomo protegido por la Convención Americana sobre Derechos Humanos ni por el corpus iuris del derecho internacional de los derechos humanos, sobre la opinión consultiva presentada por el Gobierno de Colombia, en octubre de 2019, bajo el título de La figura de la reelección presidencial indefinida en el contexto del Sistema Interamericano de Derechos Humanos”.

Dos años después, no contento con el desmadre nacional que generó desde 2017, el mismo Tribunal Constitucional no tuvo mejor ocurrencia que lavarse las manos acerca de la asunción de Jeanine Áñez a la presidencia del Estado: “El magistrado, Petronilo Flores, afirmó que el comunicado del Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP), que avaló la sucesión presidencial de Jeanine Áñez, el pasado 12 de noviembre, no tiene valor legal y no es vinculante./ Es un comunicado que no tiene ninguna relevancia jurídica. El Código Procesal Constitucional solamente reconoce como vinculantes las sentencias constitucionales plurinacionales, las declaraciones constitucionales y los autos constitucionales” (febrero de 2020).

Es el Tribunal Constitucional, también en este caso, con su catastrófica decisión, el que ha alentado una narrativa acerca de que la sucesión de Áñez fue constitucional y ha dado lugar a la instalación de un falso debate que contrapone fraude (electoral) versus golpe, y que pone en evidencia ese precepto filosófico que dice que cada quién construye su propia verdad en tiempos de fake news y conspiraciones a través de redes sociodigitales, con prescindencia de los hechos objetivos, y en este caso, del mismísimo ordenamiento jurídico boliviano sobre la sucesión presidencial.

Mientras la justicia en Bolivia hace aguas por todas partes, con feminicidas, narcotraficantes y lavanderos de dineros de procedencia ilegal liberados por jueces y juezas todos los días, el Tribunal Constitucional ha decidido culminar con broche de oro sus seis años de desastrosa gestión, decidiendo prorrogarse en sus funciones con el argumento de evitar un vacío institucional que sería producto de la no realización de elecciones judiciales durante este 2023 que concluye.

Debido a la presentación de por lo menos tres amparos en los últimos nueve meses que impugnaban la ley de convocatoria a los comicios para elegir autoridades judiciales, el Tribunal ha demorado en demasía los tiempos para resolver esos recursos y así llegamos, a quince días de la conclusión del año, que fue imposible cumplir con el calendario electoral, lo que daría lugar a que desde el 2 de enero del próximo año, el país continúe con autoridades judiciales ejerciendo sus mandatos más allá del período estipulado por ley.

Con este panorama ha quedado abierto el debate acerca de los términos en que la Asamblea Legislativa Plurinacional debe intervenir para encontrar un camino de solución que no pase por transgresiones a la Constitución.

El Tribunal Constitucional no actúa oportunamente y menos informa. Pareciera que los magistrados y magistradas que lo conforman habitaran un bunker inexpugnable, que ni a juicios de responsabilidades les temen porque saben que las consecuencias no los llevarán a la cárcel. Debemos empeñarnos en que los próximos candidatos a ocupar sillas de tan alta responsabilidad sean capaces de revertir esta vergüenza institucional que sufre el país y pone en riesgo, otra vez,  al mismísimo sistema democrático.



Originalmente publicado en la columna Contragolpe de La Razón el 16 de diciembre 

Una mesa de tres patas

 

Es necesaria una mesa que no necesita cuatro patas. Solo tres. Una mesa trinangular con la primera pata conformada por todes, todos y todas: La sociedad entera, con su fortaleza organizativa comunitaria y con su perfil individualista mal llamado libertario. La segunda pata es la del Estado con el tamaño proporcional a las necesidades de la sociedad para proteger la soberanía y la autodeterminación, para no dejar de combatir el saqueo, el despojo, los asesinatos políticos, las violaciones a los derechos humanos en todas sus formas y para generar políticas públicas en un contexto en el que la “igualdad de oportunidades” es una falacia del emprendedurismo que niega la historia, que mira para otro lado cuando se debe hablar de masacres y genocidios, que se niega a aceptar que hay cunas de paja y y hay cunas de oro. La tercera pata, la más compleja en la determinación de su tamaño exacto es la del mercado ordenando los precios, las ventas, las compras, las facilidades y los controles para la marcha de la llamada iniciativa privada en todas sus expresiones, desde empresarios clásicos hasta cooperativistas mineros asociados a inversionistas chinos.

Hay que luchar por una mesa de tres patas en que sociedad, Estado y mercado funcionen a partir de vasos comunicantes y no más de compartimientos estanco. A partir de 2006 en Bolivia empezamos a saber que el Estado podía servir para desembargar al país del voraz capital transnacional, ese que no tiene patria, solo bancos, organismos crediticios y financieras del microcrédito que les hacen creer a los pobres que algún día podrán ser ricos. Esa es la histórica contribución de EvoMorales- Alvaro García Linera a la construcción de la identidad nacional del siglo XXI, rompiendo las barreras erigidas para perpetuar el complejo de inferioridad sobre la base de un juego manipulatorio y la inducción al autoconvencimiento de que los indios no pueden, pero que los hechos lo demuestran, seguirán constituyendo la cara y el alma de nuestra variopinta forma plurinacional, aunque el racismo se empeñe en lo contrario, sea a través de golpes de Estado (blandos y duros), referéndums revocatorios, sabotajes a las políticas económicas, o torpedeos a los objetivos industrializadores del país.

El día en que nos quede absolutamente claro a todes, todas y todos que el Estado existe para generar condiciones de vida que propendan a la justicia social sustentada en la búsqueda de equidad, que el mercado es el lugar en el que los negocios ayudan a crecer a un país, y no sólo a unos cuantos herederos o talentosos-codiciosos hacedores de dinero y que la sociedad necesita por lo menos de tres comidas diarias para expresarse con lucidez, ese día habremos comenzado a construir una Bolivia en la que si bien podrán prevalecer las contradicciones a partir de los intereses de clase, estaremos en condiciones de cerrarle el paso a la tentación autoritaria del exterminio del otro a partir de la negación de su existencia, de su Sentido Común, de su derecho a existir con dignidad y con aspiraciones a una vida en la que felicidad deje de ser una frívola aspiración de telenovela.

Como nos lo enseña la química, la vida en sociedad está hecha de mezclas y combinaciones. Preguntemos a esos artistas con experiencia en fusionar sonidos de orígenes y procedencias diversas cómo se hace. Preguntemos a los DJ cómo se hace para mezclar la electrónica, el rock, el tango, la bossa nova, la murga, el huayño, los kantus de Charazani, la cueca, el jazz, el soul o  la cumbia villera. Seguro que nos enseñarán muchísimo.  Preguntemos a diseñadoras y diseñadores cómo se hace para generar las tendencias etno chic, cómo en una chaqueta puede converger el diseño clásico occidental con los textiles calchas, tarabuqueños, mayas o aztecas.

El neoliberalismo a ultranza que pretenden tirar para la mierda al Estado, como un trasto inservible con destino a la cloaca de la memoria histórica, el nacionalismo represivo y persecutorio como el de Daniel Ortega en Nicaragua que soslaya el incontenible avance del comercio internacional en que gana la comunista- -capitalista salvaje China, los insensibles que miran a la sociedad como un mero objeto de estudio estadístico, todos esos están condenados a seguir ofreciendonos polarizaciones sin sentido, violencias con olor a muerte como las desatadas por Trump, Bolsonaro o Netanyahu.

Sociedad. Estado. Mercado. Con esa mesa de tres patas  es posible sostener la superficie planetaria cada vez más devastada por el calentamiento global, el cambio climático, la deforestación, las quemas que buscan regenerar los suelos para la nueva siembra pero que al final terminan ensuciando el aire que respiramos.

 Los fundamentalismos y las visiones dogmáticas y ortodoxas invocan a la desesperanza y la desolación. El Estado y el Mercado en lugar de seguir forcejeando, tendrían que empeñarse en buscar el Justo Medio que nos enseñaron los griegos para hacer de este “Un mundo agradable” como canta desde 1992 esa rockera banda eterna llamada Serú Girán.



Originalmente publicado en la columna Contragolpe de La Razón el 02 de diciembre

 

La nuestra

 

Los argentinos tienen en sus retinas memoriosas abundantes ejemplos de una construcción histórica llamada La Nuestra, pero pareciera que no terminan de asumir conciencia de lo que han hecho hasta hoy desde que se inventara el fútbol moderno.

Dice la historia que “los hermanos Brown, figuras del Alumni que dominó a comienzos del siglo pasado, ya hablaban de eso y el periodista Borocotó trazó un perfil de nuestro estilo en una edición de la revista El Gráfico, en 1928, buscando que el fútbol fuera algo más que un deporte de ingleses jugado por argentinos. Pluma influyente, buscaba redefinir una manera -nacional- de jugarlo, de agregarle al deporte el ingenio de la picardía criolla. La nuestra en definitiva. Un modo propio. La argentinización del fútbol.”

Se trata de una identidad nacional sustentada en una manera de vivir y jugar al fútbol relacionada con la genética y la apuesta por la manera en que se debe concebir el juego que pasa por el buen trato de balón (posesión de la pelota) basado en unas aptitudes que se han ido transmitiendo de una generación a otra de las que emergen tres de los cinco futbolistas más grandes de la historia: Alfredo DiStefano, Diego Armando Maradona y Lionel Messi. Los otros dos, ya se sabe, son un brasileño, Edson Arantes Do Nascimento (Pelé) y un neerlandés, Johan Cruyff.

Argentina es la privilegiada patria del potrero, del juego de la pelota en la cancha del barrio, allá donde se jugaba y se construían amistades inquebrantables y trascendentes durante casi todo el siglo XX. Dicen muchos de los que han paseado el mundo que no  hay tribunas más agradecidas, leales y creativas que las colmadas por los militantes de la celeste y  blanca, y de los cuadros bonaerernses, rosarinos, cordobeses, o tucumanos, y de ahí tenemos que la más grande manifestación de masas con cinco millones de personas lanzadas a las calles, no la generó Juan Domingo Perón, sino Lionel Messi y sus compañeros de equipo y la frase más trascendente de la historia política rioplatense la pronunció no un candidato a la presidencia, sino el seleccionador Lionel Scaloni, luego de que sus dirigidos consiguieran para sus vitrinas la tercera Copa del Mundo en Qatar: “No hay cosa más linda que ver feliz a tu gente, a tu país…ver a esa gente emocionada en las calles no tiene precio”

Este pasado jueves 17 de noviembre cuando Uruguay se impuso nada menos que en La Bombonera, cancha de Boca Juniors, a la Argentina, retornaron a mi memoria todas las imágenes con la que tengo presente que en la historia de la albiceleste sobresalen la coherencia, la constancia y la fidelidad a una forma de ser: Juan Román Riquelme abraza a Messi, Marcelo Bielsa abraza al mismo Scaloni y a Pablo Aymar, Messi se reencuentra con su amigo uruguayo Luis Suárez con el que compartieron cancha y asados en Barcelona. El pasado constructor de los “Pekerman boys”, de los que formó parte el actual cuerpo técnico argentino (Scaloni, Aymar, Samuel, Ayala) se mezcla con la obsesividad ilusionada por la presión alta en la que cree contra viento y marea, a capa y espada, quién ahora es seleccionador de la celeste uruguaya. Juegan un partido memorable con triunfo de la sabiduría táctica de Bielsa. Terminado el juego, sigue la vida, nadie quiere matar a nadie, y lo más grave que puede suceder fuera del juego es una puteada por la derrota y punto. El fútbol seguirá porque a continuación Argentina visitará a Brasil en el Maracaná y Uruguay recibirá a Bolivia en el Centenario de Montevideo.

Si los políticos argentinos tuvieran profunda conciencia de cómo su fútbol ha construido Sentido Común  para su país, si repararan que cuando salieron el 19 de diciembre de 2022 a recibir a sus campeones, la grieta desapareció gracias al arte de encantamiento que implica este juego incomparable, podrían caer en cuenta, de una buena vez, que hay otras maneras de edificar maneras de vivir que para variar hoy se encuentra dividida entre neoliberales rabiosos que creen tener derechos exclusivos sobre la libertad y nacionalistas de Boca y de River convencidos que el Estado debe seguir haciéndose cargo de la educación, la salud y de los jubilados. Massa no es Menotti y Milei no es Bilardo, Macri no es Bielsa y Cristina no es Pekerman. Todos ellos, a su turno, han pensado que el país debía discurrir por caminos de izquierda y derecha, pero todos coincidirán que sus héroes nacionales no son, en primer lugar, San Martín o Perón, que sus héroes de llanto profundo y risa interminable son el Diego  y Messi.

Argentina es un país inolvidable y tan expresivo en todas sus facetas que mañana, día de segunda vuelta eleccionaria presidencial, se merece un festejo de los nietos de los descamisados, de los más pobres, de esos que son capaces de abrazarse hasta con sus patrones cuando Montiel concreta el último penal contra Francia para decir “somos campeones del mundo.”



Originalmente publicado en la columna Contragolpe de La Razón el 18 de noviembre

 

Cacería de periodistas

 

El odiador principal de Evo Morales, Andrés Gomez, ha desempolvado un texto de la H Parlante (Facebook) publicado el 24 de diciembre de 2019, a un mes y doce días de la inconstitucional asunción de Jeanine Áñez a la presidencia del Estado, momento en el que me encontraba en Buenos Aires, Argentina. Dominado por su condición obsesivo compulsiva, Gomez usa el texto de Rafael Archondo para encarar su propia arremetida contra Evo y Abya Yala Televisión.

En plan pontifical, el propietario de la H Parlante dice entre otras cosas lo siguiente: “En Abya Yala Televisión conseguía espacio quien, siendo simpatizante del proceso de cambio, llegaba con algún auspiciador. De ese modo hicieron su canasta de ingresos, varios aventureros de la pantalla chica. La galería de fotos los muestra con cierta exahustividad/…/ al esposo de la diputada Susana Rivero (Julio Peñaloza), quién llegó a dirigir el área informativa”. En dicho texto, figura una docena de nombres (entre ellos el mío, como se puede leer) lo que certifica el rol persecutorio ejercido por este sujeto muy sintonizado con el régimen imperante –el de Áñez, Murillo, Ortíz—del que fue colaboracionista y al que defiende como constitucional, desnudando, cada vez que se refiere al tema,  su estruendosa deshonestidad intelectual.

Destripo y desmiento las sindicaciones de Archondo contra este periodista: No es cierto que haya llegado a trabajar en Abya Yala Televisión (2015 – 2017) “con algún auspiciador” y por lo tanto es menos cierto, en consecuencia, que hiciera de esta, “mi canasta de ingresos como un aventurero de la pantalla chica”. No satisfecho con esta ejemplar sarta de mentiras, el individuo invade mi supuesto estado civil, como si a partir de este se me hubiera abierto la puerta para trabajar en dicha estación televisiva para “dirigir el área informativa”. Hagamos un ejercicio aplicando el mismo manejo de la muda parlante: “El esposo de Pilar Contreras (Rafael Archondo) sueña con ser director de un diario y para intentar conseguir el objetivo, penetró a control remoto en filas del sindicato de este medio para incidir en la crisis producida en su seno, con fiscales asediando al medio de comunicación en cuestión para arrebatárselo a su principal accionista”.

La diferencia entre lo que dice uno y otro texto pasa por la verificación de la verdad: Primero, Archondo tratar de descalificarme utilizando mi supuesto estado civil y segundo, jamás podrá demostrar que dirigí el área informativa de Abya Yala Televisión porque simplemente esa no era mi tarea. Tercero, si nos referimos a los “simpatizantes del proceso de cambio”, Archondo era uno de estos y con cargo diplomático en la misión boliviana en Naciones Unidas hasta que se peleó con otros persecutores que la emprendieron contra el. Sobre el tema, un tal Martín Villa demolió a este ex embajador de Evo, en un ida y vuelta producido en las mismísimas entrañas de la H Parlante.

Queda claro entonces que Archondo armó una galería fotográfica y un texto ponzoñoso con intenciones de cacería contra periodistas, comunicadores y ejecutivos de Abya Yala Televisión haciendo uso de la cobarde ventaja de tener de su lado a los golpistas de entonces, pasando por Raúl Garafulic Lehm, dueño de Página Siete, diario en el que era columnista, para perseguirnos y criminalizarnos, de la misma manera en que quiso dañar a la dirección de este diario, La Razón, al que por supuesto ya no le quedarán ganas de volver a merodear después de ser descubierto en su fabricación de mentiras acerca de la forma en que fue adquirido y sobre los recursos que facilitaron la transacción.

Sería coherente que con el mismo entusiasmo militante por el gobierno de facto, este francotirador de Facebook se pronunciara en defensa de los periodistas de Página Siete a los que Garafulic dejó en la estacada, mandándose a mudar lejos de Bolivia,  adeudándoles salarios y beneficios sociales. Todo se puede esperar de personajes como este, al haber aludido supuestas relaciones personales de este periodista y de otros colegas para intentar descalificarlos y de esa manera incitar a una cacería del gobierno represivo entonces imperante.

Archondo adoptó el estilo Murillo y fue a la caza de periodistas “simpatizantes del proceso de cambio”. Amigos suyos hicieron lo mismo, ya lo conté en distintas oportunidades, publicando fotografías para informar hacia donde “escapábamos”. Hoy 4 de noviembre, recordamos 59 años del golpe de Estado asestado por el Gral. René Barrientos Ortuño y el 15 y 19 de noviembre recordaremos las masacres de Sacaba-Huallany y Senkata en las que murieron 38 personas a manos militares,  hace cuatro años. Por supuesto que sobre esos temas, el hombrecillo en cuestión, no dijo y no dirá una sola palabra, porque como ya sabemos, cuando se trata de asuntos que no encajan en el libreto sujeto a sus intereses, se caracteriza por callar.

Archondo, el Murillo del periodismo golpista de 2019 es pues, como se acaba de demostrar, un aventurero fracasado en sus oscuras intenciones.

 


Originalmente publicado en la columna Contragolpe de La Razón el 04 de noviembre

La bestia en medio de la avenida

 

La motosierra de Javier Milei es la misma que Cristhian Bale utiliza para trocear a sus víctimas femeninas en la cama (Psicópata americano, Mary Harron, 2000) como extensión fálica y sanguinaria de una elegante vida como broker de Wall Street. Con esa motosierra, el candidato autoidentificado como anarco liberal ha hecho campaña para intentar ganar mañana las elecciones en Argentina, con la que se supone hará trizas a la que el denomina la casta, esto es, la clase política peronista y no peronista que ha hecho del país, como diría Sabina, un bulevar de los sueños rotos con los amores destrozados porque con semejante inflación es casi imposible llegar a fin de mes. Aunque sus emborrachantes puestas en escena quieren marear la perdiz, Milei es el individuo más sistémico del mundo capitalista con el ego más grande que los de todos los bonaerenses juntos.

Milei es una criatura de una televisión de cultura panelista atiborrada de talks shows desde la que ha sabido abrirse paso en plan gritón y pretendidamente conceptual neoliberal con el caballo y el cabello de batalla de que la Argentina fue a principios del siglo XX, primera potencia mundial. Sobre el candidato de “La libertad avanza” ha afirmado hace pocas horas el economista Guy Sorman: “Fue mi alumno en Buenos Aires, en primer lugar es un loco y en segundo un liberal”. Y a continuación remata afirmando que si es elegido “todo saldrá mal”.

Hasta aquí, queda claro que Milei no es ni por asomo Rantes, el loco lindo de “Hombre mirando al sudeste” (Eliseo Subiela, 1986) que en el psiquiátrico que habita se pone a dirigir una gran orquesta sinfónica imaginaria con todos sus loquísimos compañeros delirando de felicidad. No es eso Milei y menos lo que el mismo se imagina ser en tanto su visión de país pasa por el negacionismo histórico que justifica las desapariciones y asesinatos políticos de la dictadura militar, que quiere traficar con órganos humanos porque el mercado manda, que quiere que la educación se la paguen todos y si no pueden que se jodan y que en nombre de una delirante transformación hay que dolarizar la economía por shock y cerrar el Banco Central. Milei es en consecuencia un proyecto Frankenstein de corazón fascista.

Milei ha sido arquero de las inferiores de Chacarita Juniors, o sea que algún día quiso ser futbolista. Hay la sensación de que este personaje del teatro de la vida quiso ser muchas cosas que no pudo y ahora apuesta a ser el gran amante de la política argentina arreglándose con la actriz e imitadora Fátima Florez que se ha ganado la vida a través de su notable habilidad para copiar a la perfección voces, ademanes y gestualidad de los grandes personajes de la vida pública, y en primer lugar de la fauna política. Javier y Fátima son ahora pareja, pero en realidad parece tratarse, antes que de una relación sentimental, de un contrato de coyuntura electoral. Falso como billete de tres dólares dirían en Corrientes, la avenida de los teatros y las marquesinas.

 Entre algunos de los estrambóticos gestos de Milei cuenta en primer lugar el agradecimiento a sus perros por haber obtenido el triunfo en las Primarias Abiertas Simultáneas Obligatorias (PASO) que lo situaron en el primer lugar de las expectativas electorales que lo llevarían a disputar la presidencia incluso en segunda vuelta porque es casi una fija que este domingo 22 de octubre será primero y en la peor de las suposiciones, segundo. Seguro que sus enemigos políticos ya estarán imaginando como acusarlo de zoofilia. Cómo es posible que en lugar de rendir tributo “al gran pueblo argentino salud” como dice el himno nacional, haya decidido postrarse ante sus cinco mastines ingleses que llevan los nombres de sus economistas más admirados.

Milei se la cree. “Soy la bestia en medio de la avenida” (La Renga, banda de Hard Rock) dice en uno de sus discursos de campaña, juega a hombre rudo con ese pelucón natural como amuleto de la suerte. No es guapo como el psicópata encarnado por Cristhian Bale, pero debe suponer que sus ojos azules lo salvan. No es un político. No le interesa la carne y hueso del pueblo, nada más quiere satisfacer su sideral ego para demostrar que sus convicciones sobre la economía lo harán incuestionable e imbatible. Lo importante en la misión de vida de este personaje es demostrar que tenía razón sin importar que las argentinas y los argentinos superen la crisis y vuelvan a ser felices como cuando ganaron la Copa del Mundo en Qatar.

Milei se perfila como el psicópata del Río de la Plata sin necesidad de hacer picadillo a Fátima porque como se trata de un personaje antes que de un ciudadano de a pie, todo vale en el terreno especulativo de la ficción, y con ese talante podría ser la versión argenta de otras criaturas fabricadas por los mass media y penetradas en la vida diaria de todos los internautas apantallados con el señuelo de que en Argentina todos los políticos son unos choros y tienen que irse. Imaginemos entonces a este fundamentalista del mercado caminando sobre los escombros después de haber desoído a Charly García que cantó alguna vez “No bombardeen Buenos Aires”.



Originalmente publicado en la columna Contragolpe de La Razón el 21 de octubre

 

El cajero

 

Desdecirse en política es cuando menos una vulgaridad. Calificar de maestro a un personaje y pocos años después reducirlo a cajero con el objetivo de desprestigiarlo resulta desleal e incongruente. De esta manera, Luis Arce Catacora quién fuera calificado en su momento como profesor de economía, ha sido minimizado a insignificante y mediocre funcionario de la burocracia estatal. El que fuera conductor del Ministerio de Economía y Finanzas Públicas durante 14 años es hoy para Evo y los suyos un discreto contador, encargado nada más que del debe y el haber, del flujo de dinero que se cobra y se paga, más o menos un oficinista que debe hacer horas extra sin cobrar para el arqueo del cierre de jornada.

“Parece que el Evo no quiere que ganemos” me comentó alguien muy comprometido con la campaña electoral de 2020 y el tiempo le va dando la razón porque hoy el principal enemigo político del presidente del Estado no es la oposición vende patria, sino el jefe del partido con el que llegó a triunfar con un aplastante 55.1% de los votos: Para Evo hoy, su “maestro” Luis Arce es un traidor aliado a la derecha y al imperio, lo que nos ofrece como resultado un patético guión con un protagonista que en su obsesión por ser candidato, está llevando adelante tareas autodestructivas de consecuencias probablemente funestas para la continuidad del llamado Proceso de Cambio.

La subestimación en política suele convertirse en arma favorable a la víctima. “El indiecito no va a poder” dijeron de Evo, y este no solo que pudo, sino que se convirtió en el primer mandatario con más años consecutivos en el ejercicio del cargo y con números abrumadores en la administración de la economía a cargo de su “cajero”. Ahora quién era subestimado, subestima, y en ese sentido el Presidente del Estado ha sabido retrucar el pretendido agravio con liviandad candorosa diciendo que le pueden llamar como quieran, pero que para el los resultados son los que cuentan y en ese sentido, los resultados de las encuestas, las propias, las ajenas y las neutras, lo posicionan en el primer lugar de las eventuales preferencias electorales y aquí cabe marcar la diferencia entre el adjetivador y el adjetivado: Dentro del MAS todavía es posible el reinado de Evo, pero fuera de el, la aceptación a Arce es notoriamente superior a la del jefe del partido proclamado en Lauca Ñ, en un congreso impugnado, como candidato único.

En los pasillos de la envidia política se ha escuchado decir “Lucho es solamente un contador”. En 2016 lo entrevisté por última vez para la televisión y por cómo explicaba los conceptos sobre el modelo económico (social, comunitario, productivo) daba la impresión de alguien que había hecho maestría en universidad europea (Warwick, Reino Unido) y ahora que presentó en la última feria del libro de La Paz “Un modelo económico justo y exitoso (La economía boliviana 2006 – 2019)” en 400 páginas, pone en evidencia que para comenzar fue un funcionario del Banco Central de Bolivia (BCB) que acumuló una apreciable experiencia de dos décadas y que por algo mantenía diálogo contínuo con Carlos Villegas (+), su compañero en el primer gabinete de Evo Morales. En este contexto, algunos de sus excolegas lo tachan de neoliberal, otros dicen en su favor que en sus años universitarios fue militante del Partido Socialista Uno (PS-1).

Subestimado y maltrado, Arce Catacora recibe invitaciones de las organizaciones del Pacto de Unidad para acudir a sus encuentros, pero fundamentalmente vive sin distraerse enfrascado en una gestión que si no estuviera azotada por el fuego cruzado masista, podría sacarle mayores réditos al objetivo de industrialización del país con la explotación del litio como punta de lanza, elemento central de su programa de gobierno. Al final del camino gubernamental sabremos cuánto de lo que se proponía pudo hacer y cuánto quedará pendiente de realización, si en la continuidad del programa a cargo del MAS – IPSP o con un probable giro a la derecha que podría darse si la ruptura del partido azul se consuma y no queda vuelta atrás posible.

Está claro que el cajero había sido magister. Es el único ministro de Economía de Bolivia, por lo menos en los últimos 50 años, que ha escrito y publicado un par de libros explicando y defendiendo un modelo económico con resultados objetivos, con determinante participación estatal, y considerando el lugar que le corresponde a las iniciativas privadas de apertura de mercados y a las experiencias rurales comunitarias. Dicen que le falta mirada de economía política. Lo que si no está en duda es que los conceptos y los resultados del potenciamiento del mercado interno y las políticas de redistribución le han otorgado a Arce un capital de credibilidad que se resiste a dilapidar, y con más razón en escenarios donde impera la diatriba, la acusación sin pruebas y la mera pelea callejera por la obsesión de la candidatura presidencial.



Originalmente publicado el 07 de octubre en la columna Contragolpe de La Razón

martes, 26 de septiembre de 2023

La sentenciada

 Las imágenes de la mujer de la pintura roja son las que mejor resumen la brutalidad y la violencia

política que se practicó en el golpe-gobierno de facto que mantuvo en la presidencia del Estado a

Jeanine Áñez entre el 12 de noviembre de 2019 y el 7 de noviembre de 2020. La mujer de la

pintura roja se llama Patricia Arce, hoy Senadora del MAS por el departamento de Cochabamba, y

en aquél tiempo, hace ya casi cuatro años, Alcaldesa de Vinto a la que los paramilitares de la

Resistencia Juvenil Cochala expusieron ante las impasibles cámaras y micrófonos de los medios de

comunicación de la derecha que parecían experimentar una indescriptible y morbosa satisfacción:

Había que sentarles la mano a los masistas de mierda que quería eternizarse en el poder.

La imagen de Patricia Arce, bañada en pintura de la cabeza a los pies, arrodillada y conminada a

pedir perdón, evidencia que la presionaron al extremo de decir que si su pueblo se lo pedía renunciaría 

a su cargo de Alcaldesa. El registro rojo sangre de Arce grafica y simboliza el odio acumulado contra

quienes osaron irrumpir (2006) en los dominios del hasta entonces inexpugnable poder “k´ara” de

la excluyente democracia boliviana. Milena Soto, la mujer más visible de esta Resistencia

cochabambina --a la que la propietaria de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos,

Amparo Carvajal, calificó como “una resistencia necesaria”—agredió a patadas a Patricia, mientras

esta lloraba desesperada y clamaba vanamente para que cesara tan abominable humillación.

Patricia Arce la agredida, Milena Soto la agresora y Amparo Carvajal, la monja que bendecía la

persecución sañuda contra masistas que osaban ondear wiphalas en los últimos momentos en que

el derrocamiento de Evo Morales era irreversible, configuran episodios de estas mujeres de

diferentes talantes, y a ellas hay que sumar a Jeanine Áñez, la presidenta de facto, a Karen

Longaric, la canciller, una loba con piel de cordero y a Roxana Lizarraga, la ministra de

comunicación que decidió hacer una visita guiada para periodistas en el afán de mostrar los

aposentos y las sabanas del apartamento presidencial situado en el último piso de la Casa Grande

del Pueblo que ha sustituído al viejo Palacio Quemado de la plaza Murillo.

A Jeanine la guiaba su ministro de Gobierno, Arturo Murillo, un delincuente disfrazado de político

hoy sentenciado en los Estados Unidos por un negociado de compra de artefactos para reprimir a

los revoltosos que no admitían la manera en que se había sacado a Evo del gobierno. A Longaric no

hubo necesidad de guiarla para atropellar a médicos cubanos que prestaban servicios sociales de

salud en Bolivia, expulsándolos del país, o para reconocer al impresentable Juan Guaido,

autoproclamado Presidente Encargado de Venezuela, o para violar la convención de Viena

negando salvoconductos a los asilados en la Embajada de México, altos personeros del gobierno

defenestrado. A Lizarraga tampoco hubo necesidad de darle instrucciones para amedrentar a

periodistas argentinos que llegaron a La Paz para cubrir informativamente la convulsión que

experimentaba nuestro país, a quienes tachó de sediciosos (¿?).

Patricia Arce es el símbolo femenino de las mujeres bolivianas perseguidas, discriminadas y

agredidas . Amparo Carvajal, Milena Soto, Jeanine Áñez, Karen Longaric y Roxana Lizárraga han

inscrito sus nombres como partícipes y responsables de la interrupción de la democracia,

consumada el 12 de noviembre de 2019. Arce y las humildes y luchadoras mujeres del MAS-IPSP


son las víctimas mientras que las otras, fieles representantes de la Bolivia racista y violenta son,

cada una en grados distintos de responsabilidades, las victimadoras, las que en su incontenible

odio terminaron desnudándose como una potente expresión de la miseria humana.

Con todo este contexto, con las argumentaciones jurídico legales esgrimidas durante quince meses

(marzo 2021 – junio 2022) Jeanine Áñez es hoy la principal sentenciada en el caso golpe de Estado

2 y las tropelías cometidas bajo su mando como las masacres de Senkata, Sacaba-Huayllani y El

Pedregal son parte de otro proceso en curso denominado Golpe de Estado 1. Áñez está pagando

sus delitos al haber sido condenada por resoluciones contrarias a la Constitución y a las leyes y por

incumplimiento de deberes, mientras que Longaric y Lizarraga residen en Alemania y Estados

Unidos, huídas luego de su infausto paso por un gobierno nefasto y al que la corporación de

opinadores se niega a evaluar, conciente de que defender esa “transición” es imposible por la

carencia de argumentos: Son odiadores, pero no tienen con qué.

Áñez fue presentadora de televisión, esposa de un alcalde de Trinidad y de un colombiano al que

se sindicó de vinculaciones con el narcotráfico y sus comienzos políticos hay que examinarlos en su

militancia en Podemos de Tuto Quiroga, el delfín del dictador Banzer. No es casual, por lo tanto,

que la inspiración ideológica del golpe de 2019 haya sido el banzerismo.




Originalmente publicado en la columna Contragolpe de La Razón el 23 de septiembre

Del Castillo - Andrónico 2030

 Invariablemente lacónico y sobrio en sus maneras, Andrónico Rodríguez salió a desmentir

discretamente a Evo Morales acerca de una supuesta candidatura vicepresidencial para las

elecciones de 2030. El jefe del MAS hizo esta afirmación en la última edición de su programa

dominical que emite en radio Kawsachun Coca desde el subtrópico cochabambino en el que

ubicaba a Andrónico como segundo de un binomio que encabezaría el actual ministro de

Gobierno, Eduardo del Castillo, para los subsiguientes comicios presidenciales, debido a que en

2025, la fórmula Arce-Choquehuanca estaría prevista, nada menos que para dar fin con la carrera

política de quien gobernara Bolivia casi durante quince años consecutivos. Evo cree que el camino

elegido por quién gobierna hoy es eliminarlo de las opciones políticas para las elecciones a

realizarse en algo más de dos años.

Rodríguez dijo que esto no era cierto y su versión queda ahí, con todas las audiencias que hasta

hoy no han podido escuchar de parte del actual presidente del Senado, ningún planteamiento

relacionado con la agenda nacional y ninguna idea novedosa que pueda ayudarlo a posicionarse

en situación de liderazgo como señal inequívoca de una carrera pública que se encuentra en sus

primeros años de existencia. Andrónico ha resultado parco, soso y notablemente inexpresivo.

Mientras Andrónico andaba en la formalidad de una conferencia de prensa ofrecida desde el

recinto insitucional de la cámara alta, Eduardo del Castillo ni se mosqueó con la nueva declaración

del jefe de su partido, por el que saliera a trenzarse a puñetes y patadas con pititas, policías y

militares en noviembre de 2019, cuando trabajaba junto a Adriana Salvatierra en la Asamblea

Legislativa Plurinacional y formaban parte de Columna Sur, facción masista de juventudes de Santa

Cruz. El gobierno de Evo se desmoronaba, pero Del Castillo y muchos más de su generación,

estaban ahí defendiendo la legitimidad presidencial y la idea de que concluyera su mandato en

enero de 2020.

No tenemos certeza si con vocación anticipatoria o en plan víctima, Evo Morales subió a Del

Castillo-Rodríguez a un podio al que muy probablemente no tenían idea acceder estos dos jóvenes

masistas y menos de manera tan temprana. Si Evo pensó que el futuro del MAS y de su proyecto

político deberá estar en manos de quienes hoy tienen entre 35 y 50 años, significaría que no está

dispuesto a repetir la historia en clave de farsa, incurriendo en los mismos errores táctico

estratégicos que supo cometer el MNR entre los años 60 y 90. Si por lo contrario, Evo puso en

evidencia a los dos binomios, según el fabricados desde la Casa Grande del Pueblo, para decir que

está en marcha un plan para impedir su candidatura, significa que Evo se autodefine como el

principio y el fin del MAS.

En una abierta arremetida a cargo de portavoces evistas, entre parlamentarios, ex ministros y

tirasacos profesionales, ha sido precisamente el supuesto candidato a presidente para 2030 el que

más ataques ha recibido con un repertorio que va desde su derechización hasta su abierta

complicidad con el narcotráfico. El único que obró con hidalguía acerca de este personaje y su

agenda, fue el ex vicepresidente Alvaro García Linera que llegó a elogiar al Ministro de Gobierno

por “hacer bien su trabajo” capturando a personajes protagónicos del golpe de 2019 como Jeanine

Áñez y Luis Fernando Camacho. Semejante sinceridad le costó al otrora hombre de confianza de


Evo, una lluvia de insultos y acusaciones que no lo pasaban de traidor y de “estar trabajando con el

gobierno de Lucho”.

Eduardo del Castillo instruyó investigar a fondo la corruptela instalada por su antecesor Arturo

Murillo, que en tiempos de Jeanine era quién cortaba el bacalao. Este mismo “niño Ministro”, así

apodado por el hijo de un fascista de la dictadura de Banzer, que se cargó a Jeanine, Camacho, y

Pumari, intervino decisivamente en el apresamiento de un individuo llamado Misael Nallar a quién

se lo vincula con el clan Lima Lobo y se lo acusa de legitimación de ganancias ilícitas. Pero la

historia no acaba ahí, porque este al que el ex ministro Carlos Romero amenazaba con “mostrar

pruebas de su vinculación con el narco”, continuó su camino airoso porque las denuncias del ex

ministro de Gobierno de Evo Morales nunca pasaron de la amenaza y el exhibicionismo mediático,

mientras Del Castillo comenzaba a desmontar con la Policía Boliviana el aparato exportador de

cocaína instalado por un tal Sebastian Marcet, ciudadano uruguayo a quién facilitaron

identificaciones falsas algunas autoridades bolivianas en el año 2018. Con este panorama, si

finalmente el “niño Ministro” llegara a capturar a Marcet, podría finalmente, sin proponérselo,

darle la razón a Evo para convertirse en algún momento en candidato a la presidencia del Estado

Plurinacional de Bolivia.




Originalmente publicado en la columna Contragolpe de La Razón el 09 de septiembre

El peligro del desencanto

 En las últimas cuatro décadas, la vida política de Bolivia nos ha enseñado que una alianza entre

pueblos indígenas, campesinos y trabajadores de las ciudades con un sector de la clase media

comprometido en el acompañamiento a ese bloque popular desde los saberes humanísticos,

jurídicos, políticos y sociales, podía generar círculos virtuosos en espiral ascendente que

permitieran estructurar un país dialogante y eficaz en la desactivación de todas las formas de

racismo y de discriminación que han traído consigo desmembramientos territoriales, saqueo de las

riquezas naturales, masacres en defensa del orden establecido y el capital, y violencia política en

nombre de la libertad entendida e impuesta desde el conservadurismo y el liberalismo a lo largo y

ancho de nuestra historia.

Los progresistas bolivianos que pusieron todas las fichas en la ruleta del Proceso de Cambio,

desempeñaron roles de un notable activismo político y de gestión pública, para que la realidad de

la inclusión social y la ciudadanización de conglomerados marginalizados se materializara en tareas

que comenzaron con el cumplimiento de la llamada Agenda de Octubre (2003), la generación de

un proceso constituyente y el cambio de matriz de políticas económicas que mutara de

capitalizaciones y privatizaciones a nacionalizaciones, redimensionando así el tamaño del Estado y

su gravitación en la sociedad, lo que dio lugar a la puesta en vigencia de políticas públicas con

objetivos de equidad en la redistribución de los ingresos nacionales como nunca antes había

sucedido.

Para que esto fuera posible, no fue el Movimiento al Socialismo (MAS) el iniciador de esta que en

su momento se constituyó en gesta épica. La base política de sustentación en el triunfo electoral

primero y en la definitiva toma del poder a continuación, tiene su origen en el Instrumento Político

para la Soberanía de los Pueblos (IPSP) que delineó su andadura a través del pueblo organizado a

través de sindicatos que constituyen movimientos sociales respaldadados por un discurso

emancipatorio y de reivindicación de las mayorías que encontró en el Pacto de Unidad

conformado por campesinos, indígenas, interculturales (antes llamados colonizadores) y mujeres,

el aparato organizativo que relegó a la Central Obrera Boliviana (COB) a un rol de

acompañamiento ideológico y político, y que alcanzó tan grande potencia, al punto de haber

legitimado en las calles, en las carreteras y en las zonas rurales del país, todas las acciones que

luego, el engarzamiento del MAS con el IPSP, llevaría adelante Evo Morales en su periplo

gubernamental de casi tres lustros.

Para la prosecución fluída y convincente de la llamada Revolución Democrática y Cultural era

necesario que el rasgo decisionista, predominante en la acción política de Evo Morales como

Presidente, encontrara sentido estratégico con prospectiva de largo plazo en la continuidad y la

alternancia, cosa que no sucedió porque ese decisionismo eligió la ruta de la búsqueda de una

repostulación contra viento y marea que estuvo expresada en el violentamiento de la decisión de

un No a esas pretensiones en un plebiscito y en un garrafal error traducido en invento

constitucional acerca de una candidatura presidencial, entendida esta como un derecho humano,

enfoque que dio lugar al golpe de Estado de noviembre de 2019 y a una posterior decisión de la

Corte Interamericana de Derechos Humanos, rectificando la gansada del Tribunal Constitucional

de nuestro Estado Plurinacional: “La reelección presidencial indefinida no constituye un derecho


autónomo protegido por la Convención Americana sobre Derechos Humanos ni por el corpus iuris

del derecho internacional de los derechos humanos” (agosto, 2021).

A dos años de la respuesta de la Corte Interamericana a solicitud de opinión consultiva del

gobierno de Colombia, Evo Morales ha decidido que la continuidad y alternancia a la que se vió

obligado para la nominación del binomio Arce-Choquehuanca (2020) ha llegado a su fin y estamos

a las puertas de que pueda suceder lo hasta hace pocos meses inimaginable con una

confrontación entre facciones campesinas por el control de la Confederación Sindical Única de

Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB). Con semejante cuadro de situación, el peligro del

desencanto en un proceso en el que se creyó fervientemente se encuentra instalado. Evo quiere

volver a ser candidato y el presidente Arce no se pronuncia acerca del que sería su legitimo

derecho a la reelección en 2025.

El Pacto de Unidad se va desfigurando en el divisionismo capaz de aplastar ambiciosos proyectos

histórico políticos. Ante situación de tan penosa gravedad, sólo queda citar a Fidel Castro: “Frente

a un enemigo que ataca, la división no tiene ninguna razón de ser y ningún sentido. Y en cualquier

época de la historia, hasta que las revoluciones se hicieron conscientemente, como fenómeno

plenamente comprendido por los pueblos, la división frente al enemigo no fue nunca estrategia

correcta, ni revolucionaria, ni inteligente.”





Originalmente publicado en la columna Contragolpe de La Razón el 26 de agosto

jueves, 17 de agosto de 2023

Cerró Página Siete, el diario negacionista de la derecha boliviana

 Seis días antes del anuncio del cierre definitivo del diario, Página Siete publicó el viernes 23 de

junio la que se ha convertido en su última disculpa de las varias que debió publicar durante sus

treces años de existencia, caracterizados por una biliosa y tantas veces poco meditada oposición a

los gobiernos de Evo Morales y ahora al de Luis Arce.

Página Siete publicó que el vicepresidente del Estado había afirmado que la (bandera) tricolor

representa la democracia del sometimiento. Esta vez sin matices o justificativos que le permitieran

salir del paso, rectificó textualmente: “La publicación de la segunda autoridad del país se produjo

después de que Página Siete cometiera una imprecisión en una nota anterior y afirmara que

Choquehuanca dijo durante su intervención que la tricolor representa a la democracia del

sometimiento. Pedimos disculpas a nuestros lectores y al Vicepresidente”. Lo que en realidad dijo

el Vicepresidente de Bolivia es que la tricolor es de la República y la Wiphala (bandera de los

pueblos originiarios, codificación del Arco Iris) del Estado Plurinacional.

El jueves 29 de junio, pasado el medio día, el principal propietario de Página Siete, Raúl Garafulic

Lehm, firmaba la última nota en la existencia del diario, por lo menos bajo su control. Con el título

“Final del camino. Carta a los lectores de Página Siete”, el atribulado mandamás comienza

utilizando el caballo de batalla del periodismo independiente, tan independiente que luego del

golpe de Estado y durante el gobierno de facto de Jeanine Áñez se posicionó como vocero de ese

régimen autoritario, represivo y corrupto. Tan independiente que persiguió a su principal

competidor, el diario La Razón de La Paz, inventándole oscuras y mentirosas tramas de cómo su

actual propietario, Carlos Gill, había comprado el diario, acusándolo infundadamente de

favorecimientos por afinidad con el gobierno del Movimiento al Socialismo (MAS).

A continuación Garafulic afirma que “el partido de gobierno bloqueó sistemáticamente la pauta

publicitaria para el periódico, pese a que ella se financia con recursos de todos los bolivianos.” En

otras palabras, reclamando financiamiento a quienes ataca sistematicamente, no siempre ceñido a

la verdad –por ello escribimos alguna vez Página Miente--, más o menos como cuando alguien

tiene a un invitado en casa y éste comienza a romperlo todo: muebles, cristalería, biblioteca y

trastos para la limpieza doméstica, todo un contrasentido bajo el pretendido argumento de que la

publicidad no debiera discriminar porque los dineros para su contratación nacen de los impuestos

de todos, una falacia que no funciona en Bolivia como tampoco en Timboctú.

Continuando con su alegato final, Garafulic afirma que “el oficialismo puso en marcha una

estructura de hostigamiento público por redes sociales contra el periódico que hasta hoy está

impune” y aquí se aplica eso de mirar la paja en ojo ajeno y no la viga en el propio, porque si hay

una palabra que define la trayectoria de la familia Garafulic comandada por Raúl padre (Garafulic

Gutiérrez) es la palabra impunidad como se puede comprobar en mi extenso reportaje “El pulpo

Garafulic y su herencia en Página Siete” (www.la-razon.com, 22 de agosto de 2021) en el que

expongo características y datos sobre la trayectoria de esta ascendente familia con Garafulic padre

participando del golpe de Estado de 1971 encabezado por el entonces Coronel Hugo Banzer

Suárez e inaugurando su vida pública empresarial minera, en los fondos de pensiones y vinculada a

medios de comunicación como la estación televisiva ATB y el mismo periódico La Razón adquirido

en sociedad con el grupo español Prisa y aprovechando su condición de embajador en Madrid

durante el gobierno de Jaime Paz Zamora (1989 – 1993) grupo con el que los Garafulic terminaron

enemistados por controvertidos manejos de dinero y con el diario en venta.

En evidente tono de victimización, Garafulic dice que “auditorías recurrentes de una diversidad de

instituciones del Estado se ensañaron año tras año con Página Siete, mientras nuestros

competidores de línea oficialista fueron tratados con guante blanco”. Continúa diciendo que un

acoso judicial infundado dió lugar al embargo de sus bienes y a un bloqueo de sus cuentas

bancarias. También explica el cierre de su diario debido a una “fuerte caída en la venta de

periódicos impresos” debido a la pandemia del Covid” y “a la crisis económica del país que redujo

el presupuesto publicitario de muchas empresas, lo que redujo el flujo financiero del periódico”.

Finalmente, el propietario de Página Siete dice que extremó esfuerzos para una capitalización que

hubiera permitido remontar la ola, intento que finalmente quedó en nada y anuncia pagos de

sueldos adeudados y beneficios sociales “de nuestros trabajadores a quienes agradecemos por su

compromiso y resistencia”.

Página Siete fue un diario que se caracterizó más por lo que no decía, no informaba y no opinaba.

Era preferible no hacerlo en tanto Bolivia había comenzado a modificar su estructura

constitucional y socio política, con un salto cualitativo de República a Estado Plurinacional en el

año 2009. Garafulic abrió el diario un año después, fiel a sus orígenes reaccionarios de la dictadura

de Banzer y apostando por hacer un periodismo sobre un mapa anterior al del cambio, con actores

que nunca antes habían participado activa y protagónicamente en la vida pública del país. En esa

medida, Página Siete siempre estuvo dos tiempos detrás de la agenda que iba marcando la

administración de Evo Morales que entre 2014 y 2019 logró hegemonía –dos tercios de los

votos—en la Asamblea Legislativa Plurinacional conformada por las cámaras de Senadores y

Diputados.

Con solamente manejar inteligentemente la parte y la contraparte informativas, Página Siete

podría incluso haber conseguido lectores fieles del polo ideológico opuesto. El negarse a

reconocer que Bolivia no puede comprenderse sin sus organizaciones sociales, indígenas y

campesinas le significó convertirse en un diario con sesgo permanente, nutrido por una tropa de

opinadores, con algunas excepciones, que hicieron del lenguaje discriminatorio, racista y de odio,

el instrumento para ejercitar una libertad de expresión sin atadura alguna, convirtiendo a Evo

Morales en el presidente más insultado de la historia del país inaugurada en 1825 por Simón

Bolívar.

“Bolivia será india, o no será” dijo alguna vez el sociólogo René Zavaleta Mercado. Parece que

nadie tuvo la gentileza de acercarle a Garafulic un ejemplar del libro “Lo nacional popular en

Bolivia” (Siglo XXI, 1986), obra fundamental que encuentra mejor explicación con la histórica

decisión indígena y campesina de perder el miedo a votar por si mismos y que dió lugar a un

gobierno transformador con 14 años contínuos de gestión. Página Siete de Raúl Garafulic Lehm

llegó hasta el año 13. No pudo más.



Originalmente publicado en Noticias de América Latina y el Caribe (NODAL)  el 09 de julio

La sociedad distraída

 Expertos en Big Data, activistas de redes sociodigitales, estrategas de posicionamiento de agenda

política en tiempos de gestión gubernamental y en eventos electorales, coinciden en afirmar que a

por lo menos un 40 por ciento de los productores-consumidores en la esfera pública instalada en

internet, les interesa un soberano cacahuate la política, las luchas sociales, las versiones golpe o

fraude, la explotación del litio, la depredación del medio ambiente y otros asuntos vinculados con

la agenda planetaria que involucra a la economía, la política y los conflictos que de ellas se derivan

en intensidades distintas.

Miro con atención los estados de whatsapp, los tic-toc que llegan de rebote, los twits, ahora sin

pajarito y con X, algún texto o video en facebook y llego a la conclusión de que las No Cosas sobre

las que filosofa Byung-Chul Han, se consolidaron con la pandemia que durante tres años nos azotó

y nos virtualizó para siempre: Entre una, dos, tres, cuatro o cinco vacunas y reuniones zoom para

todo y para nada, porque la cuarentena con tanquetas y vigilancia policial nos obligaba (año 2020),

hemos ingresado de lleno a la igualación de los contenidos que van desde el asesinato de una niña

de once años en Lanus cuando se dirigía al colegio, hasta el debate de si el que se subió a

escenarios argentinos la semana pasada era verdaderamente Luis Miguel o un doble.

Somos lo que se ve de nosotros y cada vez menos, lo que se palpa y respira de nuestras voces y

cuerpos. Todo ha comenzado a gestionarse y resolverse a través del enredo armado por internet y

en esta medida, la sociedad interconectada, ahora juega a roles que hasta hace nada más una

década estaban reservados para los llamados hombres públicos y mujeres públicas: Gobernantes,

políticos, actores, periodistas, cantantes, bailarines y poco más. Hoy día, quién tenga una cuenta

en tic-toc o youtube se siente en condiciones de “generar contenidos”, aunque esos contenidos

sean la nada: Lavarse los dientes, la última travesura del gato de la casa, las nuevas uñas de

acrílico, el último meme con los Simpsons pirateados y ahora más radicalmente, versiones

musicales producidas con inteligencia artificial en que la “voz” de un rockero ha sido

perfectamente creada y formateada por una máquina.

Con semejante explosión visual-audio (no audiovisual), con la saturación de imágenes que invaden

nuestros celulares a toda hora, todos los días, ya da lo mismo una oferta de yoga y meditación, la

última foto del perro schnauzer de una senadora pandina o la que subieron los administradores de

redes de Lula que posa junto a Dina Boluarte, la presidenta ilegitima y represora del Perú que ha

superado en ambición y talante a Jeanine Áñez. ¡Qué horror! habríamos exclamado hace algunos

años, cómo el líder histórico del Partido de los Trabajadores brasileño ha sido capaz de retratarse

con esa racista y masacradora del pueblo peruano. Hoy esa indignación ha quedado prácticamente

congelada por tanta imagen con la que nos emborracha todos los días esa ciudadanía inconexa y

errática que ha elevado la seguidilla de anécdotas que le proponen las redes a forma de vida

cotidiana: Un meme, qué palabra horrible, de lo más grosero y ofensivo para la inteligencia

humana termina siendo lo mismo que la fotografía con la mandíbula en claroscuro de Marlon

Brando encarnando a Vito Corleone en “El Padrino” de Francis Ford Coppola, y a continuación el

video de un concierto masivo en el que todo el mundo tararea la canción final del show con los

celulares en alto como si fueran velas o antiguas linternas. Miles de personas reunidas en un

estadio, pero en primer lugar, con los teléfonos móviles como extensión corporal como si se

tratará del undécimo dedo o el tercer ojo.

Con semejante cúmulo de estimulación sensorial se comprenderá mejor porque la sociedad

deambula los días cada vez más perfectamente distraída. Ya ni se acuerda del pobre Luisfer

recluido en Chonchocoro con el rostro demacrado y dándose aires con el rechazo a la asistencia de

trece médicos enviados por el régimen penitenciario. El Banco Fassil, el experto en envíos de

sustancias controladas buscado por aire, tierra y ríos, el Interventor muerto del que la mayoría ni

siquiera se enteró, el fabricante de ítems fantasmas, la ex Alcaldesa millonaria y recluída en

Palmasola, el Alcalde que se va a Estados Unidos como si estuviera en Porongo, todo eso es tan

importante como el nacimiento del primogénito de Anabel Angus, el nuevo desfile fashion en

todas sus versiones sociales o la última goleada recibida por Blooming ante Bolívar.

El último gran acontecimiento político de Bolivia fue la nacionalización de los hidrocarburos. A

partir de ese momento, no lo sabíamos, la cuenta regresiva para instalar la igualación --no el

igualitarismo por conciencia y social y compromiso—que multiplica conductas distractivas y

desatentas, nos ha conducido a este mundo de hoy, entre tanto tic tac, entre tanto Big Bang,

como nos lo recuerda siempre Jorge Drexler.



Originalmente publicado en la columna Contragolpe de La Razón el 12 de agosto

El delirio organizado

 Los colaboradores y colaboracionistas del régimen de facto de Jeanine Áñez, los criminalizadores

de indios y campesinos que osaron salir con wiphalas a defender la permanencia de Evo Morales

en el gobierno en noviembre de 2019, finalmente masacrados, los operadores mediáticos

premiados con pauta publicitaria aprobada por la entonces Ministra de Comunicación, Roxana

Lizárraga, los linchadores digitales que se dedican 24/7 a perfeccionar en plan pitita métodos y

arremetidas de odio, todos esos y esas, han decidido habitar el mundo a partir de la suma de

delirios de distintos tamaños y grosores, ilusionados con que el corazón partido del MAS podría

permitirles una victoria electoral por descarte en 2025.

Estos personajillos que ya han alcanzado status de caricatura bizarra, han preferido apostar por el

retroceso que conduce al retorno hacia la vieja República. Quieren regresar, nostálgicos y heridos

en su demacrado orgullo, por los fueros del país excluyente en el que cada quién deberá volver a

ocupar el lugar de antes, el de la invisibilidad y la exclusión en las acciones y decisiones

ciudadanas, para que ellos y ellas, siempre tan geniales, se dediquen a reinstalar el reino

neoliberal, a abrirles las puertas a voraces inversionistas para que recuperemos nuestra histórica

identidad de país saqueado, despojado y masacrado. Ni imaginemos lo que podría suceder con el

litio en manos de estos cipayos enemigos de la plurinacionalidad étnica. Dicen que Bolivia está en

el peor momento de su historia y para intentar argumentar --no pueden, no tienen

fundamentos—consideran, tácticamente, que la descalificación personal y el insulto menos

imaginativo es el camino hacia el triunfo.

Uno que fuera ministro consejero en México durante el gobierno de Áñez ha sugerido a través de

su cuenta de twitter que es un deber organizar un escupidero nacional para que un señor de

apellido Salazar sea escupido porque “el cree poder compararse con Amparo Carvajal”, la

abnegada ex monja que tiene como propiedad la Asamblea Permanente de Derechos Humanos de

Bolivia (APDHB). Este mismo individuo, lo recuerdo muy bien, vendía paellas en una plaza de

comidas, y me imagino que con tan espiripitiflaútica convocatoria, tiene sobrada experiencia en el

oficio de escupir y para ello es probable que haya hecho sus primeras armas aderezando con saliva

los platos que servía para darle mejor sabor al arroz, los mariscos, los calamares y demás bichos

marinos: pobres comensales, arroz a la valenciana con saliva, y por si fuera poco, con precio a

pagar, tarifa infección estomacal gourmet.

Salidos de la vaina, a un mes del cierre del diario en el que publicaban semanal o quincenalmente,

los motivos que conducían a estropear teclados como expresión de impotencia y frustración, estos

militantes del delirio organizado andan ahora desparramados y dispersos tratando de buscar la

manera de recapturar a sus lectores, esos que forman parte del objetivo de convencer a

convencidos, los mismos que, enfermos de importancia, insisten vanamente en que hace cuatro

años no hubo golpe de Estado, que la llegada de Jeanine, oriunda de San Joaquín, Beni, a la

presidencia, se hizo con todas las de la ley y que nada más hubo un fraude electoral. Al año

siguiente –2020—insistieron con la narrativa del fraude, fueron a tocar las puertas de los cuarteles

--los golpes de Estado pueden ser cívico militares aunque los analistas de manual lo nieguen a

tiempo completo--, pero el “fraude” ya pasaba el 55% de los votos y así el binomio Arce-

Choquehuanca recuperó la constitucionalidad de la Presidencia y la Vicepresidencia.

Delirantes como nunca antes hubo en nuestro bestiario político, unos son agentes de la CIA, o por

lo menos aspirantes a semejante honor, otros son agentes del Opus Dei y de otras variantes de la

inteligencia eclesiástica ahora averiada por tanto pederasta con sotana que ha erosionado las

Compañías de Jesús, algunos han logrado refugio temporal de coyuntura consiguiendo votaciones

legitimadoras en las últimas elecciones subnacionales y los que expresan públicamente a toda esta

cáfila de reaccionarios de tonalidades varias, dicen ser periodistas cuando en realidad ya tienen

corazones paramilitares y parapoliciales, ataviados de cuero racista y muy valientes desde la

distancia sociodigital para soliviantar a la gente contra todo lo que huela a “masismo” que para

ellos huele peor que los escupitajos que promueve Julio Aliaga Lairana.

Hay un escrachador que el sólo pronunciar su nombre genera vergüenza ajena. Ese que dijo que

estaba bien insultar en la callle a un periodista porque era sospechoso de jugar a palo blanco de un

político. Este, por supuesto, es mucho peor que el promotor de escupitajos. Todo indica que no ha

calculado, que el momento menos pensado el escrachado sea el, acusado de haberse vendido a

los gringos. Se trata de un delirante que ha renunciado a la verdad como sustento del oficio

periodístico. Aquí están, estos son, los delirantes de la plurinación.



Originalmente publicado en la columna Contragolpe de La Razón, el 29 de julio

El anverso del horror

  Ha sucedido en distintas latitudes que varios creadores audiovisuales fueron advertidos a través de preguntas formuladas por la crítica es...