sábado, 24 de febrero de 2024

Una mesa de tres patas

 

Es necesaria una mesa que no necesita cuatro patas. Solo tres. Una mesa trinangular con la primera pata conformada por todes, todos y todas: La sociedad entera, con su fortaleza organizativa comunitaria y con su perfil individualista mal llamado libertario. La segunda pata es la del Estado con el tamaño proporcional a las necesidades de la sociedad para proteger la soberanía y la autodeterminación, para no dejar de combatir el saqueo, el despojo, los asesinatos políticos, las violaciones a los derechos humanos en todas sus formas y para generar políticas públicas en un contexto en el que la “igualdad de oportunidades” es una falacia del emprendedurismo que niega la historia, que mira para otro lado cuando se debe hablar de masacres y genocidios, que se niega a aceptar que hay cunas de paja y y hay cunas de oro. La tercera pata, la más compleja en la determinación de su tamaño exacto es la del mercado ordenando los precios, las ventas, las compras, las facilidades y los controles para la marcha de la llamada iniciativa privada en todas sus expresiones, desde empresarios clásicos hasta cooperativistas mineros asociados a inversionistas chinos.

Hay que luchar por una mesa de tres patas en que sociedad, Estado y mercado funcionen a partir de vasos comunicantes y no más de compartimientos estanco. A partir de 2006 en Bolivia empezamos a saber que el Estado podía servir para desembargar al país del voraz capital transnacional, ese que no tiene patria, solo bancos, organismos crediticios y financieras del microcrédito que les hacen creer a los pobres que algún día podrán ser ricos. Esa es la histórica contribución de EvoMorales- Alvaro García Linera a la construcción de la identidad nacional del siglo XXI, rompiendo las barreras erigidas para perpetuar el complejo de inferioridad sobre la base de un juego manipulatorio y la inducción al autoconvencimiento de que los indios no pueden, pero que los hechos lo demuestran, seguirán constituyendo la cara y el alma de nuestra variopinta forma plurinacional, aunque el racismo se empeñe en lo contrario, sea a través de golpes de Estado (blandos y duros), referéndums revocatorios, sabotajes a las políticas económicas, o torpedeos a los objetivos industrializadores del país.

El día en que nos quede absolutamente claro a todes, todas y todos que el Estado existe para generar condiciones de vida que propendan a la justicia social sustentada en la búsqueda de equidad, que el mercado es el lugar en el que los negocios ayudan a crecer a un país, y no sólo a unos cuantos herederos o talentosos-codiciosos hacedores de dinero y que la sociedad necesita por lo menos de tres comidas diarias para expresarse con lucidez, ese día habremos comenzado a construir una Bolivia en la que si bien podrán prevalecer las contradicciones a partir de los intereses de clase, estaremos en condiciones de cerrarle el paso a la tentación autoritaria del exterminio del otro a partir de la negación de su existencia, de su Sentido Común, de su derecho a existir con dignidad y con aspiraciones a una vida en la que felicidad deje de ser una frívola aspiración de telenovela.

Como nos lo enseña la química, la vida en sociedad está hecha de mezclas y combinaciones. Preguntemos a esos artistas con experiencia en fusionar sonidos de orígenes y procedencias diversas cómo se hace. Preguntemos a los DJ cómo se hace para mezclar la electrónica, el rock, el tango, la bossa nova, la murga, el huayño, los kantus de Charazani, la cueca, el jazz, el soul o  la cumbia villera. Seguro que nos enseñarán muchísimo.  Preguntemos a diseñadoras y diseñadores cómo se hace para generar las tendencias etno chic, cómo en una chaqueta puede converger el diseño clásico occidental con los textiles calchas, tarabuqueños, mayas o aztecas.

El neoliberalismo a ultranza que pretenden tirar para la mierda al Estado, como un trasto inservible con destino a la cloaca de la memoria histórica, el nacionalismo represivo y persecutorio como el de Daniel Ortega en Nicaragua que soslaya el incontenible avance del comercio internacional en que gana la comunista- -capitalista salvaje China, los insensibles que miran a la sociedad como un mero objeto de estudio estadístico, todos esos están condenados a seguir ofreciendonos polarizaciones sin sentido, violencias con olor a muerte como las desatadas por Trump, Bolsonaro o Netanyahu.

Sociedad. Estado. Mercado. Con esa mesa de tres patas  es posible sostener la superficie planetaria cada vez más devastada por el calentamiento global, el cambio climático, la deforestación, las quemas que buscan regenerar los suelos para la nueva siembra pero que al final terminan ensuciando el aire que respiramos.

 Los fundamentalismos y las visiones dogmáticas y ortodoxas invocan a la desesperanza y la desolación. El Estado y el Mercado en lugar de seguir forcejeando, tendrían que empeñarse en buscar el Justo Medio que nos enseñaron los griegos para hacer de este “Un mundo agradable” como canta desde 1992 esa rockera banda eterna llamada Serú Girán.



Originalmente publicado en la columna Contragolpe de La Razón el 02 de diciembre

 

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