Es necesaria una
mesa que no necesita cuatro patas. Solo tres. Una mesa trinangular con la
primera pata conformada por todes, todos y todas: La sociedad entera, con su fortaleza
organizativa comunitaria y con su perfil individualista mal llamado libertario.
La segunda pata es la del Estado con el tamaño proporcional a las necesidades
de la sociedad para proteger la soberanía y la autodeterminación, para no dejar
de combatir el saqueo, el despojo, los asesinatos políticos, las violaciones a
los derechos humanos en todas sus formas y para generar políticas públicas en
un contexto en el que la “igualdad de oportunidades” es una falacia del
emprendedurismo que niega la historia, que mira para otro lado cuando se debe
hablar de masacres y genocidios, que se niega a aceptar que hay cunas de paja y
y hay cunas de oro. La tercera pata, la más compleja en la determinación de su
tamaño exacto es la del mercado ordenando los precios, las ventas, las compras,
las facilidades y los controles para la marcha de la llamada iniciativa privada
en todas sus expresiones, desde empresarios clásicos hasta cooperativistas
mineros asociados a inversionistas chinos.
Hay que luchar
por una mesa de tres patas en que sociedad, Estado y mercado funcionen a partir
de vasos comunicantes y no más de compartimientos estanco. A partir de 2006 en
Bolivia empezamos a saber que el Estado podía servir para desembargar al país
del voraz capital transnacional, ese que no tiene patria, solo bancos,
organismos crediticios y financieras del microcrédito que les hacen creer a los
pobres que algún día podrán ser ricos. Esa es la histórica contribución de EvoMorales-
Alvaro García Linera a la construcción de la identidad nacional del siglo XXI,
rompiendo las barreras erigidas para perpetuar el complejo de inferioridad sobre
la base de un juego manipulatorio y la inducción al autoconvencimiento de que
los indios no pueden, pero que los hechos lo demuestran, seguirán constituyendo
la cara y el alma de nuestra variopinta forma plurinacional, aunque el racismo
se empeñe en lo contrario, sea a través de golpes de Estado (blandos y duros),
referéndums revocatorios, sabotajes a las políticas económicas, o torpedeos a
los objetivos industrializadores del país.
El día en que
nos quede absolutamente claro a todes, todas y todos que el Estado existe para
generar condiciones de vida que propendan a la justicia social sustentada en la
búsqueda de equidad, que el mercado es el lugar en el que los negocios ayudan a
crecer a un país, y no sólo a unos cuantos herederos o talentosos-codiciosos
hacedores de dinero y que la sociedad necesita por lo menos de tres comidas
diarias para expresarse con lucidez, ese día habremos comenzado a construir una
Bolivia en la que si bien podrán prevalecer las contradicciones a partir de los
intereses de clase, estaremos en condiciones de cerrarle el paso a la tentación
autoritaria del exterminio del otro a partir de la negación de su existencia,
de su Sentido Común, de su derecho a existir con dignidad y con aspiraciones a
una vida en la que felicidad deje de ser una frívola aspiración de telenovela.
Como nos lo
enseña la química, la vida en sociedad está hecha de mezclas y combinaciones.
Preguntemos a esos artistas con experiencia en fusionar sonidos de orígenes y
procedencias diversas cómo se hace. Preguntemos a los DJ cómo se hace para
mezclar la electrónica, el rock, el tango, la bossa nova, la murga, el huayño,
los kantus de Charazani, la cueca, el jazz, el soul o la cumbia villera. Seguro que nos enseñarán
muchísimo. Preguntemos a diseñadoras y
diseñadores cómo se hace para generar las tendencias etno chic, cómo en una chaqueta
puede converger el diseño clásico occidental con los textiles calchas,
tarabuqueños, mayas o aztecas.
El
neoliberalismo a ultranza que pretenden tirar para la mierda al Estado, como un
trasto inservible con destino a la cloaca de la memoria histórica, el
nacionalismo represivo y persecutorio como el de Daniel Ortega en Nicaragua que
soslaya el incontenible avance del comercio internacional en que gana la
comunista- -capitalista salvaje China, los insensibles que miran a la sociedad
como un mero objeto de estudio estadístico, todos esos están condenados a
seguir ofreciendonos polarizaciones sin sentido, violencias con olor a muerte
como las desatadas por Trump, Bolsonaro o Netanyahu.
Sociedad.
Estado. Mercado. Con esa mesa de tres patas es posible sostener la superficie planetaria
cada vez más devastada por el calentamiento global, el cambio climático, la
deforestación, las quemas que buscan regenerar los suelos para la nueva siembra
pero que al final terminan ensuciando el aire que respiramos.
Los fundamentalismos y las visiones dogmáticas
y ortodoxas invocan a la desesperanza y la desolación. El Estado y el Mercado
en lugar de seguir forcejeando, tendrían que empeñarse en buscar el Justo Medio
que nos enseñaron los griegos para hacer de este “Un mundo agradable” como canta
desde 1992 esa rockera banda eterna llamada Serú Girán.
Originalmente publicado en la columna Contragolpe de La Razón el 02 de diciembre
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