martes, 26 de septiembre de 2023

La sentenciada

 Las imágenes de la mujer de la pintura roja son las que mejor resumen la brutalidad y la violencia

política que se practicó en el golpe-gobierno de facto que mantuvo en la presidencia del Estado a

Jeanine Áñez entre el 12 de noviembre de 2019 y el 7 de noviembre de 2020. La mujer de la

pintura roja se llama Patricia Arce, hoy Senadora del MAS por el departamento de Cochabamba, y

en aquél tiempo, hace ya casi cuatro años, Alcaldesa de Vinto a la que los paramilitares de la

Resistencia Juvenil Cochala expusieron ante las impasibles cámaras y micrófonos de los medios de

comunicación de la derecha que parecían experimentar una indescriptible y morbosa satisfacción:

Había que sentarles la mano a los masistas de mierda que quería eternizarse en el poder.

La imagen de Patricia Arce, bañada en pintura de la cabeza a los pies, arrodillada y conminada a

pedir perdón, evidencia que la presionaron al extremo de decir que si su pueblo se lo pedía renunciaría 

a su cargo de Alcaldesa. El registro rojo sangre de Arce grafica y simboliza el odio acumulado contra

quienes osaron irrumpir (2006) en los dominios del hasta entonces inexpugnable poder “k´ara” de

la excluyente democracia boliviana. Milena Soto, la mujer más visible de esta Resistencia

cochabambina --a la que la propietaria de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos,

Amparo Carvajal, calificó como “una resistencia necesaria”—agredió a patadas a Patricia, mientras

esta lloraba desesperada y clamaba vanamente para que cesara tan abominable humillación.

Patricia Arce la agredida, Milena Soto la agresora y Amparo Carvajal, la monja que bendecía la

persecución sañuda contra masistas que osaban ondear wiphalas en los últimos momentos en que

el derrocamiento de Evo Morales era irreversible, configuran episodios de estas mujeres de

diferentes talantes, y a ellas hay que sumar a Jeanine Áñez, la presidenta de facto, a Karen

Longaric, la canciller, una loba con piel de cordero y a Roxana Lizarraga, la ministra de

comunicación que decidió hacer una visita guiada para periodistas en el afán de mostrar los

aposentos y las sabanas del apartamento presidencial situado en el último piso de la Casa Grande

del Pueblo que ha sustituído al viejo Palacio Quemado de la plaza Murillo.

A Jeanine la guiaba su ministro de Gobierno, Arturo Murillo, un delincuente disfrazado de político

hoy sentenciado en los Estados Unidos por un negociado de compra de artefactos para reprimir a

los revoltosos que no admitían la manera en que se había sacado a Evo del gobierno. A Longaric no

hubo necesidad de guiarla para atropellar a médicos cubanos que prestaban servicios sociales de

salud en Bolivia, expulsándolos del país, o para reconocer al impresentable Juan Guaido,

autoproclamado Presidente Encargado de Venezuela, o para violar la convención de Viena

negando salvoconductos a los asilados en la Embajada de México, altos personeros del gobierno

defenestrado. A Lizarraga tampoco hubo necesidad de darle instrucciones para amedrentar a

periodistas argentinos que llegaron a La Paz para cubrir informativamente la convulsión que

experimentaba nuestro país, a quienes tachó de sediciosos (¿?).

Patricia Arce es el símbolo femenino de las mujeres bolivianas perseguidas, discriminadas y

agredidas . Amparo Carvajal, Milena Soto, Jeanine Áñez, Karen Longaric y Roxana Lizárraga han

inscrito sus nombres como partícipes y responsables de la interrupción de la democracia,

consumada el 12 de noviembre de 2019. Arce y las humildes y luchadoras mujeres del MAS-IPSP


son las víctimas mientras que las otras, fieles representantes de la Bolivia racista y violenta son,

cada una en grados distintos de responsabilidades, las victimadoras, las que en su incontenible

odio terminaron desnudándose como una potente expresión de la miseria humana.

Con todo este contexto, con las argumentaciones jurídico legales esgrimidas durante quince meses

(marzo 2021 – junio 2022) Jeanine Áñez es hoy la principal sentenciada en el caso golpe de Estado

2 y las tropelías cometidas bajo su mando como las masacres de Senkata, Sacaba-Huayllani y El

Pedregal son parte de otro proceso en curso denominado Golpe de Estado 1. Áñez está pagando

sus delitos al haber sido condenada por resoluciones contrarias a la Constitución y a las leyes y por

incumplimiento de deberes, mientras que Longaric y Lizarraga residen en Alemania y Estados

Unidos, huídas luego de su infausto paso por un gobierno nefasto y al que la corporación de

opinadores se niega a evaluar, conciente de que defender esa “transición” es imposible por la

carencia de argumentos: Son odiadores, pero no tienen con qué.

Áñez fue presentadora de televisión, esposa de un alcalde de Trinidad y de un colombiano al que

se sindicó de vinculaciones con el narcotráfico y sus comienzos políticos hay que examinarlos en su

militancia en Podemos de Tuto Quiroga, el delfín del dictador Banzer. No es casual, por lo tanto,

que la inspiración ideológica del golpe de 2019 haya sido el banzerismo.




Originalmente publicado en la columna Contragolpe de La Razón el 23 de septiembre

Del Castillo - Andrónico 2030

 Invariablemente lacónico y sobrio en sus maneras, Andrónico Rodríguez salió a desmentir

discretamente a Evo Morales acerca de una supuesta candidatura vicepresidencial para las

elecciones de 2030. El jefe del MAS hizo esta afirmación en la última edición de su programa

dominical que emite en radio Kawsachun Coca desde el subtrópico cochabambino en el que

ubicaba a Andrónico como segundo de un binomio que encabezaría el actual ministro de

Gobierno, Eduardo del Castillo, para los subsiguientes comicios presidenciales, debido a que en

2025, la fórmula Arce-Choquehuanca estaría prevista, nada menos que para dar fin con la carrera

política de quien gobernara Bolivia casi durante quince años consecutivos. Evo cree que el camino

elegido por quién gobierna hoy es eliminarlo de las opciones políticas para las elecciones a

realizarse en algo más de dos años.

Rodríguez dijo que esto no era cierto y su versión queda ahí, con todas las audiencias que hasta

hoy no han podido escuchar de parte del actual presidente del Senado, ningún planteamiento

relacionado con la agenda nacional y ninguna idea novedosa que pueda ayudarlo a posicionarse

en situación de liderazgo como señal inequívoca de una carrera pública que se encuentra en sus

primeros años de existencia. Andrónico ha resultado parco, soso y notablemente inexpresivo.

Mientras Andrónico andaba en la formalidad de una conferencia de prensa ofrecida desde el

recinto insitucional de la cámara alta, Eduardo del Castillo ni se mosqueó con la nueva declaración

del jefe de su partido, por el que saliera a trenzarse a puñetes y patadas con pititas, policías y

militares en noviembre de 2019, cuando trabajaba junto a Adriana Salvatierra en la Asamblea

Legislativa Plurinacional y formaban parte de Columna Sur, facción masista de juventudes de Santa

Cruz. El gobierno de Evo se desmoronaba, pero Del Castillo y muchos más de su generación,

estaban ahí defendiendo la legitimidad presidencial y la idea de que concluyera su mandato en

enero de 2020.

No tenemos certeza si con vocación anticipatoria o en plan víctima, Evo Morales subió a Del

Castillo-Rodríguez a un podio al que muy probablemente no tenían idea acceder estos dos jóvenes

masistas y menos de manera tan temprana. Si Evo pensó que el futuro del MAS y de su proyecto

político deberá estar en manos de quienes hoy tienen entre 35 y 50 años, significaría que no está

dispuesto a repetir la historia en clave de farsa, incurriendo en los mismos errores táctico

estratégicos que supo cometer el MNR entre los años 60 y 90. Si por lo contrario, Evo puso en

evidencia a los dos binomios, según el fabricados desde la Casa Grande del Pueblo, para decir que

está en marcha un plan para impedir su candidatura, significa que Evo se autodefine como el

principio y el fin del MAS.

En una abierta arremetida a cargo de portavoces evistas, entre parlamentarios, ex ministros y

tirasacos profesionales, ha sido precisamente el supuesto candidato a presidente para 2030 el que

más ataques ha recibido con un repertorio que va desde su derechización hasta su abierta

complicidad con el narcotráfico. El único que obró con hidalguía acerca de este personaje y su

agenda, fue el ex vicepresidente Alvaro García Linera que llegó a elogiar al Ministro de Gobierno

por “hacer bien su trabajo” capturando a personajes protagónicos del golpe de 2019 como Jeanine

Áñez y Luis Fernando Camacho. Semejante sinceridad le costó al otrora hombre de confianza de


Evo, una lluvia de insultos y acusaciones que no lo pasaban de traidor y de “estar trabajando con el

gobierno de Lucho”.

Eduardo del Castillo instruyó investigar a fondo la corruptela instalada por su antecesor Arturo

Murillo, que en tiempos de Jeanine era quién cortaba el bacalao. Este mismo “niño Ministro”, así

apodado por el hijo de un fascista de la dictadura de Banzer, que se cargó a Jeanine, Camacho, y

Pumari, intervino decisivamente en el apresamiento de un individuo llamado Misael Nallar a quién

se lo vincula con el clan Lima Lobo y se lo acusa de legitimación de ganancias ilícitas. Pero la

historia no acaba ahí, porque este al que el ex ministro Carlos Romero amenazaba con “mostrar

pruebas de su vinculación con el narco”, continuó su camino airoso porque las denuncias del ex

ministro de Gobierno de Evo Morales nunca pasaron de la amenaza y el exhibicionismo mediático,

mientras Del Castillo comenzaba a desmontar con la Policía Boliviana el aparato exportador de

cocaína instalado por un tal Sebastian Marcet, ciudadano uruguayo a quién facilitaron

identificaciones falsas algunas autoridades bolivianas en el año 2018. Con este panorama, si

finalmente el “niño Ministro” llegara a capturar a Marcet, podría finalmente, sin proponérselo,

darle la razón a Evo para convertirse en algún momento en candidato a la presidencia del Estado

Plurinacional de Bolivia.




Originalmente publicado en la columna Contragolpe de La Razón el 09 de septiembre

El peligro del desencanto

 En las últimas cuatro décadas, la vida política de Bolivia nos ha enseñado que una alianza entre

pueblos indígenas, campesinos y trabajadores de las ciudades con un sector de la clase media

comprometido en el acompañamiento a ese bloque popular desde los saberes humanísticos,

jurídicos, políticos y sociales, podía generar círculos virtuosos en espiral ascendente que

permitieran estructurar un país dialogante y eficaz en la desactivación de todas las formas de

racismo y de discriminación que han traído consigo desmembramientos territoriales, saqueo de las

riquezas naturales, masacres en defensa del orden establecido y el capital, y violencia política en

nombre de la libertad entendida e impuesta desde el conservadurismo y el liberalismo a lo largo y

ancho de nuestra historia.

Los progresistas bolivianos que pusieron todas las fichas en la ruleta del Proceso de Cambio,

desempeñaron roles de un notable activismo político y de gestión pública, para que la realidad de

la inclusión social y la ciudadanización de conglomerados marginalizados se materializara en tareas

que comenzaron con el cumplimiento de la llamada Agenda de Octubre (2003), la generación de

un proceso constituyente y el cambio de matriz de políticas económicas que mutara de

capitalizaciones y privatizaciones a nacionalizaciones, redimensionando así el tamaño del Estado y

su gravitación en la sociedad, lo que dio lugar a la puesta en vigencia de políticas públicas con

objetivos de equidad en la redistribución de los ingresos nacionales como nunca antes había

sucedido.

Para que esto fuera posible, no fue el Movimiento al Socialismo (MAS) el iniciador de esta que en

su momento se constituyó en gesta épica. La base política de sustentación en el triunfo electoral

primero y en la definitiva toma del poder a continuación, tiene su origen en el Instrumento Político

para la Soberanía de los Pueblos (IPSP) que delineó su andadura a través del pueblo organizado a

través de sindicatos que constituyen movimientos sociales respaldadados por un discurso

emancipatorio y de reivindicación de las mayorías que encontró en el Pacto de Unidad

conformado por campesinos, indígenas, interculturales (antes llamados colonizadores) y mujeres,

el aparato organizativo que relegó a la Central Obrera Boliviana (COB) a un rol de

acompañamiento ideológico y político, y que alcanzó tan grande potencia, al punto de haber

legitimado en las calles, en las carreteras y en las zonas rurales del país, todas las acciones que

luego, el engarzamiento del MAS con el IPSP, llevaría adelante Evo Morales en su periplo

gubernamental de casi tres lustros.

Para la prosecución fluída y convincente de la llamada Revolución Democrática y Cultural era

necesario que el rasgo decisionista, predominante en la acción política de Evo Morales como

Presidente, encontrara sentido estratégico con prospectiva de largo plazo en la continuidad y la

alternancia, cosa que no sucedió porque ese decisionismo eligió la ruta de la búsqueda de una

repostulación contra viento y marea que estuvo expresada en el violentamiento de la decisión de

un No a esas pretensiones en un plebiscito y en un garrafal error traducido en invento

constitucional acerca de una candidatura presidencial, entendida esta como un derecho humano,

enfoque que dio lugar al golpe de Estado de noviembre de 2019 y a una posterior decisión de la

Corte Interamericana de Derechos Humanos, rectificando la gansada del Tribunal Constitucional

de nuestro Estado Plurinacional: “La reelección presidencial indefinida no constituye un derecho


autónomo protegido por la Convención Americana sobre Derechos Humanos ni por el corpus iuris

del derecho internacional de los derechos humanos” (agosto, 2021).

A dos años de la respuesta de la Corte Interamericana a solicitud de opinión consultiva del

gobierno de Colombia, Evo Morales ha decidido que la continuidad y alternancia a la que se vió

obligado para la nominación del binomio Arce-Choquehuanca (2020) ha llegado a su fin y estamos

a las puertas de que pueda suceder lo hasta hace pocos meses inimaginable con una

confrontación entre facciones campesinas por el control de la Confederación Sindical Única de

Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB). Con semejante cuadro de situación, el peligro del

desencanto en un proceso en el que se creyó fervientemente se encuentra instalado. Evo quiere

volver a ser candidato y el presidente Arce no se pronuncia acerca del que sería su legitimo

derecho a la reelección en 2025.

El Pacto de Unidad se va desfigurando en el divisionismo capaz de aplastar ambiciosos proyectos

histórico políticos. Ante situación de tan penosa gravedad, sólo queda citar a Fidel Castro: “Frente

a un enemigo que ataca, la división no tiene ninguna razón de ser y ningún sentido. Y en cualquier

época de la historia, hasta que las revoluciones se hicieron conscientemente, como fenómeno

plenamente comprendido por los pueblos, la división frente al enemigo no fue nunca estrategia

correcta, ni revolucionaria, ni inteligente.”





Originalmente publicado en la columna Contragolpe de La Razón el 26 de agosto

El anverso del horror

  Ha sucedido en distintas latitudes que varios creadores audiovisuales fueron advertidos a través de preguntas formuladas por la crítica es...