Las redes
sociodigitales están triunfando sobre la memoria histórica y periodística. La
están haciendo añicos con la proliferación a raudales de “contenidos” de mínima
duración y máxima estupidez aplastando la importancia de evocar el pasado.
Periodistas que autocontemplan su pretendido sentido crítico e incisivo y que
pertenecen a generaciones anteriores se han colgado de X (twitter) Meta
(Facebook), Instragram y Tik Tok, y han terminado devorados por la
compulsividad de publicar todo el tiempo conforme las noticias en desarrollo
cotidiano van apareciendo. Hay que publicar. Lo que sea. No importa. Al final
de cuentas…”somos periodistas”.
En esta nueva
realidad virtual mediática parece ya no caber la importancia de la memoria
histórica y dentro de ella, la memoria periodística, y así se explica que se
imponga una moledora de carne pseudoacadémica de la que surgen los mal llamados
influencers que de influyentes sólo
tienen la habilidad de acumular seguidores de lo estrambótico, lo
intrascendente, lo anecdótico, lo cursi y lo absurdo mientras los que quieren
jugar a serios apuestan por hacer de las fake news , su herramienta diaria de
trabajo. En tan complejo e inmenso contexto, no faltarán, lo sabemos, honrosas
excepciones.
Mario Vargas
Rodríguez –Cucho—no pertenece, felizmente, a esta generación en la que el
periodismo podría terminar siendo engullido por las redes y sus agentes a
tiempo completo. Cucho fue un periodista de esos que no puede dejar de
recordarse porque su talento como narrador de fútbol (“La verdad desde la
cancha”) nos permite inscribirlo en nuestra memoria acústica como al heroico
relator del Sudamericano del 63 cuando Bolivia fue campeón por única vez. Medio
siglo después escribió y publicó uno de los libros de fútbol más importantes
que se conozcan en nuestro país: “Campeones sudamericanos 1963, 50 años de la
epopeya”.
Quiso el destino
que hiciera mis primeras armas televisivas como crítico de cine en el programa
“Enfoques –“Con el enfoque de Enfoques y la máquina de mirar”—en los años 80 y
nos reencontraramos tres décadas después en el homenaje que la Federación
Boliviana de Fútbol le hiciera a esos campeones (5 y 6 de abril de 2013) y que
tuve el privilegio de organizar en Santa Cruz de la Sierra. En aquella
histórica oportunidad nuestros futbolistas campeones recibieron el Cóndor de
Oro, máxima distinción que confiere la entidad matriz de nuestro balompié y al
día siguiente protagonizar una vuelta olímpica en el estadio Tahuichi Aguilera,
previa al partido en que Brasil con Ronaldinho Gaucho y Neymar dirigidos por Luiz
Felipe Scolari nos hicieron un olvidable 0-4, cuando Xabier Azkargorta dirigía
en una nueva etapa al equipo verde simbolizado por Marcelo Martins.
Luego de la cena
impecablemente servida en el club de Tenis Santa Cruz, terminé sentado
conversando hasta las cuatro de la mañana en el comedor del hotel Yotaú con
Cucho y el gran Wilfredo Camacho que me contaron lo que habían vivido 50 años
atrás. Que día memorable. Que gran recuerdo y que capacidad de otro grande,
Ramiro Blacut, con el que montamos los dos días de recordación y tributo sin
que absolutamente nada fallara en tiempo y forma. Así se debiera siempre
recordar a la gente que hace feliz a un país y y así lo hicimos hace ya casi
once años, lo que me permite esta evocación a ese periodista que fue Cucho
Vargas, recientemente fallecido a los 94 años y al que las asociaciones, las
federaciones sindicales y ramas anexas de organizaciones de periodistas no le
dedicaron una sola línea a su dilatada y versatil trayectoria.
Hay que agregar
que Cucho Vargas no puede quedar esquematizado en la casilla del periodista
deportivo, porque lo suyo fue más amplio en gráfica, radio y televisión. Dueño
de un envidiable timbre de locutor con gran oficio tuvo que ver decisivamente
con el lanzamiento de Carlos Palenque a la política con la fundación de
Conciencia de Patria (CONDEPA) debido a la entrevista que en 1988 le hicieran a
Roberto Suárez Gómez (Canal 4 y radio Metropolitana) al que Cucho le preguntó
por teléfono quién era el rey de la cocaína recibiendo una respuesta rápida y
tajante: “El imperio norteamericano es el rey y el gobierno de Bolivia (Paz
Estenssoro) es el virrey”. Al día siguiente, el ministro de Transportes y
Comunicaciones, Andres Petricevic, mandó a clausurar la radio y la televisión
de Palenque por “apología del delito” y a partir de las movilizaciones
reclamando por su abusiva e ilegal
clausura, nació el instrumento político del Compadre, con la reapertura de sus
medios de comunicación por presión ciudadana.
Narró partidos
de fútbol, dirigio y escribió en revistas y diarios (revistas Panorama y
Enfoques, diarios Clarín y Hoy), e hizo televisión compartiendo un programa
dominical de entretenimiento en el naciente canal 7 junto a Lalo Lafaye y Micky
Jiménez. La vida de Cucho Vargas fue el periodismo a tiempo completo y forma
parte de capítulos fundamentales de la historia del periodismo boliviano en la
segunda mitad del siglo XX.
Originalmente publicado en la columna Contragolpe del diario La Razón el 13 de enero
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