sábado, 24 de febrero de 2024

Kalimán, el hombre increíble

 

Hasta el día en que asumió la comandancia de las Fuerzas Armadas de Bolivia, al único Kalimán que conocíamos era el de las coloridas aventuras radiofónicas e historietas mexicanas, descendiente de egipcios y formado en el Tibet con características de superhéroe y poderes sobrenaturales como los de entrar en hipnosis y simular muerte por suspensión de los latidos del corazón, o de ejercitar viajes astrales o desdoblamientos que le facilitaban la lucha contra las fuerzas del mal terrenales y extramundanas, todo ello con la compañía del pequeño Solín, un niño también salido de una familia real y que iba de la mano de este príncipe de la justica vestido todo de blanco desde el turbante hasta los pies portando una daga y bien entrenado en artes marciales. Kalimán luchaba por igual contra los nazis y los extraterrestres, y nos activaba la imaginación de lunes a viernes a través de la radio Nueva América de Raúl Salmón durante la década de los 70 dominada por la dictadura de Banzer.

Transcurridas varias décadas, los recuerdos sobre la fantástica radionovela se hicieron más vagos y difusos, hasta que nos enteramos que el presidente Evo Morales había nombrado a un general con  ese apellido –Kalimán había sido un apellido—como Comandante de unas Fuerzas Armadas en las que los jefes del ejército, fuerzas aérea y naval eran tratados por la administración gubernamental del MAS con deferencia y exagerados privilegios, política seguramente explicable por ese itinerario cultural vivido por el propio Evo en el que la prestación del servicio militar era el pasaje de ingreso a la ciudadanía boliviana. Los conscriptos de nuestro mundo rural consideran que servir a la patria a través de una pasantía por las instituciones de las armas, implica una catapulta de ascenso social.

De las esferas académicas de las ciencias sociales y políticas no ha surgido una investigación abarcante y sistemática que nos ayude a comprender el rol que jugaron los militares en Bolivia, especialmente entre 1964 y 1982, que gobernaron al país de facto con suspensión de libertades y derechos democráticos con personajes como los generales Barrientos, Banzer y García Meza. Williams Kalimán, especializado en las Escuela de las
Américas igual que Banzer, definió en 2018 los opositores al gobierno como antipatrias, lo que le signficó juicios en su contra, la simpatía presidencial y su nombramiento como Comandante el 24 de diciembre de 2018.

Quienes vivimos nuestra infancia adolescencia bajo el yugo de las dictaduras tenemos animadversión contra los militares. Recordamos chistes como ese de que el Gral. Celso Torrelio había sufrido un atentado terrorista debido a que le habían puesto un libro en el auto presidencial o ese otro que dice que los hombres de uniforme tenían un inexplicable y casi mágico problema geométrico debido a que se les arreglaban para ponerse gorras ovaladas en cabezas cuadradas. Los militares bolivianos fueron el brazo represivo y exterminador en defensa de los intereses de la oligarquía hasta que se recuperó la democracia para que terminaran sometiéndose, como lo mandan las leyes y la constitución, al poder civil democrático hasta que Williams Kalimán irrumpió en el crispado escenario de noviembre de 2019 y 37 años después de que un militar ocupara por última vez la presidencia de facto (Guido Vildoso, 1982) “sugieriera” al presidente Evo Morales renunciar al cargo incurriendo en una flagrante contravención a los dispuesto por la Ley Orgánica de las Fuerzas Armadas (LOPE) que dice expresamente que los militares no pueden emitir opiniones acerca de asuntos políticos y partidarios, debiendo subordinarse invariablemente al poder constituído en el ejercicio de sus funciones.

Recién ahora lo sabemos, el Gral. Kalimán en aquella oportunidad ataviado con traje de combate, rodeado por los miembros del Alto Mando de las tres fuerzas y los jefes de Estado Mayor, había entablado contacto vía celular días previos a la caída de Evo e incluso habría recibido en su despacho de la zona de Obrajes de La Paz, a Fernando López Julio, principal operador y nexo con los militares del esquema golpista timoneado por Luis Fernando Camacho desde el Comité Cívico Pro Santa Cruz. Días después, Jeanine Áñez posesionaba a López, ex militar de profesión, como Ministro de Defensa del gobierno transitorio inconstitucional.

El 10 de noviembre de 2019 me quedó claro que Williams Kalimán había sido tan increíble como el héroe de la radionovela y la historieta gráfica. Su exhortación, que olía a ultimátum camuflado, nos enseñaba que retirado el respaldo militar y policial al gobierno de Evo, el derrocamiento quedaba consumado. Si las Fuerzas Armadas y la Policía Boliviana no hubieran jugado a los pedidos de renuncia y a los motines antigubernamentales el golpe era inviable. Con la desobediencia al poder civil por delante y con el pedido a cargo del Comandante en Jefe, la renuncia de Evo se concretaría al final de la tarde gracias a Kalimán, el hombre increíble, hoy con paradero desconocido.



Originalmente publicado en la columna Contragolpe de La Razón el 27 de enero

 

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