jueves, 17 de agosto de 2023

Cerró Página Siete, el diario negacionista de la derecha boliviana

 Seis días antes del anuncio del cierre definitivo del diario, Página Siete publicó el viernes 23 de

junio la que se ha convertido en su última disculpa de las varias que debió publicar durante sus

treces años de existencia, caracterizados por una biliosa y tantas veces poco meditada oposición a

los gobiernos de Evo Morales y ahora al de Luis Arce.

Página Siete publicó que el vicepresidente del Estado había afirmado que la (bandera) tricolor

representa la democracia del sometimiento. Esta vez sin matices o justificativos que le permitieran

salir del paso, rectificó textualmente: “La publicación de la segunda autoridad del país se produjo

después de que Página Siete cometiera una imprecisión en una nota anterior y afirmara que

Choquehuanca dijo durante su intervención que la tricolor representa a la democracia del

sometimiento. Pedimos disculpas a nuestros lectores y al Vicepresidente”. Lo que en realidad dijo

el Vicepresidente de Bolivia es que la tricolor es de la República y la Wiphala (bandera de los

pueblos originiarios, codificación del Arco Iris) del Estado Plurinacional.

El jueves 29 de junio, pasado el medio día, el principal propietario de Página Siete, Raúl Garafulic

Lehm, firmaba la última nota en la existencia del diario, por lo menos bajo su control. Con el título

“Final del camino. Carta a los lectores de Página Siete”, el atribulado mandamás comienza

utilizando el caballo de batalla del periodismo independiente, tan independiente que luego del

golpe de Estado y durante el gobierno de facto de Jeanine Áñez se posicionó como vocero de ese

régimen autoritario, represivo y corrupto. Tan independiente que persiguió a su principal

competidor, el diario La Razón de La Paz, inventándole oscuras y mentirosas tramas de cómo su

actual propietario, Carlos Gill, había comprado el diario, acusándolo infundadamente de

favorecimientos por afinidad con el gobierno del Movimiento al Socialismo (MAS).

A continuación Garafulic afirma que “el partido de gobierno bloqueó sistemáticamente la pauta

publicitaria para el periódico, pese a que ella se financia con recursos de todos los bolivianos.” En

otras palabras, reclamando financiamiento a quienes ataca sistematicamente, no siempre ceñido a

la verdad –por ello escribimos alguna vez Página Miente--, más o menos como cuando alguien

tiene a un invitado en casa y éste comienza a romperlo todo: muebles, cristalería, biblioteca y

trastos para la limpieza doméstica, todo un contrasentido bajo el pretendido argumento de que la

publicidad no debiera discriminar porque los dineros para su contratación nacen de los impuestos

de todos, una falacia que no funciona en Bolivia como tampoco en Timboctú.

Continuando con su alegato final, Garafulic afirma que “el oficialismo puso en marcha una

estructura de hostigamiento público por redes sociales contra el periódico que hasta hoy está

impune” y aquí se aplica eso de mirar la paja en ojo ajeno y no la viga en el propio, porque si hay

una palabra que define la trayectoria de la familia Garafulic comandada por Raúl padre (Garafulic

Gutiérrez) es la palabra impunidad como se puede comprobar en mi extenso reportaje “El pulpo

Garafulic y su herencia en Página Siete” (www.la-razon.com, 22 de agosto de 2021) en el que

expongo características y datos sobre la trayectoria de esta ascendente familia con Garafulic padre

participando del golpe de Estado de 1971 encabezado por el entonces Coronel Hugo Banzer

Suárez e inaugurando su vida pública empresarial minera, en los fondos de pensiones y vinculada a

medios de comunicación como la estación televisiva ATB y el mismo periódico La Razón adquirido

en sociedad con el grupo español Prisa y aprovechando su condición de embajador en Madrid

durante el gobierno de Jaime Paz Zamora (1989 – 1993) grupo con el que los Garafulic terminaron

enemistados por controvertidos manejos de dinero y con el diario en venta.

En evidente tono de victimización, Garafulic dice que “auditorías recurrentes de una diversidad de

instituciones del Estado se ensañaron año tras año con Página Siete, mientras nuestros

competidores de línea oficialista fueron tratados con guante blanco”. Continúa diciendo que un

acoso judicial infundado dió lugar al embargo de sus bienes y a un bloqueo de sus cuentas

bancarias. También explica el cierre de su diario debido a una “fuerte caída en la venta de

periódicos impresos” debido a la pandemia del Covid” y “a la crisis económica del país que redujo

el presupuesto publicitario de muchas empresas, lo que redujo el flujo financiero del periódico”.

Finalmente, el propietario de Página Siete dice que extremó esfuerzos para una capitalización que

hubiera permitido remontar la ola, intento que finalmente quedó en nada y anuncia pagos de

sueldos adeudados y beneficios sociales “de nuestros trabajadores a quienes agradecemos por su

compromiso y resistencia”.

Página Siete fue un diario que se caracterizó más por lo que no decía, no informaba y no opinaba.

Era preferible no hacerlo en tanto Bolivia había comenzado a modificar su estructura

constitucional y socio política, con un salto cualitativo de República a Estado Plurinacional en el

año 2009. Garafulic abrió el diario un año después, fiel a sus orígenes reaccionarios de la dictadura

de Banzer y apostando por hacer un periodismo sobre un mapa anterior al del cambio, con actores

que nunca antes habían participado activa y protagónicamente en la vida pública del país. En esa

medida, Página Siete siempre estuvo dos tiempos detrás de la agenda que iba marcando la

administración de Evo Morales que entre 2014 y 2019 logró hegemonía –dos tercios de los

votos—en la Asamblea Legislativa Plurinacional conformada por las cámaras de Senadores y

Diputados.

Con solamente manejar inteligentemente la parte y la contraparte informativas, Página Siete

podría incluso haber conseguido lectores fieles del polo ideológico opuesto. El negarse a

reconocer que Bolivia no puede comprenderse sin sus organizaciones sociales, indígenas y

campesinas le significó convertirse en un diario con sesgo permanente, nutrido por una tropa de

opinadores, con algunas excepciones, que hicieron del lenguaje discriminatorio, racista y de odio,

el instrumento para ejercitar una libertad de expresión sin atadura alguna, convirtiendo a Evo

Morales en el presidente más insultado de la historia del país inaugurada en 1825 por Simón

Bolívar.

“Bolivia será india, o no será” dijo alguna vez el sociólogo René Zavaleta Mercado. Parece que

nadie tuvo la gentileza de acercarle a Garafulic un ejemplar del libro “Lo nacional popular en

Bolivia” (Siglo XXI, 1986), obra fundamental que encuentra mejor explicación con la histórica

decisión indígena y campesina de perder el miedo a votar por si mismos y que dió lugar a un

gobierno transformador con 14 años contínuos de gestión. Página Siete de Raúl Garafulic Lehm

llegó hasta el año 13. No pudo más.



Originalmente publicado en Noticias de América Latina y el Caribe (NODAL)  el 09 de julio

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