La motosierra de
Javier Milei es la misma que Cristhian Bale utiliza para trocear a sus víctimas
femeninas en la cama (Psicópata americano, Mary Harron, 2000) como extensión
fálica y sanguinaria de una elegante vida como broker de Wall Street. Con esa
motosierra, el candidato autoidentificado como anarco liberal ha hecho campaña
para intentar ganar mañana las elecciones en Argentina, con la que se supone
hará trizas a la que el denomina la casta, esto es, la clase política peronista
y no peronista que ha hecho del país, como diría Sabina, un bulevar de los sueños
rotos con los amores destrozados porque con semejante inflación es casi
imposible llegar a fin de mes. Aunque sus emborrachantes puestas en escena
quieren marear la perdiz, Milei es el individuo más sistémico del mundo
capitalista con el ego más grande que los de todos los bonaerenses juntos.
Milei es una
criatura de una televisión de cultura panelista atiborrada de talks shows desde
la que ha sabido abrirse paso en plan gritón y pretendidamente conceptual
neoliberal con el caballo y el cabello de batalla de que la Argentina fue a
principios del siglo XX, primera potencia mundial. Sobre el candidato de “La
libertad avanza” ha afirmado hace pocas horas el economista Guy Sorman: “Fue mi
alumno en Buenos Aires, en primer lugar es un loco y en segundo un liberal”. Y
a continuación remata afirmando que si es elegido “todo saldrá mal”.
Hasta aquí,
queda claro que Milei no es ni por asomo Rantes, el loco lindo de “Hombre
mirando al sudeste” (Eliseo Subiela, 1986) que en el psiquiátrico que habita se
pone a dirigir una gran orquesta sinfónica imaginaria con todos sus loquísimos
compañeros delirando de felicidad. No es eso Milei y menos lo que el mismo se
imagina ser en tanto su visión de país pasa por el negacionismo histórico que
justifica las desapariciones y asesinatos políticos de la dictadura militar,
que quiere traficar con órganos humanos porque el mercado manda, que quiere que
la educación se la paguen todos y si no pueden que se jodan y que en nombre de
una delirante transformación hay que dolarizar la economía por shock y cerrar
el Banco Central. Milei es en consecuencia un proyecto Frankenstein de corazón
fascista.
Milei ha sido
arquero de las inferiores de Chacarita Juniors, o sea que algún día quiso ser
futbolista. Hay la sensación de que este personaje del teatro de la vida quiso
ser muchas cosas que no pudo y ahora apuesta a ser el gran amante de la
política argentina arreglándose con la actriz e imitadora Fátima Florez que se
ha ganado la vida a través de su notable habilidad para copiar a la perfección
voces, ademanes y gestualidad de los grandes personajes de la vida pública, y
en primer lugar de la fauna política. Javier y Fátima son ahora pareja, pero en
realidad parece tratarse, antes que de una relación sentimental, de un contrato
de coyuntura electoral. Falso como billete de tres dólares dirían en
Corrientes, la avenida de los teatros y las marquesinas.
Entre algunos de los estrambóticos gestos de
Milei cuenta en primer lugar el agradecimiento a sus perros por haber obtenido
el triunfo en las Primarias Abiertas Simultáneas Obligatorias (PASO) que lo
situaron en el primer lugar de las expectativas electorales que lo llevarían a
disputar la presidencia incluso en segunda vuelta porque es casi una fija que
este domingo 22 de octubre será primero y en la peor de las suposiciones,
segundo. Seguro que sus enemigos políticos ya estarán imaginando como acusarlo
de zoofilia. Cómo es posible que en lugar de rendir tributo “al gran pueblo
argentino salud” como dice el himno nacional, haya decidido postrarse ante sus
cinco mastines ingleses que llevan los nombres de sus economistas más
admirados.
Milei se la
cree. “Soy la bestia en medio de la avenida” (La Renga, banda de Hard Rock)
dice en uno de sus discursos de campaña, juega a hombre rudo con ese pelucón
natural como amuleto de la suerte. No es guapo como el psicópata encarnado por
Cristhian Bale, pero debe suponer que sus ojos azules lo salvan. No es un
político. No le interesa la carne y hueso del pueblo, nada más quiere
satisfacer su sideral ego para demostrar que sus convicciones sobre la economía
lo harán incuestionable e imbatible. Lo importante en la misión de vida de este
personaje es demostrar que tenía razón sin importar que las argentinas y los
argentinos superen la crisis y vuelvan a ser felices como cuando ganaron la
Copa del Mundo en Qatar.
Milei se perfila
como el psicópata del Río de la Plata sin necesidad de hacer picadillo a Fátima
porque como se trata de un personaje antes que de un ciudadano de a pie, todo
vale en el terreno especulativo de la ficción, y con ese talante podría ser la
versión argenta de otras criaturas fabricadas por los mass media y penetradas
en la vida diaria de todos los internautas apantallados con el señuelo de que
en Argentina todos los políticos son unos choros y tienen que irse. Imaginemos
entonces a este fundamentalista del mercado caminando sobre los escombros
después de haber desoído a Charly García que cantó alguna vez “No bombardeen
Buenos Aires”.
Originalmente publicado en la columna Contragolpe de La Razón el 21 de octubre
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