Si las encuestas posteriores a la caída de Evo Morales ubican
al nuevo candidato masista, Luis Arce
Catacora, primero en todas ellas, y si se acepta que hubo fraude como
difusamente lo insinúa la OEA en su informe, esto significa que la tendencia no
ha cambiado y que efectivamente el MAS ganó los comicios anulados del pasado 20
de octubre, aunque no hubiera sido con el necesario diez por ciento de
diferencia que le permitiera materializar el triunfo para la nueva reelección
de su entonces candidato único, aquél que en su obcecación personalista,
instruyó renunciar a Adriana Salvatierra a la presidencia del Senado,
probablemente calculando que sucedería lo que en Venezuela en 2002 con Hugo
Chávez: el golpe no se sostendría y Evo volvería en hombros a la Casa Grande
del Pueblo.
Evo calculó mal –el amotinamiento policial era irreversible--
, se empecinó en la re-reelección, y el tiempo, a través de encuestas de
distintos calibre, ya se encarga de demostrar que el MAS podía haber triunfando
con otro candidato, dejando de lado ese empecinamiento consistente en
desconocer la voluntad ciudadana expresada en las urnas el 21F16. Pero si Evo
apostó al todo o nada, al yo o el desastre, los promotores del derrocamiento
del gobierno al que apenas le faltaban dos meses y diez días para expirar
constitucionalmente, calcularon peor subestimando a Jeanine Añez como la
designada para conducir la transición hacia nuevas elecciones: El patriarcado
político suele subestimar a las mujeres en todos los órdenes, y no es excepción
aquél relacionado con la búsqueda del poder.
Carlos Mesa inició la asonada civil, luego policial y
militar, en conjugación espacio temporal con la comisión de observadores de la
OEA, después del disparatado manejo del conteo rápido interrumpido abrupta e
inexplicablemente por el TSE presidido por María Eugenia Choque, y repuesto,
del mismo modo, veintiséis horas después, pretexto suficiente para confundir el
conteo preliminar no oficial con el oficial y válido que se iba desarrollando
con la previsible lentitud que derivaría en un resultado que había sido desconocido
a priori por los operadores de la desestabilización con Luis Fernando Camacho,
articulando a niveles, cívico, policial y militar, y Tuto Quiroga, siempre bien
conectado con la embajada de los Estados Unidos y la derecha latinoamericana,
que en reuniones desarrolladas en la Universidad Católica y con la presencia de
los embajadores de Brasil, la Unión Europea y un representante de la
Conferencia Episcopal, terminaron de cocinar la asunción de Jeanine Añez, que
según la anarquista María Galindo se encontraba bailando zumba en Trinidad, y a
decir de Leonardo Roca, amigo personal de Camacho, se encontraba afanada
haciendo masaco en su casa, cuando la sorprendieron para informarle que ya
estaba todo listo para que un avión de la Fuerza Aérea la
recogiera para llegar a posesionarse a la Asamblea Legislativa Plurinacional,
con coreografía militar de combate, las charreteras de los comandantes y sin el
quorum correspondiente en la Asamblea Legislativa Plurinacional.
Mesa, Tuto y Camacho, no consideraron que el partido de Añez,
el Movimiento Demócrata Social (MDS) jefaturizado por el gobernador de Santa
Cruz, Rubén Costas, era el único con ejercicio parlamentario opositor real
frente a los dos tercios del MAS en diputados y senadores, y que a pesar de
haber fracasado con apenas el 4 por ciento de la votación en las elecciones
anuladas, --eso era todo lo que podía lograr el entonces candidato presidencial
Oscar Ortíz--, contaba con operadores capaces de actuar rápidamente para
convertir al inicial gobierno de transición, en uno dominado por esta tienda
política, cuando el acuerdo original, según el cercano a Camacho, Leonardo
Roca, en entrevistas ofrecidas a medios cruceños, consistía en conformar una
administración gubernamental de ciudadanos, sin militantes partidarios.
Pamplinas, porque Mesa fue subordinado por el liderazgo de Camacho y el
movimiento cívico cruceño para convertirse en el macho alfa de la conspiración
exigiendo la renuncia de Evo, y Tuto Quiroga, que el sábado 9 de noviembre ya
daba vueltas por la Plaza Murillo en plan gallo ganador, se convertiría en el
embajador encargado de convencer a la comunidad internacional de la necesidad del
derrocamiento de Evo que terminó saliendo del país, resignado a su derrota.
Un par de encuestas a través de las que se medía la
proyección de Jeanine Añez en caso de que se lanzara al ruedo electoral dió
lugar a la creación de la Alianza Juntos, a la reaparición de Samuel Doria
Medina como vicepresidenciable y con la presidenta accidental convertida en
candidata, que liquidó el plan inicial de la transición con Mesa confundido e
indigesto por tener que aceptar una
nueva adversaria que disputa su mismo potencial electorado, Tuto Quiroga
renunciando a la embajada itinerante cuando podía haberse convertido en
candidato de la unidad contra el MAS, y Luis Fernando Camacho, el corajudo
cívico capaz de reunir todas las noches a orar a miles de cruceños en el Cristo
Redentor para conseguir la renuncia de Evo, a la que fue prácticamente
conminado por el comandante de las Fuerzas Armadas, Williams Kaliman.
Con los crespos hechos, Mesa que jamás admitirá haber
conseguido el segundo lugar el 20 de octubre, aparece ahora con proyecciones
mermadas y con una oposición al MAS nuevamente fragmentada, ahora en cuatro,
mientras el campo popular conformado por las organizaciones sociales campesinas
y trabajadora de las ciudades continúa siendo dominado por el partido de Evo
Morales. Así las cosas, Jeanine que vislumbraba su retiro de la política es hoy
presidenta y candidata, y si hay algún partido al que para nada le conviene que
se baje de la contienda es al MAS, a pesar de los cada vez más insistentes
pedidos en ese sentido, debido a la muy cuestionada manera en que se encara el
combate contra el corona virus, dominado por militares y policías, antes que
por médicos y enfermeras.
Originalmente publicado el 12 de junio en la edición impresa
y el 14 de junio de 2020 en la edición digital del diario La Razón.
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