viernes, 19 de junio de 2020

No hay peor enemigo que el de tu oficio


Observo con cuidado y serenidad los distintos movimientos y gestos públicos del periodismo, algunos periodistas y varios opinadores en estos tiempos de gobierno de transición con una presidenta que quiere pasar de accidental a electa, merced a su autohabiitación como candidata para las elecciones que deben realizarse, sí o sí, éste 2020, y llego a constatar que hay unos que pelean consigo mismos por autoconvencerse que lo que se produjo hace seis meses no fue un golpe de Estado, otros que se han desmarcado con el silencio de su abierta simpatía por lo que fue el gobierno de Evo Morales, y algunos más que chapalean sus grises teclados para decir obviedades en plan maniqueo y aburrido.

Mientras sucede todo esto, me encuentro en la antesala de la publicación de un libro que con el título “Reportaje a la democracia, Bolivia 1969 – 2019” estuvo listo para salir a las calles el 10 de noviembre, pero que pititas, militares y policías estaban ocupando, y nos vimos obligados a posponer la distribución de esta edición que incluye veinticuatro entrevistas con personajes de nuestra política –desde Antonio Aranibar Quiroga, pasando por Banzer y Goni, hasta Luis Arce Catacora—y que consigna una prehistoria democrática con menciones a dictaduras y presidencias atípicas y dignas como la de Luis Adolfo Siles Salinas. Por si acaso, en este libro de 175 páginas y formato grande, no se encontrará una sola palabra con respecto de las elecciones del 20 de octubre y la posterior caída del masismo, debido a que la experiencia enseña que las muy calientes coyunturas son los peores momentos para evaluar hechos que se proyectarán con inevitable trascendencia histórica.

En esas andaba, escribiendo y editando, cuando la temperatura electoral se hacía inaguantable y un 8 de noviembre tuve que dar por cerrado mi “Ácido y sulfúrico” en radio, y dedicarme a asuntos familiares dadas las amenazas, los ultimátums y las persecuciones de fotógrafos aficionados que me registraban con sus celulares y se encargaban de publicar o amplificar colegas a los que alguna vez les abrí  las puertas laborales en un diario y en la televisión estatal. Me preguntaba cuál sería el motivo de sus inmanejables resentimientos, cuando años atrás habíamos compartido tareas y llegué a la penosísima conclusión que se instaló en Bolivia una trauma que padecen estos enfermos de importancia,  exclusivamente avocados a escribir contra Evo y su gobierno, clausurando la multifacética territorialidad del periodismo.

Los ajetreos que nos tenían enfrascados en lo urgente me impidieron saber que la ex Zarina contra la corrupción del gobierno de Carlos Mesa, Lupe Cajías de la Vega, en una columna suya publicada, entre otros sitios, en la Agencia de Noticias Fides (ANF) me atribuye tareas “político mediáticas” en Abya Yala Televisión y que, según ella, estaba dedicado a manejar  “un equipo para hacerle guerra sucia a Comunidad Ciudadana”. Fue entonces que recordé que su señor padre, que fuera presidente de la Corte Nacional Electoral (CNE) y mi profesor de Ética periodística, jamás habría incurrido en afirmaciones sin verificación previa. Huáscar Cajías era una persona seria.

Así de alocado es ese periodismo boliviano al que se le atribuye madera para el oficio y experiencia, y esto porque el antievismo ha convertido ciertos espacios de publicación en lugares para decir cualquier cosa, como las afirmadas por Cajías de la Vega que no se enteró que fueron una ex ministra y un ex ministro masistas obsesionados con retornar al gabinete los que me hecharon de manera infundada de dicha estación televisiva en marzo de 2017, y que jamás trabajé en ningún equipo político de campaña, pues apenas soy periodista y editor, sin calificación ni talante para guerras electorales, y menos para trabajar en equipos anónimos cuando a esas alturas ya había impugnado a Carlos Mesa en mis distintos espacios, de acuerdo a mi estilo, a cara descubierta.

Me provoca una tremenda incomodidad la autorreferencia a la que me he visto obligado a acudir para dejar establecido que a pesar de haber sido injustamente maltratado por varios personeros de las administraciones gubernamentales de Evo, --las tres—nunca, hasta ahora, me había referido a estos hechos, porque más allá de mi situación laboral y personal, creí y sigo creyendo que entre 2006 y 2019 se han producido cambios estructurales trascendentes para la vida de Bolivia, lo que significa que me obligué a diferenciar los asuntos que me afectaban en lo personal con los acontecimientos que hicieron del país un Estado Plurinacional en construcción.

El refranero popular dice que el peor enemigo es el que ejerce nuestro mismo oficio, y lamentablemente “así nomas había sido” como decía el Tano Llobet. Los años me han enseñado a tomar ciertas actitudes, irresponsables y mentirosas, con liviandad. Algún día, cuando la calma visite a estos afiebrados articulistas, llegarán a la conclusión que su sello es el de la bronca y la animadversión personal nada más por el hecho, como ellos mismos repiten, de  “pensar distinto”. El postevismo se ha convertido en un asunto de diván.



Originalmente publicado en el diario La Razón el 29 de mayo de 2020


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