Primero, el Movimiento
al Socialismo. Segunda, Comunidad Ciudadana. Tercera la alianza Juntos que
gracias a su desdoblamiento de gobierno de transición a candidatura
presidencial, que según las encuestas lograría triplicar el raquítico resultado
del pasado 19 de noviembre (Oscar Ortíz, cuatro por ciento) y que en su momento
estuvo cuadruplicando hasta que unos respiradores mal comprados y nunca puestos
en funcionamiento le generaron una caída en las preferencias de la que parece
casi imposible recuperarse. Este es el cuadro de situación electoral que en
términos de posiciones parece inamovible: Ganará Luis Arce, Carlos Mesa que
fuera uno de los artífices de la llegada de
Jeanine Añez a la presidencia, será segundo, y quién fuera promovida por
policías, militares, cívicos, Tuto, el propio Mesa y Camacho, llegará tercera,
aunque no se descarta que la extrema derecha cruceña Creemos-Comité Cívico Pro
Santa Cruz pueda arrebatarle la medalla de bronce y bajarla del podio. La única
gran duda es si el MAS logrará más del cuarenta por ciento de los votos y por
lo menos el diez por ciento de diferencia de ventaja frente su perseguidor,
para evitar o viabilizar la segunda vuelta .
Entre el
gobierno del virus y los remedos de campañas electorales severamente limitados
por los estragos que ha producido la pandemia, Bolivia se ha farreado un año de
su derrotero democrático en el que campean las denuncias nacionales e
internacionales por violaciones a los derechos humanos, casi como en tiempos en
que pisaba fuerte la bota militar. Uno escucha a los candidatos y llega a
paradójicos extrañamientos de lo que fuera la democracia pactada, en tanto Paz
Estenssoro, Sanchez de Lozada, Banzer y Paz Zamora dotaban de contenidos
programáticos a las contiendas, independientemente de que estos fueran o no
cumplidos, una vez conformadas las administraciones de poder entre 1985 y 2002,
y esto porque el proyecto finalmente absolutista de Evo Morales ha triturado a
los que fueran referentes de nuestra democracia pactada hasta comienzos de este
siglo: Bolivianas y bolivianos entre los 20 y 35 años de edad no tienen idea de
quienes son Manfred Reyes Villa (NFR), Mario Cossío (MNR), Leopoldo Fernández
(ADN) y ni siquiera Branko Marinkovic
--por si acaso, Ministro de Planificación del Desarrollo de éste
gobierno-- que fue superado con creces por su discípulo Luis Fernando Camacho,
liderizando la gestión cívica cruceña, con su actuación definitoria para la
caída de Evo el pasado 10 de noviembre.
Observo a Carlos
Mesa desafiando a Luis Arce a debate. Le dicen sus asesores que debe poner cara
de malo frente a la cámara para interpelar al ex ministro que batió todos los
records de permanencia al frente de la Economía y las Finanzas –doce años—y
como para que quede clara la admisión de la inminente derrota, sus asesores
deslizan una frase que los hace prisioneros de su propio enunciado: “Carlos
Mesa es el único que puede ganarle al MAS”. Admitiendo de manera anticipada su
derrota en primera vuelta, concientes de que lograr el triunfo sólo sería
posible en un eventual balotaje.
No hay duda que
Jeanine Añez les desfiguró los planes a quienes pretendían escribir el segundo
capítulo de la caída de Evo y que consistía en consolidar la salida del MAS del
precario sistema político partidario del país. Los promotores de su llegada a
la silla presidencial y su entorno más cercano lo hicieron todo con
insuficiencia, obsesionados con lo que dice y deja de decir Morales desde
Buenos Aires, al punto que otra vez descuidaron los deberes propios:
Conformación de estructuras partidarias institucionales, divulgación de
proyectos alternativos de país, cuestionamientos estructurales con datos
sólidos a la mano de los errores, las deficiencias y las oscuridades producidas
por el MAS, sobre todo en los últimos cuatro años en lugar de esa burda
persecución política muy parecida a la practicada bajo la gestión del Fiscal
General, Ramiro Guerrero. Hasta el momento de la denuncia de presunto estupro y
presunta pedofilia, Evo fue el protagonista fundamental de esta accidentada
transición gubernamental, desaprovechada por sus ansiosos operadores,
concientes de que un cuarto de hora en política es de muy fugaz duración. La
falta de madurez y la inexperiencia en la gestión pública no los condujo a pensar
que otro sería el cantar si a su presidenta-candidata le facilitaban una
gestión proactiva con proyecto alternativo al prevaleciente en los últimos
catorce años, en lugar de la exclusiva retórica anti MAS que confirma, en gran
medida, que los adversarios de Evo saben lo que no quieren, pero que desde la
Asamblea Constituyente de 2007-2008 no saben comunicar qué “otro país” serían
capaces de construír si son favorecidos con el voto popular.
La tabla de
posiciones electoral parece estar definida, pero lo que sí sufrirá una
recomposición en la correlación de fuerzas será la Asamblea Legislativa
Plurinacional en la que dejarán de reinar los dos tercios y el sistema quedará
obligado al retorno de los acuerdos partidarios. Si Arce es presidente
necesitará conversar con Mesa, Jeanine y probablemente hasta Camacho. Si Mesa logra retornar a la silla deberá
estar conciente de que el MAS es una realidad política que ha llegado para
quedarse más allá de Evo Morales, pues representa a los colectivos sociales que
han logrado consolidar un instrumento viabilizador del ejercicio de sus
derechos ciudadanos y sus demandas sectoriales. Ese es el nuevo gran capítulo
que se abrirá en la historia democrática del país, como nunca urgido en estos treinta
y ocho años de democracia, por contar
con autoridades surgidas de la voluntad popular a expresarse en las urnas.
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