martes, 22 de septiembre de 2020

De regreso a la democracia pactada

Primero, el Movimiento al Socialismo. Segunda, Comunidad Ciudadana. Tercera la alianza Juntos que gracias a su desdoblamiento de gobierno de transición a candidatura presidencial, que según las encuestas lograría triplicar el raquítico resultado del pasado 19 de noviembre (Oscar Ortíz, cuatro por ciento) y que en su momento estuvo cuadruplicando hasta que unos respiradores mal comprados y nunca puestos en funcionamiento le generaron una caída en las preferencias de la que parece casi imposible recuperarse. Este es el cuadro de situación electoral que en términos de posiciones parece inamovible: Ganará Luis Arce, Carlos Mesa que fuera uno de los artífices de la llegada de  Jeanine Añez a la presidencia, será segundo, y quién fuera promovida por policías, militares, cívicos, Tuto, el propio Mesa y Camacho, llegará tercera, aunque no se descarta que la extrema derecha cruceña Creemos-Comité Cívico Pro Santa Cruz pueda arrebatarle la medalla de bronce y bajarla del podio. La única gran duda es si el MAS logrará más del cuarenta por ciento de los votos y por lo menos el diez por ciento de diferencia de ventaja frente su perseguidor, para evitar o viabilizar la segunda vuelta .

Entre el gobierno del virus y los remedos de campañas electorales severamente limitados por los estragos que ha producido la pandemia, Bolivia se ha farreado un año de su derrotero democrático en el que campean las denuncias nacionales e internacionales por violaciones a los derechos humanos, casi como en tiempos en que pisaba fuerte la bota militar. Uno escucha a los candidatos y llega a paradójicos extrañamientos de lo que fuera la democracia pactada, en tanto Paz Estenssoro, Sanchez de Lozada, Banzer y Paz Zamora dotaban de contenidos programáticos a las contiendas, independientemente de que estos fueran o no cumplidos, una vez conformadas las administraciones de poder entre 1985 y 2002, y esto porque el proyecto finalmente absolutista de Evo Morales ha triturado a los que fueran referentes de nuestra democracia pactada hasta comienzos de este siglo: Bolivianas y bolivianos entre los 20 y 35 años de edad no tienen idea de quienes son Manfred Reyes Villa (NFR), Mario Cossío (MNR), Leopoldo Fernández (ADN) y ni siquiera Branko Marinkovic  --por si acaso, Ministro de Planificación del Desarrollo de éste gobierno-- que fue superado con creces por su discípulo Luis Fernando Camacho, liderizando la gestión cívica cruceña, con su actuación definitoria para la caída de Evo el pasado 10 de noviembre.

Observo a Carlos Mesa desafiando a Luis Arce a debate. Le dicen sus asesores que debe poner cara de malo frente a la cámara para interpelar al ex ministro que batió todos los records de permanencia al frente de la Economía y las Finanzas –doce años—y como para que quede clara la admisión de la inminente derrota, sus asesores deslizan una frase que los hace prisioneros de su propio enunciado: “Carlos Mesa es el único que puede ganarle al MAS”. Admitiendo de manera anticipada su derrota en primera vuelta, concientes de que lograr el triunfo sólo sería posible en un eventual balotaje.

No hay duda que Jeanine Añez les desfiguró los planes a quienes pretendían escribir el segundo capítulo de la caída de Evo y que consistía en consolidar la salida del MAS del precario sistema político partidario del país. Los promotores de su llegada a la silla presidencial y su entorno más cercano lo hicieron todo con insuficiencia, obsesionados con lo que dice y deja de decir Morales desde Buenos Aires, al punto que otra vez descuidaron los deberes propios: Conformación de estructuras partidarias institucionales, divulgación de proyectos alternativos de país, cuestionamientos estructurales con datos sólidos a la mano de los errores, las deficiencias y las oscuridades producidas por el MAS, sobre todo en los últimos cuatro años en lugar de esa burda persecución política muy parecida a la practicada bajo la gestión del Fiscal General, Ramiro Guerrero. Hasta el momento de la denuncia de presunto estupro y presunta pedofilia, Evo fue el protagonista fundamental de esta accidentada transición gubernamental, desaprovechada por sus ansiosos operadores, concientes de que un cuarto de hora en política es de muy fugaz duración. La falta de madurez y la inexperiencia en la gestión pública no los condujo a  pensar  que otro sería el cantar si a su presidenta-candidata le facilitaban una gestión proactiva con proyecto alternativo al prevaleciente en los últimos catorce años, en lugar de la exclusiva retórica anti MAS que confirma, en gran medida, que los adversarios de Evo saben lo que no quieren, pero que desde la Asamblea Constituyente de 2007-2008 no saben comunicar qué “otro país” serían capaces de construír si son favorecidos con el voto popular.

La tabla de posiciones electoral parece estar definida, pero lo que sí sufrirá una recomposición en la correlación de fuerzas será la Asamblea Legislativa Plurinacional en la que dejarán de reinar los dos tercios y el sistema quedará obligado al retorno de los acuerdos partidarios. Si Arce es presidente necesitará conversar con Mesa, Jeanine y probablemente hasta Camacho.  Si Mesa logra retornar a la silla deberá estar conciente de que el MAS es una realidad política que ha llegado para quedarse más allá de Evo Morales, pues representa a los colectivos sociales que han logrado consolidar un instrumento viabilizador del ejercicio de sus derechos ciudadanos y sus demandas sectoriales. Ese es el nuevo gran capítulo que se abrirá en la historia democrática del país, como nunca urgido en estos treinta y ocho años de democracia,  por contar con autoridades surgidas de la voluntad popular a expresarse en las urnas.




Originalmente publicado en el diario La Razón el 14 de septiembre de 2020

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