Quinta entrega de esta serie en la que se abordan momentos
signficativos de nuestra historia vinculada a la persecución política. El
sometimiento de Paz Estenssoro a las directrices de los gobiernos de Kennedy y
Johnson, en los años 60, explica las razones estratégicas que condujeron a
imponer políticas represivas de neutralización a la clase trabajadora
boliviana, entonces ideológicamente influída por el comunismo que caracterizó
la Guerra Fría de la época.
Ya dijimos que Bolivia cuenta con
un archivo “oral” y documentación dispersa y desordenada acerca del
autoritarismo y la represión política practicados por el MNR en sus doce años
de gobierno en las década del 50 y la primera mitad del 60. Es por ello que
hasta aquí he privilegiado los ejemplos concretos vinculados al Control
Político al mando de Claudio San Román, los campos de concentración y a las
prácticas represivas que incluían métodos de tortura, especialmente practicados
contra militantes del conservador partido Falange Socialista Boliviana (FSB),
pero las razones de fondo estructurales para que especialmente Victor Paz
Estenssoro terminara prácticamente fagocitado por el gobierno y las políticas
estadounidenses encabezadas por los presidentes John Fitzgerald Kennedy y
Lyndon Johnson, están relacionadas con la conversión del proceso revolucionario
iniciado en 1952 hacia lo que se consolidó como un laboratorio en que
combinarían esfuerzos “liberales desarrollistas norteamericanos” y
“modernizadores autoritarios de América Latina” como bien lo define el
investigador Thomas C.Field Jr.,quien afirma de manera rotunda, --producto de una
exhaustiva investigación contenida en dieciséis archivos y cincuenta
entrevistas personales que le permitieron construir una narrativa de historias
orales y documentos personales-- que “las ideologías tecnocráticas de
desarrollo funcionaron como prismas a través de los cuales ambas
administraciones libraron una guerra en contra el movimiento obrero boliviano”.
El intervencionismo, la
injerencia, el control y la participación activa en aspectos tácticos en la
“guerra contra el comunismo en Bolivia” tiene nombres y apellidos: “El
embajador Douglas Henderson, el jefe local de la CIA, Larry Sternfield y un
agregado aéreo de la embajada, Edward Fox,
dedicaron mucho tiempo a discutir los detalles de la política estadounidense
con respecto a Bolivia durante esos tensos años. Sus historias se basaban en lo
que el registro documental sugiere: que las administraciones Kennedy y Johnson
estaban convencidas de que Paz Estenssoro era la única figura que podía guiar a
Bolivia por el camino de la modernización anticomunista y que los funcionarios
estadounidenses –a regañadientes en los casos de Sternfield y Fox—fueron
forzados a mantenerse al margen, mientras el General Barrientos llevaba
adelante la sublevación (noviembre, 1964), afirmación que queda corroborada por
ex funcionarios de gobierno y familiares del mismísimo Paz Estenssoro que le
achacan toda la responsabilidad para la caída del MNR al citado Cnl. Fox y a la
CIA.
Quienes son afectos a la
mitificación de personajes públicos en la vida de una sociedad, han omitido con
premeditación o por ignorancia que el calificado por la historia oficial
“personaje del siglo XX en Bolivia”, Victor Paz Estenssoro, hipotecó la
Revolución de 1952 a la estrategia planetaria estadounidense, enfrascada
entonces en la confrontación que caracterizó la guerra fría y la lucha bipolar
por el dominio del planeta frente a la Unión de Repúblicas Socialistas
Soviéticas (URSS). De esta manera, a título de “cooperación para el desarrollo”
encomendada a la llamada Alianza para el Progreso y sus Cuerpos de Paz, y a sus
distintas agencias de “cooperación”, vigilancia e inteligencia, el líder movimientista terminó cediendo ante
la presión y condicionamientos norteamericanos, dejando de lado una inicial
postura de “tercera vía” entre capitalismo y socialismo que hacía a nuestro
país, un potencial reproductor del proceso revolucionario cubano triunfante en
1959.
En ese contexto, las historias de
falangistas perseguidos, encarcelados, torturados o eliminados físicamente,
terminan convirtiéndose en telón de fondo de una conflictividad que
fundamentalmente estaba centrada en la resistencia popular al gobierno
pazestenssorista con fuerte acento ideológico comunista, expresada a través de
la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB) –Siglo XX,
Irupata, Catavi, Llallagua, Uncía, Huanuni, Machacamarca, San José—liderizada
por Federico Escóbar e Irineo Pimentel, “obstáculos para la modernización de
Bolivia” que fueron en su momento arrestados y como represalia, grupos de
mineros retuvieron a cuatro funcionarios de la “cooperación” estadounidense en
una sede sindical en la que se encontraba almacenada una gran cantidad de
dinamita.
He aquí el meollo de los móviles
para la instauración de infraestructura, métodos y operadores paramilitares que
hicieron del obsesionado desarrollista Paz Estenssoro, un obediente ejecutor de
las directrices estadounidenses en las que el fin justificaba los medios
violatorios de los derechos humanos, la pluralidad política, la
autodeterminación y la soberanía nacionales. Los norteamericanos querían “una
modernidad de clases medias, a fin de prevenir que la región adopte un
socialismo obrero campesino”, y es en ese marco que puede comprenderse el
postulado de la Alianza de Clases, política e ideológicamente distantes de la
visión marxista de la Lucha de Clases.
Convertido Bolivia en el segundo
país receptor per capita de ayuda estadounidense en el mundo con un 20 por
ciento de su PIB, ese pragmatismo intervencionista, una vez que el crecimiento
de la incidencia militar en la vida política se haría manifiesto, el gobierno
norteamericano no dubitó en otorgarle solución de continuidad al golpismo
militar inaugurado en noviembre de 1964 que se extendería hasta principios de
la década de los 80 sustentado en las mismas bases de modernización
desarrollista y lucha contra el comunismo esbozadas y puestas en práctica a
partir de 1960, que hicieron de la República de Bolivia, un país sometido a la
dependencia y a las decisiones que se tomaban desde afuera sobre su destino con
un fuerte costo político-social en
materia de libertades ciudadanas y derechos humanos.
Esta es la lógica de comprensión
que debe ayudarnos a entender el porqué profundo y estructual del
autoritarismo, la represión y la
violencia política practicadas por los gobiernos del MNR y que tuvo su cúspide
en la puesta en vigencia del Plan Triangular con la participación de EE.UU., Alemania
Occidental y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), signatarios que
compartían la visión de que “los sindicatos eran los inequívocos responsables
de los problemas de la Corporación Minera de Bolivia (COMIBOL), cuyo
presidente, Guillermo Bedregal Gutiérrez, recibió presiones para una
“considerable reducción en el número de trabajadores”, medida que, quienes
creen en la mirada cíclica de la historia, se repetiría en 1985, dos décadas y
media después, con la dictación del decreto 21060 y el despido masivo de
trabajadores mineros eufemísticamente llamado “relocalización” a cargo del
mismísimo Paz Estenssoro al inicio de su cuarta gestión presidencial.
El Plan Triangular arrancó con
13.5 millones de dólares en “asistencia técnica como el primero de tres pagos”.
La FSTMB se opuso tenazmente a través del control obrero a este “programa de
cooperación”, asunto que se tradujo en severas medidas represivas: El 6 de
junio se llevaron a cabo 50 arrestos sin muertos, Bedregal llamó a reunión a su
oficina de La Paz, a líderes sindicales y en lugar de recibirlos él, fueron
agentes del Control Político que dejaron libres a los dirigentes movimientistas
y apresaron a los comunistas y trotskystas, luego enviados a la localidad
amazónica de Puerto Villarroel. El líder sindical comunista, Simón Reyes, no
pudo llegar a la reunión, pero con otra emboscada, Bedregal, preocupado por la
“terrible reacción en las minas”, aparentó simpatía con Reyes para invitarlo al
Palacio de Gobierno, lo que significó que el dirigente minero fuera también
arrestado y embarcado en un avión junto a estudiantes universitarios y
profesores.
“Complot comunista” dijo Paz
Estenssoro para justificar la puesta en vigencia de un Estado de Sitio que
facilitó el aislamiento e incomunicación de “cincuenta comunistas bolivianos”
con las milicias campesinas movimientistas que coreaban en las calles “abajo el
comunismo”: Ejemplos como estos campean
en los casi cuatro años del tercer gobierno pazestenssorista finalmente
derrocado por su vicepresidente, el Gral.Barrientos y solamente la palabra de un economista de
USAID, Melvin Burke, que trabajaba en el Plan Triangular, comparte el criterio
de los mineros, afirmando en carta de renuncia elevada a sus superiores que
“USAID no tiene nada que ver ni con la economía, ni con el desarrollo de
Bolivia” que según el funcionario “el Plan (Triangular) era un Caballo de Troya
que no tenía ninguna base económica excepto destrozar al sindicato comunista”,
reivindicando la validez de lo planteado por los mineros “por haber luchado
contra la supuesta eliminación de los mineros superfluos”. El mismo Burke, en
un estudio realizado en años posteriores, escribió que la COMIBOL usaba una
contabilidad “creativa” que alteraba datos de ganancias y pérdidas reales a su
antojo, pretexto para racionalizar o dicho de manera más cruda, despedir
trabajadores de la empresa. Y aquí va la clave de todo el análisis que hace
Burke: “El Plan Triangular era una fachada que escondía un encubierto objetivo
político, consistente en destruir el sindicato de trabajadores y revertir la
nacionalización de la industria minera boliviana”.
Una conquista revolucionaria era
así perforada, por uno de los autores principales que la había gestado con el
gravísimo añadido de una campante corrupción: “El gobierno corrompió a los
líderes afiliados al MNR de San José, en las afueras de Oruro con 400 chamarras
americanas y 500 mil pesos” que había ofrecido la liberación de los comunistas
detenidos con excepción de Federico Escóbar e Irineo Pimentel.
Hasta la orden religiosa católica
de los Oblatos se convirtió en instrumento de persecución de mineros con
filiación comunista y el Comité de Amas de Casa, alineado con el Partido
Comunista de Bolivia (PCB), pidió a Paz Estenssoro la liberación de sus
esposos, movilización en que perdió la vida la huelguista Manuela de Sejas,
fallecida poco antes de que finalmente Paz Estenssoro aceptara liberar a los
prisioneros. Un poema escrito en homenaje a esta luchadora resume la ira que
provocó el Plan Triangular, especialmente en los mineros de Siglo XX: “Fuiste a
las huelgas de hambre rumbo a La Paz/llegaste a las puertas de COMIBOL/ gases
lacrimógenos llegaron a tus hijos de los agentes pagados con el dólar de los
yanquis Manuela de Sejas/ mujer valiente sin igual/ ofrendaste tu vida por la
clase trabajadora/ luchaste junto a tu marido contra el Plan Triangular,
oponiéndote contra la masacre blanca…/ Adelante compañeras!/ hasta la
liberación de un pueblo oprimido por los capitalistas norteamericanos/tiranos,
masacradores, perros asesinos./Algún día caerán en el fango de un precipicio
sin final.”
En el tensionante marco de la
Guerra Fría, los funcionarios estadounidenses comparaban a nuestro país “con
alguien desnutrido, mal vestido, sin vivienda apropiada y expuesto a la
tuberculosis” y creían que la única
forma de inmunizar al paciente de la enfermedad (el comunismo) era hacer cuanto
fuera posible para evitar la intervención soviética en los asuntos internos de
Bolivia.”
“Parece que cuanto más de cerca estudian los historiadores la política
exterior del presidente Kennedy en distintos países, más se revela su
autoritarismo. Los objetivos políticos impulsaron a la Alianza para el Progreso
desde sus inicios y el fuerte sesgo ideológico de la administración simplemente
exageró y radicalizó el nivel de intervención de Washington. En Bolivia, el tan
anunciado programa de Kennedy trajo consigo una profunda implicación de EE.UU.
en casi todos los aspectos de la vida social, política y económica. Basándose
en el viejo paradigma del desarrollo autoritario del Presidente Paz Estenssoro,
los desarrollistas estadounidenses tomaron las minas nacionalizadas como lógico
punto de partida y adoptaron un autoritario plan de rehabilitación de la
minería, redactado en gran parte por los propios bolivianos. Sin embargo, la
resistencia de los mineros que no comulgaban con el MNR fue firme e inmediata,
lo que obligó a la Alianza para el Progreso a apoyarse directamente en la
represión política. Alentados por la aparente determinación de Paz Estenssoro,
los desarrollistas estadounidenses colmaron al gobierno boliviano de asistencia
policial, militar y económica, secundando de buena gana la batalla estratégica
de Washington contra el comunismo en el corazón de América del Sur.”: La
cita precedente registra una perfecta síntesis de la relación causal entre
injerencia y las violaciones a los derechos humanos a cargo de los Estados Unidos
de América en Bolivia. (Datos de investigación de archivo personal
y en “Minas, balas y gringos – Bolivia y la Alianza para el Progreso en la era
de Kennedy” de Thomas C. Field Jr.)
Publicado en el suplemento Animal Político del diario La Razón el 18 de octubre
No hay comentarios:
Publicar un comentario