El caudillismo pazestenssorista
condujo a fragmentar el proyecto de la revolución de 1952. Incubo a los
emenerres respondones que desdoblaron al partido en variaciones que terminaron
engendrando a las dictaduras militares de los 60-70. Con el propósito de
retener y prorrogarse en el poder, la alianza de clases fue activada con la
patraña de la conversión del indígena a campesino, no en un genuino
reconocimiento a su existencia e identidad libertaria, sino para
funcionalizarlo como ciudadano a fin de que una burocracia heredera de señoritos,
usufructuara del poder, primero con los doce años de “período revolucionario”
(1952 – 1964), luego con los dieciocho años de dictaduras militares (1964 –
1982) y a continuación con veinte años de neoliberalismo (1985 – 2005)
precedidos de una accidentada coalición como la UDP (1982 -1985) que con social
demócratas y comunistas de la órbita soviética queriendo cogobernar, anunciaba
un fracaso de partida que terminó con hiperinflación y la sustitución de esta
con el recetario surgido del Consenso de Washington.
Vistas las cosas en tiempo
presente, el Movimiento al Socialismo (MAS) que parecía inscribirse en el
“socialismo del siglo XXI”, terminó jugando al “capitalismo andino”, utilizando
el transformador expediente de la
inclusión social, en un dispositivo que a estas alturas se caracteriza por
haberse posicionado como funcionalizador del supuesto sujeto histórico, a la
manera del MNR, con el que surgía un auténtico nuevo paradigma en la política
boliviana.
La sórdida disputa por el
liderazgo electoral en el MAS está confirmando que para muchos entusiastas y
muy militantes defensores y activistas del Proceso de Cambio, el sujeto
histórico queda circunscrito a la figura de un jefe y de nadie más, cuando el
manual del buen revolucionario dice que el sujeto histórico de un proceso
transformador es un colectivo multifacetico con características sociales y
económicas, y en el muy particular caso de Bolivia, de una variopinta identidad
étnica y territorial. Resulta hasta caricaturesco: el sujeto histórico había tenido
nombres y apellidos personales registrados en un documento que puede guardarse
en una billetera, y no había sido el resultado de los procesos encarados por
soberanía y autodeterminación, por indígenas convertidos en campesinos, por
campesinos que van del mundo rural hacia las ciudades para convertirse en
obreros y en obreros que conforman una vanguardia minera que ha luchado
poniendo el cuerpo, la sangre y los muertos contra el imperialismo que saquea y
despoja, que consagra el orden establecido para que los niños bien sigan
convencidos que por derecho hereditario son dueños de vidas, de haciendas, del
estaño, del oro, del petróleo y hasta del agua.
Los formadores ideológicos, los
capacitadores en militancia partidaria parecen no haber hecho su trabajo desde
2006. Porque de lo que se trataba era de explicar y empezar a practicar lo que
Jorge Sanjinés nos enseñó con su primer cine y que pasa por la construcción
colectiva y comunitaria de un proceso político con cadenas humanas solidarias enfocadas
hacia el mismo horizonte. Cuando nos enteramos que un entorno de poder llega a
la conclusión que al jefe máximo no hay quién lo sustituya, retrocedo mi mirada
y recuerdo las actuaciones de Paz Estenssoro, Siles Zuazo, Guevara Arce,
Bedregal Gutiérrez y hasta el mismísimo Gral. Barrientos Ortuño. Con semejante
escenografía el Movimiento al Socialismo (MAS) se está pareciendo cada vez más
al MNR burocratizado en que una rosca partidaria terminó sustituyendo a la
rosca minera de Patiño, Hotschild y Aramayo.
Con este cuadro histórico
político, no tiene que alarmarnos las cada vez más destempladas actuaciones de
Carlos Romero denostando al que fuera su compañero de gabinete ministerial,
ahora presidente del país. Juega a una
ironía desangelada llamándole políglota porque “está callado en siete idiomas”
en alusión a presuntos actos de corrupción de su gestión gubernamental. En este
sentido, Romero ha terminado actuando a la manera en que lo hacía el movimientismo
de estilo opositor triturador e inconsecuente, tan funcional a los intereses de
la derecha más reaccionaria y con esto ha quedado claro que su práctica
política ha consistido en formar parte de una rutina política que lo ha
hecho tóxico y hasta perverso, conducta
desconcertante si se tienen en cuenta sus antecedentes de activista defensor de
derechos de pueblos indígenas de tierras bajas del país.
Hoy día el MAS-IPSP se perfila
como una entidad con dos cabezas y hasta tres en la que el horizonte de una
estrategia transformadora en la correlación de fuerzas de la sociedad boliviana
está comenzando a perderse. Y en ese sentido, la nacional popular puede
terminar convirtiéndose en el artefacto que acabe con su existencia como
sucedió con el movimientismo empoderado en los 50 que parió una revolución
tutelada e inconclusa.
Originalmente publicado en la columna Contragolpe de La Razón el 08 de abril.
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