En tiempos de
golpe de Estado y gobierno de facto (2019 – 2020) escribí que Unitel era la
emisora televisiva que hasta entonces, cuando se convirtió en circunstancial y
fugaz canal oficialista, había apostado con éxito por lo que toda televisión se
precie de seria y tenga claros sus orígenes y el sentido de invención por el
que debería apostar: El espectáculo, el entretenimiento, la teatralización de
la vida, el debate de la vida pública convertido en talk show.
Retornados a
esta que podría llamarse normalidad democrática (2020 – 2025), Unitel regresó
por sus fueros, conciente de los dictámenes de su visión-misión, esto es,
privilegiar las inducidas preferencias de la audiencias que aunque alguna parte
mas o menos bien informada de la sociedad no crea, pasan por llegar a casa, dejarse
caer en el sillón o tirarse a la cama y
hacer zapping en busca de entrentenimiento y evasión.
Cuando me referí
a Unitel en aquella oportunidad, me chismearon que “el canal tomaría medidas”
acerca de lo que habíamos publicado aquí en La Razón (2021) como parte de una
serie de artículos que con el título de Memoria y Archivo se refería a los
personajes –unos más golpistas que otros-- que formaron parte del derrocamiento
del gobierno del MAS-IPSP (10 – 12 de noviembre de 2019) y mientras ese puñado
de figuras políticas actuaba furiosamente obsesionada contra Evo Morales,
Anabel Angus ya había acumulado casi un millón de seguidores en Instagram.
De regreso a
privilegiar su marca distintiva, la del pasatiempos audiovisual, hizo bien
Unitel en no intentar hacer algo en contra de quién se había expresado acerca
de la estación televisiva con mayor audiencia en gran parte del país. Y digo
hizo bien, porque en realidad lo que escribimos desde aquí consistía en alabar
la simplista pero eficaz inteligencia de Anabel que es una conductora
certificada por su magnetismo y su constancia: En las pantallas de la
televisión boliviana abundan las aves de paso, producto de su inconsistencia,
mediocridad, y otras debilidades que la hacen, en términos generales, una
televisión gelatinosa, sin estilo debidamente definido y sin haber logrado
consolidar algún rasgo de tradición comunicacional.
En todo ese
espectro, el prorroguismo de Angus en la red, propiedad de la familia
Monasterio, resulta, a diferencia de la función pública o de los cargos
producto de la voluntad popular, la muy buena excepción que confirma la regla.
Había comenzado conduciendo programas infanto juveniles (“Unitoons”), para
luego pasar a ser la presentadora de las noticias que generaba la escuálida
farándula cruceña y el espectáculo internacional en el espacio noticioso
matinal y consolidarse como conductora principal de “Calle 7”, programa de
competencia con equipos rojo y amarillo que debían desplegar destrezas y
resistencia física, y hoy día es la
maestra de ceremonias de “Master chef”, un programa con marca internacional, en
el que durante esta temporada, están para cocinar personajes que en Bolivia son
considerados famosos, pero sobre todo famosas.
El formato de
“Master chef”, puesto en escena con una cuidada factura visual, tiene a tres
chefs (Coral Ayoroa, Marcos Gonzáles, Marko Bonifaz) que evalúan los correteos
de los concursantes que en cada capítulo deben utilizar su creatividad
culinaria para hacer de los platos terminados, un pequeño tributo al buen gusto
capaz de abrir el apetito. Entre la mirada expresiva y la carcajada tímida de
Desiree Durán y la fuerte personalidad de Justa Canaviri, la primera, finalista
del Miss Universo 2006, la segunda, por muchos años conductora de un programa
de entretenimiento de Bolivia TV, encontramos a la Bolivia moderna y a la
Bolivia ancestral, compitiendo-compartiendo afanes por quién cocina mejor.
Desiree es cruceña de sencilla procedencia citadina, Justa es chola paceña
originariamente aymara y cuando entablan contacto visual con Anabel se produce un
clic que solamente es posible a través de esa expresividad femenina con
potencia para poner al aire las emociones con altibajos que genera este show en
el que los concursantes están siempre ansiosos por escuchar las devoluciones de
los chefs, sentencias que pueden conducir al siguiente peldaño camino al cielo
o los que llevan a la irrermediable eliminación.
La estimulación
al tiempo libre televisivo nos dice que no serán las candidatas a senadoras y
diputadas que circulan en programas y redes sociales para decir cuán estupendas
son y por qué, con todas sus aptitudes, deberían llegar a la Asamblea
Legislativa Plurinacional. No serán, no
son ellas las tipas de la película, que para el caso signfica las protagonistas
que estimulan el imaginario colectivo. Para el imaginario popular, apuesto
doble contra sencillo, que las protagonistas de las aspiraciones de la gente
que en algún momento de la noche miran TV, son Anabel Angus, Desiree Durán y
Justa Canaviri, con Anabel encabezando la tabla de posiciones de las
conductoras televisivas, con veinticinco años contínuos en la misma pantalla,
mérito inusual en la evaporítica televisión boliviana.
Originalmente publicado en la columna Contragolpe de La Razón el 26 de julio
No hay comentarios:
Publicar un comentario