No se conoce en
nuestra historia, otro delfín de dictador latinoamericano más paradójico que
Jorge Quiroga Ramírez, aquél presidente accidental que entre 2001 y 2002 supo
reemplazar constitucionalmente a su mentor, el Gral. Hugo Banzer Suárez, que en
el tramo final de su vida no fue condenado por una sentencia ejecutoriada ante
el juicio de responsabilidades que le iniciara Marcelo Quiroga Santa Cruz,
asesinado en 1980 por paramilitares que conectaban a la entrante dictadura de
Luis García Meza con Banzer reciclado a la democracia.
Tuto, que lleva
el sobrenombre de su padre, Jorge Joaquín Quiroga Luizaga, representante de la
dictadura banzerista (1971 – 1978) ante el Consejo Internacional del Estaño en
Malasia, se ha pasado los últimos años, desde que fuera sometido a una paliza
electoral en 2005 casi idéntica a la recibida por Carlos Mesa el pasado 18 de
octubre, profiriendo cuanto adjetivo agraviante encontraba a su paso para
referirse al dictador Castro, al dictador Chávez, al dictador Daniel Ortega, al
dictador Nicolás Maduro y cómo no, al dictador Evo Morales que lo sacudió en
las urnas 54 contra 28. En síntesis, lo paradójico consiste en que el hijo político del dictador con siete años de
permanencia en la presidencia de Bolivia, se refiera en esos términos a
personajes que a excepción de Fidel Castro llegaron a los gobiernos de sus
países a través del voto ciudadano.
A Tuto nadie le
decía ni mu, hasta este momento en el que resulta oportuno recordar que la
Memoria y el Archivo existen. Varios de sus adversarios ya ni se molestaban en
retrucarlo seguramente por considerarlo un muerto viviente de la política, un
candidato que no pudo superar el uno por ciento en las encuestas para las
elecciones de 2020, con ese su anticomunismo en blanco y negro, de traje y
corbata, que a estas alturas del siglo XXI resulta vetusto e incomprensible a
las nuevas generaciones.
Hay que suponer
que su intuición de rima fácil le fue dictando que había que llamar títere al
candidato del MAS, ahora presidente. O decirle cobarde a Evo Morales por haber
salido del país en noviembre del año pasado, cuando fue él quién intercedió
ante el Gral. Jorge Terceros, Comandante de la Fuerza Aérea, ya que el puñado de
golpistas entre los que por esas horas se movía –sí, Tuto terminó siendo
golpista, igual que su maestro—era el más lúcido: “Si Evo Morales se queda en
el país, el nuevo gobierno no aguanta”, pensaba, por lo que era aconsejable que se le diera el
visto bueno para salir hacia México vía Paraguay.
El doble
discurso es una vieja práctica en el escenario de la confrontación política.
Fue Tuto, si se acepta la versión que informaba que la vida de Evo Morales
corría peligro, uno de sus generosos salvadores, obviamente por necesidades
inmediatas de consolidación de un gobierno que en la teoría debía ser
exclusivamente de transición hacia nuevas elecciones, y que tomó cuerpo a
partir de la violación de la Constitución Política del Estado y del Reglamento
del Senado, con el ágil asesoramiento jurídico de Luis Vásquez Villamor que
aconsejó fabricar la habilitación de la nueva presidenta a través de una minuta
emitida por el Tribunal Constitucional debido a un “peligroso vacío de poder”.
Habrá que
recordar que esta generosidad demostrada en favor de la preservación de la vida
de su archienemigo político no asomó, por ejemplo, cuando en 2002 se dedicó a
boicotear al binomio de su propio partido, Acción Democrática Nacionalista
(ADN) conformado por Ronald MacLean Abaroa y Tito Hoz de Vila (+), en tiempos
de una agria disputa interna generacional que enfrentaba a los llamados
“pitufos” de los que él se constituía en líder, frente a los viejos amigos del
General, etiquetados como “dinosaurios”. Más adelante, la justicia poética se
encargaría de su destino, convirtiendoló en ser pensante del derrocamiento de
Evo, nombrado embajador itinerante para explicar el “procedimiento” de la
llegada de Jeanine Añez a la silla presidencial y más tarde implacablemente
sancionado por la opinión ciudadana a través de encuestas que nunca lo situaron
por encima de ese uno por ciento de las preferencias: El buen amigo de la
embajada de los Estados Unidos quedaba así, afuera de la contienda, no por
generosidad personal como pretendió posicionar, sino simplemente, por
incapacidad competitiva.
Habrá que decir
en favor de éste protagonista de la democracia pactada, ex vicepresidente de
Banzer antes que nada, que se perfilaba como el mejor candidato posible de la
derecha: Todos sus socios golpistas
debieron deponer sus candidaturas para potenciar la de Tuto que por supuesto es
el neoliberal más estructurado de todos quienes han participado en la última
contienda de la que se salvó de recibir otra goleada como la de 2005, por abandono. El voto “útil” no estaba
destinado para él.
Originalmente publicado en la columna Contragolpe del diario La Razón el 05 de diciembre de 2020
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