jueves, 11 de diciembre de 2025

La inocencia justiciera del Vicepresidente Lara

 

Los héroes y antihéroes de campañas políticas suelen estar más cerca de la épica que del conocimiento y de las capacidades de eficiencia para gobernar. Una cosa es ser candidato y otra, bastante más compleja, una vez alcanzado el objetivo del triunfo electoral, manejar con tino y destreza la nave del poder que implica obligaciones administrativo gubernamentales diarias.

 En el caso de los binomios presidente – vicepresidente, ha sucedido a lo largo de nuestra democracia reiniciada en 1982, que los primeros mandatarios fueron dueños y señores, en tanto los segundos fueron inscritos en esa definición de rasgos ornamentales que señala que los vicepresidentes suelen ser la quinta rueda del carro, definición con la que por supuesto Edman Lara se encuentra en pleno desacuerdo, en tanto aspira a perfilarse como  espadachín anticorrupción que le permitiría trascender sus competencias de moderación de la Asamblea Legislativa, participación en las reuniones de ministros, coordinación con las regiones e incidencia en la política exterior.

La locuacidad del flamante vicepresidente, su tendencia vocacional a la confrontación verbal, sus advertencias de campaña contra el mismo señor que lo invitó a hacer dupla para ganar las elecciones con la sigla del Partido Demócrata Cristiano (PDC) ponen en evidencia cuán grande es su desconocimiento acerca de los intersticios del aparato al que desde el 8 de noviembre debe comenzar a internarse: Ahora se trata de ejercer poder, desplegar habilidades políticas y dejar de quejarse porque el presidente ya no  contesta los llamados y los mensajes de texto.

Si Lara quiere combatir la corrupción, lo primero que debería instruir al Centro de Investigaciones Sociales (CIS) que depende de su despacho, es una investigación multidisciplinaria de las lógicas poder-corrupción desde los años 70 hasta nuestros días, que por cierto tampoco gravitaron en las últimas elecciones, en tanto los sectores populares dejaron de votar por las distintas versiones del MAS, no porque hubiera producido indignación algún asalto a las arcas del erario nacional, sino simplemente, porque los masismos decidieron destriparse y quedar irremediablemente divididos. Fue la división la que acabó con Evo Morales y adyacentes, no la corrupción.

Investigar la corrupción representa un desafío descomunal, fundamentalmente centrado en los grandes negocios non sanctos que se hicieron en las cinco últimas décadas con un Estado empresario (ejemplo: Lava Jato), unos militares atrabiliarios al servicio de esa lógica estatal y unos intermediarios dirigenciales, políticos y sindicales, que hicieron de los resortes burocráticos, el mecanismo para aceitar el artefacto sistémico de instrumentalización de lo público para beneficio privado, que en buenas cuentas es la definición más académica de la conducta corrupta.

Edman Lara ha sido oficial de la Policía Boliviana y se refiere a cómo se maneja la institución verde olivo desde el rencor que le ha generado su expulsión debido a un altercado callejero con el Comandante Departamental de Santa Cruz, Coronel Erick Holguín (enero, 2024). Dicho momento significó la expulsión definitiva de Lara y la no promoción de Holguín de Coronel a General.  Este es el contexto para que Lara, hoy empoderado por el voto de la segunda vuelta, se encuentre imbuido de un espíritu de justicia o de una necesidad de ajuste de cuentas contra esos camaradas que muy probablemente le dieron la espalda después del violento encontronazo con Holguín y quiere hacer extensiva esa sed justiciera para ponerles freno a todos los corruptos disfrazados de servidores públicos.

Lara debería preguntarse en esta su pretendida cruzada, primero, de qué manera muchas figuras que luego de pasar por el poder nunca más tuvieron necesidad de trabajar, construyeron opulentos patrimonios, desde propiedades inmobiliarias hasta cuentas bancarias escondidas en paraísos fiscales a través de palos blancos, de qué manera concibieron los negocios emprendidos por sus gobiernos con la inversión extranjera poniendo en juego los intereses y las urgencias nacionales, qué significaron la capitalización, la privatización, el asesinato de Noel Kempff Mercado por el llamado caso Huanchaca, y los narcovínculos admitidos como errores y no cómo delitos en los años 90 y por supuesto tendría que ocuparse de todos los indicios de irregularidades y corruptelas en la era gubernamental comandada por el MAS-IPSP, sin perder de vista el interregno de Áñez,  los destinos judiciales de un puñado de ex ministros del gobierno de Arce Catacora que cayeron por no haber seguido ese manual que aconseja tramas de corrupción sin papeles, sin pruebas, y por lo tanto, tramas potencialmente impunes.

Si Lara quiere luchar contra la corrupción tendrá que ponerse de acuerdo con su presidente Paz Pereira para poder intentarlo . Si esta vez, de adeveras se quiere convertir en política de Estado la lucha contra los pillos que se llevan los millones y también los que se afanan las monedas, habría que investigar toda la corrupción con perspectiva sistémica, y no de manera selectiva que conduzca, otra vez, a la cantaleta de una persecución política recargada.

Tenemos un tercer presidente que apellida Paz. Es hijo de un ex presidente que pactó gobernabilidad con un ex dictador y sobrino nieto de otro ex presidente, el jefe histórico del MNR que dominó la política boliviana por lo menos durante medio siglo. Con semejantes antecedentes para fines de contextualización, veremos si a Lara le parece prudente bucear en las aguas estancadas de una memoria histórica en la que corrupción como elemento constitutivo del ejercicio del poder hubo invariablemente en todos los gobiernos desde 1952, pasando por las dictaduras militares y la democracia reabierta en los años 80.

Es altamente probable que el direccionamiento de la política exterior con las multilaterales y con Washington tendrá enfrascado al gobierno en la urgencia de encarar sus primeros tres meses regularizando la provisión de carburantes, la determinación inequívoca de la política monetaria y la estabilización de los precios de la canasta básica de alimentos. En el trayecto de dicho combate coyuntural quedará por ver como el nuevo gobierno encara el manejo de la agenda pública, de qué manera maneja sus políticas informativas y propagandísticas a través de los medios tradicionales y cómo tratará de darle línea de continuidad de la campaña electoral hacia la administración gubernamental en las redes socio digitales donde Lara tiene fans y enemigos que lo perciben como agente encubierto del evismo.



Originalmente publicado en el diario Opinión de Cochabamba el 16 de noviembre

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