Los héroes y antihéroes de campañas políticas suelen estar
más cerca de la épica que del conocimiento y de las capacidades de eficiencia
para gobernar. Una cosa es ser candidato y otra, bastante más compleja, una vez
alcanzado el objetivo del triunfo electoral, manejar con tino y destreza la
nave del poder que implica obligaciones administrativo gubernamentales diarias.
En el caso de los
binomios presidente – vicepresidente, ha sucedido a lo largo de nuestra
democracia reiniciada en 1982, que los primeros mandatarios fueron dueños y
señores, en tanto los segundos fueron inscritos en esa definición de rasgos
ornamentales que señala que los vicepresidentes suelen ser la quinta rueda del
carro, definición con la que por supuesto Edman Lara se encuentra en pleno
desacuerdo, en tanto aspira a perfilarse como
espadachín anticorrupción que le permitiría trascender sus competencias
de moderación de la Asamblea Legislativa, participación en las reuniones de
ministros, coordinación con las regiones e incidencia en la política exterior.
La locuacidad del flamante vicepresidente, su tendencia
vocacional a la confrontación verbal, sus advertencias de campaña contra el
mismo señor que lo invitó a hacer dupla para ganar las elecciones con la sigla
del Partido Demócrata Cristiano (PDC) ponen en evidencia cuán grande es su
desconocimiento acerca de los intersticios del aparato al que desde el 8 de
noviembre debe comenzar a internarse: Ahora se trata de ejercer poder,
desplegar habilidades políticas y dejar de quejarse porque el presidente ya no contesta los llamados y los mensajes de texto.
Si Lara quiere combatir la corrupción, lo primero que debería
instruir al Centro de Investigaciones Sociales (CIS) que depende de su
despacho, es una investigación multidisciplinaria de las lógicas
poder-corrupción desde los años 70 hasta nuestros días, que por cierto tampoco
gravitaron en las últimas elecciones, en tanto los sectores populares dejaron
de votar por las distintas versiones del MAS, no porque hubiera producido
indignación algún asalto a las arcas del erario nacional, sino simplemente,
porque los masismos decidieron destriparse y quedar irremediablemente
divididos. Fue la división la que acabó con Evo Morales y adyacentes, no la
corrupción.
Investigar la corrupción representa un desafío descomunal,
fundamentalmente centrado en los grandes negocios non sanctos que se
hicieron en las cinco últimas décadas con un Estado empresario (ejemplo: Lava
Jato), unos militares atrabiliarios al servicio de esa lógica estatal y unos
intermediarios dirigenciales, políticos y sindicales, que hicieron de los
resortes burocráticos, el mecanismo para aceitar el artefacto sistémico de
instrumentalización de lo público para beneficio privado, que en buenas cuentas
es la definición más académica de la conducta corrupta.
Edman Lara ha sido oficial de la Policía Boliviana y se
refiere a cómo se maneja la institución verde olivo desde el rencor que le ha
generado su expulsión debido a un altercado callejero con el Comandante
Departamental de Santa Cruz, Coronel Erick Holguín (enero, 2024). Dicho momento
significó la expulsión definitiva de Lara y la no promoción de Holguín de
Coronel a General. Este es el contexto
para que Lara, hoy empoderado por el voto de la segunda vuelta, se encuentre
imbuido de un espíritu de justicia o de una necesidad de ajuste de cuentas
contra esos camaradas que muy probablemente le dieron la espalda después del
violento encontronazo con Holguín y quiere hacer extensiva esa sed justiciera
para ponerles freno a todos los corruptos disfrazados de servidores públicos.
Lara debería preguntarse en esta su pretendida cruzada,
primero, de qué manera muchas figuras que luego de pasar por el poder nunca más
tuvieron necesidad de trabajar, construyeron opulentos patrimonios, desde
propiedades inmobiliarias hasta cuentas bancarias escondidas en paraísos
fiscales a través de palos blancos, de qué manera concibieron los negocios
emprendidos por sus gobiernos con la inversión extranjera poniendo en juego los
intereses y las urgencias nacionales, qué significaron la capitalización, la
privatización, el asesinato de Noel Kempff Mercado por el llamado caso
Huanchaca, y los narcovínculos admitidos como errores y no cómo delitos en los
años 90 y por supuesto tendría que ocuparse de todos los indicios de
irregularidades y corruptelas en la era gubernamental comandada por el
MAS-IPSP, sin perder de vista el interregno de Áñez, los destinos judiciales de un puñado de ex
ministros del gobierno de Arce Catacora que cayeron por no haber seguido ese
manual que aconseja tramas de corrupción sin papeles, sin pruebas, y por lo
tanto, tramas potencialmente impunes.
Si Lara quiere luchar contra la corrupción tendrá que ponerse
de acuerdo con su presidente Paz Pereira para poder intentarlo . Si esta vez,
de adeveras se quiere convertir en política de Estado la lucha contra los
pillos que se llevan los millones y también los que se afanan las monedas,
habría que investigar toda la corrupción con perspectiva sistémica, y no de
manera selectiva que conduzca, otra vez, a la cantaleta de una persecución
política recargada.
Tenemos un tercer presidente que apellida Paz. Es hijo de un
ex presidente que pactó gobernabilidad con un ex dictador y sobrino nieto de
otro ex presidente, el jefe histórico del MNR que dominó la política boliviana
por lo menos durante medio siglo. Con semejantes antecedentes para fines de
contextualización, veremos si a Lara le parece prudente bucear en las aguas
estancadas de una memoria histórica en la que corrupción como elemento
constitutivo del ejercicio del poder hubo invariablemente en todos los gobiernos
desde 1952, pasando por las dictaduras militares y la democracia reabierta en
los años 80.
Es altamente probable que el direccionamiento de la política
exterior con las multilaterales y con Washington tendrá enfrascado al gobierno
en la urgencia de encarar sus primeros tres meses regularizando la provisión de
carburantes, la determinación inequívoca de la política monetaria y la
estabilización de los precios de la canasta básica de alimentos. En el trayecto
de dicho combate coyuntural quedará por ver como el nuevo gobierno encara el
manejo de la agenda pública, de qué manera maneja sus políticas informativas y
propagandísticas a través de los medios tradicionales y cómo tratará de darle
línea de continuidad de la campaña electoral hacia la administración
gubernamental en las redes socio digitales donde Lara tiene fans y enemigos que
lo perciben como agente encubierto del evismo.
Originalmente publicado en el diario Opinión de Cochabamba el 16 de noviembre
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