viernes, 5 de septiembre de 2025

Segundón envilecido (A propósito del liderazgo carismático latinoamericano)

 

En una entusiasta adscripción al modelo político personalista caracterizado por el liderazgo carismático, Alvaro García Linera ha publicado en en su muy particular estilo envolvente (Página 12, 29 de junio de 2025), de que está hecho en América Latina ese tipo de liderazgo. En su texto, García Linera enfatiza las virtudes, en una suerte de romantización de esos personajes de nuestra vida pública por los que sus seguidores-adoradores son capaces hasta de ofrendar sus vidas. De hecho así ha sucedido en 2019, en Sacaba y Senkata, mientras el líder carismático de Isallawi-Orinoca, volaba hacia el asilo político que el presidente Andrés Manuel López Obrador le había ofrecido desde el Zócalo.

Exacerbadas las ventajas que da a una nación y a una sociedad el contar con líderes carismáticos cuando estos son progresistas, en “momentos carismáticos” muy precisos, en el texto no se encuentra en la misma proporción, disección alguna acerca de los peligros y  las consecuencias devastadoras a las que se puede llegar cuando el líder circunstancial alentado por grupos palaciegos que ensalzan y envanecen, se dispone a pretender convertirse en líder perpetuo transgrediendo ciclos espacio temporales por considerar que estos debieran tener carácter vitalicio, se diría en el Club de Leones o en el Rotary, o condición eterna, se diría en las iglesias a las que se acude al encuentro con el Señor Jesucristo o Alá.

García Linera, textual: “La mayor complejidad surge cuando el líder carismático busca regresar a funciones gubernamentales directas después que el momento carismático ha concluido. Un riesgo es hacerlo repitiendo las propuestas que años atrás fueron efectivas para afrontar la crisis y que, ahora, resultan insuficientes para abordar los nuevos problemas sociales. Ese resultado será una autodegradación y colapso de la influencia política carismática por la irresolución de las demandas populares. Otro escollo podrá venir del propio grupo de seguidores que exigen su oportunidad de estar en el gobierno y que, desde el Estado, rompen con el líder que los levantó y, mediante manipulaciones legales, la proscriben electoralmente, como en Ecuador y Bolivia. Estos segundones envilecidos, finalmente se ahogarán en desastrosas gestiones gubernamentales, pero habrán desprestigiado al bloque nacional-popular y llevado a que se comprima alrededor del líder carismático; intensa pero ya no mayoritaria ni hegemónica; sin iniciativa histórica y anclada en la defensa de lo hecho anteriormente.”

Para el caso particular boliviano, en nombre del compromiso con la historia y contra el falseamiento de los datos, hay que subrayar, y con lápiz carbón, que para Evo Morales Ayma (EMA), su “momento carismático” jamás concluyó y continúa sostenido sobre una cada vez más debilitado, pero existente, culto a la personalidad.

Examinemos a continuación el “otro escollo del grupo de seguidores que exigen su oportunidad de  estar en el gobierno y que desde el Estado, rompen con el líder que los levantó y, mediante manipulaciones legales, la proscriben electoralmente/…/Estos segundones envilecidos (lease Lenín Moreno y Luis Arce) finalmente se ahogarán en desastrosas gestiones gubernamentales.” Sobre esta afirmación es pertinente una corrección para el caso boliviano: Luis Arce, que sepamos, no exigió nada. Fue EMA quién con su indiscutible dedazo lo hizo candidato, precisamente porque ejerciendo a toda máquina su liderazgo carismático, sus entrañas le decían que ni por asomo debía admitir que otro indígena podría reemplazarlo en la presidencia y fue por este motivo que David Choquehuanca fue relegado a la candidatura vicepresidencial a pesar de que las decisiones colectivas de las organizaciones sociales lo  habían proclamado, y Arce fue el candidato producto de la decisión del jefazo. Para decirlo claro y conciso: No fue Arce el que pidió ser candidato, fue Evo el que vió en su perfil, el argumento para evitar el riesgo que suponía que indígena ex Canciller relevara a indígena líder carismático.

Segunda precisión: No fue que desde el gobierno de Arce se rompió con el líder carismático. Fue EMA que se desvinculó después que con talante invasivo, con la  autoridad que habilita su liderazgo, decidió inmiscuirse en decisiones administrativo gubernamentales que no le competían y a partir del momento en que Arce marcó territorio, dio inicio a una inmisericorde arremetida que comenzó con el no cumplimiento del artículo 13 del estatuto del MAS-IPSP (consenso entre cúpula partidaria y  Pacto de Unidad) para llevar adelante un Congreso de renovación de la directiva, continuó con el rompimiento de la bancada parlamentaria dejando al oficialismo en minoría para la toma de decisiones (aprobación de créditos, por ejemplo) y remató con una marcha y un bloqueo de caminos que buscaban el derrocamiento del presidente Arce para provocar el adelantamiento de elecciones. En síntesis: Fue el líder carismático el que comenzó a desordenar el jardín para convertirlo en un erial en el que por mucho tiempo se podrán observar los efectos de la autodestrucción, producto del rompimiento de la unidad partidaria, promovida, en primer lugar, por el mismo y en segundo por ese puñado de adulones fundamentalistas que van tras suyo ciegamente.

EMA ha sido víctima de su propio liderazgo carismático, sobre el que sigue montado. En mi investigación periodística “Sabotaje al gobierno de Luis Arce/ Hasta aquí llegamos Evo” (febrero 2025) , con solo apelar a la recopilación de información pública, se demuestra en 24 escenarios, que EMA hace funcionar su cerebelo como si nunca hubiera dejado de ser Presidente del Estado Plurinacional de Bolivia. Conclusión: El idolatrado y último líder carismático boliviano ha sido victimador, no víctima, de todo cuanto su poder le ha permitido satisfacer a su delirante voluntarismo, desde relaciones personales con menores de edad a las que alienta a jugar al fútbol hasta hacer picadillo su propio instrumento, el Instrumento Político para la Soberanía de los Pueblos (IPSP), sin advertir que esto implicaba algo así como una autocastración política.

Debido al ejercicio del liderazgo carismático, para el caso, basado también en el síndrome de la eterna juventud, EMA es responsable en primera  fila de la agudización de la crisis multifactorial que vive hoy Bolivia: Crisis política, crisis institucional, crisis de la administración de justicia y en los dos últimos años, crisis económica. Si su tarea se hubiera concebido desde el acompañamiento, como hace López Obrador con Claudia Sheinbaum en México, probablemente hoy, asunto de imposible comprobación, García Linera no estaría tachando a Luis Arce de “segundón envilecido” que por cierto, a estas alturas, a tres meses de la finalización de su gestión, ha tenido que ejercer una presidencia desgraciada, producto de los nocivos efectos de los que se ha llevado la peor parte, a los que conduce el liderazgo carismático, cuando este se asienta en la obsesión personalista y contradice la cosmovisión comunitaria sobre la circulación en el poder a partir de un sujeto colectivo, para el caso boliviano, indígena originario campesino.



Originalmente publicado en el Animal Político de La Razón el 5 de julio

 

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