jueves, 11 de agosto de 2022

La quimera de Garcìa Márquez

 

En base a una ponencia de Gabriel García Márquez (La procuración de justicia: problemas, retos y perspectivas presentada en México), la revista española Cambio 16 (diciembre de 1993) tuvo la iniciativa de recoger firmas en apoyo a la legalización de las drogas. Algunos de los nombres de quienes se adscribieron a semejante movida hablan por sí sólos: Fernando Savater, Milton Friedman, Carlos Fuentes, Joan Manuel Serrat, Manuel Vásquez Montalban, Antonio Escohotado, Daniel Samper, Carmen Rico-Godoy, Carlos Monsivais, Mario Vargas Llosa. En la misma edición (Nº1150) de la revista para América figura una entrevista de alguien que se oponía a tan ambiciosa idea. Se trata de quién fuera Subsecretario de Defensa Social del Ministerio del Interior, Gonzalo Torrico, que ejercía como funcionario del gobierno de Jaime Paz Zamora, en representación del partido del Gral. Banzer, Acción Democrática Nacionalista (ADN). Dice Torrico, entre otras cosas “legalizar crearía gran adicción”.

La revista Cambio 16 asumió el texto de García Márquez que ya era Premio Nobel de Literatura como un “Manifiesto a favor de la Legalización de las Drogas” que en sus partes salientes dice: “La prohibición ha hecho más atractivo y fructífero el negocio de la droga y fomenta la criminalidad y la corrupción a todos los niveles. Sin embargo  los Estados Unidos se comportan como si no lo supieran. Colombia con sus escasos recursos y sus millares de muertos, ha exterminado numerosas bandas y sus cárceles están repletas de delincuentes de la droga. Por lo menos cuatro capos de los más grandes, están presos y el más grande de todos se encuentra acorralado.(Para cuando se publicó este material, Pablo Escóbar ya había muerto)/ En Estados Unidos, en cambio, se abastecen a diario y sin problemas 20 millones de adictos (en la actualidad la cifra bordea los 30 millones) lo cual sólo es posible con redes de comercialización y distribución internas muchísimo más grandes y eficientes./ Puestas así las cosas, la polémica sobre la droga no debería seguir atascada entre la guerra y la libertad, sino agarrar de una vez al toro por los cuernos y centrarse en los diversos modos posibles de administrar la legalización. Es decir, poner término a la guerra interesada, perniciosa e inútil que nos han impuesto los países consumidores y afrontar el problema de la droga en el mundo como un asunto primordial, de naturaleza ética y de carácter político que sólo puede definirse por un acuerdo universal con los Estados Unidos en primera línea./ Y por supuesto con compromisos serios de los países consumidores para con los países productores. Pues no sería justo , aunque si muy probable, que quienes sufrimos las consecuencias terribles de la guerra nos quedemos después sin los beneficios de la paz. Es decir que nos suceda lo que a Nicaragua, que en la guerra era la primera prioridad mundial y en la paz ha pasado a ser la última.”

A 29 años de tan grande iniciativa que por supuesto no prosperó en ningún sentido,  las cosas siguen exactamente igual. O peor. Las ficciones televisivas seriales han convertido a los narcotraficantes en los portaestandartes de la épica de moda. Trabajar en el narco significa el sueño de alcanzar poder y dinero transitando por la avenida más corta, cuando en términos generales significa autocondenarse a una vida de clandestinidad y sobresaltos, con la muerte acechando a toda hora. Está claro: Las políticas de lucha contra el narcotráfico sirven para tapar dos agujeros cuando en ese mismo instante se están abriendo seis en lugares próximos en los que se capturan narcotraficantes. Se trata de una guerra inútil, sin fin y que a estas alturas sirve para que algunos liberales contradictorios desde sus espacios periodísticos usen el tema para autocalificar a nuestro país en su calidad de productor de hoja de coca como un narcoestado y para estigmatizar al principal dirigente campesino que representa a las organizaciones de productores en la zona del Chapare como al “cocalero Morales.”

La lucha contra la producción y comercialización de las llamadas sustancias controladas continúa siendo en un entramado dispositivo de control político a cargo de los gobiernos estadounidenses, en el que además, sus propios combatientes suelen transgredir la delgada línea que los lleva a usufructuar de conexiones con los capos de la droga y de generar sistemas informativos dentro las fuerzas regulares represivas para ayudar a estos empresarios ilegales a tomar recaudos cada vez que un operativo es inminente.

Quienes siguen desgañitándose acerca de los países a los que periódicamente se pretende arrinconar por su calidad narco, no comprenden que este es un asunto que no pasa por la moral, sino por la compleja condición humana. Si algún día llegaramos a aceptar la iniciativa de García Márquez y los intelectuales que lo respaldaron en 1993, seguro que se trataría de una contribución para hacer de este planeta un lugar más habitable y menos absurdo.



Originalmente publicado el 09 de abril en la columna Contragolpe de La Razón

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