domingo, 10 de marzo de 2019

El Patrón del Bien


Un relator de Fox Sports subrayó el homónimo: Pablo Escóbar Gaviria fue el Patrón del Mal, el jerarca del narcotráfico colombiano que tanta muerte y tragedia sembró en su país, pero como estaba jugando el partido que narraba por Copa Libertadores, este otro Pablo Escóbar (Olivetti) se convertía, a partir de ese momento, en el Patrón del Bien. Desde entonces, el gran capitán atigrado, de estirpe futbolera paraguaya por temperamento, valentía y compromiso ha hecho honor al sobrenombre que le quedará para siempre, pues no sólo fue Patrón en el sentido hacendal de la palabra, como propietario territorial del campo de juego, sino también en las connotaciones del patrón de comportamiento que supo imponer constituyéndose siempre en una misma persona, en la cancha, en el vestuario o en el comedor de diario de su casa en el que comparte con disciplina cotidiana con su familia de compañera e hija argentinas, y de pequeños hijos bolivianos.
El 18 de diciembre de 2018, tal como lo había anunciado un mes antes, se retiro de la práctica del fútbol, fiel a la seriedad con la que se toma a si mismo. Dijo que colgaría los botines y con todo el dolor de sus entrañas en un partido en que The Strongest goleó a Blooming de Santa Cruz por el torneo de la división profesional, anotó cuatro despidiéndose del verde césped honrando su palabra porque a sus cuarenta años resultaba sensato determinar la hora de la partida.
Si existe una idea-fuerza que todavía me liga al fútbol boliviano, como fiel hincha atigrado marcado por el destino antes de nacer, esa se llama Pablo Daniel Escóbar Olivetti, con quien tengo grabadas, transcritas y editadas diez horas de conversación que convertiremos en libro durante este año a pesar de los vientos y mareas que nos lo han impedido hasta ahora. Grabamos en la soledad y en el silencio de los recintos soleados y deshabitados del estadio Rafael Mendoza Castellón de Achumani a fines de 2017 y en esos diálogos queda evidenciado cuan importante es, por lo menos para mí, como persona y periodista, que un referente de multitudes tenga la entereza cotidiana para hacer coincidir el Ser y el Parecer.
Muy rápido, muy de buenas a primeras, Pablo se convirtió veinte días después en el entrenador del equipo al que le entregó lo fundamental de su vida deportiva y en el que supo cultivar sus valores personales. Formado en una escuela nacional y a través de un programa virtual de la Asociación de Fútbol Argentino (AFA), se hizo profesional en la materia y comenzó a dirigir a los compañeros con los que había compartido el tricampeonato y esa brillante Copa Libertadores de 2017 en la que Alejandro Chumacero fue uno de los goleadores con ocho anotaciones.
The Strongest está hoy en el podio de la tabla de posiciones del fútbol profesional, pero un traspié sufrido en condición de local, saliendo derrotado por Nacional Potosí, luego de ir ganando 2-0, el último jueves de febrero en el Hernando Siles,  ha situado a Pablo en zona de inestabilidad, de esas que suele fabricar cualquier hinchada a la que caracteriza el exitismo y la urgencia por resultados al día, asunto que exhibe el costado más desagradecido de este hecho socio cultural  llamado fútbol definido por el entrenador italiano Arrigo Sacchi como lo “más importante de lo menos importante”, considerando los millones de seguidores que en distintas intensidades consagran su tiempo libre animando a los equipos de los amores de cada quien.
La práctica dirigencial de los clubes bolivianos informa que ante las primeras señales de inestabilidad en materia de resultados, la propensión pasa por cambiar precipitadamente al técnico, y así tenemos varios que han girado una y otra vez por los mismos equipos, práctica que es una evidencia más de que en nuestro país el fútbol es frágil y poco competitivo internacionalmente, debido al cortoplacismo de miras. Mientras en el vecindario sudamericano se continúa trabajando en el mediano y largo plazo para generar nuevos valores de manera contínua, aquí se trata de de poner y sacar técnicos como si se tratara de pañuelos desechables: Se extraen de cajas que inicialmente tienen la apariencia de mágicas, se usan y se botan.
Los símbolos de las instituciones, aquellas figuras que han hecho historia por calidad, rendimiento y regularidad en cada una de sus actuaciones se merecen el respeto agradecido de sus seguidores. Ese es el trato que corresponde darle a este Patrón del Bien, un futbolista que ha vestido las camisetas atigrada y de la selección nacional con oficio, talento, pero sobre todo con una convicción propia de los líderes naturales, esos que deberán ser recordados por siempre, en este caso en las gradas de la Curva Sur del estadio de Miraflores, allí desde la cual, un puñado de delirantes y exitistas, confunde un mal resultado con una carrera impecable que se merece el bronce reservado para los héroes inmortales. 
Nuestro Pablo Escóbar es el Patrón del Bien,  y así lo tendremos presente por siempre aquellos que sentimos el “The Strongest levanta tu corazón” como una forma de ser, como una manera de vivir.


Originalmente publicado el 04 de marzo en la sección Opinión de la Agencia de Noticias Fides (ANF)



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