Llega la hora de los alegatos
ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) en La Haya (segunda quincena de
marzo), y con ellos, la antesala al fallo que deberá dictar luego de cinco años
en los que Bolivia y Chile sostuvieron como nunca antes en sus historias
nacionales, bilaterales y multilaterales, sesudas e intensas tareas de
fundamentación y retruque acerca de una causa que es un derecho y que como
victoria inicial para nuestro país, se declaró competente el 24 de septiembre
de 2015, cuando el gobierno de Michelle Bachelet pretendió dejar las cosas como
siempre habían estado –en nada-- eludiendo el juicio, y por lo tanto, buscando
neutralizar la capacidad escrutadora de la comunidad internacional que ahora sí
sabe que Chile, luego de la llamada Guerra del Pacïfico, se apropió de territorio
ajeno y que luego de la firma del Tratado de 1904, hizo de los acercamientos con
nuestro país, una cadena de ofrecimientos que terminaron siempre diluyéndose,
incluída la denominada agenda de los trece puntos establecida por los
presidentes Morales y Bachelet, que tenía anotado en el número seis el problema
marítimo.
La más trascendente iniciativa en
la historia de nuestro país relacionada con el derecho internacional y los
mecanismos con los que se busca superar diferendos por territorios usurpados
“por la razón o por la fuerza”, como reza el escudo chileno, cuenta con un
equipo que se ha mantenido invariable desde que se iniciara la demanda (24 de
abril de 2013), con el presidente Evo Morales como su principal propiciador, el
expresidente de la República y de la Corte Suprema de Justicia, Eduardo
Rodríguez Veltzé en su calidad de embajador ante el Reino de los Países Bajos, como
Agente acreditado ante la CIJ con residencia en La Haya, Holanda; Héctor Arce Zaconeta como Procurador General
primero y ahora como Ministro de Justicia, abogado de confianza personal del
Presidente del Estado; el ex canciller David Choquehuanca, y los denominados
profesores internacionales, abogados de larga trayectoria en las arenas de las
controversias territoriales entre países, los franceses Mathias Forteau y
Monique Chemillier-Gendreau, el español Antonio Remiro Brotóns y el iraní con
nacionalidad canadiense Payam Akhavan.
Por primera vez en la historia
republicana, e inaugurada la condición plurinacional de nuestro Estado, Bolivia
fue capaz de sostener argumentos históricos, dejando atrás diferencias de
politiquería doméstica, mientras los demandados a la cabeza de su canciller
Heraldo Muñoz, hicieron gala de un malestar e indigestión permanentes, que
convirtieron al hombre de las relaciones exteriores del gobierno chileno en un
activo y excesivo tuitero, en tanto decidió, a través de su cuenta personal en
dicha red social, poner en práctica una “diplomacia directa” salpicada de
incidentes, respuestas, adjetivos y todo lo que fuera necesario para dejar bien
fijada la posición chilena, secundado por el Senador Jorge Tarud, quien gusta
de pelear también por twitter con el propio presidente de nuestro país, y con
quien se le ponga al frente, dejando sentado ese hipernacionalismo entercado en
que con Bolivia se puede hablar de todo menos de mar con soberanía.
Chile quiso sostener y demostrar
durante gran parte del proceso que Bolivia andaba en el plan de embestir contra
el Tratado de 1904, argumento de una y mil batallas con el que siempre se
intentó demostrar que todo estaba dicho y sellado a perpetuidad, cuando lo que
nuestro país hizo fue sustentar su estrategia en la acumulación de los llamados
derechos expectaticios a partir de una serie de acercamientos formales en los
que al admitir el reclamo boliviano en mesas de negociación, estaban aceptando
de facto que el problema marítimo, considerado un derecho irrenunciable ahora inscrito
en la Constitución Política del Estado, es una realidad conocida por las
distintas administraciones gubernamentales de La Moneda y varias veces
discutida con sus eventuales interlocutores bolivianos, aunque estos,
finalmente, hayan fracasado, incluída la negociación entre los dictadores
Banzer y Pinochet (1975), cuando el embajador boliviano de entonces, Guillermo
Gutiérrez Vea Murguía, fue objeto de ironías debido a que “traía el mar para
Bolivia en baldes”.
La muy alta probabilidad de que
la estrategia boliviana triunfe en la CIJ, terminará conviertiéndose para la
historia en un modelo de política de Estado con las características de
relatividad que contienen fallos de características cargadas de matices,
correrspondientes a una controversia de alta complejidad como lo es la
mediterraneidad boliviana.
El sólo hecho de que la sentencia
conduzca a Chile a la obligatoriedad de negociar una salida al Pacífico que nos
lleve a romper con el enclaustramiento, se constituirá en una victoria que en
el escenario internacional deberá tener una altísima repercusión. Mar con
soberanía es otro capítulo, el de las negociaciones en si mismas, asunto que
seguramente formará parte del nuevo capítulo que se pueda abrir a partir de lo
que vaya a dictaminarse en La Haya hacia el último trimestre de 2018.
Originalmente publicado el 15 de febrero en la sección opinión de la Agencia de Noticias Fides ANF
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