martes, 20 de febrero de 2018

La impecable demanda boliviana ante la CIJ

Llega la hora de los alegatos ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) en La Haya (segunda quincena de marzo), y con ellos, la antesala al fallo que deberá dictar luego de cinco años en los que Bolivia y Chile sostuvieron como nunca antes en sus historias nacionales, bilaterales y multilaterales, sesudas e intensas tareas de fundamentación y retruque acerca de una causa que es un derecho y que como victoria inicial para nuestro país, se declaró competente el 24 de septiembre de 2015, cuando el gobierno de Michelle Bachelet pretendió dejar las cosas como siempre habían estado –en nada-- eludiendo el juicio, y por lo tanto, buscando neutralizar la capacidad escrutadora de la comunidad internacional que ahora sí sabe que Chile, luego de la llamada Guerra del Pacïfico, se apropió de territorio ajeno y que luego de la firma del Tratado de 1904, hizo de los acercamientos con nuestro país, una cadena de ofrecimientos que terminaron siempre diluyéndose, incluída la denominada agenda de los trece puntos establecida por los presidentes Morales y Bachelet, que tenía anotado en el número seis el problema marítimo.
La más trascendente iniciativa en la historia de nuestro país relacionada con el derecho internacional y los mecanismos con los que se busca superar diferendos por territorios usurpados “por la razón o por la fuerza”, como reza el escudo chileno, cuenta con un equipo que se ha mantenido invariable desde que se iniciara la demanda (24 de abril de 2013), con el presidente Evo Morales como su principal propiciador, el expresidente de la República y de la Corte Suprema de Justicia, Eduardo Rodríguez Veltzé en su calidad de embajador ante el Reino de los Países Bajos, como Agente acreditado ante la CIJ con residencia en La Haya, Holanda;  Héctor Arce Zaconeta como Procurador General primero y ahora como Ministro de Justicia, abogado de confianza personal del Presidente del Estado; el ex canciller David Choquehuanca, y los denominados profesores internacionales, abogados de larga trayectoria en las arenas de las controversias territoriales entre países, los franceses Mathias Forteau y Monique Chemillier-Gendreau, el español Antonio Remiro Brotóns y el iraní con nacionalidad canadiense Payam Akhavan.
Por primera vez en la historia republicana, e inaugurada la condición plurinacional de nuestro Estado, Bolivia fue capaz de sostener argumentos históricos, dejando atrás diferencias de politiquería doméstica, mientras los demandados a la cabeza de su canciller Heraldo Muñoz, hicieron gala de un malestar e indigestión permanentes, que convirtieron al hombre de las relaciones exteriores del gobierno chileno en un activo y excesivo tuitero, en tanto decidió, a través de su cuenta personal en dicha red social, poner en práctica una “diplomacia directa” salpicada de incidentes, respuestas, adjetivos y todo lo que fuera necesario para dejar bien fijada la posición chilena, secundado por el Senador Jorge Tarud, quien gusta de pelear también por twitter con el propio presidente de nuestro país, y con quien se le ponga al frente, dejando sentado ese hipernacionalismo entercado en que con Bolivia se puede hablar de todo menos de mar con soberanía.
Chile quiso sostener y demostrar durante gran parte del proceso que Bolivia andaba en el plan de embestir contra el Tratado de 1904, argumento de una y mil batallas con el que siempre se intentó demostrar que todo estaba dicho y sellado a perpetuidad, cuando lo que nuestro país hizo fue sustentar su estrategia en la acumulación de los llamados derechos expectaticios a partir de una serie de acercamientos formales en los que al admitir el reclamo boliviano en mesas de negociación, estaban aceptando de facto que el problema marítimo, considerado un derecho irrenunciable ahora inscrito en la Constitución Política del Estado, es una realidad conocida por las distintas administraciones gubernamentales de La Moneda y varias veces discutida con sus eventuales interlocutores bolivianos, aunque estos, finalmente, hayan fracasado, incluída la negociación entre los dictadores Banzer y Pinochet (1975), cuando el embajador boliviano de entonces, Guillermo Gutiérrez Vea Murguía, fue objeto de ironías debido a que “traía el mar para Bolivia en baldes”.
La muy alta probabilidad de que la estrategia boliviana triunfe en la CIJ, terminará conviertiéndose para la historia en un modelo de política de Estado con las características de relatividad que contienen fallos de características cargadas de matices, correrspondientes a una controversia de alta complejidad como lo es la mediterraneidad boliviana.
El sólo hecho de que la sentencia conduzca a Chile a la obligatoriedad de negociar una salida al Pacífico que nos lleve a romper con el enclaustramiento, se constituirá en una victoria que en el escenario internacional deberá tener una altísima repercusión. Mar con soberanía es otro capítulo, el de las negociaciones en si mismas, asunto que seguramente formará parte del nuevo capítulo que se pueda abrir a partir de lo que vaya a dictaminarse en La Haya hacia el último trimestre de 2018.

Originalmente publicado el 15 de febrero en la sección opinión de la Agencia de Noticias Fides ANF

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