La Academia del fútbol boliviano fue masacrada en
Santos y perdió por walk over técnico en Sucre. La pésima e irritante
organización de la Liga del fútbol que de profesional sólo tiene el
nombre, dio lugar a que los celestes se convirtieran como ningún otro
que hayamos conocido, en el primer equipo omnipresente de nuestro país.
La arrogancia empresarial de algún dirigente que cree saber de fútbol
encontró anoche la peor pesadilla de toda su existencia desde que la
institución celeste fuera fundada en la década de los 20.
Hay que dedicar esta estrepitosa derrota bolivarista al imbécil racista
que le arrojó el plátano a Neymar en La Paz y encendió la ira santa que
ayer puso en escena un festival de toques y goles —“la respuesta de
Vila Belmiro está en el campo” pusieron sensata y respetuosamente en una
pancarta registrada por la televisión los hinchas brasileños—. Hay que
dedicarla también al patético hincha celeste que me amenazó e insultó en
el Café La Terraza de El Prado justo cuando Santos convertía el cuarto
gol, momento en el que me puse de pie para ir en busca de otro
televisor. Estas dedicatorias absolutamente cargadas de pacífica ironía
sirven para dejar constancia de que para mí como para la gran mayoría,
el fútbol debe asumirse como un juego y no como un peligroso pasatiempo
para los violentos, convencido, además, de que nunca deberemos confundir
la pelota con la bandera, pues ayer solamente perdió un club de fútbol
boliviano, aquel que se ufana de ser el mejor de nuestra gris historia
según lo indican las estadísticas, de una historia reciente que se
caracteriza por la mediocridad, la mala fe, el desconcierto y el
patetismo.
En este mismo espacio periodístico sostuve que “Bolívar es el mejor de Bolivia”, que “Bolívar tiene proyecto”, que Ángel Guillermo Hoyos les inculcó a sus dirigidos jugar con la misma actitud como dueños de casa que como visitantes. Creí en la empecinada versión de que este director técnico estaba introduciendo una nueva cultura en un club profesional de nuestro país, y admití esa versión porque quien me la refirió estaba honestamente convencido de que se trataba de una realidad verificable de la que luego se podrían recoger frutos.
En este mismo espacio periodístico sostuve que “Bolívar es el mejor de Bolivia”, que “Bolívar tiene proyecto”, que Ángel Guillermo Hoyos les inculcó a sus dirigidos jugar con la misma actitud como dueños de casa que como visitantes. Creí en la empecinada versión de que este director técnico estaba introduciendo una nueva cultura en un club profesional de nuestro país, y admití esa versión porque quien me la refirió estaba honestamente convencido de que se trataba de una realidad verificable de la que luego se podrían recoger frutos.
Dije también, cuando reinauguraba mi participación periodística en esta
materia hace un par de meses, que Bolívar es un equipo desangelado, sin
alma, y ahora se confirma, para peor, con el alma en pena. Hoyos valía
hasta anoche más por lo que parecía que por lo que en realidad es: Un
muy limitado entrenador de fútbol con ciertas habilidades
administrativas y marketeras que trajo a jugar a unos chicos con los que
había trabajado en Chipre, de los que destaca por su monumental
ineptitud, Pablo Frontini, en primer lugar, que se pasó la noche
cometiendo infracciones y poniendo en rotunda evidencia que como zaguero
central podría ser un excelente jugador de rugby. Del resto de sus
compañeros no hay mucho más que decir, solamente que Neymar, Ganso,
Elano y compañía, a cada paso que daban, parecían querer enseñarles que
al fútbol se juega primero dominando el balón y mucho más tarde habrá
posibilidad de llenarse la boca de inéditas teorías tácticas
distractivas que juegan con la ilusión de los buenos hinchas.
La organización del fútbol boliviano está plagada de mentiras,
mezquindad y golpes bajos y fastidia machacar sobre esas falacias que
venimos arrastrando por años con equipos como el mismísimo Bolívar que
tuvo que perder por walk over técnico frente a Universitario de Sucre
porque el presidente de la Liga, Mauricio Méndez —y sus secuaces—,
programaron ese encuentro en el día en que los celestes debían jugarse
la clasificación por la Copa Libertadores. Perder 0-8 un partido y por
insuficiencia de número de jugadores para presentarse a otro, certifica
que sólo en Bolivia es posible admitir que un equipo pueda estar en dos
lugares al mismo tiempo. No he conocido en todo lo que he visto de
fútbol durante más de tres décadas, estupidez más gigantesca que ésta.
Para más condimentos hay que registrar la tontería que profirió Sergio
Apaza al mando de Universitario que no tuvo mejor idea que decir
“Bolívar debió tomar sus previsiones, no es culpa de Universitario” y
claro que también hay que impugnar los cálculos de Oscar Sanz, director
técnico de La Paz F.C. que pierde 0-4 en La Paz con Blooming con el afán
de evitar a algún rival para cuando se tenga que definir el descenso
indirecto.
Éste y no otro es nuestro fútbol que en
el concierto sudamericano pierde por doble partida para situarse en el
fondo de la tabla: Por una parte por su incorregible estructura y
organización y por otra por su escandalosa endeblez cuando se trata de
medir fuerzas y posibilidades competitivas frente a nuestros vecinos. El
autoengaño ha terminado, hay que levantarse a la madrugada otra vez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario