miércoles, 16 de mayo de 2012

Alma atigrada

La Razón
14 de mayo de 2012 

A los dioses andinos no les gusta que el fútbol se gobierne por Twitter. Les parece más auténtico y valorable que el presidente de un club se encuentre más preocupado por afanes religiosos y culturales, que rece y baile con devoción, que sea humilde en la victoria y prudente en la derrota. Con esos antecedentes, los dioses terminan congraciándose con los equipos que tienen mística, identidad y profunda adhesión de sus seguidores. Que acuden a la cancha cuando las papas queman.
Los dioses que protegen los ajayus de nosotros mortales, o que los desatienden por inequívocas sospechas de falta de fe, prefieren los caóticos hervideros humanos como las canchas de fútbol que los laboratorios donde se pueden incubar controlados y gélidos proyectos en ordenadores de última generación, pero que ciertamente no están programados para componer cánticos de aliento a un equipo o para gritar goles como se debe.
Los dioses que ahora danzan en la cumbre cordillerana son desde diciembre del pasado año atigrados. Como nunca había conocido en toda su historia de lucha y gestos lindantes con lo sobrehumano, The Strongest ha sido bendecido por la suerte, esa que como este mismo periodista afirmara hace un par de semanas, también juega, siempre y cuando sea invocada con transparencia y combatividad.
Suerte de campeón le llaman los amantes de los clichés. Suerte de buscadores que jamás se rinden habría que decir en este caso, porque la posta que Mauricio Soria le pasó a Eduardo Villegas para asumir la conducción atigrada estuvo desde un principio cargada de serenos ánimos de transición, luego de ese espantoso contraste frente a Aurora (1-2) en el Hernando Siles que presagiaba quedar en la tabla muy cerca a los candidatos al descenso indirecto.
Y ayer, la suerte stronguista fue la suma de sus propios méritos para ganarle a San José con ese rebote en los pies del portero Lampe de soberbia actuación hasta ese momento, que supo aprovechar Melgar para sellar el resultado, pero a esa suerte debían confluir otros resultados para obtener el título y eso en primer lugar pasaba por la derrota o empate de Oriente Petrolero frente a Nacional Potosí.
Desde el jueves he confirmado por qué en la numerología soy afecto primero al siete y después al ocho. Creo que a partir de ese día decidí invertir el orden de mis prioridades cabalísticas, pues gracias a los ocho goles atigrados anotados frente a Guabirá fue posible llegar con la ventaja del gol diferencia que se convirtió en el factor que definió la obtención del bicampeonato. Ni uno más, ni uno menos, ocho, considerando que los montereños supieron anotar el gol del honor, pues eso sería lo último que se pierde.
El gran jugador aurinegro de estos tiempos se llama Pablo Escobar. Por temperamento y oficio, por interpretar con extraordinaria sensibilidad en qué consiste eso de sacar la garra en el momento preciso. Potente, versátil, con el arco adversario metido entre ceja y ceja es el referente que anima a que en las gradas la pasión se encienda en cada jornada. Y a lado de él figura Alejandro Chumacero, el socio perfecto para armar todas las travesuras posibles que gracias a tener ojos en la nuca, con ese giro hacia la izquierda sobre su propio cuerpo ejecuta el pase perfecto para el 1-0. Escobar-Chumacero es el primer argumento que marca la diferencia, donde el temperamento y la calidad se conjugan, sabedores, ellos, que vestir la camiseta atigrada es vestir la camiseta más emblemática del fútbol boliviano.
Fue un domingo perfecto de fútbol. Hasta el mediodía quienes tuvimos el acceso a los partidos cruciales de la Premier League inglesa, pudimos asistir a un par de lecciones donde la ética deportiva es el primer valor a honrar si se quiere llegar lejos. El Queens, colero del torneo le ganaba 2-1 al Manchester City, y en el otro partido decisivo, el Manchester United se imponía 1-0 al Sunderland que aunque no tenía nada que hacer en términos de premios, le jugaba al equipo de Fergusson como si fuera el último partido de su existencia. Sucedió que entre los minutos 90 y 95, los celestes del City dieron vuelta el marcador. El Kun Agüero puso el 3-2 con la estampa de los definidores de raza y así se resolvió el título de la liga más extraordinaria del planeta.
Horas después llegaría una tarde colapsada por las emociones en las que por minutos fueron campeones The Strongest, San José y Oriente Petrolero. Los tres se lo jugaron todo, como también lo hicieron Nacional Potosí, Real Potosí y Blooming, mientras lamentablemente sucedía que en La Paz una gigantesca camiseta bolivarista había sido desplegada en la curva norte de un estadio más desierto que el del Sahara.
El peso de la casaca y la profunda fe en sí mismos, que no es otra cosa que un camino abierto por las almas, ha sido determinante para que ayer nuevamente The Strongest le haya cambiado el ánimo a nuestra alta La Paz, esta ciudad que dispara desde sus cuatro costados llamaradas de celebración contra ese límpido cielo invernal que la hace única.

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