No hay en Bolivia otro animal político más feroz y persistente que Evo Morales. Cuando decidió desmarcarse del gobierno de Luis Arce, atragantado porque su partido, el Movimiento al Socialismo-Instrumento Político para la Soberanía de los Pueblos (MAS-IPSP), demostró en 2020 que el proyecto colectivo, esencialmente indígena y campesino, le había ganado a su liderazgo carismático, se inició la descomposición para el rompimiento final.
A Luis Arce le fue más que bien en el combate contra el Covid-19 en su primer año de gobierno. Pero ya desde la campaña electoral, Evo no disimulaba su descontrol por no haber regresado a la papeleta electoral, de la que salió el triunfo de Arce, el candidato con mayor número de votos obtenidos en la historia de los comicios presidenciales en Bolivia: tres millones 400 mil ciudadanos le dieron el triunfo con un aplastante 55,10 %, lo cual superó en estos términos la primera votación ganadora obtenida por Evo en 2005, de 53,70 % de la preferencia ciudadana.
La disputa comenzó cuando su entorno más cercano le advirtió a Evo que si la tendencia de la gestión de Arce, su exministro de Economía, quedaba marcada por la cobertura casi total de la población en materia de vacunación contra la pandemia, el regreso del caudillo al poder se haría tremendamente dificultoso.
Fue a partir de entonces cuando el llamado evismo, que ya renegaba contra los vientos renovadores en el partido, se encaminó hacia la ruptura de la bancada parlamentaria que le permitía al MAS-IPSP la mayoría que facilita la gobernabilidad, esa que le permitió a Evo gobernar el país entre 2006 y 2019 (tres períodos consecutivos) y encarar transformaciones económicas y sociales de gran impacto, sobre todo hasta 2015.
Una vez que la bancada del MAS quedó dividida entre evismo y arcismo, aunque en términos de tendencia partidaria el arcismo no exista, el joven presidente del Senado, Andrónico Rodríguez, se convirtió en la bisagra que se dedicaría a torpedear cuanto proyecto de ley llegara desde el Ejecutivo, con el propósito de averiar una gestión presidencial que comenzaba a confrontar dificultades debido a la considerable disminución de los volúmenes en la exportación del gas hacia Brasil y Argentina. Eso hizo que, desde 2023, Bolivia ingresara en una crisis caracterizada por la falta de dólares y la consecuente y brusca elevación del tipo de cambio de 6.96 a 15 pesos bolivianos, el incremento de precios en la canasta básica de alimentos y el desabastecimiento de combustibles que provoca interminables filas en estaciones gasolineras y de diésel en las ciudades y en las zonas rurales.
Andrónico Rodríguez, ejecutivo de una de las federaciones de campesinos cocaleros de la zona del Chapare, bastión territorial de Evo Morales, cerró acuerdo con los partidos de la derecha para mantenerse al frente del Senado en las gestiones 2024 y 2025. De esta manera, Comunidad Ciudadana (CC), de Carlos Mesa, y Creemos, de Luis Fernando Camacho, se asociaron con el evismo en el objetivo de resquebrajar la gestión del presidente Arce con resultados altamente satisfactorios para sus intereses político-electorales. En la actualidad, el ex presidente (2003-2005) Mesa ha quedado afuera de la carrera política por decisión personal, mientras que Camacho, gobernador suspendido del departamento de Santa Cruz, privado de libertad, acusado por terrorismo en el golpe de Estado de 2019, se ha convertido en aliado de la candidatura de Samuel Doria Medina, empresario con una fortuna estimada en 300 millones de dólares, que fue artífice de la política privatizadora en los años 90 durante los gobiernos de la llamada Democracia Pactada.
Doria Medina fue militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR, un partido que pese a su nombre es de centro o algunos definen como socialdemócrata) y ministro de Planificación del gobierno de Jaime Paz Zamora, y hoy día encabeza con su alianza Unidad las encuestas contratadas por él mismo y otras publicadas por medios de comunicación hegemónicos, como las estaciones televisivas Unitel, Red Uno y el diario El Deber, con porcentajes que oscilan entre 20 y 25 % de intención de voto.
La crisis del MAS
Es la obsesión de Evo por el retorno a la Presidencia la que ha dado lugar a la fragmentación del bloque popular, comenzando por la decisión del propio Andrónico Rodríguez, que para las elecciones de este domingo 17 se presenta como candidato presidencial por la llamada Alianza Popular, organizada por Félix Patzí, exministro de Educación del primer gobierno de Evo, con quien terminaría rompiendo relaciones. A Rodríguez lo acompaña como candidata vicepresidencial Mariana Prado, nacida del riñón político del exvicepresidente de Evo, Álvaro García Linera, al que ahora el propio caudillo tacha de traidor.
El camino autodestructivo condujo a que el MAS-IPSP quedara en manos del Pacto de Unidad, conformado por organizaciones sociales, fundamentalmente indígenas y campesinas, bajo el control del presidente Arce. A esta altura, Evo, sin partido, decidió fundar la agrupación Evo es Pueblo, que todavía no cuenta con el reconocimiento del Tribunal Electoral. En ese trayecto, intentó ser candidato por dos partidos irrelevantes (Pan-Bol y Frente para la Victoria), los cuales han quedado sin personería jurídica al no haber obtenido ni el exigido 3% de la votación en las pasadas elecciones. Este cuadro se suma a su inhabilitación dictada por el Tribunal Constitucional, que según el artículo 168 de la Constitución boliviana impide volver a participar a quienes hayan ejercido cargos por elección por dos períodos consecutivos. En su defensa, Evo interpreta que la Constitución lo habilita, porque el artículo referido explicita “elecciones continuas” y no dice nada sobre “participaciones discontinuas.”
La ferocidad de Evo se manifestó en el sabotaje contra el gobierno de Arce, materializado en la Asamblea Legislativa Plurinacional, pero también en las carreteras, orquestando marchas y bloqueos contra el gobierno que ocasionaron pérdidas para los sectores productivos, se calcula que de casi tres mil millones de dólares, y con la estrategia política llevada al extremo de buscar la renuncia del jefe de Estado y el adelantamiento de elecciones. Con ello, lo único que el líder cocalero consiguió son más averías: Andrónico, ahora que es candidato, en una conducta ambivalente y difusa, es y no es evista según sus necesidades discursivas de campaña.
Entre tanto, el MAS-IPSP, en manos del gobierno, ha promovido la candidatura de Eduardo Del Castillo, exministro de Gobierno que se ufana de haber obtenido números históricos insuperables en el combate al narcotráfico. La candidatura de Del Castillo, acompañado por el dirigente campesino Milán Berna, se decidió recién a mediados de mayo, debido a que los estudios de opinión señalaban que el presidente Arce no superaba el 2% de las preferencias, producto de la crisis económica acelerada por el sabotaje político soportado y, según sus más ácidos críticos, por su inacción frente a la nueva y desestabilizada realidad económica. Con estos datos, Arce desistió de participar en su repostulación y le pasó la posta a su excolaborador encargado de la seguridad interna del país.
Del Castillo y Andrónico Rodríguez provienen de la nueva generación de cuadros partidarios del MAS-IPSP que, según registros del Tribunal Electoral, tiene inscritos un aproximado de un millón de militantes con presencia en los nueve departamentos del país.
Voto nulo y auge derechista
Como Evo no ha logrado trepar a la carrera electoral, decidió, respaldado por sus seguidores, hacer campaña por el voto nulo, que claramente favorece a ganador en tanto el porcentaje de quienes pifian su participación en las urnas no es tenido en cuenta —lo mismo que el voto blanco, a la hora del conteo del total de los votos. El archivo audiovisual nos recuerda que en elecciones pasadas Evo-García Linera atacaban sin concesiones a quienes se pronunciaban abiertamente por el voto nulo.
Con un panorama que para la izquierda o lo nacional-popular boliviano no podría ser peor, el otro candidato de la derecha, Jorge “Tuto” Quiroga, que en las encuestas le disputa el primer lugar a Doria Medina, no hizo más que enfatizar las debilidades del modelo económico social comunitario productivo sostenido por Arce como ministro de Economía de los gobiernos de Evo primero y más tarde como presidente. Quiroga, quien fuera vicepresidente del exdictador Banzer (1997-2002) y luego lo sucediera debido al fallecimiento del general por cáncer terminal, ocupando la presidencia por un año, está fuertemente vinculado a la embajada de los Estados Unidos y a sus distintas agencias injerencistas en nuestro continente, y jugó un papel determinante en el golpe de Estado de noviembre de 2019. Quiroga, en coordinación con el general Gonzalo Terceros, en aquel momento comandante de la Fuerza Aérea, se encargó de sacar a Evo al exilio en México.
Tanto Doria Medina como Quiroga, que no han necesitado concentrar demasiados esfuerzos estratégicos contra el desvencijado MAS-IPSP y candidaturas derivadas, han enfocado los contenidos de sus propuestas en ofrecer soluciones inmediatas para los obstáculos coyunturales, de modo que no se ha desarrollado hasta aquí un debate conceptual y programático con visiones de país contrastadas. Los estrategas de campaña habrían recomendado centrarse en los puntuales asuntos de cómo superar la falta de combustibles y dólares y qué hacer para estabilizar los precios de los productos alimenticios que han sufrido severos incrementos en los últimos seis meses.
Los candidatos Doria Medina y Quiroga trabajaron en equipo durante la administración de Jaime Paz Zamora (1989-1993), con el primero como ministro del área económica y el segundo como subsecretario de Financiamiento Externo y Cooperación Internacional. A dichas candidaturas para las elecciones de este domingo se podría sumar en una misma línea ideológico-programática a Rodrigo Paz, hijo del expresidente Paz Zamora, que fue alcalde de la ciudad de Tarija y ahora es senador por Comunidad Ciudadana (CC), y a Manfred Reyes Villa, un ex capitán del Ejército que en 2021 fue electo alcalde de la ciudad de Cochabamba y que ha solicitado licencia de su cargo para participar de estas elecciones presidenciales. Más abajo figuran Johnny Fernández, alcalde de Santa Cruz de la Sierra, y Pavel Aracena, que representa a Acción Democrática Nacionalista (ADN), partido en decadencia que fundara en 1979 el dictador Banzer, herramienta con la que ingresó en la arena política democrática.
De estos ocho candidatos (todos varones, ninguna mujer: la que había, la alcaldesa de El Alto, Eva Copa, por otro desprendimiento del MAS, se bajó recientemente de la carrera presidencial) cinco son de línea neoliberal privatizadora, dos proceden de la división y la renovación del MAS-IPSP y uno es de características populistas que pretende situarse en el centro ideológico. Son quienes competirán el domingo 17 de agosto en las elecciones bolivianas, de las cuales, muy probablemente, se vaya a una segunda vuelta a partir de cálculos que informan que ningún candidato superará la barrera de 40% de los votos exigidos ni tampoco logrará un 10% de diferencia con su inmediato seguidor, como lo señala la ley electoral para obtener el triunfo en primera vuelta. En tal caso, habría balotaje entre los dos primeros el 19 de octubre.
Dada su estratégica y atractiva cualidad geopolítica —corazón de Sudamérica y poseedor del reservorio de litio más grande del mundo, codiciado por la inversión extranjera, además de su riqueza en gas y minerales— si la derecha logra imponerse en estas elecciones bolivianas, el viraje se traducirá en una recomposición de las relaciones con Estados Unidos, muy probablemente relegando a un segundo plano las vigentes conexiones con China, Rusia y, en términos generales, con los países inscritos en el BRICS.
