El caudillismo
le ha costado a Bolivia la instalación de dictaduras militares durante 18 años
a partir de 1964 cuando el Gral. René Barrientos Ortuño derrocó a su presidente
Victor Paz Estenssoro, líder de la revolución del 52 que quería seguir y seguir
en el poder, pero con una notable debilidad por los militares que le pagaron
mal. Primero fue Barrientos, su vicepresidente, que le dió una primera patada
en el traste, luego le tocó al Gral. Banzer que le dió una segunda patada en
1974, expulsando al MNR junto con la Falange de la estructura gubernamental
dictatorial. A su vez, Banzer fue un caudillo uniformado (siete años de
dictadura, tres de gobierno democrático) que lejos de haberlo divisado, se
convirtió en el referente histórico ideológico para perpetrar el golpe de
Estado de 2019. El último caudillo es Evo Morales, otro con vocación prorroguista
y recibió, también un patada por la retaguardia por el Alto Mando a la cabeza
de los generales Kalimán y Terceros, a los que había mimado y privilegiado
durante casi catorce años.
En plan
autodestructivo –creía que eso le facilitaba un retorno express al poder-- Morales
ha logrado debilitar in extremis al gobierno de su propio candidato de 2020,
Luis Arce Catacora, hasta el punto casi terminal de la destrucción del MAS-IPSP
que en marzo enfrentará el mayor desafío de su devenir partidario consistente
en recoger del suelo los destrozos para intentar convertirlos en piezas de un
nuevo puzzle, y así generar una
recomposición partidaria institucional que viabilice un binomio para las
elecciones de 2019.
Luis Fernando Camacho,
el principal paramilitar del golpe que llevó a Jeanine Áñéz a la presidencia,
dice continuamente desde Chonchocoro que el MAS está acabado, que ya no tiene
nada que ofrecerle al país, que ha destrozado la economía del país. Si fuera
como dice el individuo que perpetró un golpe de Estado con la ayuda de su papá,
no habría la mínima necesidad de pensar
en una candidatura de unidad y tampoco en encuestas convertidas en primarias
para decidir quién puede enfrentar al partido de gobierno que con la interrupción
de 2019-2020, lleva gobernando Bolivia, durante dos décadas. Todos contra el MAS
es la consigna y si así se tiene definido es porque cada uno por su cuenta,
solita su alma, considera que no tiene con qué enfrentar al partido azul,
independientemente de quienes vayan a ser sus candidatos.
El valiente del
nuevo escenario parecía ser Manfred Reyes Villa que decidió llevar adelante su
candidatura con su propio partido y sus
propios candidatos a senadores y diputados, sin tratar de buscar alianzas forzadas
que suelen servir para después, no para antes de las elecciones. Resulta que en
los últimas horas, el alcalde cochabambino ha anunciado que para hacer campaña
no renunciará a su cargo, que sólo pedirá licencia. ¿Ya le llegó también a el,
el temor al monstruo masista?
En medio de este
precipitado desmadre proselitista, en el que incluidos Branko Marinkovic y Chi
Hyung Chu, saben que sus techos en las preferencias están por llegar a su
límite, emerge la figura de un campesino cocalero de nueva generación, algo así
como un quechua-fashion que tiene la cabellera recortada y rapada a los lados
cual si fuera futbolista de la Premier inglesa y que ha aparecido en vallas
publicitarias con fotografía de vocalista cantamañanas, el hashtag “unidad ante todo” con un mensaje
principal que dice “Andrónico bicentenario” al que alguna mano invisible con
conocimientos de estrategias de campaña está posicionando como el candidato no
candidato. En esa ambigüedad, en esa indeterminación, si se quiere en la
tibieza de sus maneras se está intentando instalar al presidente del Senado como
la figura-bisagra para reunificar al MAS-IPSP y de esa manera agarrar vuelo
hacia el 17 de agosto.
El diablo no
sabe para quién trabaja. El caudillo Evo engendró a Andrónico al nombrarlo
tercer hombre al comenzar la marcha del MAS el
pasado año. Quería forzarlo a la arremetida para acortarle el mandato al
presidente Arce y en ese momento el joven cocalero demostró que podía enojarse
abandonando la travesía para no volver y afirmar categóricamente que no es
ningún golpista. A partir de ese momento, el evismo se partió. Empezaron a
surgir las voces de proclamación con “Andrónico presidente”, quién por ahora
solo muestra astucia y les viene pegando por igual a Evo, del que no termina de
destetarse al reafirmarse como orgánico, y al presidente Arce, para significar
que el nada tiene que ver con el achacado fracaso gubernamental presente.
Si finalmente
Andrónico Rodríguez termina convirtiéndose en opción electoral, optando el MAS
por el mismo método de encumbramiento con el que se endiosó a Evo Morales, no
nos quejemos: En la próxima década podríamos tener un nuevo caudillo que otra
vez podría meternos en graves problemas de viabilidad política como en su
momento lo hicieron Paz Estenssoro, Banzer y Evo Morales.
Originalmente publicado en la columna Contragolpe del diario La Razón el 08 de febrero de 2025
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