jueves, 11 de agosto de 2022

Yanquis golpistas

 

A confesión de parte relevo de prueba. John Bolton, Consejero de Seguridad Nacional en el gobierno de Donald Trump, ha afirmado muy suelto de cuerpo, con el cinismo que le permiten los años, que había “ayudado a planear” golpes de Estado en varios lugares del mundo, que una tarea de esa magnitud exige mucho trabajo y que para tales propósitos, los encargados de materializar dichas acciones extraterritoriales, tan características de la autocomplacencia unipolar planetaria de la que todavía se ufanan los yanquis imperiales, no habían sido lo suficientemente competentes para alcanzar el éxito. Se refería, por supuesto, a la torpeza sistemática con la que la administración norteamericana quiso convertir en presidente a Juan Guaido en un experimento de creación de algún universo paralelo, en el que se inventó una presidencia venezolana for export reconocida por una cincuentena de países, mientras Nicolás Maduro, su gobierno y las fuerzas armadas cerraban filas para combatir los intentos de derrocamiento finalmente fracasados.

A los golpistas les irrita que les llamen golpistas. Que se les recuerde a qué y cómo juegan para alcanzar el poder. Que se les refriegue por anverso y por reverso que sin posverdades y noticias falsas diseminadas por redes sociales no estarían en condiciones de erigir esas iglesias evangélicas fundamentalistas, alérgicas al progresismo y sustentadas en la ignorancia supina de lo que significa en nuestros países lo nacional popular o el nacionalismo de izquierda en que el Estado detenta el control y la administración para que el mercado se ponga al servicio de la sociedad, y no al revés, como sucedió durante la década de los 90 en que los ciudadanos tenían que bancarse gasolinazos con precios que repercutían en la canasta familiar determinados por la oferta y la demanda, y que por supuesto castigaban con severidad a los que menos tienen, a los pobres, a nuestros pobres, los explotados, los excluídos, los ninguneados desde tiempos coloniales hasta nuestros días.

La confesión de Bolton se produjo dos días antes de que Donald Trump anunciara su retorno a la arena política, para intentar una nueva aventura electoral, en tiempos en que su admirado Jair Bolsonaro --Bolton y Trump recibieron con beneplácito su elección presidencial en Brasil--, emite señales de inquietud ante el inminente regreso de Luiz Inacio Lula Da Silva al Palacio de Planalto a través, nuevamente, de la vía eleccionaria. En este contexto, en entrevista concedida a un diario argentino, Evo Morales ha afirmado que los Estados Unidos han perdido preeminencia en América Latina y deslizó entre líneas la idea de que en lugar de leer la geopolítica con el prisma de los nuevos tiempos, lo siguen haciendo con anteojeras setenteras cuando imperaban la Guerra Fría, la Doctrina de la Seguridad Nacional y el Plan Cóndor.

A mediados de 2019, tres meses previos a las elecciones presidenciales de ese año, ya se había decidido en una reunión producida en la Embajada de Estados Unidos en La Paz con presencia de políticos opositores, que en Bolivia se produciría un fraude. Es decir, el fraude estaba consumado antes de que se produjeran las votaciones en las urnas. En esa tarea, habrá que distinguir los esmerados servicios del entonces Encargado de Negocios, Bruce Williamson, diplomático de vasta experiencia que se fue de nuestro país, luego de haber cumplido tareas en la línea trazada por Bolton: Redes sociales trabajando a full, incendios en la Chiquitanía para estigmatizar a Evo como ecocida, médicos que fueron capaces de tumbar el nuevo código penal y que dieron lugar a que el país siga funcionando bajo el imperio de los códigos Banzer, policías descontentos con el tratamiento que recibían del gobierno y mandos, altos y medios de las Fuerzas Armadas, que se apoderaron del funcionamiento del país entre el 10 y el 20 de noviembre para consolidar la presidencia de facto de Jeanine Áñez. Si a esto sumamos las acciones de la OEA, de la Unión Europea, de las embajadas de Brasil y de Gran Bretaña, el golpe a la boliviana, por dentro y por fuera, estaba servido

Un rockero pitita que forma parte de la corporación opinadora de la derecha ha definido con la siguiente genialidad el golpe producido en Bolivia: “La sensatez de un grupo de líderes e instituciones de alto prestigio condujo a la sucesión constitucional”. Otro astronauta que divaga por ese universo paralelo, ese mismo que hizo a Guaido, presidente encargado de Venezuela, mientras Bolton, no le hace ascos a llamarles a las cosas por su nombre: Golpe de Estado. Caradura, pero de probada honestidad intelectual que no anda inventando explicaciones forzadas para recodarnos que en el país de la libertad y la democracia modélica, se fabrican conspiraciones cuando se trata de gobiernos respondones que no quieren saber más de agendas impuestas desde Washington.




Publicado el 16 de julio en la columna Contragolpe de La Razón

No hay comentarios:

El anverso del horror

  Ha sucedido en distintas latitudes que varios creadores audiovisuales fueron advertidos a través de preguntas formuladas por la crítica es...