Los
reagrupamientos en el MAS – IPSP han dado lugar a un par de decisiones emergidas
por unanimidad, una vez alcanzado el triunfo de Arce y Choquehuanca para
acceder a la presidencia y la vicepresidencia del Estado: El entorno de Evo
Morales no debe retornar al poder y los
que ya fueron ministros no podrán volver a serlo en el marco de una voluntad
renovadora y de un pedido de cuentas para quienes habrían sido partícipes o
autores de la erronea decisión de desoír la voluntad electoral del 21 de
febrero de 2016 que por mayoría decidió no habilitar una nueva postulación a la
presidencia de quién ya había ganado tres elecciones consecutivas.
Las medias
verdades suelen ser más nocivas que las altisonantes mentiras y en ese sentido,
el culpar a un grupo palaciego de lo que hizo o dejó de hacer Evo Morales y que
condujo a un quebrantamiento de la constitucionalidad boliviana encabezado por
Mesa-Camacho-Doria Medina-Quiroga, será atribuible a equivocadas decisiones
unipersonales --Evo es el responsable de Evo y nadie más-- y no a supuestos
calentamientos de cabeza ejercitados por sus cercanos, esos a los que se les
llama llunkus en idioma quechua y han practicado con sistemático entusiasmo la
zalamería para conveniencias personalísimas.
El entorno
inmediato de Evo era muy peculiar en tanto estaba compuesto no por un coro
polifónico, sino por un puñado de solistas, cada uno con estilo y orientaciones
propias, fuera por intereses materiales concretos o por ámbitos de actuación
especializada, y en ese marco, la figura de Juan Ramón Quintana destaca por
encima del resto, debido a su cotidiana influencia en la construcción
discursiva antiimperialista. Si comparamos las alocuciones de Evo con las de su
equipo de colaboradores más cercano, la retórica anticolonial, contra la
derecha neoliberal y contra todo lo que significara “Imperio” estaba provista
por la influencia de este sociólogo y militar tempranamente retirado de las
Fuerzas Armadas con grado de capitán, encargado de manejar asuntos estratégicos
gubernamentales con especial influencia en el oriente y en la Amazonía
bolivianas.
Quienes
atribuyen a Jota Ere, como se le llamaba en los pasillos políticos de entonces,
cualidades maléficas orientadas a la caza de reaccionarios de todos los
matices, no saben, por ejemplo, que su manera de encarar y concebir las cosas
era distinta y muchas veces contrapuesta a la de su colega de Gobierno, Carlos
Romero, y que jamás se le pasaría por la cabeza escribir para un medio de
comunicación que forma parte de lo que él mismo etiquetó como “Cártel de la
mentira”, como sí lo hace otro de los componentes de ese entorno, el que fuera
Procurador y Ministro de Justicia, Héctor Arce.
Quintana ha sido
pues, un brazo fundamental del evismo, especialmente en períodos turbulentos
cuando los cívicos y los prefectos, ahora gobernadores, conversaban fluidamente
con la embajada de los Estados Unidos para desestabilizar a un gobierno que fue
capaz de reproducir el poder en dos oportunidades consecutivas (2009 y 2014) y
desde el que se instaló una hegemonía parlamentaria como nunca antes había
sucedido en la historia republicana del país. Controversial por su manera
frontal y virulenta de encarar a sus adversarios de circunstancia, se convirtió
en el trofeo más afanosamente perseguido por el murillismo, objetivo
imposibilitado por la obtención de asilo político en la embajada de México en
La Paz. Se lo buscaba por sedición y terrorismo, con una endeble y poco seria
base de sustentación como esa expresión que todavía debe retumbar en las
cabezas más reacccionarias que mal gobernaron el país entre fines de 2019 y
octubre de 2020, que decía que Bolivia se convertiría en un “Vietnam moderno”
para resistir la arremetida golpista de la derecha en la que confluyeron
militares, policías, la derecha partidaria y el fascismo cívico atrincherado en
Santa Cruz de la Sierra.
Evo ha dejado de
ser presidente hace catorce meses y por lo tanto el tan mentado entorno ha
dejado de existir, aunque por supuesto, cada una de sus figuras mantiene
vínculos por separado con el jefe del MAS-IPSP, considerando que el actual
presidente del Estado Plurinacional, Luis Arce Catacora, no fue parte de ese
entorno, en tanto su peso específico lo perfiló como maestro de Economía del
líder cocalero, y la política económica funcionó a través de una combinación de
tecnocracia e ideología que le permitió al país, indicadores competitivos en el
espectro continental. Para el presidente Arce, está claro que la voz partidaria
debe respetarse, y nadie del entorno evista forma parte de los ámbitos de
influencia gubernamentales en la actualidad, situación que aconseja a Jota Ere,
en primer lugar, continuar reinventandosé en el campo de la lucha contra el
imperialismo y la antinación.
Originalmente publicado en la columna Contragolpe del diario La Razón, el 16 de enero
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