lunes, 8 de marzo de 2021

Eva son dos

 

El 19 de diciembre de 2020 me referí en esta misma columna al coraje demostrado por Eva Copa para preservar el único bastión institucional democrático con el que contaba el país, luego de que Jeanine Añez entrara por la ventana a la presidencia del Estado, acción inconstitucional persistentemente defendida por la estructura mediática urbana de la derecha boliviana.

Vislumbré en la ex presidenta del Senado el convencimento por una causa que en realidad había consistido en cierto instinto político y no en la defensa de unas convicciones ideológicas y partidarias, y por ello, cuando destaqué su comportamiento al haber desafiado al ministro Murillo, luego impidiendo la concreción de un crédito con el FMI y rechazando la presión militar para que el Senado procediera a aprobar la lista de ascensos en las Fuerzas Armadas, me estaba refiriendo a una Eva  enfrentada a un gobierno que hacía aguas debido al craso error que significó convertir en candidata  a la presidenta transitoria, y la comunidad internacional, incluídos los Estados Unidos de Donald Trump, concluyeron que entre el autoritarismo, la persecución política, la ineptitud y la corrupción sólo faltaba que el demonio llegara para escoger.

Eva Copa no había sido lo corajuda y consecuente que nos figurábamos quiénes advertimos esos gestos caracterizados por la valentía y el espíritu de lucha, y digo esto porque la presidenta del Senado que en primera instancia encontró su oficina ocupada por “mediadores” diplomáticos y de la iglesia católica, fue colaborada por algunos de sus colegas, senadores y diputados, que se convirtieron en soplones de los golpistas en la primera etapa del gobierno de facto. En alguna oportunidad Arturo Murillo, entre su repertorio de desfachateces, se mandó la siguiente arfirmación: “Parece que Eva está enamorada de mí”.  Es obvio que tal cosa es producto del ego mal esculpido del ex Ministro, pero lo que se sabe es que cuando fueron colegas en el Senado, y no existían atisbos de un golpe de Estado, Copa y Murillo se reunían en plan muy amistoso, risotadas de por medio.

La llegada del activista de derechos humanos de Argentina, Juan Grabois, que junto con una comitiva de observadores arribó al país diecinueve días después del golpe, fue inicialmente respaldada por Eva Copa en su condición de presidenta del Senado. Una vez arribados al país, luego de ser amedrentados y amenazados en el aeropuerto de Santa Cruz de la Sierra, la ahora candidata a Alcaldesa por la agrupación Jallalla en la ciudad de El Alto, decidió no abrirle la puerta a Grabois y a sus acompañantes, dejándolos librados a su suerte. La brillante conclusión de un editorial sobre este grupo de activistas es que “hay un desagradable complejo de superioridad de la izquierda argentina” (El fallido informe de Juan Grabois, Página Siete, 9 de diciembre de 2019), pero  lo cierto es que estos supuestos agrandados que llegaron desde Buenos Aires, fueron de los primeros en empezar a preguntar que había sucedido en Sacaba y en Senkata.

Evo Morales llamaba a diferentes celulares desde México y Argentina pidiendo hablar con Eva Copa, quién en principio aceptaba las comunicaciones hasta que en determinado momento habría decidido no contestar más y de esta manera el nexo entre el refugiado ex presidente y la  titular del Senado fue interrumpido hasta el día en que el escenario político nacional fue revertido por el triunfo del MAS en las elecciones del 18 de octubre. Cuando la incomunicación ya era un hecho sostenido, los efectivos de la seguridad policial de Eva fueron sustituídos con el propósito de impedirles el paso a quienes mantenían línea directa con México y Buenos Aires. Se trataba de cortar relaciones con todo lo que quedaba de masismo operativo en la Asamblea Legislativa.

Tenemos entonces una Eva real y una Eva mediática. La real dice que se acomodó lo mejor que pudo cuando Jeanine iniciaba su presidencia. La mediática, a la que me referí hace dos meses, era la valiente contestataria que con un par de gestos logró posicionarse en el escenario alteño, según las cuestionadas encuestas, como la mejor opción del MAS para llegar al municipio en las elecciones del 7 de marzo. No sabemos si por errónea evaluación política, por legítima indignación o por las dos cosas, Evo Morales y quienes decidieron las candidaturas, la sacaron del ruedo. Según la información de esos mismos estudios de opinión, la señora Copa no ganará: Arrasará. Y si el partido azul logra un concejal en la nueva composición edil alteña, será mucho. Hay quienes piensan que el Concejo íntegro quedará en manos de Jallalla, el partido del recientemente fallecido Mallku, Felipe Quispe, tardío maestro de Eva en las últimas horas de su vida .

Alteños y alteñas están convencidos que Eva Copa es una heroína. De lo que no hay duda es de su notable cintura política para acomodarse a cada circunstancia. ¿Cuál es la verdadera Eva?



Originalmente publicado en la columna Contragolpe del diario La Razón, el 27 de febrero 

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