miércoles, 24 de febrero de 2016

Evo estará siempre

Falso que ganó el No. Perdió el Sí y éste no es un tramposo juego de palabras. Son apenas dos puntos y medio los que dieron lugar a que se le pusiera fecha de caducidad al mandato de Evo Morales que deberá dejar la presidencia a quién resultare ganador de las próximas elecciones, el 22 de enero de 2020.
Si hay una razón fundamental para validar un referendo que pregunte por la reapertura de la Constitución es la que pasa por los premios y castigos de los que debe beneficiarse o ser pasible un gobernante y en este caso, por toda su obra gubernamental en una década de gestión contínua, Evo merecía recibir el respaldo mayoritario del electorado boliviano simple y llanamente por virtud, por merecimientos vinculados a la coincidencia entre promesas de campaña y gestión gubernamental.
No, eso  en Bolivia no sabemos hacerlo por completo, no sabemos reafirmar nuestra confianza cuantas veces fuera necesario al que hace las cosas bien, el que pone por encima de cualquier prioridad, el bien mayor que pasa por la equidad y la justicia social. Evo se merecía la oportunidad de concurrir a una nueva elección, pero el insuperable poder del voto en el país ha dictaminado lo contrario.
Evo ha hecho historia y ha sido, hasta hoy, el más significativo gobernante del que tenga memoria Bolivia desde 1825. Ha superado con creces la ilusión fundadora de Bolívar, el horizonte constitucional trazado por Santa Cruz y el populismo revolucionario de Paz Estenssoro. Ha demostrado que no son el pedigree académico, la pertenencia a ciertas castas privilegiadas o la sujeción a un orden establecido  --avejentado, decadente, insufrible--, las cartas que facilitan éxitos gubernamentales, sino que mandan la inteligencia y la conciencia histórica, el talento para interpretar las necesidades de una sociedad y un sentido innegociable de autodeterminación popular los que pueden conducir a esta Bolivia tachonada de diversidades étnicas y culturales hacia un derrotero estatal que permita una definitiva articulaciòn social entre los desfasados de la modernidad occidental y los mayoritarios mestizos con todos sus matices que siempre negarán reconocer que un país es diferente y atractivo a los ojos de los vecindarios, son sus orígenes indígenas sin parangón, ya que en los demás ordenes todos los pueblos de la humanidad nos vamos asemejando o estandarizando a partir de las fusiones interculturales que permiten los aviones, los celulares, internet y el mercado global que sigue reinando con sus banqueros manejando los hilos invisibles del gran poder mundial imperial.
Con todas sus luces y sus ya inocultables sombras, con sus gestos de espíritu grande y sus cerrazones circunstanciales, con una cierta benevolencia hacia unos y una injusta severidad con otros, Evo Morales Ayma ha dibujado la cartografía completa acerca de por dónde y hacia dónde debemos ir si nos queremos como un país mejor, más robusto, con cero pobreza, acceso de todas y todos a la formación y al conocimiento, competitividad productiva y calidad de vida para usar con imaginación y capacidad gratificadora nuestros tiempos de ocio, tan valiosos y necesarios para transferirlos como mejor herencia a nuestros hijos y nietos.
Hágase la voluntad de la Soberanía Popular y para ello a construír desde ahora, las bases conceptuales que nos aseguren que nuestra dignidad y nuestra identidad multiforme jamás volverán a ser negociadas por esos cipayos del imperalismo capitalista, esos que a lo largo y ancho de toda nuestra historia, hicieron de Bolivia un país saqueado y despojado de su propia base material, esa que ahora nos permite encontrarnos en las calles a todos y a todas, y sentirnos dueños de nosotr@s mism@s

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