miércoles, 27 de octubre de 2010

Un símbolo de paz

Ana María Romero de Campero fue la portadora de la conciliación y el encuentro desde que asumió como Defensora del Pueblo. Dejó la carrera periodística para abrazar el servicio público con una convicción y entereza hasta hoy inigualables en la última historia de Bolivia. Antes, Ana María fue una muy estructurada y cuidadosa periodista, después se convirtió en la tejedora de acuerdos y en la promotora de los diálogos sustentados en una vocación pacifista, siempre tomando partido por los más débiles, por los explotados, por los pobres.
Ana María fue consensuadora, pero hizo de la toma de posición la virtud que muchos llamados neutrales nunca exhibieron porque en realidad esa supuesta neutralidad era nada más una
máscara que escondía oscuras relaciones con los poderosos.
A ratos con la voz temblorosa, pero siempre bien timbrada y perfectamente sustentada por su gran lucidez, recuerdo con melancolía su palabra precisa y orientadora a quién fue mi directora en el diario Presencia y a quién le vaticiné en una de mis entrevistas televisivas que sería presidenta del Senado. Ana María ha sido una gran mujer, y quedará en nuestro recuerdo como esa persona, transparente y auténtica, con talento y liderazgo para guiar a la sociedad por mejores caminos.

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