jueves, 14 de febrero de 2008

Conmigo o contra mí

El maniqueismo estaba bien para las películas de vaqueros, para la lógica del bueno que salva a los indefensos pasándose por encima las reglas, cuando estas dejan con el culo al aire a los desarmados. Digamos que eso estaba bien para una buena parte de la filmografía de Clint Eastwood, talentosísimo director, que nos deja inscrito en el celuloide a Harry el Sucio que después se convertiría en Alcalde de Carmel, California, por los Republicanos.
Pero el maniqueismo es la peor manera de intentar comprender el mundo cuando se está de este lado de la pantalla, del lado en el que la gama de grises es infinitamente mayor al blanco y al negro de los extremos.
Digo esto porque en Bolivia si se critica a unos, la condena es quedar etiquetado de masista y si se critica a los masistas, me jodí, soy un oligarca que defiende a los políticos tradicionales.
No por criticar a Evo pierdo mi cualidad ideológica de estar junto a quienes luchan por voltear definitivamente la estructura de privilegios y corrupción, todavía invicta especialmente en Santa Cruz.
En otras palabras, me hago eco de quienes no llevamos membrete partidario y nos empeñamos en ejercitar una mirada crítica y auténtica de lo bueno, lo malo y lo feo que se produce en cualquiera de los bandos.
Y en este terreno quienes la tenemos más difícil somos los periodistas que estamos convencidos de un proceso de transformación, pero nos negamos a ser obsecuentes con el poder. He dicho.

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