El odio clasemediero
conservador contra el MAS parece encontrarse en pausa porque estaba
fundamentalmente concentrado en la figura de Evo Morales que por estos días, ya
se sabe, no es más jefe del partido y su condición electoral vigente es la de
la inhabilitación que le impide buscar una postulación que pudiera conducirlo a
una cuarta presidencia, luego de las tres ejercidas entre 2006 y 2019.
Como Evo ya no será, el “¡masista!” como
insulto callejero ha dejado de ser tan estruendoso en el último año, pero no
por ello se debe perder de vista que ese odio ha permitido configurar en las
dos últimas décadas el Odiometro antimasista que probablemente tiene entre los
tres de su podio a un opinador que sus amigos pititas llaman “Chino”, quién el
8 de agosto del pasado año ha publicado “Los tres mitos a superar antes del
bicentenario”, un artículo en el que se antepone el oficio de peón ideológico desprovisto
de rigor conceptual con respecto de la los hechos que han configurado una
república colonial fundada en 1825 y que desde 2009 tiene inscrita la misión de
construir un Estado plural e incluyente desde la constitucionalización de sus
pueblos y naciones indígenas originarias y a continuación campesinas.
El primer mito
al que se refiere este operador dice que “somos pobres por culpa del imperio (o
de otros”. Bastará con que el escribidor lea “Las venas abiertas de América
Latina” (1971) de Eduardo Galeano para recordar que tal afirmación no puede ser
otra cosa que una simplificación de la histórica condición de dependencia de
nuestros países sometidos al capital transnacional, con injerencia en lo
político y económico de nuestras presuntas “repúblicas independientes y
soberanas”. No somos pobres por culpa del imperio, en todo caso no somos lo
ricos que pudiéramos ser porque para que el imperio tuviera éxito en llevarse
nuesto oro a cambio de baratijas, eran imprescindibles agentes locales
(cipayos) que facilitaran los voraces objetivos de la “inversión extranjera”
que ahora andan afanados por nuestro litio. En síntesis, esa condición de
pobreza material de nuestras mayorías nacionales se la debemos en gran medida a
las élites gobernantes a las que Carlos Montenegro caracterizó en
“Nacionalismio y coloniaje” (1944) como la antinación. Para una correcta
documentación que permita un conocimiento procedente de la investigación
académica (el autor es estadounidense) es imprescindible leer “Minas, balas y
gringos, Bolivia y la Alianza para el Progreso en la era Kennedy” (2016) de
Thomas C. Field Jr.
El segundo mito,
según este operador de la derecha, dice que “el pasado precolombino era mejor” e
intenta justificar esta afirmación con frívola liviandad: “el pasado trajo
cosas negativas como positivas. Siglos después, concluimos que los quechuas no
habríamos sido los quechuas sin el contacto con España y los otros pueblos”, es
decir que los quechuas se habrían quechuizado gracias al contacto con los
conquistadores debido a la colonización de los cuerpos de las mujeres indígenas
con las que se edificó el mestizaje. Sería muy bueno que el autor de semejante
interpretación nos informara sobre las fuentes de esa “nostalgia precolombina”.
Que sepamos contemporáneamente, el mismísimo Papa Francisco pidió perdón “por
el mal cometido por tantos cristianos contra los pueblos indígenas” (2021),
mientras que el rey emérito de España, Felipe VI no fue invitado a la posesión
de la presidenta de México, Claudia Sheinbaum (2024), precisamente por haberse
negado a pedir perdón por la violencia exterminadora, explotadora y saqueadora
de la conquista española. No es que el pasado precolombino haya sido mejor para
nuestros pueblos indígenas, sucede que a partir de la llegada española a
nuestras tierras comenzaron “cinco siglos igual” como canta León Gieco.
El tercer mito
es para una contra-antología: “Somos ricos porque tenemos recursos naturales.
Este cuento es muy reproducido en las escuelas, colegios, universidades y otros
centros de información y tiene como fin ubicar al país como objetivo de las
potencias extranjeras que ambicionan nuestra riqueza”. Para respaldar su
genialidad dice que nos falta conocimiento porque en realidad somos pobres por
lo mismo, por poseer recursos naturales y no estar preparados profesionalmente
para dejar de serlo.
Ningún cuento chino o cosa parecida: Tenemos
un país materialmente rico pero históricamente saqueado. Con solamente examinar
los desmembramientos territoriales sufridos contra Chile, Brasil y Paraguay,
comprobaremos que las guerras del Pacífico, del Acre y del Chaco fueron
activadas por intereses de los grandes capitales: guano, salitre, goma,
petróleo y gas. Con sólo revisar la historia de la Standard Oil por estas
tierras, llegaremos a la conclusión que estos supuestos tres mitos, son en
realidad parte de la explicación de nuestra historia, ahora que conmemoramos
los doscientos años de creación de la república colonial de Bolivia.
Originalmente publicado en la columna Contragolpe de La Razón el 11 de enero de 2025
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