Llegué al mundo
durante el primer año del segundo mandato de Paz Estenssoro. Fui al kinder
bajo la bota militar de Barrientos. Me
asustaron con el comunismo que llegaba con Jota Jota Torres y la Asamblea del
Pueblo liderizada por Juan Lechín. Me hicieron creer que durante el septenio
dictatorial del banzerato se había salvado al país del comunismo. Continuó
Pereda Asbún que con golpe al golpista pretendió
ejercer la presidencia luego de unas fraudulentas elecciones: Duró cuatro meses
en la silla. Arribó a continuación otro milico, David Padilla Arancibia, del
que casi nadie recuerda nada. Irrumpieron García Meza y Arce Gómez con su
narcodictadura, luego de las presidencias de Guevara Arce, Natusch Busch, el
masacrador de Todos Santos y Lidia Gueiler defenestrada, por su primo en segundo grado, destacado jinete del
Ejército.
Se instaló la
nueva democracia después de las intrascendtes presidencias de los generales
Torrelio y Vildoso, con una primera alianza que atemorizaba porque era naranja
por fuera y roja por dentro, a la cabeza de Hernán Siles Zuazo con su MNRI,
secundado por el MIR y el Partido Comunista. Siles Zuazo era el rival histórico
de Paz Estenssoro en el MNR de la Revolución del 52, quien volvió al poder en
1985 para completar un cuarto mandato con la ayuda de Banzer que luego de
pelearse con Sanchez de Lozada, le prestó apoyo a su ex perseguido, Jaime Paz
Zamora, que siendo tercero en las elecciones del 89 llegó al Palacio Quemado.
Sanchez de Lozada, delfín de Paz Estenssoro, fue presidente entre el 93 y el 97, para que Banzer lo sustituyera hasta su muerte, convirtiéndose en el único militar golpista de los 70 en América Latina, regresando al poder por la vía democrática. Tuto Quiroga, delfín de Banzer, sustituyó por cáncer terminal al General y le quedó sabor a poco luego de ejercer mandato sólo por un año. Volvió Sanchez de Lozada que en el primer y único año de su segundo mandato (2002 – 2003) hizo del país un desastre con 68 muertos bajo su presidencia antes de huir del país en octubre. Lo sucedió Carlos Mesa, a quién había contratado como candidato vicepresidencial sacándolo de su trono televisivo, también le fue mal y tuvo que renunciar para entregar la banda presidencial por sucesión constitucional al presidente de la Corte Suprema de Justicia, Eduardo Rodríguez Veltzé que honró el sentido transitorio de su gobierno para convocar a elecciones que dieron lugar al triunfo de Evo Morales en 2005, que caracterizó sus dos primeros mandatos por transformaciones políticas, económicas y sociales con la definitiva incorporación de indígenas y campesinos a la ciudadanía boliviana, hasta que decidió desbarrancarse desconociendo el resultado de un referéndum que lo inhabilitaba para una nueva repostulación.
A través de sucesión inconstitucional o golpe de Estado, asumió Jeanine Áñez que gobernó flanqueada por varios de los que ahora pelean por la candidatura dizque unitaria de la derecha. Su gobierno puede entendenalmente publicada en la columna Contragolpe de La Razón el 05 de abrilrse como un globo de ensayo de lo que le podría sucederle a Bolivia si llegan a ganar elecciones, Tuto Quiroga, Samuel Doria Medina o Manfred Reyes Villa. A continuación, por paliza electoral, ganó la presidencia Luis Arce, bendecido por el dedo del jefazo histórico del MAS, Evo Morales, que en realidad le había hecho una emboscada para ponerle todos los santos días, palos a las ruedas a la nueva gestión de su partido, el MAS-IPSP. Los caudillos son así, no toleran que haya otros que puedan superar sus records electorales y así nos va.
Este apretado y esquemático resumen histórico es
desconocido por las generaciones tiktokeras y de los nombrados solamente puede
reconocerse a Paz Estenssoro como autor de una reforma educativa, inscrita en
las medidas transformadoras de la Revolución del 52. Dicha reforma estaba
referida a la universalización del acceso a educación y que según la Constitución del 67 se trataba de “una
función suprema y primera responsabilidad financiera del Estado.”
A 73 años de de
la llamada revolución nacional, la educación en Bolivia ha sido
sistemáticamente subordinada a segundos y terceros planos. Nunca más, ninguna
de las gestiones presidenciales citadas, volvieron a pensar y a inscribir en el
primer lugar de sus prioridades a la educación pública, notablemente limitada
frente a la educación impartida por privados a través de escuelas y colegios de
élite, de convenio religioso dominantemente católico o de gestión cooperativa.
Ni que decir de las carreras de formación universitaria y de escuelas técnicas,
públicas y privadas.
Por cómo se
perfilan las campañas electorales que desembocarán en elecciones el próximo 17
de agosto, las políticas educativas volverán a quedar por fuera del debate
político y así seguirán transcurriendo la vida con una educación que reclama a
gritos, nuevas políticas para la generación de recursos humanos y contenidos
actualizados en el proceso enseñanza-aprendizaje ajustados a este siglo XXI,
bajo las coordenadas de memoria, presente y futuro.
Con panorama tan sombrío, podríamos comenzar por ponernos de acuerdo para leer “Pedagogía del oprimido” (1968) del gran pedagogo brasileño Paolo Freire. Combatir el desconocimiento debiera ser otra de las más altas funciones del Estado.
Originalmente publicada en la columna Contragolpe de La Razón el 05 de abril
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