sábado, 23 de junio de 2018

El olor de la dictadura

El empeño de construír para el imaginario colectivo, el perfil de un Evo Morales/dictador de República bananera pasa por consejos del marketing político y estrategias desinformadoras  y simplificadoras de las transnacionales de la manipulación noticiosa, con el objetivo de evitar que las presidencias y los liderazgos que en América Latina lograron derrotar al neoliberalismo y a los cipayos de los intereses del capital imperial, superen las dos décadas de vigencia en las que se ha logrado reducir significativamente el tutelaje y la injerencia estadounidense en los asuntos políticos de muchas democracias de nuestro continente y por ello en México ya tiembla el establishment con el inminente triunfo de Andrés Manuel López Obrador en elecciones presidenciales. 


En ese cuadrilátero de persuasión incesante que tiene su extensión en las redes sociales, con mucho de  escoria y poco de rigor, Evo es un delirante que ha construído un palacete repleto de lujos innecesarios, gracias a un subconciente compensatorio de las carencias materiales de su pobreza de origen y ha decidido viajar a Rusia a ver un partido de fútbol, por si fuera poco, desprovisto de atractivo para el exigente paladar de los que saben, en el que el anfitrión descorrerá los telones de la Copa del Mundo enfrentando a Arabia Saudí.

La guerra diaria es feroz y no tiene pausa. Sin que todavía Evo se haya reunido con Vladimir Putin, Samuel Doria Medina y Victor Hugo Cárdenas, creen haber demostrado que un acuerdo para invertir mil millones de dólares a través de Gazprom en materia hidrocarburífera es nada más un pretexto para asisitir a la inauguración mundialera que tendrá hipnotizado al planeta durante un mes. Es tan despiadada y oportunista esta confrontación que ahora Jaime Paz Zamora, a través de un tweet, atribuye el mérito de la clasificación de Bolivia a USA 94 a su gobierno, a todas luces, una mentira más grande que la nueva Casa Grande del Pueblo.

Mientras se consigue engatusar a nuevas generaciones clasemedieras y conservadoras de nuestro país, reviso la historia y observo a algunos personajes que llaman dictador a Evo Morales: Jorge Quiroga Ramírez, hijo del Embajador de Bolivia en Malasia durante la dictadura de Banzer y vicepresidente cuando el General se recicló a la democracia. Ernesto Suárez Sattori, hijo de “Mandy” Suárez, Prefecto del Beni durante la dictadura de Luis García Meza. Capitán Manfred Reyes Villa, hijo del Ministro de Defensa de la dictadura garcíamezista, Gral.  Armando Reyes Villa. Y no sé si el Cnl. Arturo Doria Medina, Comandante del regimiento Tarapacá en la Masacre de Todos Santos (1979), apodado “Mariscal de la muerte”, ¿tío de Samuel?…y si no es así,  por lo menos con el mismo apellido paterno.

La lista es larga, profusa y huele mal porque estos herederos del autoritarismo más violento que haya soportado nuestra historia y que conculcaron libertades políticas y derechos humanos, luego de haber crecido en las residencias del privilegio que el abuso gorila generaba, son en este siglo XXI, los más grandes demócratas que hayamos conocido en el país, y en esa lógica, Tuto es un embajador de buena voluntad contra las “dictaduras” de Venezuela y Cuba, Ernesto Suárez es el paladín beniano del Estado de Derecho, y Manfred Reyes Villa…dicta conferencias sobre la situación de Bolivia por Skype ofreciéndonos lecciones de civismo y ejemplar comportamiento ciudadano!

Como tengo una idea muy clara de cómo eran los militares de esos tiempos,  comprendo de qué manera, en los herederos de las dictaduras de ayer, quedarán eternamente impregnados los olores de las botas con los que juegan a ciudadanos demócratas de última generación, pero que quieren disimular con el uso de aguas de colonia de marca. Tratan de contar algunas historietas heroicas cuando en el Ejército se le sublevaron a García Meza, oficiales entre los cuales figuraba  alguno que había sido Edecán del banzerato. Eran los  tiempos en que el chiste de que los militares tenían el problema geométrico de intentar colocarse una gorra ovalada en una cabeza cuadrada, no se podían comentar en voz alta porque la persecución política  -- esa sí que era persecución política—se encontraban a la vuelta de la esquina.

Los hijitos de papá con grado militar no pueden recordar que mientras ellos jugaban al básquet en Santa Cruz de la Siera o manejaban triciclos y bicicletas en las cercanías de sus cómodas casas, sus progenitores gobernaban el país a punta de persecuciones, apresamientos, torturas, desapariciones y asesinatos que generaron el tenebroso terrorismo de Estado que supo inaugurar Victor Paz Estenssoro, principal socio político de Banzer en dictadura y en democracia,  con la puesta en vigencia del llamado “Control Político” en los años 50, del que alguna vez hablaron tantos militantes falangistas y lamentablemente, gran parte de ellos, han dejado nuestro mundo: El dictador Banzer generó en dos distintos momentos de la historia contemporáena, pactos políticos entre represores, paramilitares y víctimas: En 1971 la Falange Socialista Boliviana (FSB) se alió al partido que lo  había azotado en calles , plazas y calabozos, el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) y en 1993 se asoció con Jaime Paz Zamora y su Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) para  formar gobierno, partido que había nacido en la clandestinidad contra la dictadura banzerista.

Los impostores –muchos de ellos sin conocer su verdadera condición-- hijos, sobrinos y nietos de los que fueron verdaderos dictadores en nuestro país, hablan de dictaduras, y llaman dictador a Evo Morales. Algunos, más pretenciosos, escriben panegíricos reivindicativos de su rol institucionalista en las Fuerzas Armadas, cuando en realidad todos los oficiales del Ejército, la Fuerza Aérea y la Fuerza Naval asumieron, y muy en serio el siguente cuento:

- “¿Qué quieres ser cuando crezcas hijo?

- Militar papá… 

-Militar…y por qué?. 

-Porque cuando sea grande quiero ser Presidente”.














Originalmente publicado el 12 de junio en la sección Opinión de la Agencia de Noticias Fides (ANF)

jueves, 7 de junio de 2018

El cerebro del Vicepresidente


El vicepresidente Alvaro García Linera ha hecho un conteo inexacto de sus neuronas: No tiene setenta millones, sino, por lo menos ochenta y seis millones, si nos atenemos a la media científica que informa de qué están hechos los cerebros de todos nosotros, mortales, normales, inteligentes por condición humana y no por determinación divina. Lo que seguramente quiso decir el segundo mandatario de nuestro Estado Plurinacional, no tiene que ver con la cantidad y las supuestas características enigmáticas de su complejo cerebral, sino con las ideas que ha ido conectando a partir de la utilización libresca, sistemática, disciplinada de los saberes a los que ha podido acceder, esto, acicateado por cinco años de reclusión en Chonchocoro, sitio en el que hay que rebuscárselas creativamente para construír una cotidianidad cargada de sentido, a fin de no caer en la desesperación a que puede conducir el encierro, y para mantener cierta coquetería intelectual, mejor si debidamente adornado con alguna pañoleta de seda que ayude a combatir la helada altiplánica de la ciudad de El Alto.
Las neuronas de García Linera tienen que ser iguales a las de Doria Medina, Tuto Quiroga o Rubén Costas, pero lo que sí puede diferenciarlas de las que poseen sus adversarios políticos a los que no ha dudado en tachar de mediocres, es que el estudiante de Matemáticas de la UNAM, lee y escribe, estudia y reinterpreta, vuelve a Marx y a Gramsci continuamente, e intenta ensamblar la teoría filosófica, política y sociológica que ha sabido asimilar con habilidad autodicacta, desempeño que le ha permitido posicionarse como el vicepresidente más influyente de la historia de Bolivia, porque además de ser un comunista leído y formado, es un disciplinado jefe de la gestión pública y un enemigo de las estructuras de pensamiento esquemáticas y reduccionistas de fuente neoliberal, contenidas de un profundo sentido de injusticia social donde los pobres agravan su condición a diario y cada vez con mayor desesperanza como lo está demostrando el gobierno de Mauricio Macri en Argentina, que le ha estirado la mano al Fondo Monetario Internacional (FMI), reviviendo los 90 del menemismo, aquella época en la que el modelo de ajuste estructural  asoló a nuestros países con sus oprobiosos niveles de injerencia política y económica.
No creo que sea necesario hacer aspavientos de las neuronas que poseemos y que podrían conducirnos a pretenciosas e innecesarias autovaloraciones. Eso de que cada panadero alaba su propio pan, sobra en el caso del Vicepresidente. En lo que sí podríamos coincidir es en la crítica que dice que Bolivia cuenta con un promedio abrumador de políticos que no ha leído la historia de su propia nación, que desconoce y niega su esencia identitaria, que no concibe al país como parte de la comunidad internacional en la que ahora juega un rol con características de visibilidad, y en algunas temáticas, de protagonismo. Ciertamente, García Linera ha desarrollado una sostenible lectura de la realidad, mientras varios de sus adversarios de la derecha han optado por el anquilosamiento de sus visiones, producto de condición de clase, prejuicios ideológicos, rechazo a las miradas progresistas e inclusivas en nuestras sociedades y menosprecio  por el debate y la renovación del pensamiento que conduzca, por los menos, a nociones elementales del destino que se pretende para Bolivia.
En el torneo de neuronas todos quedan más o menos empatados, pero es en el festival de las ideas en el que algunos han dado patéticas muestras de cómo la demagogia puede conducir a extravíos que provocan vergüenza ajena, que impulsarían a considerar que el razonamiento es un derecho humano que estamos obligados a respetar y digo esto porque la grosería ha sido rebasada en todos sus límites cuando se afirma que la nueva Casa de Gobierno debería ser convertida en un hospital oncológico para trescientas camas, en el entendido de que se trata de una ostentosa e innecesaria edificación destinada exclusivamente a cubrir las expectativas de autosatisfacción del circunstancial Presidente del Estado.
El antiguo Palacio Quemado es una vieja casona adaptada y readaptada de manera precaria e insuficiente, considerando las necesidades de infraestructura y operatividad que reclama un Estado moderno. Tiene el despacho del presidente, el del vicepresidente, dos salas de reuniones y un comedor en el tercer piso; los salones Rojo, de los Espejos, la sala de reuniones de gabinete mas tres oficinas destinadas al funcionamiento del Ministerio de la Presidencia en el segundo piso; la Jefatura de la Casa Militar, la sala de prensa y la Gaceta Oficial de Bolivia en la planta baja…esas son las instalaciones de la central gubernamental del trabajo, que cuenta, además, con varias oficinas desperdigadas por aquí y por allá a través de contratos de alquiler. Uno visita el Palacio de Pizarro en Lima, la Casa Rosada en Buenos Aires, Planalto en Brasilia, Carondelet en Quito o el Palacio de la Revolución en La Habana, y a simple comparación, lo que tiene La Paz es propio de un pequeño país anclado en el siglo XIX y por ello queda más que justificada una nueva infraestructura con suficientes espacios para oficinas y salas de reuniones , que permitan superar el inquilinato estatal, más allá de si en el nuevo recinto habrá jacuzzi, sauna o gimnasio, reductos que no necesariamente están vinculados al lujo y al derroche, sino a la necesidad indispensable de contar con ambientes que sirvan para el combate al estrés y a las jornadas laborales de veinte horas contínuas diarias.
Los promotores de esta grosería demagógica, son precisamente aquellos que conciben al Estado como residual a los intereses del capital financiero internacional, a la transnacionalización, el despojo y el saqueo de nuestro patrimonio de  riquezas naturales y recursos humanos. Por eso se empeñan en instalar en el imaginario esa peregrina caricaturización acerca de cómo es posible que un gobernante de izquierda pueda aspirar al confort capitalista, cuando ese  tipo de privilegios es zona exclusiva de los adoradores del mercado, esos que compran hoteles de cinco estrellas en los que muy probablemente no hay siquiera una pequeña enfermería para emergencias.
En un contexto de creatividad política tan  gracioso como vergonzante, el Vicepresidente García Linera debe tener la plena certeza de que no es necesario volver a retar a debate “de a cinco” a sus enemigos políticos. Que con ideas como la de la Casa de Gobierno a ser convertida en hospital, no  hay competencia neuronal posible, que la chacota es parte de la política de cualquier sociedad, y que mientras la oposición tradicional y conservadora continúe fragmentada y anecdótica, sus posibilidades de nuevos fracasos electorales seguirán a la orden del día.


Originalmente publicado el 29 de mayo en la sección Opinión de la Agencia de Noticias Fides (ANF)

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