A 54 años de
haber sido rodeado por la policía en el bar La Vía de Montevideo junto a sus
compañeros del Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros, portando una Colt
45, José Alberto Mujica Cordano, luego de sus turbulentos años de guerrilla y
privación de libertad (1972 – 1985), ha podido demostrar que en un país que
luego de superar la dictadura de los 70, existían posibilidades de hacer lo que
el periodista Mauricio Rabuffetti ha definido como una revolución tranquila.
Uruguay es un
país del que se dice hoy posee una democracia aburrida, que el día de las
elecciones presidenciales no reviste un carácter especial, porque ciudadanos y
ciudadanas han aprendido a asumir los cambios de gobierno con la liviandad que
se asume el paso del otoñó hacia el invierno o de la primavera hacia el verano,
y esto se nota más cuando el Frente Amplio debe dejar el poder para el regreso
de la derecha, o lo contrario, como acaba de suceder con el triunfo de Yamandú
Orsi, el nuevo final de la derecha para el retorno de la izquierda al poder de
la que el Pepe Mujica es guía y símbolo, piedra y camino como dice la zamba de
Atahualpa Yupanqui.
Sin
proponérselo, sin buscar reconocimiento, medallas o algún bronce en alguna
plaza principal, el Pepe es hoy el faro que no sólo nos guía hacia la
reconciliación con el sentido profundo de la cotidianidad simple y austera,
sino que se ha erigido en el salvador de las voces disidentes que desde la
izquierda y sin lugar para la traición, reniegan y rechazan frontalmente
prorroguismos y obsesivas prácticas estalinistas.
Mientras los
medios de comunicación del establishment
bailan al ritmo que imponen millonarios fascistoides puestos de moda por las
redes sociales y que saltan a la política para preservar sus inmensos
patrimonios, y en lo posible acrecentarlos, producto de la despiadada explotación
a la que conduce la acumulación capitalista, desde su casa rural de Rincón del
Cerro, el presidente más internacional de la historia de su país, el
“terrorista” que cambió los fierros por el poder de la palabra, la emprende
contra Maduro, Evo Morales, Daniel Ortega y contra Cristina: “La vieja Kirchner
está al frente del peronismo jodiendo, en lugar de dejar a las nuevas
generaciones; ¡cómo le cuesta largar el pastel!”.
Mujica critica a
diestra y siniestra, al capitalismo y a su peor dispositivo, el consumismo, y a
los que se consideran de su mismo riñón ideológico, con la honestidad
intelectual y la rectitud que lo ha caracterizado como servidor público y no
hay quién salga a contradecirlo o siquiera a contestarle timidamente. Lo ha
demostrarlo hace un par de semanas con los líderes políticos aquí citados, y
todos los aludidos optaron por refugiarse en la prudencia del silencio, simple
y sencillamente porque no hay manera de rebatir a este líder empoderado no por
el dinero y la fama, sino por la descomunal autoridad moral que le ha dado su
paso por la vida pública como Senador, Ministro y Presidente de la República
Oriental del Uruguay.
El Pepe no lo
sabe, pero su palabra está salvando a todos y todas quienes en los últimos
tiempos fueron tachados de traidores y vendidos al imperialismo norteamericano,
por la sencilla y transparente pretensión de reclamar democracia interna y
renovación partidaria para la construcción de un proceso político que hoy día en
Bolivia ha quedado abollado desde la cabeza hasta los pies debido a una feroz
campaña de erosión al interior del partido más grande con el que cuenta hoy el
país desde principios de este siglo XXI. “Lo de Evo Morales en Bolivia es
inconcebible” ha dicho Mujica y Evo Morales, chitón, no le quedó otra que mirar
para otro lado. Y lo de Daniel Ortega que originalmente fue concebido para
combatir la dictadura de Somoza en Nicaragua es “monstruoso” ha afirmado el
Pepe sin que desde Managua haya salido una sola palabra de respuesta.
Con apenas tres
millones cuatroscientos mil habitantes, Uruguay es el ejemplo atípico por
virtud de nuestro Continente en el que un presidente ha sido capaz de imponer
el discurso de que las drogas no son un asunto policiaco, sino de salúd
pública, y en ese marco, los uruguayos pueden comprar marihuana respaldados por
la ley. En ese trayecto de vida, sin hijos, pero con una compañera de lucha y
lecho como Lucía Topolansky, también Senadora por el Frente Amplio, Mujica
acaba de vencer un cáncer y en mayo de 2025 cumpliría 90 años. Saber de el, y
escuchar su palabra lúcida, percatándonos de asuntos que se caen de obvios,
pero que con sus reflexiones alcanzan categoría de irrefutables, nos ayuda a no
perder la esperanza y la vocación de lucha, esa con la que se camina hasta la
tumba cuando las convicciones colectivas logran superar las tentaciones surgidas
de la vanidad individualista.
Mujica ha
sentido que está cerca de marcharse de este mundo. Los que sabemos quién es y
sabemos cuan orientadora es su palabra, estamos seguros de las palabras
labradas en piedra y son precisamente esas palabras las que nos ofrecen la
certeza de que el Pepe no se irá nunca. Es parte de nuestro patrimonio humano
inspirado en eso de que es mejor tener gobernantes que privilegian y saben
repartir para abajo.
Originalmente publicado en la columna Contragolpe de La Razón el 14 de diciembre de 2024
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