Algún día
aprendí que un equipo de fútbol se organiza de atrás para adelante, que la
defensa se planifica y el ataque puede improvisarse. Que los centrales deben
ser algo así como la guardia pretoriana de un onceno, los laterales deben ser
primero vigilantes y si se puede, una vez liberada la zona de riesgo,
combatientes de toque-ataque, de frente y costado (cómo no recordar a Cafú y
Roberto Carlos), y que los delanteros están para inventar el desastre que pueda
despatarrar a la defensa contraria, que al igual que la propia, debe estar conformada por gladiadores dispuestos
a evitar que pelota y rival pasen, y las
posibilidades de que la portería propia no sea batida sean apreciablemente
grandes. Defender es planificar, atacar es inventar, defender es recuperar la
pelota de los pies del adversario, atacar es manejar la pelota para que el
rival no pueda robarla y así enfilar hasta el otro arco y marcar.
Veo al Bolívar
de Flavio Robatto perder por goleada contra el Flamengo de Tite, y lo primero
que puede percibirse es que la academia está organizada exactamente al revés:
De adelante para atrás. Tiene los mejores delanteros del fútbol boliviano, un
punta como Fran Da Costa siempre con el arco entre ceja y ceja, mientras sus
diabólicos muñecos-amuleto, Chucky y su novia Tiffany, descansan en el
vestuario haciendo vigilia o brujería, quién sabe, para que “Shico” (así se
pronuncia en el sur del Brasil) esté en condiciones de descoserla y anotar. Sus
compañeros son Patricio Rodríguez (su sobrenombre, Patito, no le hace justicia
a su temperamento), extremo izquierdo de gran movilidad que incursiona por la
banda hacia adentro , lo mismo que hace por derecha Bruno Savio con la misma
disposición escurridiza y eficacia para ingresar en el área rival y el mismo, o
alguno de sus socios estratégicos, hacer goles sin atenuantes.
Da Costa –
Rodríguez –Sabio conforman uno de los mejores frentes de ataque de Sudamérica
como se puede comprobar en esta Copa Libertadores en pleno desarrollo y si a
ellos le sumamos la conexión con Ramiro Vaca que abastece muy bien la zona
combustible de Bolívar, respaldado por Justiniano y Saucedo en la mitad de la
cancha, Bolívar con la pelota tiene necesariamente que ser protagonista, por
iniciativa y calidad y por ello no es casual que encabece la tabla de
posiciones en su grupo y esté a medio paso de clasificarse por segundo año
consecutivo a octavos de final.
De vanguardia
con características de excelencia, Bolívar es un equipo inversamente
proporcional hacia atrás, con una retaguardia que puede terminar de darle la
razón al colombiano Faustino Asprilla que afirmó con desconsideración e
irrespeto que “los bolivianos son de madera”. Bueno, en realidad, de madera
podría ser uno que no es boliviano, Orihuela, central uruguayo que pifió una
pelota a título de despeje y que ocasionó el segundo gol de Flamengo. Al minuto
de iniciado el partido, Saavedra, que de lateral tiene nada, había dejado
expedita la banda izquierda en la que debía estar para cubrir a Gerson que
anotó la apertura e inició el festival que concluyó con un 4 -0 sin discusiones
y que parece no incidirá en la inminente clasificación bolivarista, a falta de
una fecha para la conclusión de la fase de grupos.
Con Orihuela, o
mejor dicho, sin Orihuela, uno menos. Con Saavedra improvisado como lateral
izquierdo, dos menos. Con Sagredo de lateral derecho, tres menos. Y con el
recientemente recuperado de una lesión, el ecuatoriano Ordoñez, cuatro menos.
Dos centrales y dos laterales que le hacen transpirar la gota fría al portero
Carlos Lampe, que ataja muy bien, pero al que se le cuestiona por no saber
manejar los pies. A rezar bolivaristas, el equipo más campeón del fútbol
boliviano y con más participaciones en torneos internacionales puede contar con
siete futbolistas que garantizan calidad y eficacia, pero lamentablemente, con
una base defensiva a la que puede poner en problemas el Fla, pero también el principiante y flamante
campeón San Antonio de Bulo Bulo. Si se sabe atacar a Bolívar, la chapa de gran
equipo se le puede terminar oxidando.
Hay que ser
justos y memoriosos: Con Roberto Carlos Fernández que se fue al Baltika
Kaliningrad de Rusia y Diego Bejarano que ahora está en Oriente Petrolero,
luego de una salida con portazo incluido, Bolívar contaba con laterales
solventes y experimentados, y con otro uruguayo, el indisciplinado y violento
Bentaberry, había más sólidez en la zaga junto a Sagredo (no se cuál es José y
cual Jesús, disculpas por mi desinformación, pero los gemelos pueden
confundirnos). Para decirlo pronto y fácil: Bolívar tiene un equipo de siete,
no de once futbolistas. Son el portero, los mediocampistas, y el tridente
ofensivo. La línea de fondo, habitualmente línea de cuatro, es un lamento
boliviano. El Presidente del club, Marcelo Claure, anuncia reajustes o
refuerzos cuando se abra el libro de pases. Es justo y necesario. Un equipo con
la historia y las ambiciones de Bolivar, necesita once futbolistas en el campo.
No siete.
Originalmente publicado en la columna Contragolpe de La Razón el 18 de mayo de 2024
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