jueves, 2 de enero de 2025

El yerno de la embajada de México

 

Dice el escritor chileno Ariel Dorfman que al presidente del Ecuador, Daniel Noboa, le hubiera sido suficiente con leer “El derecho de asilo” (1979) de Alejo Carpentier para no decidir el asalto policial a la Embajada de México en Quito con el objetivo de llevarse a las rastras al ex vicepresidente Jorge Glas por hechos de corrupción. De esta manera, el autor del celebre “Para leer al Pato Donald” escrito junto a Armand Mattelart (1972) ejemplifica la indisimulable falta de lecturas de la que hacen gala los líderes de nuestro continente, eventualmente gobernantes en cada uno de nuestros países.

Si Noboa hubiera leído a Carpentier, se hubiera enterado por comparación que a Glas le esperaba una reclusión voluntaria con  privación de libertad de movimiento,  que es la del refugio político según lo dicta la Convención de Viena acerca del asilo al que tienen derecho quienes son perseguidos y amenazados en sus derechos como ciudadanos. Si el presidente ecuatoriano no hubiera decidido violar de la manera más obscena el derecho internacional, Glas estaría ahora preso, dirían algunos que en una jaula de oro, pero preso al fin, como le sucedió por siete años a Julián Assange que vivió refugiado, vaya que casualidad, en la Embajada de Ecuador en Londres y al que el presidente Lenin Moreno le quitó la ciudadanía otorgada por su traicionado antecesor Rafael Correa y por supuesto que el asilo político para que la policía inglesa se lo llevara detenido.

La presidenta de facto, Jeanine Áñez, estuvo a un paso de cometer abuso parecido, vaya que casualidad, con la misma Embajada de México, pero en La Paz, cuando el régimen transitorio y golpista comenzaba a vivir una borrachera de poder sin resaca, ordenando instalar reflectores que no dejaban descansar por las noches a ex ministros y otros colaboradores del gobierno de Evo Morales que se refugiaron en dicha legación diplomática para de esta manera ponerse a salvo de la cacería encabezada por el Ministro de Gobierno, Arturo Murillo y la Canciller Karen Longaric que negó la otorgación de salvoconductos a la mayoría de los que estaban allí, seguro que en su pensamiento más íntimo, para sentarles la mano a esos masistas de mierda.

La entonces Embajadora mexicana, María Teresa Mercado, terminó siendo declarada persona non grata que entre noviembre y diciembre de 2019 honró la tradición histórica mexicana del asilo político, protegiendo a quienes se habían refugiado en su residencia, situada entonces en la exclusiva Rinconada de la zona Sur de La Paz. Quienes estuvimos por allí entre el domingo 10 y el miércoles 13 de noviembre de 2019 apreciamos la profesionalidad y la diligencia hospitalaria con que el personal mexicano boliviano dispuso las cosas para preparar una estadía de más de diez personas que se prolongó por el año en que gobernó Áñez entre la pandemia, los negociados, las masacres y las violaciones a los derechos humanos de un par de miles de ciudadanos a los que se persiguió, encarceló, y torturó por el sacrilegio de haberse manifestado en defensa de la permanencia de Evo Morales en el gobierno hasta que concluyera su mandato.

Es bueno que quienes no lo saben, se enteren ahora que la Embajadora Mercado acompañó a Luis Arce Catacora, entonces ex Ministro de Economía, hasta la puerta del avión con el salvoconducto en mano que autoridades policiales pretendían desconocer, con intentos de evitar que el ahora Presidente del Estado pudiera partir hacia Ciudad de México. (Tema del que conversamos en el breve ciclo televisivo “Memoria” por ATB Red Nacional el domingo 14 de noviembre de 2021).

La ahora ex embajadora en Bolivia --hace poco nombrada Subsecretaria del Ministerio de Relaciones Exteriores con responsablidades de dirección de la política exterior mexicana con África, Asia Central, Asia Pacífico, Medio Oriente y Europa—trabajó con rigor y firmeza durante esos difíciles días en que sus breves relaciones con la Canciller Longaric se hicieron tensas, pero si esto no fuera poco, la visita del yerno del propietario de la casa de la residencia que ocupaba María Teresa Mercado, puso en evidencia eso que popularmente se llama aprovecharse del pánico.  El solícito yerno del dueño de casa, Raúl Garafulic Lehm, fue a pedir un incremento del  50 por ciento del monto mensual del alquiler, con el folklórico detalle de que por el pago mensual del contrato este no emitiría factura. Para quienes todavía tampoco lo saben, Garafulic, que se mandó a cambiar del país, fue el propietario del desaparecido diario Página Siete que dejó a la vera del camino a sus periodistas y trabajadores impagos por varios meses de salarios y sin la posibilidad de cobrar beneficios sociales.

Entre la falta de experiencia literaria de Noboa, la traición y el atropello de Lenin Moreno y el apriete de Garafulic a la embajadora de México no puede haber dudas que lo pintoresco y lo cínico pueden terminar convirtiéndose en sinónimos. 



Originalmente publicado en la columna Contragolpe de La Razón el 04 de mayo de 2024

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