El pasado 17 de marzo en su
cuenta de twitter, el ex embajador de Jeanine Áñez ante la Unesco, Carlos
Antonio Carrasco (@cochabambez) reprodujo una fotografía en la que figuran una
señora vestida con pollera y sombrero de chola paceña y la otra con una falda
negra bordada en la parte inferior y un sombrero blanco adornado con uno de
esos hermosos textiles del norte de Potosí.
Las dos mujeres eran entrevistadas en un programa de la estatal Bolivia
TV. En el twit de la Agencia Boliviana de Información (ABI) reproducido por
Carrasco se lee: “Hermana de víctima de Senkata: Querían sacar los cuerpos de
la iglesia para esconderlos” y para contextualizar su punto de vista, el ex
diplomático residente en Francia escribe “Con sus disfraces parece carnaval”.
La despreciativa e indolente
apreciación de Carrasco, lleva a aplicar el prisma que utiliza sobre estética a
partir de valoraciones sobre indumentarias, para comprobar que éste doctor en
ciencias políticas y dice que profesor en París, suele disfrazarse con pajarita,
tipo de corbata que se anuda por delante en forma de lazo sin caídas, seguramente
para seguir caminando por la vida enfermo de importancia como diría Xabier
Azkargorta. Otra cosa es el diplomático español Inocencio “Chencho” Arias que
viste ese tipo de adorno sobre el cuello de la camisa con liviandad y simpatía.
sin ningún tipo de presunción sobre el que tiene incluso un libro
autorreferencial: “Con pajarita y sin tapujos, De la superioridad moral de la
izquierda a las ocurrencias de Trump y el problema nacional.” (Plaza &
Janés, 2019).
Nada menos que el embajador en
Misión Especial del golpismo ante la Organización de las Naciones Unidas para
la Ciencia y la Cultura (Unesco) se burla del vestuario de dos mujeres
bolivianas en el dramático contexto de las muertes de Senkata producidas por el
gobierno al que este doctor representaba durante la transición de facto. Me
puse a examinar su cuenta de twitter y encontré un conjunto de publicaciones
que pintan de cuerpo entero al diplomático lambiscón, al hombre que aplaude a
su Canciller, la señora Karen Longaric y
profiere insultos contra el MAS, sus personajes y alrededores, impropias de un
experto en relaciones internacionales, entrenado con manuales de urbanidad y
ponderación frente al prójimo. Sería orientador que leyera otro libro de
Chencho Arias: “Yo siempre creí que los diplomáticos eran unos mamones” (2016).
“Con sus disfraces parece
carnaval” es una frase que termina sellando la crueldad racista y el
supremacismo ahora en boga con Jair Bolsonaro dirigiendo los destinos del
Brasil en un contexto internacional en el que la lucha por los derechos de la
diversidad humana sigue chocándose contra los muros del conservadurismo , la
superioridad blanca y los brotes de organizaciones nazi fascistas. Así tuvimos
que dos secretarios para asuntos hemisféricos del gobierno de los Estados Unidos
(O`Reilly y Kozak) y la hija de Donald Trump, Ivanka, visitando al gobernador
de Jujuy, Gerardo Morales, incidieron en el destino político de Bolivia entre
julio y noviembre de 2019. Lo hicieron con ese espíritu imperial de control
geopolítico de la región caracterizado por la injerencia y el tutelaje, en este
caso contra el gobernante que condujo a Bolivia a lo que es hoy el Estado
Plurinacional.
Desde embajadores traficantes de
autos hasta contrabandistas de alfombras persas, Bolivia ha contado
dominantemente con un servicio exterior aquejado por carencias de rigor
profesional y de compromiso con los intereses del país. Nuestra Cancillería,
ayer y hoy, están lejísimos de escuelas como
la brasileña de Itamaraty o la peruana de Torre Tagle donde los
académicos para ejercer responsabilidades representativas más allá de las
fronteras nacionales, constituyen carreras funcionarias con autonomía de
quienes encabecen los gobierno de turno.
¿Un diplomático que se pavonea
presentándose como representante de su Estado ante cinco países, incluída la de
la Ciencia y la Cultura, --¡qué contrasentido!-- y que en el intento de
ridiculizar a dos mujeres narrando sus tragedias familiares en televisión,
desciende al subterráneo de la condición humana merecerá considerarse
embajador? Supongo que sí para la señora Longaric, que encabezó una política
exterior caracterizada por la vulneración de preceptos elementales como el del
asilo político, el doctor Carrasco es todo un embajador, disciplinado y cumplidor como ninguno.
Carrasco ha publicado un libro
que titula “La última confesión de un libertino” que según reseñas es un
autohomenaje relacionado con técnicas de persuasión. Según cualquier
diccionario de castellano, libertino es quién actúa con libertad excesiva y abusiva.
Releyendo su propio twit acerca de disfraces de carnaval, llegará a la
conclusión que su libertinaje no es objeto de racismo y otras formas de
discriminación.
Contragolpe, columna publicada en La Razón el 17 de julio
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