En el primer año del tercer
mandato de Evo Morales (2015), la televisión en Bolivia había cambiado, ante la
reconfiguración política y social del país, desplazandosé hacia las plataformas
del espectáculo y el entretenimiento en primer lugar, relegando a la
información y al análisis de la actualidad noticiosa informativa a un segundo plano.
Se trataba de una decisión estratégica en lo comercial y en lo político.
Considerábamos entonces que se
había producido un cambio de prioridades de los medios de comunicación en
Bolivia a partir de la puesta en vigencia de la nueve Constitución Política del
Estado (CPE) validada en el referéndum del 25 de enero de 2009. A partir de ese
momento, las fuerzas empresariales comunicacionales inscritas en la lógica del
mercado, decidieron situarse en zonas en las que la política y el acontecer
público nacional con altos niveles de conflictividad dejaran de ser de primer
orden, para dar paso a una establecimiento de prioridades comerciales que
tienen un primer elemento central en el entretenimiento y que en términos de
producción y puesta en el aire audiovisuales pasa por franquicias de reality shows o programas de concursos
que por ejemplo a Unitel, red nacional televisiva con más alto rating de entre todas las del espectro
nacional, le permitió posicionarse lejos de aquella agenda que pasaba por la
defensa intransigente de los intereses hacendales y terratenientes de las
tierras bajas, dado que el gobierno nacional penetró en los sectores
empresarial agroexportador y ganadero, rayandolés la cancha en la que quedaban
separados los negocios de la política.
En la misma línea de
lecto-escritura de la realidad boliviana, que la apropiada por la red de la
familia Monasterios (Unitel) desde una lógica estrictamente mercantil y de fabricación
de necesidades de consumo, la red UNO del grupo Kuljis emuló a su más inmediata
competencia y decidió apostar también por el entretenimiento de los eventos
concursables de danza y canto con marca internacional, emitiendo un inequívoco
mensaje al poder político cuando decidió despedir a su principal conductor,
Enrique Salazar (mayo de 2015), por haber irrespetado a la ministra de
Comunicación, Marianela Paco, en el programa “Que no me pierda”. De esa manera
lo periodístico noticioso terminaba siendo desterrado de las prioridades del
medio y a cambio se entronizaba el show y el espectáculo como aspecto
prioritario de su programación.
“No queremos pelear con el
gobierno” era el mensaje de fondo por lo que se decidió un rumbo informativo
levemente diferenciado entre las emisiones para el oriente y para el occidente
del país, pero muy alejado del estilo crispado y radical con el que se había
combatido a Evo Morales y a su gobierno hasta días previos al triunfo de Sí a
la nueva constitución en las urnas. A partir de entonces, cesaría de manera
casi terminante, la amplificación de los mensajes sesgados y tendenciosos
contra el gobierno que fueron moneda corriente entre 2006 y 2008. Cesaría, en
términos concretos, el concertado rol opositor de la televisión privada contra
el gobierno, encabezado hasta entonces por Unitel con Ximena Antelo como
mascarón de proa.
Unitel y la Red UNO, habían
decidido poner el acento en ese precepto que dice que la televisión es en
primer lugar un negocio y que más vale jugar a fortalecer la pauta publicitaria
con anunciadores privados, renunciando a la radical línea opositora que había
ejercido hasta 2008, cuando todavía las formaciones políticas alineadas detrás
de los intereses de la clase dominante republicana, en lo político y en lo
económico, creían que podían derrocar el proyecto político del MAS que ya llevaba
más de una década de vigencia.
Como ya no era posible continuar apostando a las
encerronas de dirigentes indígenas y campesinos, para ser triturados en los
sets televisivos preparados para excitar el morbo de las clases medias, las dos
redes televisivas con mayor alcance en cuanto a señal y captura de audiencia,
Unitel y Red UNO, ejecutaron una traslación de contenidos informativo
noticiosos hacia la crónica roja y hacia la descripción superficial de los
hechos que producen a diario la política y la economía.
Se trataba entonces de decisiones
tácticas coyunturales, mientras el MAS continuara sellando su proyecto político
hegemónico, de copamiento y control de las instancias públicas centrales y con
tendencia a penetrar también las zonas autonomistas a través de los municipios
en los que la resistencia política de una oposición desparramada e inconexa se
presentaba débil y se encontraba desprovista de potencia para la lucha diaria
en los intentos de socavar la construcción del proyecto nacional popular en
vigencia.
Por eso puede resultar llamativo
para quienes tienen práctica en el uso de la Memoria y el Archivo, que Unitel y
la Red UNO nada tuvieran que ver con lo que el Ministro de la Presidencia de
entonces, Juan Ramón Quintana, etiquetó como Cartel de la Mentira, a propósito
de la instalación mediática del Caso Zapata como dispositivo informativo
electoral que fue útil en el torpedeo manipulatorio del referéndum del 21F y
que inscribió a una radioemisora (Erbol), una agencia de noticias (Anf) y a dos
diarios (El Deber y Página Siete) como los presuntos socios promotores de una
afinada red político mediática que habría influído significativamente en las
decisiones del Soberano para que el No se impusiera por apenas dos puntos y
fracción, neutralizando de esta manera el objetivo de buscar una nueva
reelección para el binomio Morales-García Linera en las elecciones que se
producirían en 2019 y consiguiendo una primera victoria significativa para la
oposición en la última década en la comprensión de que como a Evo no se le
puede ganar en las urnas, era imperativo eliminarlo del ruedo electoral a
través de la voluntad popular, no importando si se ganaba por media nariz.
En ese nuevo momento
comunicacional que vivió Bolivia, según la lectura estratégica y militar del
Ministro Quintana, dos medios impresos y una radio de alcance nacional
terminaron superando a la televisión en términos de influencia de opinión, cosa
que hasta las elecciones de 2014 no había sucedido, debido a que se tenía
asumido que los medios televisivos en primer lugar, casi a la par con las
radioemisoras de alcance nacional –Erbol, Fides, Panamericana-, influían
decisivamente en los criterios de las audiencias y potenciales electoras del
país, quedando en lugar de incidencia menor en términos masivos, los diarios y
las páginas web.
Para que esto fuera posible, la
irrupción de las redes sociales fue fundamental porque una cuenta de Facebook o
Twitter hace a cada ciudadan@ un periodista sin cartón académico, pero capaz de
generar círculos de debate y opinión que se retroalimentan y que tenía, por
ejemplo, en la Agencia de Noticias Fides (ANF), en los diarios Página Siete y
El Deber, y en la red ERBOL (el “Cártel de la Mentira”), los traductores
mediáticos de los contenidos políticos que a la oposición le interesaba
masificar –viralizar en las redes—con el propósito de influir terminantemente
en los criterios de esa misma clase media, por lo menos en una porción significativa
y decisiva de ella a la hora del voto, que apostó a quebrar la democracia
pactada y el canon neoliberal dominante en el país durante dos décadas (1985 –
2005) con la elección de un político –Evo Morales- con paradigma ideológico y
visión de país opuestos a los esgrimidos por los hasta entonces actores
intercambiables del neoliberalismo.
La televisión que ayudaría a
hacer contrapeso a las grandes cadenas antigobierno, adquiridas por empresarios
supuestamente sintonizados con el oficialismo –ATB y P.A.T.—no jugaron el rol
paraestatal que se les atribuyó, utilizando como argumento el favorecimiento de
la pauta publicitaria gubernamental a dichas televisoras. Se trata de canales
de televisión que en algunos sentidos privilegiaron la agenda gubernamental y
de la gestión pública en sus distintas expresiones, pero en su manejo general
de programación de formas y contenidos, siguió respondiendo a una visión
comercial en la que impera el sexismo, el entretenimiento frívolo sin
contenidos ideológicos y el periodismo noticioso informativo “neutro”, tan “independiente”
en forma y fondo como los medios que se proclaman defensores de un periodismo
que rechaza los supuestos rasgos gubernamentales, autoritarios y violatorios de
la libertad de expresión.
En la arena de los medios
oficiales, de estructura propietaria estatal, Bolivia TV fue la televisora que acentuó
su rol de transmisor en directo de los eventos gubernamentales masivos, con
prioridad en la agenda presidencial de Evo Morales, y consolidó un perfil
sesgado y unilateral, donde la pluralidad de voces era practicamente
inexistente. Su fortaleza residía en su potente señal, ya que esta llega hasta
donde el resto de las televisoras privadas no pueden, diseminando así el
mensaje rutinario informativo del gobierno sin grandes matices y sin propensión
alguna a la deliberación y a la confrontación de puntos de vista.
La incidencia de las estaciones
televisivas con alcances parciales en lo nacional, y las locales
departamentales, tiene otras características donde coexisten la publicidad
estatal en sus distintas expresiones y la vinculada a la iniciativa privada de
bienes y servicios. Destacaba por su enfoque apolítico Bolivisión, parte de una
cadena de televisoras situadas en distintos países de América Latina, de
propiedad mexicana; Radio Televisión Popular (RTP) con su misión-visión de
“Comunidad de la vida”, donde lo originario y ancestral, emparentado con lo
ecológico tienen importancia, lo mismo que el entretenimiento musical popular
de las esferas cholas paceñas, mientras que en lo noticioso presentaba un enfoque plural.
Con el panorama hasta aquí
descrito tenemos que las redes televisivas de alcance nacional presentaban las
siguientes características esquemáticas:
1. Unitel y Red UNO. Prioridad: entretenimiento.
Característica informativa dominante: Crónica roja. Información oficial y
opositora como fuentes, tratadas de manera epidérmica, sin apuesta por líneas
editoriales claras e ideológicamente identificables.
2. ATB y P.A.T. Prioridad: entretenimiento. Característica
informativa dominante: Agenda abierta con temáticas política, económica,
social, de seguridad, y deportes. Línea
editorial tenue, privilegiando en algunos capítulos la agenda gubernamental y
la gestión pública. Un par de programas con entrevistas fueron sus cartas, con acento
oficialista y con agenda híbrida entremezclada, en que los temas de fondo quedaban
tapados por los desfiles y concursos de belleza y el fútbol.
3. Bolivia TV oficialista, sin matices. Util
informativamente hablando, pero sin gran tratamiento periodístico por géneros y
formatos. Muy unilateral, sesgada en su manejo de contenidos. Estigmatizada
como medio al servicio de la imagen presidencial.
La prueba más rotunda de que la
televisión dejó de ser trinchera opositora a ultranza del gobierno es que Evo
Morales y Alvaro García Linera se pasearon por todas las estaciones televisivas
participando en programas especiales durante la campaña por el Sí previa al
referéndum del 21 de febrero de 2016.
ANABELLE Y LA TRANSICIÓN
GUBERNAMENTAL
Resignada la televisión privada
con altos índices de audiencia a que el MAS gobernaba el país demasiados años
en el contexto de los períodos presidenciales bolivianos, Unitel fue
perfeccionando sus estrategias de marketing y sofisticando sus puestas en
escena, y para ello, la figura excluyente se llama Anabelle Angus, comunicadora
social graduada con nota máxima de tésis, conductora de programas infantiles y
juveniles en sus inicios, y estrella indiscutible de “Calle Siete” (franquicia
originada en Televisión Nacional de Chile), un programa inscrito en la onda de
los reality shows en que jóvenes mujeres y varones concursan por equipos,
muestran sus destrezas psicomotrices y exhiben unos muy cincelados cuerpos de
gimnasio.
Anabelle tiene más de un millón
de seguidores en Facebook y 920 mil en Instagram. Debe ser la envidia de
políticos y opinadores pretenciosos que tienen un 50% de seguidores falsos como
si fueran verdaderos, muy lejos, por supuesto, de los acumulados por la exitosa
Angus. Muchas chicas y chicos de las ciudades quisieran ser como ella: De gran
porte, muy empática y carismática como animadora televisiva del show más visto
de la televisión boliviana desde 2014 que continúa vigente. Suficiente con
caminar por todos los puestos de las Siete Calles, la zona comercial más
tradicional y popular de la Santa Cruz antigua para verificar que todos, en
distintos tamaños y modelos de televisores, tienen sintonizado el programa de
esta heroína que anima escaramuzas diarias de los equipos rojo y amarillo,
condimentadas por esas recreaciones melodramáticas selladas por la
competitividad y los celos. Sólo un milagro permitiría que alguna casera
tuviera sintonizada otra estación televisiva.
Anabelle era la imagen
indiscutida de Unitel, hasta que la estación número uno en audiencia nacional
decidió convertirse en transitoria a la par de Jeanine Áñez presidenta. De
hecho, la televisora fundada por el emenerrista y terrateniente Osvaldo
“Pato”Monasterios (1926 – 2011), alguna vez senador cercano a Gonzalo Sánchez
de Lozada, nos ha regalado un documento histórico fundamental con la senadora
beniana anticipándonos el 10 de noviembre de 2019 que llegaría a La Paz a “asumir
la presidencia que le correspondía” (Unitel, Trinidad) cuando todavía ni
siquiera la había llamado por teléfono para ofrecerle el cargo el operador
electoral de Carlos Mesa, según sus recientes declaraciones ante el Ministerio
Público, ahora que se encuentra procesada y con detención preventiva.
La transición de Jeanine Áñez fue
acompañada fiel y puntillosamente por Unitel. Se convirtió en la Bolivia TV del
golpismo, interrumpiendo su programación habitual para dar paso a cuanta
noticia extra o de último momento surgiera “desde el lugar de los hechos”, con
intensidad entre el 10 y el 20 de noviembre cuando Evo Morales se iba del poder
y Jeanine llegaba gracias a la coordinación de esos que podrían considerarse
los cuatro jinetes del apocalipsis boliviano: Tuto Quiroga, contraparte de la
embajada de los EE.UU.; Gonzalo Terceros, comandante de la Fuerza Aérea; Óscar
Ortíz, senador del Movimiento Demócrata Social (Demócratas) y Luis Fernando
Camacho, presidente del Comité Cívico de Santa Cruz.
No hay evidencias sobre si
Anabelle Angus se adscribió o no a la causa pitita. A estas alturas parece un
ejercicio irrelevante el intentar averiguarlo. Lo cierto es que con la
catastrófica derrota electoral sufrida el 18 de octubre de 2020 por “los transitorios” como les llaman en la
misma Santa Cruz, puede estar segura que otra vez vuelve a reinar en Unitel reinstalada
a su zona de seguridad: “Calle Siete” y similares, entreteniendo a las
audiencias bolivianas y otra vez prudentemente equidistante de la agenda
informativa y noticiosa del país y sus alrededores.
Publicado el 25 de julio en La Razón como parte de la serie Memoria y Archivo
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