jueves, 2 de enero de 2025

La derecha evista y arcista

 

Nunca antes la derecha en Bolivia había sido tan impresentable. Es de vergüenza, pero sus figuras hacen papelones sin sonrojarse. A la hora de obstaculizar decisiones parlamentarias como la aprobación de créditos, la derecha es evista, porque junto con dicha ala masista se ha puesto de acuerdo para boicotear al gobierno, por ahí, en una de esas les sale de chanfle y logra el tan ansiado acortamiento de mandato del Presidente Arce. No por otra cosa el Vicepresidente David Choquehuanca ha etiquetado como troika a la sociedad antigubernamental Evo–Mesa–Camacho que se manifiesta en la Asamblea Legislativa.

El otro escenario es el de los magistrados autoprorrogados que un par de días antes de la finalización de 2023, es decir, antes de autoprorrogarse, determinaron la inhabilitación a una nueva candidatura a la presidencia de Evo Morales, asunto sobre el que dos de esa misma troika, los golpistas Mesa y Camacho, se transfiguran en antievistas y se alinean con el discurso de algunos personeros gubernamentales que afirman sin lugar a dubitaciones que el todavía vigente Presidente del MAS no puede volver a ser candidato debido al pronunciamiento de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que en 2021 desahució el argumento de la candidatura presidencial como un derecho humano.

La derecha conformada por las también divididas Comunidad Ciudadana (CC) y Creemos es por lo tanto evista para bloquearle al gobierno la posibilidad de recuperar oxígeno económico con la materialización de créditos internacionales hace más de un año gestionados y es arcista para bloquear la candidatura presidencial de Evo Morales. Esta conducta bipolar podría tener sentido si de lo que se tratara es de debilitar al MAS en sus ahora bien diferenciadas expresiones partidarias, una en el gobierno despojada de gobernabilidad parlamentaria, la otra, cabeza de la oposición que sustenta su estrategia en mostrar a Luis Arce como a un traidor autoritario, inepto y vendido a la derecha.

Avejentada y demacrada, la derecha boliviana sigue bailando al ritmo que impone el MAS, --o los “mases”--, debido a que todo servirá para que se haga pedazos por dentro como efectivamente está sucediendo y de esa manera se generen las condiciones para sacarle ventaja a los destrozos ajenos, porque desde 2006 fue incapaz de hacer lo que pudieron Paz Estenssoro, Paz Zamora, Sanchez de Lozada y Banzer que consistía en una idea de país, en una proyección sobre su futuro basada en los preceptos político económicos del neoliberalismo. Son tan poco inspirados los actores de la derecha de hoy que ni siquiera encontraron una manera viable de construir un proyecto con la ventaja que permite un golpe de Estado y las limitaciones de movilizaciones sociales que imponía una pandemia. Ni siquiera así supieron encontrar la manera de enfrentar al MAS para intentar derrotarlo en la cancha electoral. Sólo pudieron con un derrocamiento inconstitucional que les duró un cuarto de hora.

La derecha es arcista. La derecha es evista. En buenas cuentas, la derecha en Bolivia se ha hecho en las dos últimas décadas, repetitiva, desangelada, carente de talento político e incapaz de erigir liderazgos.  Está volviendo a decir que la fórmula para ganar en 2025 es la unidad, esa que no pueden conseguir hace veinte años y que pone en evidencia su falta de confianza en si misma. La unidad tenía algún sentido cuando el MAS era una roca indestructible y no ahora que está fragmentado, lo que significa que subconcientemente tiene alojada la idea de la indestructibilidad azul cuando ya no pueden quedar dudas de que tal cosa ha terminado por cambiar y parece que irremediablemente desde 2022.

Sucede, si profundizamos el análisis, que la derecha, desde sus entrañas, desprecia a la Bolivia nacional y popular. Que volverá a apostar por candidaturas de soplar y hacer botellas, por lo que no hay para que incomodarse concibiendo una estrategia nacional con visión de país. No importa, al final de cuentas, como el MAS está hecho trizas, piensan, llegarán al gobierno más facilmente de lo que parece, lo que significa que pierden de vista que si algo ha promovido el MAS en su mejor momento, fue transformar las condiciones para que la sociedad desde su identidad indígena y campesina comenzara a intervenir en decisiones ciudadanas que hasta antes de 2006 miraba de lejos.

Hay en este momento por lo menos diez precandidaturas presidenciales, tres organizaciones partidarias nacionales todas ellas divididas en dos o o tres facciones, y algún jubilado que perdió la personería jurídica de su partido que amenaza con volver, pero si en este escenario de incertidumbre y fragmentaciones varias, la derecha se resiste a comprender que las organizaciones sociales de hoy ya no son las mismas funcionales a sus intereses de ayer, significará que pretende ningunearlas como en los 80 o en los 90, y consecuentemente el fracaso y la violencia política volverán a quedar a la vuelta de la esquina.    



Originalmente publicado en la columna Contragolpe de La Razón el 27 de julio de 2024

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